OTRAS TERAPIAS PARA EL DOLOR CRÓNICO
Publicado en
noviembre 18, 2012
El doctor Dennis Turk enseña a meditar a una paciente.
Estos tratamientos, que antes se consideraban exóticos, se usan hoy en muchos hospitales importantes.
Por Sue Browder
ANDREA SCHMITT sufrió un accidente automovilístico cuando tenía 19 años; luego contrajo fibromialgia, trastorno que se manifiesta con dolor crónico en el cuello, la columna vertebral, los hombros y la parte baja de la espalda. El dolor era tan intenso que no podía dormir, y tuvo que dejar de jugar al voleibol y al boliche. Tomó relajantes musculares, analgésicos y antiinflmatorios, que en lugar de alivio le produjeron nerviosismo y la hicieron engordar.
Por fin, luego de padecer durante 25 largos años y de consultar al menos ocho médicos, la mujer probó un tratamiento completamente distinto. Un grupo de especialistas del Instituto de Evaluación y Terapia del Dolor (IETD), del Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh, le enseñaron ejercicios para estirar los músculos afectados, así como técnicas de relajación y nuevas formas de hacer su trabajo que le permitían prevenir el dolor. La señora Schmitt afirma hoy: "Me siento tan bien, que a menudo salgo a recorrer unos ocho kilómetros en bicicleta antes de desayunar".
Por regla general, se considera crónico cualquier dolor que persiste más de tres meses, ya sea debido a una lesión o a una enfermedad progresiva. Aunque este tipo de dolor —que a menudo llega a durar años— suele combatirse con fármacos potentes, éstos no siempre dan resultado. Cierto estudio patrocinado por una compañía farmacéutica, reveló que 44 por ciento de las personas que sufrían dolor crónico leve o moderado no mejoraban con los analgésicos.
Algunos medicamentos alivian el dolor, pero pueden alterar la concentración y el sueño. Peor aun, el uso prolongado de antiinflamatorios no esteroideos —los cuales se venden sin necesidad de receta o se prescriben en dosis fuertes— puede causar enfermedades graves.
Hoy, muchas de las principales clínicas de tratamiento del dolor crónico alientan a los pacientes a combatirlo con terapias que prescinden del uso de medicinas. En importantes hospitales se está recurriendo a técnicas que antes se consideraban exóticas, como la autorregulación fisiológica y la meditación, lo cual ha dado esperanza de alivio a muchas personas.
"La medicina moderna es como un banco de tres patas", dice el doctor Herbert Benson, profesor adjunto de medicina de la Universidad Harvard y autor de Timeless Healing: The Power and Biology of Belief ("Curación milenaria: poder y biología de la fe"). "Los medicamentos y la cirugía son dos de ellas; la tercera es lo que la gente hace por sí misma".
He aquí una breve descripción de las más prometedoras terapias que prescinden del uso de fármacos:
AUTORREGULACION FISIOLOGICA
Algunas personas que padecen estrés tensan los músculos de la cabeza y de la cara, lo cual puede provocar jaqueca; otras experimentan dilatación y contracción de vasos sanguíneos, lo que suele causar migraña. La autorregulación fisiológica consiste en usar ciertos estímulos (como sonidos y luces intermitentes producidos por un aparato electrónico) para enseñar a la persona a controlar esas respuestas involuntarias o inconscientes.
Dos modalidades de esta terapia son la térmica y la electromiográfica. En la primera se usa un aparato que indica la temperatura de la piel de las manos y sirve sobre todo para combatir la migraña; en la segunda se emplea otro aparato que mide la tensión muscular y es eficaz para aliviar la jaqueca causada por tensión, así como el dolor de mandíbulas, cuello y hombros. En un estudio realizado con personas aquejadas de dolor de cabeza crónico que se sometieron a entre 6 y 20 sesiones de autorregulación, se observó una disminución de 75 por ciento en el número de visitas al médico motivadas por esa causa, en promedio, y de 56 por ciento en el uso de fármacos.
