PROMETEDORES AVANCES CONTRA EL ALZHEIMER
Publicado en
abril 07, 2013
Los científicos están afanándose por vencer a este aterrador trastorno cerebral antes de que cause estragos en otra generación.
Por Shannon Brownlee.
Cuando Alice Zilonka. de 73 años, olvidó registrar unos cheques que había firmado, su hijo y su nuera le dijeron que no se preocupara. "Todo el mundo olvida algo de vez en cuando", comentaron. Luego extravió su anillo de matrimonio y la llave de su caja de seguridad del banco. Alice comentó, aterrorizada: "Mi mente es un tenebroso caos".
LA ENFERMEDAD DE ALZHEIMER, trastorno cerebral debilitante que en otro tiempo se atribuía al "endurecimiento de las arterias", ataca a una de cada diez personas mayores de 65 años y a entre un tercio y la mitad de las mayores de 85.
La devastación que ocasiona este padecimiento es mucho peor de lo que la gente se imagina. Una vez que aparecen los síntomas, el cerebro se va deteriorando progresivamente; en el lapso de cinco a 20 años, las inocuas lagunas mentales van convirtiéndose en confusión total, hasta que sobreviene la muerte.
Por cada víctima de la enfermedad de Alzheimer hay muchos seres queridos afligidos. "Esta enfermedad no destruye a quien la padece, porque no sabe qué está pasando", comenta Patricia Huebner, cuya suegra, Alice Zilonka, está en las últimas fases de la degeneración cerebral. "¡Destruye a la familia!"
Ante esta epidemia, hay signos de esperanza. En el último decenio los investigadores han empezado a desenredar los intrincados fenómenos bioquímicos y moleculares que ocasionan este mal; y hace pocos meses han descubierto prometedoras claves para futuros tratamientos.
Ahora se sabe que existen varias formas de esta afección. Una de ellas, por ejemplo, ataca antes de los 65 años y parece ser frecuente en determinadas familias; otra se presenta generalmente después de los 65. En todos los tipos de la enfermedad de Alzheimer desempeñan importante papel dos proteínas: la beta-amiloidea y la tau. Al parecer, ambas participan en la disfunción celular en ciertas regiones del cerebro esenciales para la memoria, el lenguaje y el raciocinio.
A pesar de que aumentan cada vez más los conocimientos sobre esta enfermedad, todavía no hay curación ni tratamiento eficaz. "La enfermedad de Alzheimer constituye un enigma complejo", explica el doctor Dennis Selkoe, neurólogo e investigador que atiende a pacientes de esta dolencia. "Sólo cuando la entendamos cabalmente obtendremos un tratamiento que dé resultado".
El padecimiento deja una marca inconfundible. Las regiones del cerebro afectadas presentan dos tipos de anomalías, llamadas marañas y placas. Las marañas aparecen como densas trenzas de la proteína tau modificada, dentro de las neuronas, o células nerviosas, dañadas. Las placas se forman en el exterior de las neuronas: son aglomeraciones de proteína beta-amiloidea, entretejidas con ramificaciones muertas y moribundas de los nervios circundantes.
Cualquiera que sea la causa del mal de Alzheimer, los neuropatólogos han empezado a observar cierta secuencia en la muerte de las células nerviosas y sus sinapsis (conexiones entre estas células). Las primeras en morir son las del sistema límbico, que controla las emociones y la memoria. Los datos recopilados de miles de autopsias y tomografías del cerebro revelan que el sistema límbico —en especial, la región llamada hipocampo— se ve atestado de placas y marañas. Después, la demolición afecta a la corteza cerebral, donde mata células nerviosas y sinapsis en la zona relacionada con el lenguaje y el raciocinio.
Este mapa de desolación en constante avance parece corresponder a la conducta cada vez más anormal de la víctima. El doctor Marshal Folstein, neuropsiquiatra; explica que los primeros estragos consisten en los olvidos del pasado reciente, actividad mental que controla el hipocampo. En las etapas iniciales, los pacientes no aciertan a recordar una cita que hicieron la víspera. Luego, se desvanecen imágenes más antiguas. Los pacientes olvidan el camino a casa desde la tienda de la esquina, o los nombres de sus hijos. En esta situación, el cuadro patológico provoca a veces depresión, posiblemente porque ataca al locus caeruleus, región cerebral donde se elabora una sustancia importantísima en el proceso regulador de los estados de ánimo.
Cuando se le diagnostica que probablemente padece la enfermedad de Alzheimer, Alice ya no puede darse cuenta de que está perdiendo sus facultades mentales. "No me perdí", le asegura a Pat Huebner, cuando la policía la entrega en su hogar después de haberse demorado tres horas para regresar de la iglesia. "Este taxista me trajo a casa".
Alice puede recordar acontecimientos de hace 20 años, pero no logra acordarse de lo sucedido hace cinco minutos. Sigue a Pat por toda la casa, repitiendo una y otra vez las mismas preguntas. Pat es paciente y amable. Le dice: "Hoy es martes. Acabamos de comer".
Alice se retira a su recámara para acomodar y reacomodar su colección de periódicos. Cuenta el dinero que le ha dado su hijo Roland y, en seguida, vuelve a contarlo. Guarda comida en cajas de zapatos, debajo de la cama. Baja a buscar a Pat y le pregunta de nuevo; "¿Qué día es hoy?"
