LOS ESPAÑOLES EN GUAYAQUIL
Publicado en
abril 28, 2013
Pedro Maspons y Camarasa fue el dueño de La Casa Española y primer exportador de café clasificado para Europa.
Por Jenny Estrada.
Toda la historia de la raza humana, esto es, la evolución del hombre desde la época de las cavernas, ha estado marcada por la trasmisión de características étnicas y culturales de un grupo a otro, de una civilización a otra; y en tal sentido, no hemos sido una excepción.
Sin embargo, al abordar el concepto de inmigrantes, precisamos establecer como punto de partida el nacimiento de la República del Ecuador, cuando, ya cobijados por un pabellón nacional y en posesión del marco jurídico apropiado para arrumbar la vida del nuevo estado, comenzamos a recibir a los primeros extranjeros.
Las condiciones políticas y económicas de algunas naciones europeas y el atractivo que generaron nuestras jóvenes repúblicas, impulsaron una oleada migratoria hacia el continente americano, siendo los Estados Unidos y la Argentina, los países que registraron masivos asentamientos, mientras naciones como la nuestra reportaron cifras menores aunque igualmente significativas en cuanto a su influencia en la evolución social, política, económica y cultural, especialmente determinante en Guayaquil, puerto de entrada y ciudad cosmopolita de intenso movimiento comercial.
LOS PIONEROS
En 1840 se firma el tratado entre España y Ecuador y contrariamente a lo supuesto, el primer grupo de extranjeros que fueron afincándose en la ciudad provino de la península ibérica. Llegaban a bordo de grandes veleros por la ruta del Cabo de Hornos en periplos que demoraban cerca de tres meses. Otros lo hacían por el Caribe, con trasbordo en Panamá. Y no es que todos trajesen ya definido el objetivo de un desembarco final en Guayaquil, sino que, impulsados por el espíritu de aventura, muchos cambiaron la escala temporal en estancia permanente al conocer las posibilidades promisorias del lugar.
Contaban con las ventajas del idioma, la generosa acogida de los porteños y la cálida recepción de familias históricamente vinculadas a la época colonial y a las empresas libertadoras; entre ellas la del inmigrante, prócer, comerciante, empresario y financista, Manuel de Luzárraga, quien fuera uno de los hombres más prósperos de la urbe, donde gozaba de enorme aprecio por su acrisolada conducta, sus dotes de benefactor altruista y patriota.
Pero el camino tuvo grandes escollos para los recién llegados: paludismo, fiebre amarilla, pestes que diezmaron la población; incendios pavorosos que en cuestión de horas consumieron años de esfuerzos; conflictos políticos internos entre grupos ideológicamente antagónicos y todos aquellos trances propios del proceso que define la búsqueda de identidad nacional entre los pueblos.
La mayoría de estos inmigrantes eran de procedencia catalana: marinos, armadores navales, agricultores, jóvenes solteros sin más blasones que su trabajo, que formaron familia con mujeres ecuatorianas. Otros se regresaron sin "Hacer la América". Más, al finalizar el siglo XIX, los que perseveraron en la lucha y sumaron idénticos afanes de progreso con los guayaquileños, vieron retoñar sus cepas plantadas en terreno fértil y fijaron las raíces de su estirpe en el país.
Interior de una tienda de Abarrotes, negocio al que se dedicaron muchos de los inmigrantes españoles.
COMERCIANTES Y EMPRESARIOS
Se dedicaron de manera preferente al comercio de importación y exportación. Traían víveres, vinos y bienes de consumo en general; todo ello clasificado bajo la denominación genérica de abarrotes. Enviaban cacao, café, artesanías de paja toquilla y otros productos naturales. Sus negocios se instalaron en la calle del Malecón y en la calle del Comercio y de allí se fueron expandiendo. Más adelante, invirtieron en propiedades urbanas y rurales, adquiriendo grandes haciendas cacaoteras, con lo cual se integraron al grupo de comerciantes agro exportadores costeños, cuyos intereses se vieron directamente favorecidos por el triunfo de la Revolución Liberal.
A esta etapa pertenecen los pioneros: Antonio Madinyá y Vilasendra; Leandro Sánchez Quintanar y Lamadrid; José Gómez de Prío; los hermanos Puig Mir y su primo el intelectual y político Jaime Puig Verdaguer; Jaime Roldós y Baleta; los hermanos Francisco y Antonio Durán Rivas; los hermanos Riera Juanola; Pedro Janer y su hijo Manuel Janer; José Ma. Parra; los hermanos Insúa; los Pagés; los hermanos Rodríguez y Rodríguez.
En 1883 fundan la Sociedad Española de Beneficencia, entidad llamada a velar por los compatriotas menos afortunados y a promover la unión de la colonia. Al término del siglo XIX, un hecho de consecuencias dramáticas para la ciudad y el país, pone a prueba el temple y la solidaridad de los inmigrantes, muchos de los cuales pierden sus bienes durante los días del Incendio Grande (octubre 6 y 7 de 1896). Sin desalentarse, su tenacidad y su certera visión los impulsan con renovados bríos.
Nucleados por el Ministro de Hacienda, extranjeros y nacionales, reorganizan la Cámara de Comercio y fijan nuevas políticas de acción encaminadas a superar la crisis, colaborando con la reconstrucción de la ciudad que al poco tiempo parece renacer de sus cenizas, como el Fénix de mitológica grandeza..
Así la encuentra un nuevo y más numeroso contingente de españoles, que, dejando atrás las incidencias de la guerra con Marruecos, hacen su arribo. A esta segunda hornada, con igual predominio de catalanes, se deberá en notable proporción el gran impulso comercial de Guayaquil, desde comienzos del siglo XX, hasta bien entrada la primera mitad.