Cuando Lynn Snead fue nombrada directora de un programa para prevenir la violencia en el hogar, en Pittsburgh, experimentó un marcado aumento de estrés. Apretaba los dientes mientras dormía y a menudo despertaba a las 3 de la madrugada con un intenso dolor. "Me dolía la quijada todo el tiempo", cuenta. Llegó a tomar hasta 60 tabletas de acetaminofén e ibuprofén a la semana sin conseguir alivio.
Los médicos finalmente le diagnosticaron el síndrome de la articulación temporomandibular. Le colocaron en la quijada unos electrodos conectados a un aparato que indicaba la tensión muscular. El primer día, éste sonó casi constantemente: por más que la mujer intentaba relajar la mandíbula, el aparato seguía sonando; entonces le sugirieron que se imaginara en una playa y esto le ayudó a relajar más los músculos. Al cabo de unos 30 días de práctica, logró mantenerse relajada la mayor parte del tiempo, y el dolor casi desapareció. Hoy, dos años después, ya no necesita el aparato ni medicinas.
MEDITACION ANALITICA
Quienes sufren dolor crónico suelen pensar: "Voy a tener esto toda la vida; es irremediable". Tal idea a menudo exacerba el dolor. La meditación analítica ayuda a la persona a hacerse consciente de sus pensamientos y de cómo repercuten en su vida. "Nuestros pacientes suelen experimentar un proceso que llamamos 'desacoplamiento', el cual consiste en percatarse de que los pensamientos y sentimientos acerca del dolor no son el dolor en sí", explica el doctor Saki Santorelli, director adjunto de la Clínica de Reducción de Estrés (CRE), de la Universidad de Massachusetts. "Apenas dejan de ver el dolor como la fuerza que domina su vida, descubren que tienen recursos para combatirlo".
Cierto día en que Robert Hurd, de 53 años, se agachó para sacar una caja de cereal en su cocina, le sobrevino un dolor intensísimo que lo hizo retorcerse en el suelo. Ya en el hospital, le dijeron que tenía una hernia de disco.
El dolor se apoderó de su vida durante seis meses. Le recetaron unos potentes fármacos que lo dejaban aturdido, y se sometió a una operación que no le sirvió de nada. Desesperado, tomó unas clases de meditación de las que había oído hablar en la CRE. Hoy dedica 40 minutos diarios a "observar" sus pensamientos mientras se relaja acostado en el piso; puede ejercitarse vigorosamente seis días a la semana y llevar una vida activa.
La meditación no sustituye el tratamiento médico: lo complementa. Un estudio mostró que a 72 de cada cien personas que aprendían a meditar, la intensidad de su dolor les disminuía en un tercio.
CAMBIO DE HABITOS
Parte importante de una terapia es enseñar a la gente a someterse con más eficacia a esfuerzos físicos y a dormir bien. "Cambiar de hábitos —como aprender a levantar correctamente objetos pesados o apoyar la parte baja de la espalda en una toalla enrollada al conducir— puede devolverles el control de su vida", señala el doctor Dennis Turk, jefe del IETD del Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh.
La revista Pain publicó un estudio realizado con dos grupos de personas aquejadas de dolor crónico. Uno de ellos se sometió a un tratamiento consistente en aprender a realizar de otra manera varias actividades cotidianas; el otro no recibió terapia. Al cabo de 11 meses se observó una reducción del dolor en ambos grupos, pero los que recibieron el tratamiento empezaron a tomar menos fármacos y mejoraron sus habilidades.
Cuando Andrea Schmitt acudió al IETD de la Universidad de Pittsburgh, se asombró al descubrir que su dolor se había agravado por sus muchos malos hábitos. Un terapeuta le enseñó mejores maneras de realizar sus actividades diarias; por ejemplo, en vez de encorvarse al usar la computadora, aprendió a sentarse erguida y con los pies apoyados en un taburete para no forzar la columna.
Tomar varios descansos breves durante el día también ayuda mucho. La señora Schmitt hace ejercicios de estiramiento al menos una vez cada hora para relajar los músculos del cuello y los hombros; después de cenar descansa leyendo o sale a caminar un rato, y cuando se acuesta apoya el cuello sobre una almohadilla especial.
