EL VERDADERO VALOR DE LOS REGALOS
Publicado en
abril 28, 2013
Regalar es mucho más que dar un obsequio a una persona. Su significado real es el de demostrarle a alguien nuestro amor, admiración e interés por hacerlo feliz. ¿Eres de esos pocos que saben dar?
Por la sicóloga Julia Borbolla de Niño de Rivera.
Después de tantas compras y carreras, finalmente pasó el 25 de diciembre. El tiempo voló y parece increíble que hayas dedicado mil horas a los preparativos de Navidad para que ésta se fuera en un abrir y cerrar de ojos. ¿Sabes cuántos regalos compraste? ¿Cuánto dinero y tiempo invertiste? ¿Los regalos cumplieron su función? Marta y su esposo exprimieron su cartera y se privaron de muchas cosas para que su presupuesto alcanzara para todos los regalos que tenían que hacer. Sobre todo, para pagar el costoso juguete para Pablito. Era un autolavado de coches en miniatura que era ¡una maravilla! El mismo Pablo deseaba ya sentarse a armarlo para jugar con su hijo, pues cuando él era pequeño estos juguetes no existían y, aunque había cosas parecidas, sus padres no tenían dinero suficiente para comprárselos a él y a sus cinco hermanos. Llena de entusiasmo, la pareja recorrió toda la ciudad para adquirirlo, ya que como era el "juguete de moda", se había agotado rápidamente en los almacenes. Su niño no iba ser "menos" que los demás y tendría ese regalo gracias al esfuerzo y trabajo de sus padres.
El 26 por la mañana, Marta estaba exhausta. Su casa estaba completamente desordenada y cuando intentaba poner algo de orden, entre vasos, platos y envolturas rotas de regalos, se encontró el autolavado de autos que Santa Claus le había traído a su hijo Pablo, de cuatro años. La pieza principal estaba en un rincón, hecha pedazos. El niño, por su parte, apilaba despreocupado las cajas vacías para formar una torre. En ese momento vinieron a la mente de Marta el dinero, la búsqueda, la ilusión y el cansancio acumulado. Su tremenda frustración la hizo tomar al niño del brazo y apretarlo, diciéndole a gritos lo irresponsable y desconsiderado que era. El final de esta historia: un niño que nunca entendió lo que había hecho mal y una madre llorando desconsolada. No sólo se sentía mal por ver su dinero tirado a la basura, sino que consideraba que si su hijo no podía cuidar ni apreciar un juguete por más de un día, era porque no lo estaba educando correctamente.
¿Sabes cuántas historias parecidas se dan cada Navidad? Desgraciadamente, muchas. No sólo con niños como Pablito, sino con jovencitas que reciben un vestido que no es de "marca", o muchachos que ponen mala cara a su abuela que sólo les dio un "ridículo" llavero y no lo que ellos esperaban. Vivimos en una época de consumismo en la que nada es suficiente. Los niños piden una "sorpresita" cada vez que salimos a la calle o, simplemente, desean que les compremos "algo". No tienen que esperar que llegue su cumpleaños o la Navidad para que los papás les demos esos regalos. Inclusive, muchas veces los ofrecemos a cambio de lo que para nuestros hijos debe ser una obligación: "Si sacas diez en conducta, te doy un premio", "Si terminas a tiempo la tarea, te compro ese juguete". ¿Acaso tu marido te da regalos cada vez que pones la mesa o haces las camas? ¿Tu jefe te compra una "sorpresita" si haces bien tu trabajo?
