REDESCUBRIMIENTO DEL OCÉANO ÍNDICO
Publicado en
febrero 24, 2013
Hasta hace poco el menos explorado de los grandes mares, ya se empieza a reconocer como un depósito de maravillas naturales y un camino vital para el transporte de algunas materias importantísimas.
Por John Frazer
DESDE sus profundidades abismales, negras como la noche, se levanta una montaña de 7900 metros (unos 900 menos que el Everest). En sus aguas, los peces linterna iluminan su propio camino, las yubartas cantan y una especie determinada de pez ha existido casi sin modificación durante 60 millones de años.
Los diamantes brillan bajo sus mareas salinas, y la monacita, raro mineral, se mezcla con sus arenas costeras. Algunas partes son tan fértiles que apenas se han empezado a cosechar los peces que allí pululan. Por encima, en el cielo, flotan nubes nacaradas que a medio verano se oscurecen, se agrupan y avanzan sobre las sedientas tierras de Asia, llevando las misteriosas y vivificantes lluvias del monzón.
Se trata del océano Índico, vasta y magnífica vía marítima que durante miles de años definió la historia de Asia, África y Australia. No obstante, la mitad del mundo casi lo desconoce, y hasta la ciencia lo ha descuidado. Según un observador, "ha sido una de las regiones menos exploradas del globo".
Ahora, los vientos del cambio soplan sobre el Índico y sus tierras ribereñas, mientras que el interés político y militar del mundo empieza a concentrarse allí. Las aguas que en otro tiempo surcaron embarcaciones árabes de dos palos y barcos cargados con los productos de las Indias Orientales, hoy pulsan con el susurro de submarinos norteamericanos y soviéticos. De importancia suprema es la procesión de buques petroleros (entre 600 y 900 al mes) que navegan rumbo a Japón, Europa y América del Norte y del Sur.
En lo más ancho, el océano mide 10.000 kilómetros, desde el África en el oeste hasta Birmania, Tailandia, Malaca, Indonesia y Australia en el este. Por el sur se mezcla con los témpanos de hielo de la Antártida, mientras que por el norte sus olas lamen el mar Arábigo y el golfo de Bengala (el mayor del mundo, con 1730 kilómetros de anchura a la entrada). Aquí, no siempre impera la tranquilidad. El 12 de noviembre de 1970 una marejada de seis metros avanzó por el golfo y mató a unas 300.000 personas en lo que hoy es Bangladesh. Fue la catástrofe natural más grande registrada en la historia del hombre.
Para los europeos y los norteamericanos, la ruta de acceso más conocida la forman el Canal de Suez, de 160 kilómetros de longitud, y el mar Rojo. En la actualidad la mayoría de los vapores se internan doblando el cabo de Buena Esperanza; allí entran en la corriente de Agujas, casi tan veloz como la del golfo de México. Cuando se combinan los ventarrones, la corriente y las oleadas en torno al África meridional, los buques navegan con muchas precauciones. En 1973, una ola de 12 metros de altura azotó al carguero inglés Bencruachan de 12.092 toneladas, que se dirigía a Londres procedente del Extremo Oriente; la embarcación quedó tan averiada que fue preciso remolcarla a un puerto.
Con todo, los días buenos exceden con mucho a los malos en este lánguido mar donde la naturaleza ofrece tantas sorpresas. Al norte de Madagascar, un árido atolón llamado Aldabra sirve de refugio para la fauna silvestre. Su población de tortugas gigantes pasa de 150.000 ejemplares; allí sobreviven también el cangrejo ladrón y la polla de agua pechiblanca, última de las aves corredoras del océano Índico occidental. Más al norte, en las islas Seychelles, crece el peludo "coco de mar" o cocotero doble, cuya semilla de dos lóbulos y 18 kilos de peso es la más grande que se conoce.
El 22 de diciembre de 1938 un pesquero sudafricano que operaba, en la costa occidental de East London capturó en sus redes una criatura verdaderamente asombrosa: un pez de 57 kilos y alrededor de un metro y medio de longitud; pero lo extraordinario no estribaba en su tamaño. Para gran sorpresa de los científicos, habían descubierto un celacanto, especie que se creía extinta desde hace 60 millones de años. Posteriormente se han pescado otros frente a Madagascar.
