ASÍ SE REALIZÓ LA GUERRA DE LAS GALAXIAS
Publicado en
enero 27, 2013
Entre bastidores, durante la filmación de una de las películas más originales de los últimos años.
Condensado de "TIME"
STAR WARS ("La guerra de las galaxias"), es un filme glorioso y espectacular, ha devuelto al cine su tradicional calidad de diversión y ha demostrado en forma resplandeciente que Hollywood todavía sabe hacer películas como las de su mejor época. Es, sin duda, una producción memorable: una subliminal historia de la cinematografía, envuelta en un absorbente relato de emociones y aventuras, y adornada con algunos de los efectos especiales más ingeniosos jamás ideados para la pantalla. No contiene ni mensajes ni erotismo, y apenas una pizca de violencia. Está destinada a los niños: al niño que todos llevamos dentro.
La acción ocurre en tiempos y lugares remotísimos. La hermosa princesa Leia, una dirigente de la rebelión contra el infame Imperio Galáctico, acaba de ser capturada y se encuentra ahora a bordo de la estación móvil de mando del Imperio, la inexpugnable Estrella de la Muerte, capaz de destruir planetas enteros con una sola descarga de energía. Interrogan a la joven Darth Vader, Siniestro Señor del Sith, y el Gran Moff Tarkin, tal vez la pareja de villanos más pérfida de mil mundos. Qué ha hecho, le preguntan, con los planes secretos de la Estrella de la Muerte? Si esos programas, compuestos por computadora, llegan a manos de los amigos conspiradores de Leia, podrían ocasionar la caída del corrupto Imperio, y la galaxia recobraría su libertad.
¡Un momento! La princesa no tiene los documentos. Se los ha entregado a Artoo Detoo, un pequeño robot, con la esperanza de que los haga llegar a un ex general de la revuelta, que vive en el planeta Tatooine. Artoo Detoo y See Threepio, quisquilloso robot amigo suyo, ya han aterrizado en Tatooine. Por suerte, en su camino los recogió Luke Skywalker, joven y apuesto granjero. Aunque este lo ignora, también su padre combatió contra el Imperio antes de que Darth Vader lo matara alevosamente. Los tres han sido atacados por el pueblo de las arenas, los malvados de Tatooine, y acaban de ser salvados por un viejo ermitaño.
Pero, ¡oh maravilla!, su salvador no es tal ermitaño, sino el ex general rebelde Obi-wan Kenobi (interpretado por Alec Guiness), precisamente la persona a quien buscaban. Juntos, los cuatro se lanzan a llevar los planes secretos al cuartel general de los insurrectos, establecido a muchos años de luz de distancia. Mas, ¿llegarán a tiempo para salvar a la hermosa Leia? Y en todo caso, ¿qué podrán hacer un muchacho, un general fracasado y una pareja de robots cómicos contra el poder siniestro e ilimitado del Imperio Galáctico?
Pues... un mundo de cosas, según van descubriendo los públicos que hacen fila hasta de tres calles para ver la película. Incluso antes de que se estrenara con general aplauso en los Estados Unidos, las proyecciones privadas y los comentarios que circulaban de boca en boca le habían valido la descomunal fama de ser una especie de Lo que el viento se llevó de ambiente galáctico entre los aficionados al cine y a la ciencia-ficción: dos grupos unidos, por lo general, sólo por el entusiasmo.
La guerra de las galaxias debe su creación al director George Lucas, de 33 años de edad. Hombre tímido y de corta estatura, difícilmente encaja en la imagen que se tiene de las luminarias de Hollywood. En realidad, antes de esta sólo había hecho dos cintas de largo metraje: THX 1138 y American Graffiti. Si bien esta última ocupa el undécimo lugar entre las películas de más taquilla en la historia, los estudios Universal, que la financiaron, pensaron que el cineasta había perdido el juicio cuando, en 1973, les presentó una sinopsis de 12 páginas de La guerra de las galaxias. Hasta sus amigos íntimos y sus colegas en la escuela de cinematografía juzgaron la idea un poco descabellada.
Todo el mundo tenía razón: resultaba excéntrica la idea de producir un filme sin más objeto que divertir. Lucas declara: "Yo quería dar a los jóvenes una vida de fantasía ingenua y sana, como la que tuvo mi generación. Nosotros disfrutábamos de películas del Oeste y de piratas, de relatos maravillosos de toda clase. A la juventud actual le presentan El hombre nuclear y Kojak. ¿Qué ha sido del romance, de las aventuras y de la distracción que había antes en casi todas las películas?"
A la larga, la Twentieth Century Fox, que había hecho montones de dinero con otra singular y excelente producción, El planeta de los simios, aprobó el proyecto. Lucas se sentó ante la máquina de escribir y puso manos a la obra. Dos años después, tras haber compuesto cuatro versiones de su argumento, se dio por satisfecho del resultado.
Entonces comenzó su verdadero trabajo, o mejor dicho, la labor visible. Al principio pensó en hacer de Tatooine, donde ocurre la mayor parte de la acción, un planeta selvático, y el productor Gary Kurtz se trasladó a Filipinas en busca de escenarios adecuados. Sin embargo, la idea de pasarse meses enteros filmando en la selva puso nervioso a Lucas. Por tanto, y con la sola aplicación de una goma de borrar, Tatooine se convirtió en un desierto (de hecho, Túnez).