Alicia se dio cuenta de esta grave epidemia de consumismo el día en que uno de sus hijos no sabía qué pedirle a los Reyes Magos. Los esfuerzos de su esposo y de ella por "hacerlo feliz", dándole regalos por cualquier motivo, le habían matado toda ilusión. Vivimos en una época "desechable" en la que todo dura poco y, generalmente, no tiene reparación para que nunca dejemos de comprar. Estas tendencias perjudican a nuestros hijos, pues no se sacian con nada o se sienten desdichados si no tienen la última novedad que, por cierto, cuesta una fortuna. Recuerdo el día en que le regalé a una de mis pequeñas pacientes un juego de damas chinas. Después de que le enseñé cómo jugarlo, se fue feliz con el obsequio. A la semana siguiente, llegó al consultorio desconsolada porque su juego se había "descompuesto". "¿Cómo es posible?", le dije. "Ese juguete no se descompone porque no tiene ningún mecanismo, ¿qué fue lo que pasó?" Ella me contó que una de las fichas se había perdido y que por eso ya no podía jugar. La pequeña no consideró la posibilidad de jugar con una pieza menos, o sustituirla como lo hacíamos en otros tiempos. Ella pertenece a esta época y en su repertorio de conductas no aparecía la de reparar algo, sino la de sustituirlo (problema que ocurre también hoy en las relaciones humanas). No se trataba de una niña torpe, sino de una muy inteligente que no había tenido que vivir nunca la experiencia de llevar unos zapatos a que les cambiaran las suelas o de sacarle las costuras a un vestido para que sirviera un tiempo más. Esto sucede no sólo por tener una buena situación económica, sino porque, a veces, componer algo resulta más caro que adquirirlo nuevo. Hay regalos que "les quedan grandes" a los niños, como el caso del autolavado. Ese juguete era más bien para llenar la ilusión infantil de un papá y satisfacer el ego de una mamá; Pablito era muy pequeño para manejar un juguete tan complicado. Igual sucede con el rifle de municiones cuando el niño no puede ni siquiera sostenerlo, o con la casa de muñecas con muebles antiguos (que más bien es un adorno). También hay regalos que "quedan pequeños" porque ya pasó la edad o porque no corresponden a las expectativas del niño. Por ejemplo, una quinta muñeca para vestir cuando ya se han tenido cuatro anteriores con diferentes peinados. La pelota que siempre había deseado el niño, pero que obtiene a los 14 años. Los regalos "a la medida" son los que cumplen con el objetivo primordial: transmitir afecto. Son regalos que no se nos olvidan y que responden a nuestra ilusión, a nuestra edad y a nuestros intereses. Sobre todo si los pudimos disfrutar mucho tiempo, sin necesidad de sacrificios extremos de nuestros padres ni de condiciones especiales. "No puedes jugar con él cuando vengan tus amiguitos porque te pierden todas las piezas y es muy delicado". "Espera a que papá tenga tiempo para echarlo a andar". "No lo voltees porque se descompone", etcétera. El costo del regalo no tiene nada que ver con esto. Saber dar un obsequio adecuado cuesta mucho más que dinero. Implica interés, conocimiento y renunciar a satisfacernos a nosotros para satisfacer a quien lo recibe. Nuestros hijos deben aprender a recibir regalos de la misma manera que, con nuestro ejemplo, aprenderán a darlos. Así, todo el tiempo, el dinero y la tensión de comprar un regalo, tendrán frutos reales que irán más allá de la alegría momentánea.
¿Cuál es la función de un regalo? Se regala algo para decir sin palabras: "Te aprecio", "Pensé en ti", "Te felicito", "Te quiero ver feliz". Cuando un regalo es significativo y ha sido planeado especialmente para quien lo recibe, no necesita ir acompañado de una tarjeta porque el objeto en sí lo dice todo. Se regala por propia satisfacción, para decirnos a nosotros mismos: "Puedo hacer feliz a otro", "Yo provoco esa sonrisa o esa alegría", "Demuestro mi aprecio o mi interés sin palabras". Sin embargo, también se regala por costumbre, por pura inercia, por compromiso o por presión social y es entonces cuando el regalo carece de valor. Por muy costoso que éste haya sido, no es más que un simple objeto que se entrega, pero que no se acompaña del sentimiento que lo hace "un regalo". Si vas a utilizar mucho de tu tiempo y de tu energía en comprar regalos, debes tener en cuenta varias cosas, sobre todo, si se trata de tus hijos.
Tu labor como madre no consiste solamente en dar regalos a tu hijo, sino en establecer que lo importante es tu relación con él y en imprimirle al obsequio un significado especial que los una aún más.
NO ES LO MISMO COMPRARLE ALGO QUE REGALARSELO
Tu labor como madre no es sólo dar el regalo, sino establecer una relación con el niño e imprimir en el obsequio un significado especial. Un simple juego de sábanas que necesita, y que de todas manera tenías que comprar, se puede convertir en algo magnífico si le bordas su nombre o eliges su personaje favorito. Los niños prefieren juguetes, pero su imaginación e inventiva y tu creatividad y habilidad de madre pueden hacer que un cepillo dental se vuelva una sorpresa. Es más, un dulce a media tarde es lo mejor que puede recibir un niño obediente. Evita que tus hijos den por hecho que les tienes que comprar cosas. Cambia el mensaje y convierte en concesiones lo que, para ellos, es tu "obligación".
