Publicado en
marzo 03, 2013
Por San Juan, la flor del saúco se ofrece espléndida en la plenitud de sus virtudes medicinales.
Hermano Saúco, dame un poco de tu madera y yo te daré de la mía cuando crezca en el bosque.
Fórmula ritual alemana para cortar una rama de saúco.
Por Ignacio Abella.
Habitante de los setos y bosques ribereños de todo el continente, el saúco frecuenta también los pueblos y majadas en los que se le cultivaba y cuidaba con esmero por sus virtudes mágicas y propiedades medicinales. Y aún hoy continúa allí como postrero guardián de las ruinas de muchas cabañas y casonas derruidas, entre las que arraiga mostrando su predilección por los terrenos fértiles y nitrogenados. El hombre y el saúco comparten los mismos territorios desde tiempos remotos, tal como nos cuenta una leyenda de la comarca del Ripollés, versión catalana del antiguo mito que rememora la primera vez que nevó: Un padre había subido con sus siete hijos llevando el rebaño hacia los pastos de la montaña. Cuando comienza a nevar el padre les explica que si no quieren morir, tienen que descender a las tierras bajas hasta que encuentren el saúco florido. Se dice que fue en el mismo lugar en el que hallaron el arbusto donde hicieron una casa para cada uno de los siete hijos, fundando de este modo el pueblo de Setcases.
La virtud protectora del saúco contra todo tipo de maleficios ha sido una creencia extendida por toda Europa. En Bretaña se pensaba que la maldad del mundo hizo que las bonnes dammes (espíritus o hadas) se refugiaran en el saúco: de ahí las virtudes medicinales y las ofrendas y rituales que se hacían alrededor de estos árboles.
Morada también de la anciana madre Holda, diosa de la muerte, del invierno y la fertilidad. Entre los germanos se conocía al saúco como "árbol de Holda". Las mujeres bailaban para ella durante la fiesta de la Candelaria, llevando en su mano brotes de saúco con los que golpeaban a cualquier hombre que se atreviera a acercarse. Así, hacer daño a un saúco era hacérselo a la propia diosa, y por ello había que pedirle permiso siempre que se iba a recoger alguna rama. Por su parte, los daneses evitaban cortar el saúco por temor a Hyldemoer, la Madre Mayor, que habita en su tronco. También en los países eslavos y bálticos el saúco es el hogar de Puschkayt, deidad de la tierra que vive entre las raíces del árbol y a la que se ofrendaban alimentos, dejándolos al pie del arbusto al atardecer.
Pero además de botica para los hombres y morada de genios o divinidades de todo pelo, el saúco ofrece sustento a muchos vecinos del bosque. En primavera, abundante polen a las abejas y una eran diversidad de insectos fecundadores. Sus racimos de bayas son muy importantes también en la dieta otoñal de currucas, mirlos y zorzales, petirrojos, torcecuellos y otros muchos pájaros.
Plantación: Sus ramas clavadas en la tierra prenden con gran facilidad. Se suelen poner ramos de unos dos años de edad y 50 cm. de longitud, enterrando 30 cm. La distancia aproximada entre las estacas puede ser de unos 40 o 50 cm. Se formarán de esta manera, con rapidez, setos muy tupidos y sus ramas se unen e injertan por aproximación creando una barrera impenetrable. Para ello, basta quitar un poco de la corteza exterior en los puntos de unión y atar las ramas para que suelden. Estos setos, además de protección y cerramiento, proporcionan varas muy duraderas para la huerta.
El humus ha dejado en el suelo su alfombra de mil años (...) mi caballo pisa el blando lecho del árbol dormido, bajo la tierra los árboles se entienden y se tocan, la selva es una sola, un gran puñado de perfume, una sola raiz bajo la tierra, una sola raiz.
Pablo Neruda, Sólo el hombre.
RECETAS Y BENDICIONES
Pomada de saúco: una pomada llamada cerato se hacía en muchos lugares de la Península derritiendo en una sartén un poco de cera virgen con aceite o manteca de cerdo a los que se añadía la piel verde (la corteza interna) del saúco: bien mezclado todo, se guardaba y usaba para curar heridas y quemaduras.
Con los frutos bien maduros se han realizado toda suerte de mermeladas y dulces. Pero también las flores son un delicioso manjar. Rebozándolas en harina y huevo y friéndolas en aceite, su sabor es incomparable, y también se tomaban como buñuelos, untándolas con miel o azúcar. La infusión de estas llores se ha utilizado asimismo como un remedio depurativo y sudorífico contra gripes y resfriados.
Una receta que nos trajo Maya, por los caminos de Santiago: en Holanda se prepara una especie de sirope de saúco haciendo una infusión con 5 l. de agua y 5 l. de flores de saúco; se añade azúcar y limón al gusto y se tiene 24 h. macerando. A partir de aquí puede ya tomarse como delicioso refresco.
Fuente:
REVISTA INTEGRAL - OCTUBRE 2008