La mayor parte del equipo y la mitad de los actores llegaron de Inglaterra. Para encarnar a Artoo Detoo, el rechoncho robot héroe, John Barry, el proyectista, encontró a Kenny Baker, "el hombre más pequeño de Inglaterra" (1,12 metros de estatura). Construyeron en torno a él una máquina parecida a una aspiradora, provista de luces que podía encender y apagar a voluntad. (Se fabricaron otras cuatro, operadas por radio, que sirvieron de comparsas.) Artoo no habla, por supuesto, mas no por ello deja de ser "parlanchín"; se comunica con una gran variedad de rechinidos y silbidos impacientes y, cuando está muy atareado, gorjea y zumba.
Para hacer a See Threepio, el fiel amigo robot de Artoo Detoo, vaciaron una escultura de yeso de Anthony Daniels, el actor inglés que va dentro. De esta elaboraron una figura dorada de plástico, caucho, acero, aluminio y fibra de vidrio. Threepio resplandeció cuando lo descubrieron en el desierto tunecino, y ese fue justamente uno de los problemas. Hacía tal calor en el interior, que Daniels casi se asfixió y las articulaciones de caucho y plástico estuvieron a punto de fundirse.
Durante el primer día de rodaje, todos los robots funcionaron a la perfección, pero eso no volvió a suceder. De la arena parecían emanar extrañas señales de radio, y los comparsas de Artoo se movían desordenadamente. Baker mismo obraba, al parecer, sin control. Apenas si veía a través de los faros, y a veces tropezaba contra el pesado Threepio, haciéndolo dar tumbos.
Lucas reunió también una colección de monstruos y fenómenos, de esos que únicamente se ven en las alucinaciones del delírium tremens. Para una escena que tiene como fondo la escandalosa taberna de cierta estación espacial, la empresa londinense Uglies, Ltd. (Feos, S. A.), proporcionó actores para representar a asesinos procedentes de todos los rincones de la galaxia. A continuación, Stuart Freeborn, el maquillista, se dio a la tarea de hacerlos más repugnantes aún, y los transformó en criaturas escapadas de una pesadilla: especies de moscas gigantescas, cobras o cosas surgidas de 20.000 leguas bajo el mar.
No obstante lo notable de los robots y los monstruos, la verdadera maravilla de La guerra de las galaxias la constituyen los increíbles efectos especiales, muchos jamás intentados o antes irrealizables. Artoo Detoo, por ejemplo, comunica los mensajes de la princesa Leia proyectando una imagen de 30 cm de alto de la heroína, que así aparece hablando, yendo y viniendo, con un efecto tridimensional.
Para los efectos fotográficos especiales, Lucas contrató a John Dykstra, perito en la materia. Con la ventaja de los progresos alcanzados por la tecnología de las computadoras en el decenio desde 2001: Odisea del espacio, filme de Stanley Kubrick que hizo época, consiguieron añadir nuevos elementos a sus cuadros, una pasmosa serie de tomas espaciales del todo diferentes a lo visto hasta ahora en las películas de ciencia-ficción. Mientras Kubrick nos mostró 205 efectos distintos, Lucas nos ofrece 365, tanto más asombroso cuanto que su presupuesto fue menor. Producir 2001 costó 10,5 millones de dólares de los de hace 10 años; La guerra de las galaxias costó 9,5 millones de los devaluados dólares actuales.
No todos los efectos fueron inspirados o gobernados por computadoras. Para las escenas en que se emplearon objetos en miniatura, el equipo técnico aprovechó más de 300 modelos de juguete y reunió piezas de tanques militares desechados y de aviones de la segunda guerra mundial. Al reconstruir todo esto en plástico, le dieron también el aspecto de haber prestado duros servicios. Lograron así forjar un mundo espacial ocupado y usado; más aún: maltratado.
Para las escenas bélicas culminantes, con combates en el espacio y ataques de cohetes contra la Estrella de la Muerte, Lucas consiguió cuantas películas de guerra antiguas pudo encontrar y unió las mejores tomas de batallas aéreas. "Lo hicimos para formarnos una idea de cómo armar esas escenas", explica. "Resultó complicadísimo; surgieron problemas de sonido, de regrabación y de efectos especiales de lo más embrollado". El montaje de tal secuencia, que dura diez minutos, los mantuvo ocupados ocho semanas.
No obstante los efectos especiales, los monstruos, los robots y otras cosas "raras", George Lucas es romántico e ingenuo. Tales cualidades hacen de La guerra de las galaxias una película novedosa, divertida y fantástica. Él creía a pie juntillas en todo lo que llevó a la pantalla y, en el fondo, George se identifica con el joven Luke Skywalker, resuelto a dar muerte al dragón, a salvar a la princesa y a encontrar el Santo Grial. Para él lo negro es negro y lo blanco, blanco, y el bien triunfa sobre el mal, por lo menos en el cine.
Así pues, el filme resulta sencillo, elemental y, en consecuencia, único. Tiene un desenlace feliz, cosa rara en nuestros días. La princesa Leia se salva, la Estrella de la Muerte se evapora (¡vamos, el lector lo sabía desde el principio!) y Luke, Artoo Detoo y See Threepio reciben el agradecimiento de todos los amantes de la libertad. Para la mayoría de los públicos lo único triste es que la película termina; desearíamos que no acabara nunca.
Pero, ¡cuidado! Darth Vader ha escapado, animado de malvados pensamientos vengativos, y el Imperio Galáctico aún tiene bajo su dominio a mil sistemas solares. ¿Qué probabilidades de triunfar pueden tener nuestros valerosos aventureros contra fuerzas tan enormes y siniestras? Todo un universo de esperanzas, espléndidamente imaginativo, por supuesto. Lucas proyecta ya presentarnos de nuevo a sus personajes en una segunda parte de La guerra de las galaxias, porque este no puede ser el Fin, sino que Continuará...
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