LA PENETRACIÓN SOVIÉTICA EN ÁFRICA
Publicado en
febrero 03, 2013
Con ayuda de los cubanos, Moscú avanza en este continente, rico en petróleo y minerales, y hasta provee de arsenales inmensos a los regímenes más sanguinarios.
Por David Reed.
LOS GUERRILLEROS negros cruzan a hurtadillas la frontera y entran en Rodesia, de 30 a 40 a la vez. Los mayores tienen poco más de 20 años; su educación y adiestramiento son escasos. Casi la mitad muere al cabo de unos meses; pero siguen llegando. No tienen más ideas políticas que la de liberar a su país del gobierno de una minoría blanca. Entre sus jefes se cuentan muchos marxistas que, entrenados ideológica y militarmente en el bloque soviético, buscan imponer un régimen revolucionario comprometido con el Kremlin.
Este conflicto forma parte de una vasta penetración rusa en África. Moscú, que se ha constituido en patrocinador de los movimientos emancipadores del sur del continente, dominado por los blancos, va esparciendo su influencia sobre más y más países de tendencia marxista. Suministra armas con miras a mantener vivo el fuego de cinco guerras o insurrecciones.
Crece entre los dirigentes moderados la alarma por lo que consideran el más reciente y peligroso imperialismo en África. Félix Houphouet-Boigny, primer mandatario de Costa de Marfil, advierte: "Rusia aprovechará cualquier confusión o caos para infiltrarse en el continente. Tal vez lo hagan so pretexto de apoyar a los llamados liberadores; pero, una vez dentro, no serán sino una nueva fuerza de ocupación". Leopold Senghor, poeta y presidente de Senegal, añade: "Primero le tocó a Asia; ahora le ha llegado a África su turno de convertirse en el continente sangriento de la desestabilización".
Hasta la fecha, Angola constituye la victoria comunista más grande y cruenta en África. Cuando los portugueses se retiraron, en noviembre de 1975, estalló la guerra civil entre los grupos nacionalistas rivales. Uno, el Movimiento Popular para la Liberación de Angola, era marxista y contaba sólo con el apoyo de la cuarta parte de la población. Para asegurar su triunfo, la Unión Soviética lo surtió de armas por valor de 300 millones de dólares y transportó de 15.000 a 20.000 soldados cubanos a través del Atlántico, en una invasión en gran escala por aire y mar. Pronto quedó aplastada la oposición.
Ahora, Cuba administra virtualmente a aquella nación, y sus técnicos intentan resucitar la economía, que se vino abajo a raíz del éxodo de 350.000 lusitanos. El actual gobierno, enfrentado a las crecientes guerrillas, se mantiene en el poder gracias a las tropas de Castro; ha reconocido públicamente ser marxista-leninista, a imagen y semejanza de la URSS y de Cuba.
OPORTUNIDAD INESPERADA
Impresionado por la demostración de poderío soviético, Mozambique, otra antigua colonia portuguesa, ha entrado también en la órbita. Varios grupos de consejeros rusos y cubanos han acudido allí para poner en marcha las fábricas, las plantaciones y el gobierno, que fueron abandonados por 250.000 portugueses. No obstante, tanto esta nación como Angola serán durante muchos años países inválidos en cuanto a su economía se refiere, sostenidos por los rusos y muy endeudados con ellos.
Estos se establecieron también en el cabo oriental de África, primero en Somalia, cuyo régimen militar marxista, preocupado por la fuerza de la vecina Etiopía (a la sazón apoyada por los Estados Unidos), acudió a Moscú en busca de ayuda. Esa nación, de tres millones de habitantes, recibió flotillas de reactores MIG-21 de combate, tanques y otros armamentos, y unos 2000 instructores militares y consejeros civiles. Con ese apoyo, se lanzó a "liberar" a los somalíes que habitan en el sudeste de Etiopía.
Entonces se le presentó al Kremlin otra oportunidad inesperada. El sanguinario gobierno militar etíope que había depuesto al emperador Haile Selassie, se declaró marxista y rompió casi todos sus lazos con los norteamericanos. La Unión Soviética despachó en seguida armamento y consejeros militares, entre ellos algunos cubanos. En la actualidad, Etiopía y Somalia se encuentran en guerra... y Moscú apoya a ambos bandos.
REDUCTO BLANCO
Los tres países del sur del continente gobernados por los blancos constituyen para los soviétivos un objetivo fundamental. El más importante es Sudáfrica, en donde 4,3 millones de blancos se niegan a compartir el poder con los 18 millones de negros. Después vienen Rodesia, con 6 millones de negros dominados por 270.000 blancos, y Namibia, o África Sudoccidental, región árida y rica en diamantes, con una población que no pasa de un millón, administrada por Sudáfrica según un disputado mandato internacional.
