LOS ITALIANOS EN GUAYAQUIL
Publicado en
marzo 24, 2013
1900 - Una típica tienda de italiano.
Por Jenny Estrada.
Del siglo XVI data la crónica del milanés Gerolamo Benzoni, primer viajero italiano que se aventuró a recorrer la geografía sudamericana, detallando sus impresiones en el libro titulado Historia del Mondo Nuovo, uno de cuyos capítulos hace referencia a nuestras tierras y sus antiguos pobladores, tal como los encontrara entre 1547 y 1550. Sin embargo, no es sino hasta la Independencia (Octubre de 1820) que tenemos evidencia oficial de inmigrantes italianos afincados en Guayaquil, cuando aparecen los nombres de Antonio Parodi, Pedro José Bologna, Clemente Puccio, Juan Casorlio y Antonio Mazzini, quienes figuran en el "Listado de los europeos y vecinos residentes en esta ciudad libre e independiente, que han contribuido con el donativo de 16.000 pesos para las urgencias de la Patria".
DE GENOVA A ECUADOR
Casi siempre en grupos familiares o de amigos, los emigrantes italianos embarcaban por el puerto de Génova, en navíos de tráfico regular entre ambos continentes. Eran veleros tipo bergantín-barca, con poco espacio para los viajeros y mucha carga en las bodegas, repletas de toneles de vino, aceite de oliva, embutidos, frutas secas. Arrumbaban proa hacia América, cruzando el Atlántico en dirección a los Estados Unidos; otros zarpaban con destino a Montevideo, Buenos Aires o Panamá.
Guayaquil no era un punto de las rutas convencionales y para arribar a este puerto era preciso seguir navegando hacia el Cabo de Hornos, entrar en aguas del Oceáno Pacífico y bordear las costas de Chile y Perú hasta llegar a la isla Puná. O hacer trasbordo en el itsmo de Panamá, cruzarlo por tierra y tomar otra embarcación en el Mar de Balboa hacia el sur. Tres meses de trayecto en ambos casos. Luego, el encuentro con la pequeña urbe que para 1840 tenía una milla de extensión, alúmbrado de aceite de ballena, casas de madera con galerías frontales y toldas que discretamente protegían la privacidad de los vecinos cuyo número se aproximaba a los 16.000.
Los genoveses de ancestro campesino -que vinieron en mayor número- se adaptaban con bastante facilidad. Asimilaban fonéticamente el lenguaje, soportaban el clima y el cambio de sabores y costumbres ancestrales. Y al no encontrar ubicación en el tipo de agricultura que por aquí se desarrollaba, y que era la labor para la cual venían preparados desde sus orígenes, trabajaron duramente abriéndose paso en el comercio de víveres importados y nacionales. La tienda de abarrotes fue su refugio y sostén y a él se aferraron primero como dependientes y, tan pronto sus ahorros lo permitieron, convirtiéndose en propietarios de grandes y pequeños negocios, conocidos los primeros como almacenes y los últimos con la denominación de pulperías, cuyo espacio posterior sirvió muchas veces de vivienda compartida generosamente con otros paisanos recién llegados.
Afectuosamente identificados con el apelativo de bachiches, casi todos jóvenes y solteros, se encariñaron con mujeres porteñas y constituyeron hogares respetables y nuevas familias. Para fines del siglo XIX formaban la colonia más numerosa de extranjeros afincados en el Ecuador, y se distinguían por su carácter extrovertido, su dedicación al trabajo, sentido del ahorro y conducta respetuosa de la ley. A los pioneros se habían juntado casi 500 inmigrantes, muchos de los cuales gozaban de evidente prosperidad y buena reputación. El 90% residía en Guayaquil. Un 5% había emprendido la aventura en Esmeraldas, mientras el resto se repartía en algunas provincias de la sierra.
En 1882 fundaron la primera asociación de extranjeros con personería jurídica reconocida: la Societá di Beneficenza per gli Italiani, a la que pusieron por nombre "Garibaldi", en homenaje al prócer de la unificación italiana, para propender por la unión de la colonia y cumplir con el objetivo primordial de prestar auxilio a compatriotas menos afortunados.
La Guerra del Pacífico, que provocó el desplazamiento de muchas familias asentadas en Chile y Perú, había incrementado notablemente su presencia en Guayaquil, pero al término del conflicto muchos retomaron a sus antiguos hogares. Un nuevo flujo migratorio tendría lugar a raíz de los cambios políticos de Italia, ya en el siglo XX, después de la apertura del Canal de Panamá y al tiempo de la Primera Guerra Mundial. Predominaron siempre elementos de la Liguria, cuyo acento se escuchaba comúnmente en esta ciudad, de manera especial en sus negocios instalados en las calles del Malecón y del Comercio (hoy Pichincha).
Pioneros de Esmeraldas: Josefina Ricrucci de Delvechio, Antonio y Vicente Yannusselli Di Domenico. De pie, Pepino Yannuzzelli, Lorenzo Delvechio y Donato Yannuzzelli.
