Publicado en
diciembre 16, 2012
Apurar el tiempo puede ser una necesidad, pero también lo es dilatarlo, sea con inactividad o poniendo los cinco sentidos en el presente. Si solo se vive una vez, ¿para qué precipitar el final?
Por Daniel Bonet
Cuando imaginamos una situación agradable, normalmente se trata de un lugar tranquilo, sin ruidos, donde el aire es limpio y llega la luz del sol... Seguramente no estaremos alejados de la naturaleza; la compañia de árboles y flores completará ese entorno ideal.
En cualquiera de las posibilidades que en nuestro imaginario suscitan momentos de plenitud, no hay lugar para la prisa. Sin embargo, el día a dia lo pasamos bajo la tiranía del reloj: todo hay que hacerlo deprisa y los momentos de calma escasean.
La tranquilidad se ha convertido en un bien escaso. Lo que antes era una experiencia habitual en nuestros pueblos e incluso en ciertas ciudades, hoy parece reservado a vacaciones de millonarios en selectos hoteles alejados del bullicio y la prisa.
El diseño del cuerpo y la mente del ser humano denota que estarnos hechos para adaptarnos a las más diversas y extremas circunstancias: frío, calor, falta de alimento, caminar largos trayectos... Incluso se dice que un poco de estrés es bueno, pues estimula el organismo. El problema es cuando ese estrés se vuelve crónico, cuando las exigencias son constantes y el descanso no compensa la excesiva actividad.
Pongamos un ejemplo sencillo, anclar y correr. El ritmo básico de nuestro movimiento corporal consiste en caminar. El paso natural es más bien lento, no altera otras actividades como hablar o pensar. Si es necesario, podemos acelerar el paso, incluso correr con sorprendente rapidez. Pero nuestro cuerpo no puede estar mucho tiempo corriendo sin parar.
La idea que quiere resaltarse aqui no es, pues, reivindicar la inacción o la pereza. que es el sentido peyorativo que suele darse al no tener prisa, sino a la sabia alternancia de la actividad y la contemplación, el trabajo y el descanso. Al igual que la noche, afortunadamente. sigue al dia.
EL REINO DEL DESEO
Si nos interesa averiguar el cuándo y el porqué de haber perdido la calma, comprobaremos que se trata de un encadenamiento de factores que han cambiado la sociedad. Inventos como la electricidad, tan útil en muchos campos, hacen que el descanso nocturno no sea estrictamente obligatorio. También el reposo dominical es menos observado. La producción y el desarrollo económico, sobre todo dentro del concepto de globalización, parecen exigir que la actividad sea constante.
En este sentido, podemos distinguir tres fases históricas bien diferenciadas:
Epoca agricola-pastoril. Durante milenios, la sociedad estaba regida por los ritmos naturales del dia y las estaciones. Las cosechas, los rebaños de animales y la actividad de los artesanos determinaban la vida de esas sociedades.
Epoca industrial. Hace unos dos siglos, la maquinaria y nuevas fuentes energéticas cambiaron drásticamente los modos de producción —aumento de la rapidez—, asi como la tendencia a dejar el campo por la ciudad, sede de las industrias.
Epoca post-industrial o telemática. La tecnología ha desarrollado nuevas posibilidades de transformación de la naturaleza, modificando por ejemplo los cultivos. La informática, a su vez, permite una mayor aceleración tanto en los procesos industriales como en la comunicación. Se tiende a valorar todavia más la rapidez, casi la instantaneidad.
Aunque detrás de todos estos cambios, está siempre el ser humano. Según el budismo, que establece una división simbólica de los mundos a los que pertenecen los seres que existen, el nuestro es llamado reino del deseo. La tendencia a querer siempre más, a no contentarnos con lo que tenemos, es a la vez una virtud y un defecto.
LA NECESARIA LENTITUD
Está claro que no se trata de convertirse en marginales de una sociedad que funciona de determinada manera. Pero sí de llevar una vida más plena y desacelerada. Pues cada persona tiene el derecho de controlar su tiempo y espacio particulares.
No se trata, pues, de una reivindicación más o menos excéntrica, sino de una necesidad casi fisiológica. Como sabemos, la gran mayoría de funciones orgánicas son involuntarias (respirar, comer, digerir, etc.) y están controladas por el llamado sistema nervioso vegetativo. Este se compone de dos sistemas:
Simpático. Prepara a la acción, reacción ante el peligro o el miedo: aumento de la frecuencia cardiaca y respiratoria, de la tensión arterial, dilatación bronquial, sudoración.
Parasimpático. Restablece la energía, digestión, sueño: disminución de la frecuencia cardiaca, relajación, aumento de la actividad digestiva y urinaria (mayor eliminación de desechos).