Lorenzo Tous, Mariano González Alonso y sus hermanos; Antonio Begué Esteve; los hermanos José y Ernesto Solá; Pedro y Agustín Maspons y Camarasa; los hermanos March Obiols; Florentino Briz Sánchez; Jaime Nebot y Borras; Luis Simo, (fundadores de la Cámara de Comercio Española Ecuatoriana) cuyos nombres se añaden a la historia de la colonia española, incrementada considerablemente luego de la primera guerra mundial e integrada a la sociedad guayaquileña a través de enlaces matrimoniales.
INDUSTRIALES
A diferencia del acelerado crecimiento comercial de Guayaquil, su desarrollo industrial se gestaba lentamente. Las circunstancias cambiaron con la expedición de la primera Ley de Fomento a la Industria y Agricultura, promulgada por el general Eloy Alfaro, el 26 de junio de 1906.
Los inmigrantes asentados en el tradicional Barrio del Astillero, van abriendo las primeras fábricas a lo largo de la vía principal que toma el nombre de calle Industria (hoy Eloy Alfaro), donde los españoles destacan en la instalación de sus curtiembres accionadas primero a vapor y luego con energía eléctrica. También procesan tagua, algodón y lana de ceibo (kapok) para exportación; traen molinos para pilar arroz y beneficiar café, procurando nuevas fuentes de trabajo que favorecen la conformación de una naciente clase obrera.
Pertenecen a este grupo: Jaime Castells, con sus empresas Tenería "La Iberia" y "Sol de España", esta última pionera en producción de aceites vegetales en el país; Gabriel Vilase-ca Soler dueño de Tenería "Vilaseca"; Eutimio Pérez, Valentín Sala y Juan Domenech, accionistas de curtiembre "La Uruguaya".
Fue precisamente en casa de Eutimio Pérez donde tuvo lugar la fundación del Barcelona Sporting Club, llamado así en homenaje a la patria lejana, en cuyo honor los industriales mencionados junto con industriales italianos y deportistas ecuatorianos, se comprometieron a financiar el primer equipo de fútbol de la entidad que hoy agrupa la mayor hinchada del país.
ARTISTAS E INTELECTUALES
La prosperidad, evidente en el standar de vida de los porteños, fue permitiendo y alentando el desarrollo artístico cultural que también se vio regalado con el aporte de los inmigrantes españoles. Gracias a Eduardo Rivas Ors, un empresario oriundo de Málaga, nuestros antepasados pudieron deleitarse durante cinco décadas, con programaciones de jerarquía mundial como fueron las presentaciones de Ana Pavlova, Esperanza Iris, Tórtola Valencia, María Guerrero; compañías de ópera, ballet, danza, coros, renombrados solistas, etc. Fue además el introductor del Cinematógrafo y el iniciador del cine nacional con la producción de documentales financiados por su empresa "Ambos mundos".
Los fotógrafos Enrique de Grau e Iscla y Manuel Ocaña Dorado, nos dejaron un valioso legado histórico y artístico. Y a José María Roura Oxandaberro, debemos el retrato fidedigno de costumbres urbanas y rurales, captado con la maestría de su pincel y sus plumillas. Mientras el violinista José Barniol Alvarez, Premio Sarasate y concertino, evadiendo los horrores de la guerra recaló por nuestras costas, quedándose vinculado al quehacer musical de la ciudad como director del conservatorio y de la orquesta sinfónica.
Entre los intelectuales dejaron huella el periodista y escritor Nicolás Aguirre Bretón, primer editorialista del diario El Universo y Francisco Ferrandiz Albors; y el científico Ignacio Vidal y Guitart, fundador de la cátedra de termodinámica en la Universidad Católica Santiago de Guayaquil.
NUEVOS APORTES
A partir de 1950, otras son las motivaciones que impulsan la venida de inmigrantes al Ecuador. Los llegados en esa década y en años posteriores, son técnicos especializados, profesionales, inversionistas, profesores universitarios, empresarios, banqueros, intelectuales y artistas, con diferentes perspectivas de las que animaron a sus predecesores.
Nuevas industrias como Supán, mentalizada por la formidable dama catalana Dolores Masats Trullás; Conservera del Guayas y Unión Vinícola Internacional, de los hermanos Serra Bodro, han logrado el liderazgo nacional. Empresas hoteleras, camaroneras, agrícolas, bananeras, etc., en las que han invertido estas últimas décadas, tienen mucho éxito.
Aquí siguen encontrando amistosa acogida y una huella muy marcada desde los pioneros hasta el presente. Pues, si la colonia española de Guayaquil nunca fue multitudinaria, suplió con méritos las limitaciones cuantitativas para volverlas aportes de una inmigración creadora, profundamente identificada en sentimientos y objetivos nacionales.
Pero, más allá del triunfo personal o empresarial, los inmigrantes peninsulares proyectaron en sus descendientes, verdaderos conceptos de integración, responsabilidad cívica, deberes y derechos; dando en primera y segunda generaciones ecuatorianas, elementos para la presidencia de la república como el Dr. Otto Arosemena Gómez, descendiente de don José Gómez de Prío y el Ab. Jaime Roldós Aguilera, nieto de don Jaime Roldós y Baleta; ministros de estado, alcaldes, legisladores, embajadores y más funcionarios de servicio público, a la par que altas expresiones del talento artístico y de la intelectualidad. En ello estriba, quizá, el mayor de sus aportes.
Nota del Editor: Jenny Estrada, periodista e historiadora guayaquileña, es autora del libro "Los españoles de Guayaquil", editado por Sociedad Española de Beneficencia en 1992.