La enfermedad ataca con mayor saña la corteza, la región raciocinante del cerebro. Entre el 20 y el 30 por ciento de los pacientes tienen delirios durante esta etapa. En algunos se presentan alucinaciones; otros se vuelven suspicaces, pues imaginan a menudo que sus parientes les roban dinero. Aunque aún perciben ciertas sensaciones, como el dolor y la temperatura, las víctimas pueden perder la capacidad de entender el lenguaje. Algunas dejan de reconocer objetos y rostros, incluso los de sus seres queridos. Unas cuantas tienen ataques convulsivos o se vuelven violentas. Si el paciente sobrevive mucho tiempo, mueren las células nerviosas de zonas del cerebro que controlan el movimiento, y pierde la capacidad de caminar, hablar o hasta de deglutir.
Aunque la enfermedad de Alzheimer es inconfundible en una autopsia, resulta difícil diagnosticarla con absoluta certeza antes de la muerte del enfermo debido a que decenas de padecimientos —hasta algunos efectos secundarios de ciertos fármacos— pueden provocar los mismos síntomas. Los investigadores esperan que antes del año 2000 exista una prueba bioquímica segura para detectar esta enfermedad; por ahora, el diagnóstico se funda en exámenes neurológicos, pruebas psicológicas e informes de la familia sobre cambios en la conducta.
De noche, Alice va y viene por su cuarto; de día, deambula por toda la casa y sólo se detiene ante el refrigerador, a engullir comida.
Antes tímida y apacible, ahora está irritable. Una mañana abofetea a Pat, y en seguida olvida el incidente.
Si bien nadie sabe qué causa el violento asalto de la enfermedad de Alzheimer al cerebro, hay poca duda de que ciertos genes defectuosos desencadenan algunas de sus formas. El cromosoma 21, uno de los 23 paquetes de genes presentes en cada una de las células humanas, quizá desempeñe un papel decisivo para desentrañar este misterio. Los pacientes afectados del síndrome de Down, forma congénita de retraso mental que se origina cuando existe en el feto una réplica adicional del cromosoma 21, presentan invariablemente lesiones cerebrales idénticas a las que se han observado en las víctimas de la enfermedad de Alzheimer.
El cromosoma 21 contiene también el gen que elabora la proteína beta-amiloidea. En 1991, los investigadores descubrieron pruebas convincentes de que existen anomalías de este gen en algunos casos de la enfermedad de Alzheimer familiar (hereditaria).
Estos hallazgos concuerdan con ciertos experimentos recientes en los que se demuestra que la proteína beta-amiloidea puede ser tóxica para las neuronas cerebrales de las ratas. Al principio, la beta-amiloidea es parte de una proteína normal mucho más larga, llamada proteína precursora de la amiloidea (PPA). Ordinariamente, unas enzimas descomponen la PPA en fragmentos más pequeños; un sitio en donde se lleva a cabo esta fragmentación química es la porción central de la subunidad beta-amiloidea, donde la destruye por completo. Se especula que en las víctimas de la enfermedad de Alzheimer la PPA se divide en otro lugar, y así se queda intacta la beta-amiloidea. El doctor Selkoe predice que subsecuentes experimentos "probarán que en la proteína beta-amiloidea empieza la terrible cascada que precipita la enfermedad de Alzheimer".
Muchos investigadores están convencidos de que descifrar esta intrincada bioquímica producirá algún día un tratamiento eficaz, y quizá incluso la prevención de este padecimiento. Numerosos laboratorios y empresas farmacéuticas están investigando cómo impedir la elaboración de la beta-amiloidea a partir de la PPA y los métodos para bloquear su toxicidad. Otros hombres de ciencia cifran su esperanza en los factores del crecimiento, proteínas que se elaboran en forma natural y que rejuvenecen a las células nerviosas. Por ahora, varias compañías farmacéuticas hacen pruebas con fármacos que podrían reforzar la actividad de la acetilcolina y de otras sustancias del cerebro con importantes funciones en los procesos de la memoria, las cuales escasean en quienes padecen enfermedad de Alzheimer.
Ahora, internada en un asilo, Alice no reconoce casi nunca a sus familiares cuando van a visitarla. Sentada rígidamente en su silla de ruedas, se pellizca sin cesar la piel. Kerri, su nieta de ocho años, ve cómo su padre alimenta a la abuela.
Roland sabe que, a veces, la enfermedad de Alzheimer es hereditaria; si olvida un nombre o un compromiso, esa noche no duerme. Le pide a Pat: "Si contraigo esta enfermedad, intérname inmediatamente en un asilo. No quiero que Kerri pase otra vez por esto".
El alivio no llega con la rapidez que desearían las familias de las víctimas de la enfermedad de Alzheimer. Viven en su infierno privado. Y, sin embargo, las voces que piden tratamiento y curación casi no se oyen por encima del clamor acerca de otros asesinos como el sida y las cardiopatías.
Ahora bien, el problema no radica sólo en disponer de más dinero para investigar la enfermedad de Alzheimer, sino también en el miedo que suscita. "Si a la gente se le diera la posibilidad de elegir, lo que menos desearía perder serían sus facultades mentales", apunta Zaven Khachaturian, director de la Oficina de Investigación de la Enfermedad de Alzheimer del Instituto Nacional de Geriatría de Estados Unidos.
"Mi OPTIMISMO se basa en ver a tantos jóvenes científicos, médicos, enfermeras y epidemiólogos que están dedicando la labor de su vida a combatir a esta enfermedad", comenta el neurobiólogo Donald Price. Y concluye: "A veces, en este sentido, el futuro parece sombrío; pero hay esperanzas".
CONDENSADO DE "U.S. NEWS & WORLD REPORT" (12/VIII/1991), © 1991 POR U.S. NEWS & WORLD REPORT, INC., DE WASHINGTON, D.C.