Nuestro barco bordea la costa africana frente a Tanzania, Kenia, Somalia, hasta Adén, uno de los grandes puertos naturales del mundo, donde desnudas rocas volcánicas surgen como esculturas del plácido mar. Nos encontramos ahora en tierras petroleras, pues en el gran arco de la península Arábiga y el golfo Pérsico yace más de la mitad de las reservas mundiales comprobadas de "oro negro".
Luego, navegando a oriente, cruzamos el mar Arábigo y atracamos en Bombay, a la mitad de la costa de la India y entrada principal al país. Cuento en la bahía 38 buques de carga y de guerra, 39 pesqueros e innumerables remolcadores y lanchas. En el horizonte abundan las islas (un cartógrafo del siglo XV calculó que había unas 12.600 en el océano Índico), algunas solitarias y deshabitadas, otras reunidas en archipiélagos. Pasamos cerca de las 20 Lakshadweeps, donde vigorosos isleños hilan fibra de coco para hacer cuerdas, y pescan atún; luego dejamos atrás a Sri Lanka (antiguamente Ceilán), la "perla del océano Índico". Al otro lado del golfo de Bengala, en las islas de Andamán y Nicobar, nos enteramos de que aún vive una tribu pequeña y en mengua, la de los sentineleses, que lanzan dardos envenenados a los intrusos.
Mucho más al sur y al oeste se halla Diego García, isla principal del archipiélago de Chagos. Arrecife en forma de V y de unos 25 kilómetros de longitud ha sido empleado desde hace 10 años como estación naval por Inglaterra y los Estados Unidos. Existen planes para profundizar la ensenada con el fin de dar cabida a mayores buques de guerra de la flota norteamericana que vigilan el océano.
Bajo la superficie de este mar hay otro mundo de fantástica variedad y belleza. La Expedición Internacional del Océano Índico (1960 a 1965), emocionante aventura emprendida por unas 25 naciones con más de 40 buques, hizo descubrimientos muy importantes, como por ejemplo una gran cadena de montañas frente a las Andamán, hasta de 2400 m de altura y de 5800 km de longitud, que ya se ha hecho famosa con el nombre de Serranía del Meridiano de 90 grados este. Aquí y en otras partes del océano, el sonar está localizando arrecifes y bancos hasta ahora desconocidos.
Otros fenómenos submarinos intrigan a los científicos. Frente a Somalia la corriente marítima normalmente apenas se aprecia; pero los oceanógrafos han advertido que cuando llegan las lluvias del monzón, los vientos cambian y se hace más fuerte. Entonces las aguas frías se revuelven, desalojan las aguas costeras, más tibias, y sacan a la superficie nutrientes microscópicos. Estos atraen diminutos organismos marinos, que a su vez atraen millones de peces hambrientos, parecidos a las sardinas.
Todo el océano Índico bulle con peces: unos que croan como ranas, otros que hacen nidos, cardúmenes de castañolas, peces aguja hasta de 700 kilos. En torno a las Seychelles viven más de 850 especies, incluso el pez vela, el atún de aleta amarilla, el peto y la barracuda. N. K. Pannikar, del Instituto de Oceanografía de la India, calcula para fines de este siglo un potencial de pesca de 25 millones de toneladas o sea 10 veces el rendimiento actual.
También hay minerales. El hallazgo más reciente consiste en miles de millones de toneladas de "nódulos", que parecen papas, en el lecho marino. Estas rocas negruzcas, que se forman alrededor de trozos de materia volcánica y hasta de un diente de tiburón, contienen capas de manganeso, cobre, níquel y otros minerales importantísimos. Han encontrado carbón y petróleo en cantidades no imaginadas. La India se siente feliz con el descubrimiento de petróleo en Bombay High, frente a su costa occidental, en enero de 1975. Han localizado yacimientos de carbón en el mar cerca de Australia y están extrayendo estaño de minas situadas frente a Tailandia y Malaca.
El océano Índico vive una era nueva. Ya pasaron los tiempos de los gobiernos coloniales. Los pueblos, ahora libres, a veces desafiantes, a veces confundidos, ansían demostrar su capacidad.
Pero el bienestar de otros países depende también en parte, de este mar. Materiales de importancia crítica para la industria se mueven por sus vías marítimas y esas naciones se preocupan por los bloqueos en tiempo de guerra y la vulnerabilidad de las angostas entradas y salidas. Sin duda, el océano Índico desempeña hoy un papel más vital en los asuntos mundiales que en ninguna otra época de su larga y agitada historia.