A Rusia no le interesa la solución pacífica de estos explosivos conflictos raciales. Al contrario, ha hecho lo posible por entorpecer los intentos de los Estados Unidos y Gran Bretaña por lograr la transmisión del poder a los negros en Rodesia y Namibia. Se propone, en cambio, asegurar por las armas el triunfo de las facciones prosoviéticas. Ni le interesa que se resuelva el problema de Sudáfrica, mientras esta pueda encender la animosidad de todo el continente en provecho de los designios de Moscú
Los norteamericanos casi no intervinieron en Angola por temor a provocar "otro Vietnam". Por eso, el Congreso estadounidense se negó a suministrar incluso el armamento suficiente para que la mayoría no marxista tuviese siquiera la oportunidad de vencer. Del mismo modo, cuando en marzo de 1977 los rebeldes respaldados por los comunistas invadieron a Zaire desde Angola, Washington no proporcionó a ese país (su aliado de mucho tiempo atrás) municiones para los rifles M-16 que le había vendido anteriormente. Decepcionado, el presidente Mobutu Sese Seko declaró: "Resulta evidente que los Estados Unidos no están dispuestos a tomar parte en los asuntos de África. La Unión Soviética, por tanto, se siente capaz de imponer su voluntad".
Los intereses en juego son enormes. Nigeria ocupa el segundo lugar como proveedor de petróleo crudo a Norteamérica (el 18 por ciento), superado sólo por Arabia Saudita (el 21); Zaire y Zambia constituyen para Occidente dos fuentes principales de cobre. Sudáfrica, con su industria, es el gran botín que el Kremlin persigue: de ella procede casi la cuarta parte de la producción económica del continente y el 90 por ciento del mineral de cromo, el 95 de los metales del grupo del platino, el 30 del uranio, y las tres cuartas partes del manganeso y vanadio del mundo no comunista.
PRESION EN MOSCU
Por primera vez en la historia, los barcos de guerra soviéticos merodean a lo largo de ambas costas africanas, gracias a los regímenes marxistas y radicales que les han facilitado instalaciones portuarias, principalmente las de Angola y Guinea en el Atlántico, y las de Mozambique y Somalia en el Índico. Cuando en 1976 se efectuaron elecciones parlamentarias en Mauricio, república insular situada frente a la costa oriental de Malgache, aparecieron dos cruceros rusos. El partido marxista casi ganó los comicios. Luego se supo que aquellas naves transportaban 140 militares y especialistas soviéticos dispuestos a desembarcar, si sus simpatizantes hubieran triunfado, para ayudarlos a afianzar su dominio sobre el país.
Tal vez extrañe el que una ideología concebida para la incipiente industrialización de la Europa del siglo XIX, logre establecerse cien años después en una sociedad dedicada en su mayoría a la agricultura primitiva de subsistencia. Por lo menos ha resultado útil a los militares africanos poco instruidos: legitima sus luchas por el poder so pretexto de realizarlas a favor del "pueblo", les proporciona un vocabulario político apropiado y, sobre todo, les gana la amistad de la Unión Soviética.
África necesita con urgencia auxilio económico, pero el que prestan los rusos es casi exclusivamente militar, y no tienen inconveniente en reforzar hasta los regímenes más brutales. Por ejemplo, han dado tanques y reactores de combate MIG-21 a Idi Amin, el tirano sicópata de Uganda responsable de la muerte de unas 100.000 personas durante su reinado de terror, iniciado hace siete años. La junta militar que la Unión Soviética apoya ahora en Etiopía ha llevado a cabo ejecuciones en masa y matado a tiros a centenares de estudiantes.
La ostentación de poderío comunista en Angola indujo a algunos de sus dirigentes a reflexionar bien sobre la conveniencia de ser tachados públicamente de antisoviéticos. Durante la guerra civil en Angola, Kenneth Kaunda, el presidente de Zambia, secundó al bando no marxista y denunció a Rusia y a Cuba. Un año después, encajonado entre Angola y Mozambique, se vio obligado a dar una cordial bienvenida al entonces presidente de la URSS, Nikolai Podgorny, que hacía una visita de Estado a Zambia.
Hoy, el embajador Vasily Solodovnikov organiza desde Lusaka, la capital, el apoyo prestado por los soviéticos a las guerrillas que luchan contra las autoridades blancas en el sur de África. Ex director del Instituto Africano, prestigioso centro moscovita donde se adiestran los especialistas en asuntos de ese continente, Solodovnikov es un destacado perito en el fomento de sublevaciones tercermundistas. En su embajada (que más parece fortaleza) pululan los agentes de la KGB, en continuo contacto con guerrilleros negros y agentes de Cuba.
Esta, que recibe del bloque soviético tres millones de dólares por día en ayuda, desempeña un papel importante en la invasión de África: además de soldados, ha enviado instructores para adiestrar en Tanzania, Mozambique y Angola a los guerrilleros de Rodesia y Namibia; sus milicias actúan también en otras seis naciones africanas.