La alternancia de ambos sistemas favorece la salud y el bienestar. Pero con frecuencia y debido al modo de vida actual, se comprueba en la consulta que muchas personas se quedan habitualmente bajo un predominio de la fase simpática del sistema nervioso. Viven en constante estado de alerta, como si un peligro inminente pudiera hacerles daño. No pueden relajarse y por este motivo todo un cortejo de síntomas aparecen: ansiedad. insomnio, malas digestiones, problemas cardiovasculares...
La terapia compensatoria sería que estas personas pudieran pasar periódicamente a una fase de predominio parasimpático. Muchos de los consejos que se dan en este articulo ayudan a lograr una mayor capacidad de relajación.
COMER Y VIAJAR
Hay en la actualidad una creciente tendencia cultural que revaloriza la lentitud. Uno de los primeros impulsos en esta dirección es el que alude a la "comida lenta" (slow food) en contraposición a la imperante "comida rápida" (fastfood).
Se trata de un movimiento actualmente internacional. pero nacido en Italia, que se contrapone a la estandarización del gusto y promueve la preservación de las tradiciones gastronómicas regionales, con sus productos, métodos de cultivo y cría. Fomenta una nueva lógica de producción alimentaria que respete la biodiversidad. Justamente, su símbolo es el caracol, emblema de la lentitud.
Pero otros muchos ámbitos de la vida pueden beneficiarse de esta filosofía, por ejemplo el viajar. Antaño, los motivos para desplazarse eran la necesidad económica (comercio en caravanas), el afán de saber (acudir a centros culturales donde aprender determinadas ciencias o artes) o el peregrinaje a lugares sagrados (búsqueda de sentido a la vida).
Hoy, en la mayoría de los casos, grandes masas de turistas simplemente son transportadas de un lugar a otro. La facilidad y abaratamiento de los vuelos aéreos contribuye a aumentar este tipo de desplazamientos, incrementando la contaminación ambiental. En todo caso, el verdadero viajero es minoría frente al turista, sumido en un frenético ir de aqui para allá en pos de entretenimiento.
Desde la óptica del movimiento a favor de la lentitud, se recomienda el viaje a píe o en bicicleta, disfrutando más despacio de los lugares. También desplazarse en tren permite una relativa rapidez sin perder el contacto humano con el paisaje, además de contaminar poco.
Estos dos ejemplos ilustran la filosofía de la lentitud. Se trata de ser más conscientes de cómo invertimos nuestro tiempo y de evitar quedarse presos en la cárcel de la prisa constante. Es una filosofía de vida que no confunde información con conocimiento e insta a tener tiempo para la reflexión, siendo además una actitud positiva frente a la naturaleza y la tecnología.
ALFA, LAS ONDAS DEL PLANETA TIERRA
Hay distintas ondas cerebrales según el estado mental. Cada una tiene una frecuencia electromagnética característica:
Beta (13-28 Herzios). máxima alerta, tendente a la ansiedad.
Alfa (7.5-13 Hz), tranquilidad. optimismo.
Theta (3.5-7,5 Hz), meditación profunda, sueño,
Delta (0.2-3,5 Hz), estados de sueño profundo, fortalecimiento del sistema inmunitario.
Cuando estamos estrenados predominan las ondas beta o incluso otras por encima de ellas (gamma), con miedo, agresividad... Si nos relajamos, entramos en sintonia alfa y experimentamos un estado de calma y mayor creatividad. Además, no por casualidad la onda alfa se corresponde con la vibración del propio planeta Tierra (ondas Schumann. 7.5 Hz).
LA CALMA MENTAL COMO PRINCIPIO
Este sencillo y profundo ejercicio de meditación está basado en la técnica budista de "Calma mental" (Shamatha).
Meditación. Ya que en última instancia las experiencias de la vida se relacionan con estados mentales, la meditación puede ayudamos. Hay muchas técnicas meditativas y con diversos propósitos. Como aqui nos interesa relajar la mente, darle de vez en cuando unas pequeñas vacaciones, un procedimiento simple y eficaz consiste en poner atención a la propia respiración. Nada más, ni nada menos pues es sabido que entre la mente y la respiración hay una íntima relación. Por eso cuando los pensamientos se agitan. también respiramos apresuradamente y viceversa.
Adoptamos para ello una postura comoda que tradicionalmente es en el suelo con las piernas cruzadas, pero que también puede ser sentados en una silla o butaca. Es importante en todo caso que la columna esté bien derecha; las manos pueden apoyarse con las palmas hacia abajo sobre los muslos. No hay que apretar la boca: los labios están un poco entreabiertos y la lengua toca con su punta el paladar. Podemos mantener los ojos cerrados o un poco abiertos mirando hacia delante siguiendo la línea de la nariz.
Simplemente iremos siguiendo con la mente la respiración natural, sin querer acelerarla o retrasarla. Hay que hacerlo por la nariz. pero si se inhala un poco de aire por la boca no pasa nada. Permanecemos, tranquilamente conscientes del ritmo respiratorio: inspiración, ligera retención, espiración... y así sucesivamente.