LA CANTIDAD NO TIENE NADA QUE VER CON LA CALIDAD
Da poco, pero bueno. Elige un regalo a la medida y verás que no necesitas mucho dinero, aunque sí tiempo. La calidad se mide por el componente afectivo que lo acompaña y no por los ceros de la etiqueta. Germán no tenía dinero la Navidad en que le hizo a su hija el mejor regalo que ella ha recibido. María recuerda todavía ese día como uno de los mejores de su vida. Su padre consiguió una enorme caja de cartón y con una navaja le hizo dos ventanas y una puerta. Su madre usó dos retazos de tela para confeccionar unas simples cortinas. Y ambos dibujaron unas flores en la fachada de aquella casita de muñecas, que tenía techo rojo de cartón y hasta una pequeña chimenea que le daba el último toque. Hoy María tiene 35 años. Su casita ya no existe, pero aún conserva en su corazón el amor que ese regalo le trajo. También guarda el recuerdo de las largas horas de juego que un pedazo de cartón, lleno de creatividad, le proporcionó.
En cuanto a la cantidad, es mucho mejor limitarse que excederse. Cuando los niños reciben muchos regalos, pierden la ilusión, se tornan demandantes y siempre están insatisfechos. Si das de poco en poco, siempre habrá algo que el niño desee y que le cause ilusión. Tú misma engrandecerás los pequeños obsequios al hacerlos limitados. Lourdes le regaló a su hijo un globo el día de su tercer cumpleaños. ¡Sí, un globo! Cada vez que pasaban por cierta esquina, Luisito le pedía a su mamá un globo y ella le decía que no podía comprar cosas todos los días, pero que encontraría una buena ocasión para regalarle ese globo. La espera y el mensaje hicieron que algo tan sencillo significara una gran ilusión.
NO TE DEJES LLEVAR POR LA PRESION SOCIAL
Muchas personas jerarquizan el valor de sus regalos por el número de billetes que dan por ellos. No hay nada más equivocado. Si lo que perseguimos con un regalo es agradar a nuestros hijos, entonces el caso del globo de Luis cumplió con creces su función. Pero seguramente Lourdes habrá sido muy criticada por todas sus amigas y calificada de "tacaña" y de mezquina.
Tengo una amiga que se especializa en comprar regalos de $50 que parezcan de $500. Conserva ciertas envolturas y etiquetas de comercios exclusivos, para luego ponerlas a lo que adquiere en un mercado o en un pequeño comercio. Esa es su forma de "quedar bien", pero toda la energía, el tiempo y el ingenio que ocupa en esto serían mucho más apreciados y la harían quedar mejor si los usara para encontrar regalos más significativos que la hicieran verse original.
Los regalos no sólo pueden ser objetos. Una mascota hará vivir a tus hijos momentos inolvidables y, de paso, los enseñará a ser cuidadosos y más responsables.
EVITA QUE EL REGALO SEA UN "MEDIO PARA..."
Muchos padres usan los regalos como un medio para lograr el "perdón" de sus hijos. Otras veces, se dan para conseguir una cercanía emocional que no se ha ganado con actitudes. Cuántos juguetes se compran porque el papá nunca pudo tenerlo y ahora compensa esa carencia en su hijo. Lo que satisface es su propia ilusión, no la del niño. Existen otros padres de familia que compiten entre sí para ver quién le da mejores regalos a sus hijos. Sobre todo, si es una familia numerosa en la que primos y tíos celebran juntos. Es común la tendencia a pensar que "mi hijo se sentirá inferior si no recibe un regalo similar (o equivalente en precio) al del resto de sus primos".
En todos estos casos, se está usando al niño y al regalo como un medio para competir; para demostrar que se goza de buena posición económica, o simplemente, para que los demás "noten" lo generoso que se es.