PODER DE LAS BAZUKAS
Al parecer, los rebeldes rodesianos se encuentran ya cerca de la victoria. Pese a sus fuertes bajas (las fuerzas gubernamentales matan a siete guerrilleros por cada soldado que pierden), están minando la firmeza de los defensores. Cada vez más blancos abandonan el país, y dentro de un año, los negros probablemente tengan ya en sus manos el timón.
Al igual que en Angola, quizá sean los negros moderados quienes salgan perdiendo. Uno de ellos, Abel Muzorewa, obispo metodista educado en los Estados Unidos, cuenta con más partidarios que cualquier otro dirigente de color, mas no con el apoyo de los guerrilleros. Estos se dividen en dos grupos opuestos (ambos respaldados por Moscú) que han concertado una frágil alianza, llamada Frente Patriótico. Este organismo se opone a la idea de efectuar elecciones libres bajo vigilancia internacional; exige, con arrogancia, que antes se le entregue el poder. "El arreglo se obtendrá por medio de las bazukas", amenaza Robert Mugabe, uno de los cabecillas del Frente. Mientras, aumenta el temor de que la rivalidad entre las dos facciones se agrave con el tiempo y degenere en otra guerra civil.
OPOSICION ARABE
Pese a todos estos triunfos, la Unión Soviética aún debe superar algunos obstáculos serios. Jonas Savimbi, personaje legendario entre los insurgentes, domina el sur de Angola y opone tenaz resistencia a las fuerzas cubanas y al Movimiento Popular. Educado en Suiza, encabeza la UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola) y dice disponer de 23.000 guerrilleros. Su tribu, la de los ovimbundu, abarca cerca de la mitad de la población. Si se hubieran efectuado elecciones libres, muy probablemente sería él ahora presidente de la nación.
Ha disgustado a muchos africanos negros la presencia de La Habana en Angola. A este respecto, Houphouet-Boigny declara: "¿Qué han hecho los llamados liberadores? En menos de dos años han asesinado a sangre fría a miles de hermanos nuestros, más de los que murieron en los 15 años de lucha contra el colonialismo portugués".
Las ambiciones rusas recibieron un fuerte golpe en marzo de 1977, cuando fue bloqueada la invasión de Shaba (provincia de Zaire), realizada desde Angola. Francia y Marruecos, ante las urgentes instancias de los Estados africanos franco-parlantes, decidieron actuar. El gobierno francés transportó a Shaba a 1500 soldados marroquíes, y en breve rechazaron a los disidentes.
También provocaron los rusos la oposición árabe al inmiscuirse en el Cuerno de África, región desde la que se dominan las vías de acceso por el sur al mar Rojo y al Canal de Suez. Los líderes árabes, con cantidades casi ilimitadas de petrodólares en sus arcas, buscan atraer a Somalia del bando comunista. Creen los diplomáticos que la URSS tal vez haya cometido otro grave error al comprometer su prestigio en apoyo del régimen etíope, que podría derrumbarse por la presión de los rebeldes en dos frentes.
A PASOS MEDIDOS
El gobierno de Carter parece inclinarse a estrechar los lazos con los regímenes de África y a restar importancia a la amenaza soviética. El embajador Andrew Young considera que Cuba ejerce una influencia "estabilizadora" en Angola. Y es cierto, pero sólo en el mismo sentido en que la KGB lo hace en Rusia.
En cuanto a Sudáfrica, Washington denuncia las injusticias que se cometen contra los negros y exige que se les dé pleno derecho de voto. La discriminación racial en ese país es repugnante, sin duda; pero el historial de muchos Estados independientes negros, en lo que atañe a derechos humanos, resulta todavía más deplorable.
Los blancos no van a abandonar su posición privilegiada tan sólo porque los Estados Unidos lo pide. Incluso los antirracistas consideran que el sufragio universal, si se concediera de inmediato, llevaría al caos y al derrumbe de la economía industrializada de Sudáfrica. Ellos huirían a otros países, y los perjudicados serían los millones de negros, que se quedarían sin trabajo.
Más bien, los sudafricanos moderados sugieren una transformación a pasos medidos y eficaces. Los pacientes esfuerzos estadounidenses en favor del progreso de los negros contribuirán, más que la presión temeraria, a resolver el conflicto racial y a garantizar un futuro mejor para ambas razas.
No obstante el tumulto en el resto del continente, algunas naciones pro occidentales, moderadas o neutrales (como Nigeria, Costa de Marfil, Kenia, Zambia, Senegal y Gabón), avanzan hacia la edificación de una sociedad moderna. Tienen derecho a labrar su destino libres de las intromisiones de cubanos y soviéticos. En este sentido, las potencias occidentales tienen la obligación de colaborar. No se trata de mezclarse en un sinfín de conflictos africanos, sino de aportar ayuda económica y, de ser necesario, armas para la defensa propia. Así, la penetración rusa tal vez resulte un gran fracaso.