Claro que surgirán en la mente pensamientos de todo tipo: no les haremos caso y si nos despistamos un poco volveremos a prestar atención a la respiración.
La sesión dura de 5 a 15 minutos y se puede repetir varias veces al día.
Cuando impera el estrés se vive más fugazmente el tiempo. Puede parecer que corriendo abarcamos más facetas de la vida, pero sucede lo contrario.
ALGUNOS CONSEJOS
Es posible desacelerar la vida cotidiana, siempre hay ocasiones de hacerlo.
● El simplemente hacer nada (dolce fare niente, en italiano) no es un pecado. Dedicar un tiempo a no producir puede ser enriquecedor. Dejar que el pensamiento divague libremente, pasear, contemplar las nubes, la lluvia que cae o la fachada de un edificio...
● Evitar la presencia constante de los aparatos audiovisuales con su avalancha de imágenes y sonidos. Lograr que el televisor sea un electrodoméstico más, que puede apagarse y encenderse a voluntad.
● Mirar poco el reloj y despertarse los fines de semana cuando el cuerpo lo pida. La siesta es también una saludable costumbre científicamente comprobada. Bostezar es bueno para la salud, no hay que avergonzarse de ello.
● No pretender hacer todo de una vez, sino ir por partes. No llenar demasiado la agenda. Tomarse el tiempo necesario para las personas y las actividades con las que se disfruta.
● Procurar tener un hobby o afición que sea tranquilo: lectura, escritura, pintura, costura, jardinería, coleccionismo...
● La música nos acompaña a menudo y condiciona nuestro ánimo. Es preferible la que tiende a calmarnos y procure sensaciones agradables.
● Procurar en lo posible hacer la compra en los mercados de productos frescos. Caminar entre los puestos del mercado nos devuelve por un momento al origen de los alimentos.
● Preparar una comida para poder sentarse con tranquilidad y saborearla. Si se está con amigos se disfrutara de la conversación y, si se está solo, de la paz de ese momento.
● Darse de vez en cuando un baño caliente. incluso con abundante espuma, y demorarse en esa experiencia sin absurdos remordimientos.
● Practicar una actividad fisica moderada (caminar. nadar, etc.), por lo menos tres veces a la semana.
● Es aconsejable seguir una dieta rica en frutas y verduras. Procurar comer despacio, masticando y ensalivando bien los alimentos.
● Durante las vacaciones, mantener un ritmo tranquilo, no se trata de llegar a todas partes. Visitar los restaurantes con comida local.
● Prepararse un té o una infusión favorece la relajación, procura una pausa en medio del trabajo y a veces permite una tranquila charla.
APRECIAR CADA INSTANTE
La prisa forma parte de nuestras vidas. Tan acostumbrados estamos que casi no reparamos en la velocidad de los coches por las calles, en el caminar apresurado de los viandantes. ¿Hacia dónde vamos? Esa es la pregunta, el punto de inflexión para replantearse ciertas actitudes ante la vida. Aunque está claro que el llamado culto a la velocidad no nos hace mejores a nosotros ni al mundo.
Cuando hay demasiado estrés y de forma continuada, se vive más fugazmente el tiempo. Nos puede parecer que corriendo abarcamos más facetas de la vida, pero se trata de una ilusion. Sucede lo contrario.
Vivimos en tres dimensiones del tiempo: el cronológico marcado por el reloj, el biológico inscrito en nuestras células y el psicológico. El tiempo mental es quizá el más importante, a la vez el más intimo y el único que podemos modificar. La prisa estrecha, por así decirlo, la vivencia temporal, mientras que la calma la ensancha.
Decía el filósofo Pascal que el origen de los males que aquejan al ser humano estriba en la dificultad para permanecer tranquilos en una habitación. Siguiendo esta idea, podríamos decir que no prestar la justa atención al presente desvirtúa la experiencia de vivir. Anclarse en el pasado o correr siempre hacia un futuro todavía inexistente, hace que nos perdamos muchas cosas buenas en el camino.
Redescubrir que la lentitud ayuda en muchas ocasiones a ampliar la consciencia, a ver de otra manera nuestro entorno, es una sencilla manera de ganar tiempo y espacio.
Vivir el presente con energía y atención, sin desear que acabe, es una recomendable actitud Valorar cada instante es una forma de enriquecer la vida y para eso no hace falta apresurarse, hay tiempo.
LIBROS RECOMENDADOS
LA IMPORTANCIA DE VIVIR
Lin Yutang. Ed. Edhasa
ELOGIO DE LA LENTITUD
Carl Honoré. Ed. RBA
EL GRAN LIBRO DE LA RESPIRACIÓN
Donna Farhi. Ed. Robinbook
Fuente:
CUERPO MENTE - ESPAÑA - DICIEMBRE 2008