"Ahora", dice, "cuando siento que me va a dar un 'ataque' de dolor, sé cómo prevenirlo".
EJERCICIO
Quienes sufren dolor crónico "tienden a ser sedentarios y, por lo tanto, pierden fuerza, resistencia y flexibilidad muscular", explica el doctor Turk. Por eso, cuando vuelven a ejercitarse el dolor se intensifica; sin embargo, una vez que sus músculos se acostumbran, el dolor suele ceder. Cierta publicación médica dio a conocer un estudio realizado con dos grupos de personas aquejadas de artritis en una o ambas rodillas. Los dos grupos recibieron fármacos, pero uno siguió, además, un programa de caminatas. Al cabo de ocho semanas, quienes se ejercitaron pudieron caminar una distancia 18 por ciento mayor que al principio, tomaban menos medicamentos y sentían menos dolor.
Durante años, los médicos aconsejaron a Penney Cowan, californiana de 48 años, que no realizara actividades que le produjeran dolor. Como todo se lo causaba —padecía fibromialgia crónica—, prácticamente no hacía nada. "No podía cocinar ni hacer la limpieza", cuenta. "Ni siquiera tener a mis hijos en las piernas".
En una clínica le dijeron que tenía que estirar los músculos y levantar pesas de dos kilos para restablecerse. Al comenzar a hacerlo estaba tan débil, que literalmente no podía alzar ni una taza de café. Pero unas tres semanas después notó un cambio. "Hice la serie de 18 ejercicios de estiramiento que me enseñaron y me sentí mejor", recuerda. Al final de las siete semanas que duró el tratamiento, podía levantar objetos de 4,5 kilos. Hoy, 17 años después, sigue un régimen preventivo que combina con la jardinería y el bádminton. "Tengo que ejercitarme para seguir sintiéndome bien", señala.
Quienes sufren dolor crónico deben comenzar con ejercicios leves —estirar los músculos sin forzarlos, caminar despacio, nadar un poco y levantar pesas livianas— y bajo la debida supervisión médica.
ACUPUNTURA
Aunque esta técnica se usa en China desde hace milenios para aliviar el dolor, muchos médicos occidentales aún dudan de su eficacia. La acupuntura se basa en la creencia de que el dolor se debe a un desequilibrio entre dos fuerzas corporales —el yin y el yang— y que éste puede corregirse insertando agujas en ciertos puntos del cuerpo. El doctor Bruce Pomeranz, neurofisiólogo de la Universidad de Toronto, tiene una hipótesis más científica: cree que las agujas estimulan la secreción de endorfinas, analgésicos que el organismo produce en forma natural y cuyo efecto es similar al de la morfina.
Pese a la controversia, muchos médicos de importantes centros de salud recomiendan esta terapia cada vez con más frecuencia. Y los pacientes afirman que da resultado.
A la trabajadora social Gwenn Chriss le diagnosticaron lupus hace siete años. Antes podía nadar más de 1,5 kilómetros, pero desde que enfermó apenas conseguía atravesar una piscina. Pese a que probó toda clase de medicamentos, el dolor aumentó.
Desesperada, acudió a un acupunturista, el cual le insertó varias agujas de acero inoxidable en ciertos puntos de las piernas, los brazos y las orejas. La mujer empezó a recuperarse poco a poco y, al cabo de seis meses, ya podía nadar como antes.
En fecha reciente, la Dirección de Alimentos y Medicinas de Estados Unidos (FDA) aprobó la acupuntura para uso médico general, pero no declaró nada respecto a su eficacia para ,aliviar el dolor. El doctor Brian Berman, especialista en dolor de la Universidad de Maryland, cree que la FDA terminará por reconocer su eficacia, pero admite que antes "deberán realizar estudios más rigurosos".
En síntesis, sea cual sea la terapia a la que decida someterse, recuerde que nadie conoce mejor que usted su propio cuerpo. Si un tratamiento le parece bueno, pruébelo; si duda de su seguridad o eficacia, evítelo.
FOTO: © DENNIS MARSICO