SUS GRANDES APORTES
Después del Incendio Grande (1896), muchos comerciantes del ramo de la ferretería aumentaron el volumen de importaciones para cubrir la demanda generada por la reconstrucción de la ciudad. Firmas como Vignolo Hnos., Roggiero y Cía., Descalzi, etc., alcanzaron muy altos niveles. Mientras, los nuevos contingentes, emprendedores y entusiastas, convirtieron el Barrio del Astillero en un emporio de desarrollo industrial e instalaron las primeras máquinas a vapor para la fabricación de alimentos, licores, bebidas gaseosas y los primeros aserríos y talleres de construcción naval. De la segunda mitad del siglo pasado datan empresas cómo La Favorita de Angel Molfino, ganadora de premios internacionales; gaseosas Mórtola y Fioravanti; La Universal, de los hermanos Juan y Emilio Segale (posteriormente Segale & Norero). En la primera década de este siglo aparecen La Roma, de Vallazza y Nozziglia, las primeras fábricas de mosaicos; la industria de somreros finos de los hermanos Valle Norero; la empresa maderera El Pailón de Sampietro, Cavanna y Bruno, y un largo listado de empresas similares.
Más adelante abrieron algunos de los mejores hoteles y restaurantes del puerto, los que por su cordialidad y el gusto por la buena mesa, rociada del vino generoso del que nunca se privaron, convirtieron en lugares de cita frecuente para las familias guayaquileñas y los turistas.
PRECURSORES DE LA AVIACION
Finalizada la Gran Guerra y disminuido el circulante, Italia pagaba los servicios de sus aviadores con máquinas nuevas de las cuales disponía en cantidad considerable. Fue entonces cuando Elia Liut, uno de los héroes que se hizo acreedor a ese tipo de compensación, ofreció sus servicios al Ecuador, donde encontró el patrocinio del gran visionario y hombre de empresa José Abel Castillo, propietario y director del diario El Telegráfo, quien auspició su viaje y financió la realización del primer vuelo trasandino entre Guayaquil y Cuenca, así como las primeras hazañas de integrar por vía aérea las ciudades de Riobamba, Quito, Ibarra, Tulcán, con el servicio de correos, el año 1920. Correspondióles también a los instructores italianos llegados en la Misión Militar del año 1922, la iniciación de la Escuela de Aviación Militar con base en el aeropuerto El Cóndor, frente a la ciudad de Guayaquil, y la modernización del Ejército Nacional, operada a partir de dicha fecha.
De Prati, familia Italo-ecuatoriana.
CONSTRUCTORES Y BANQUEROS
Por los años 20 hacen su arribo los arquitectos y constructores de la Compañía Italiana di Edificazione di Milano, a quienes se encomienda la ejecución de obras públicas monumentales tales como la gobernación de la provincia, el palacio municipal, el hospital general Luis Vernaza, el mercado central y también gran cantidad de edificaciones particulares, entre ellas la Catedral, San Francisco, San José y Santo Domingo, y muchas residencias del Barrio Centenario, donde estampan sus firmas Russo, Lignarolo, Fratta, Ruffili y Maccafferri, los dos últimos, fundadores de cátedras especializadas que dieron origen a las facultades de Ingeniería y Arquitectura en la Universidad de Guayaquil.
En el mundo de las finanzas, la idea del inmigrante venenciano Bettino Berrini, secundada nuevamente por José Abel Castillo y capitales de los italianos residentes en el puerto, da por resultado la creación de la Caja de Ahorros La Previsora (1919), transformada al poco tiempo en uno de los más fuertes bancos del país. En 1923 otro grupo de inversionistas atraerá la atención de la Banca Commerciale Italiana, que funda el Banco Italiano, convertido posteriormente en Banco de Guayaquil.
ARTISTAS Y EDUCADORES
Contratados por nuestros gobiernos o decididos voluntariamente a echar raíces en suelo ecuatoriano, fueron haciendo camino luminoso maestros de Bellas Artes como Pedro Pablo Traversari, fundador del Conservatorio Nacional Antonio Nuemane de Guayaquil; Enricco Pacciani, escultor de gran renombre; y Angelo Negri, gestor del movimiento musical que hizo posible representar óperas con solistas, coros y orquestas nacionales en el lapso de 1938 a 1945, cuando su inesperado deceso interrumpió tan grandiosa tarea.
Los salesianos, transmisores de un estilo diferente, renovaron los esquemas de la educación religiosa y crearon importantes colegios como el Cristóbal Colón, María Auxiliadora, María Mazzarello, Don Bosco, Domingo Comín, etc.
Domingo Norero. La Universal. 1911
EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD
Dueños de una voluntad acerada, los inmigrantes que preservaron en la construcción de su nuevo destino, vieron los resultados del esfuerzo a través de sus empresas y, sobre todo, de sus descendientes, dignos continuadores en la lucha que ha significado grandes sacrificios para arribar a metas superiores, donde la savia de las dos vertientes hace de los italo-ecuatorianos ciudadanos positivos en todos los campos del convivir nacional.
Apellidos como Parodi, Piana, De Prati, Tosi, Oneto, Péndola, Zerega, Norero, Miraglia y algunas decenas más, son el mejor ejemplo de lo expuesto en esta líneas, para aquilatar el aporte que otro de los grupos humanos de procedencia extranjera ha insertado en la historia y en el corazón del Ecuador.