NO PIERDAS DE VISTA LA FUNCION DEL REGALO
Existen juguetes para todas las edades y propósitos. Es más, en las mismas cajas en las que vienen, se indican las edades para las que son apropiados. Para los niños, el juego no es un simple pasatiempo; es una terapia, un medio para desarrollar todas sus habilidades. Por eso, debes procurar comprarles juguetes "participativos", en los que el niño intervenga; no esos que "juegan solos", convirtiéndolo en simple espectador. Hay juguetes activos que fomentan la coordinación visomotriz, como la cuerda para saltar o las pelotas. Otros ayudan a trabajar la coordinación fina que se requiere para escribir correctamente, como los palitos chinos o los juegos de destreza. También están los llamados "representativos", que le permiten al niño "ensayar" la vida, como los utensilios de cocina y la pequeña planchita para que la niña juegue a ser mamá. O bien, el estuche de doctor y el juego de herramientas. Los trucos de magia, los juegos de laboratorio, los colores para iluminar y los moldes de yeso o plastilina son juegos que estimulan la creatividad y el ingenio. Existen otros que promueven la convivencia y la madurez social. Por ejemplo, los juegos de mesa y los de competencia y equipo. Estos le permiten al niño "negociar", perder y ganar y comprender de manera divertida que en la vida existen reglas. Si tu hijo requiere reforzar algún aspecto, qué mejor que motivarlo con un regalo que le ayude a tal o cual función. Si al regalo le agregas tu tiempo, te auguro un estupendo resultado. Muchos de mis pacientes reciben terapia de sus propios padres, a través de juegos que ejercitan procesos cognoscitivos sin que los mismos niños se den cuenta y con un buen ahorro de dinero. Regalar dinero es práctico y fácil, pero puede resultar un obsequio peligroso que le reste al hecho en sí todas las ventajas que ya hemos analizado.
Si tu hijo requiere reforzar algún aspecto, como la convivencia, la creatividad, el ingenio, la madurez social, la coordinación o la disciplina, nada mejor para motivarlo que un regalo que lo beneficie. Existe una gran variedad de divertidos juguetes para ayudarlo a mejorar sin que él se dé cuenta de ello.
FOMENTA EN TUS HIJOS EL PLACER DE REGALAR
Tu propio ejemplo hará la mayor parte. Tus hijos asimilarán tu interés por encontrar el regalo adecuado para la abuela o para el primito. El hecho de regalar algo propio puede tener un profundo significado y un gran valor pedagógico. Me conmovió ver cómo muchas madres enseñaban a sus hijos el placer de regalar, a raíz de la gran cantidad de damnificados de los huracanes en el otoño pasado. Esos niños que aprendieron lo que es la generosidad a través de dar algo propio o de comprar víveres para tanta gente necesitada, probablemente recibieron mucho más de lo que dieron. También puedes fomentar una tradición familiar muy productiva y a la vez económica: establece una pequeña cantidad para cada uno y vayan a una tienda de autos-ervicio. Cada miembro de la familia deberá comprar para los demás un regalo de precio muy reducido. El único requisito es que sea evidente que ese regalo ha sido elegido pensando especialmente en la persona que lo va a recibir. Todos deben separarse dentro de la tienda para que el regalo sea una sorpresa en la Nochebuena. No se vale que cada quien vaya por su lado de compras. Yo conservo esta tradición con mi esposo y mis hijos desde hace muchos años. Puedo asegurarles que siempre ha sido una experiencia muy divertida y satisfactoria. ¡Hay que ver el misterio de unos con otros para que no descubran sus regalos! ¡Los malabares que se hacen para evitar encontrarse con los demás en los pasillos! Pagar en diferentes cajas al mismo tiempo es todo un reto, pues siempre fijamos un plazo determinado para hacer las compras. Recuerdo haber visto a lo lejos a uno de mis hijos que llegaba a la caja más distante de la mía con un inmenso bote de basura de plástico. "No tiene con qué pagar eso", pensé, "y además, ¿para quién podría haberlo elegido?" Lo único que él pretendía era ocultar dentro del bote las pequeñas cosas que había seleccionado, no comprarlo. Gracias a esta tradición, me hice de un precioso cenicero (que en realidad era un soporte de cristal para la pata de un mueble) y de un barniz de uñas con un color que yo jamás hubiera elegido, pero que adornó mis uñas orgullosamente una Navidad. Es verdaderamente increíble que una "terapia" de integración familiar cueste tan poco dinero.
Recuerda que el motivo por el que damos y recibimos en estas fechas es celebrar la Natividad del Señor, no al revés. Si en estos días tan especiales logras que tus regalos adquieran un significado más valioso, te aseguro que en ese preciso momento, la Navidad recobrará su significado real y su valor original.
Fuente: Revista BUENHOGAR - ECUADOR, diciembre 1997