PADRES Y MAESTROS, ALIADOS EN LA EDUCACIÓN
Publicado en
octubre 07, 2012
El hogar y la escuela están del mismo lado. Las juntas de padres y maestros deben consistir debates provechosos; no en enfrentamientos.
Por Fredelle Maynard
RICHARD ingresa en el primer año de primaria; ya conoce el alfabeto y reconoce palabras sencillas. Pero su ansia por ingresar en la escuela no dura mucho: dice que otros niños reciben libros de verdad, mientras él sigue trabajando con las letras. Al llegar a casa la libreta de calificaciones, se entera usted de que han puesto a su hijo en un grupo de lento aprendizaje de lectura.
La niña Prue tiene bajo rendimiento en lengua nacional, que solía ser su fuerte. Descubre usted que ha estado faltando a clases. Ella explica: las clases de lengua no son más que ejercicios en cuaderno y cuentos para niños pequeños.
Esas dos situaciones anuncian dificultades. ¿Tendrá usted que hablar con el maestro de su hijo? ¿Acudir directamente al director? ¿Pedir que cambien a su hijo a otro grupo? ¿O adoptará la actitud de la amiga que me dijo: "Pase lo que pase, yo me abstengo de interferir con la escuela. ¿Cómo pueden aprender los niños a ser respetuosos, si los padres desafían la autoridad del maestro?"
Los padres preocupados que acuden con problemas a la escuela suelen pensar en un enfrentamiento. También el maestro se prepara para una situación enojosa. Los padres no suelen pedir cita para decir: "Le agradecemos lo que está usted haciendo", de modo que dos personas preocupadas, que se sienten incómodas, se reúnen para hablar a uno y otro lado de un escritorio.
Es una lástima que prevalezca esta actitud, porque padres y maestros deberían aliarse para ayudar al niño a desarrollarse y llegar a ser un adulto maduro:. de mente ágil, responsable y con capacidad de discernir bien. La junta en la escuela debería ser la oportunidad para determinar cómo pueden ayudarse el uno al otro, en pos de un objetivo común.
¿Qué puede hacer el padre o la madre para promover unas relaciones cordiales y productivas con el maestro de su hijo? Cuando hice esta pregunta a directores y maestros, las respuestas me revelaron con insistencia sorprendentemente uniforme: Enfocar lo positivo. Mantener la mente abierta.
"En cuanto a entrega pura y simple, las exigencias impuestas al maestro son fantásticas", afirma Joyce Hanrahan, quien ha trabajado en Europa y Estados Unidos en calidad de maestra, directora y asesora en lectura. "Si tuviera yo hijos, en vez de preguntarle al maestro: ¿Por qué no lee ya mi hijo?, le diría: ¿Qué puedo hacer para ayudarle a usted?"
"Mantener la mente abierta" podría expresarse como sigue: "Recuerde que la versión de su hijo tal vez no sea del todo exacta". Es extraño, pero la madre que no aceptaría sin más ni más la explicación que le da Pepito por un vidrio roto, se abalanzará, furiosa, a la escuela, basándose en la versión de Pepito acerca de lo que le hizo la maestra. Con mucha frecuencia, los niños omitirán, adornarán, olvidarán e interpretarán mal. Es natural que, al contar cómo fue su día de escuela, traten de presentarse a sí mismos en el papel más atractivo.
Si el demonio descrito por el maestro no se parece en nada al angelito del hogar, los padres deben escuchar lo que cuenta Shirley Jackson de las primeras semanas que pasó su hijito en el jardín de niños. El pequeño que, como bien lo sabe su madre, es "un muchachito perfecto", horroriza a la familia día tras día contándole las hazañas de un condiscípulo llamado Charles. Charles arroja el gis, da puntapiés a la maestra y la insulta. La noche en que se reúnen los padres de familia, la madre del pequeño, al sentir cierta frialdad de parte de la maestra de su hijo, toca un tema en que ambas pueden coincidir:
—Debe de estar usted harta de Charles —le dice, compasiva.
—¿Charles? —la maestra parece intrigada—. ¡Pero no tengo a ninguno en clase que se llame Charles!
El paso que probablemente sea más útil para entablar una relación positiva entre padres y maestros consiste en comenzar muy pronto, antes de que surjan conflictos. En una visita para relacionarse, a principios del año escolar, puede usted enterarse de los objetivos y del enfoque general del maestro: esto ayudará a ambos a prever cuál será la respuesta de su hijo en clase. Es el momento de compartir con el maestro los conocimientos y la comprensión que sólo el padre o la madre pueden tener. ¿Qué hace mejor el niño? ¿Hay experiencias externas que puedan afectar su trabajo escolar este año? ¿Por ejemplo, un bebé recién llegado a la familia, o una hermana mayor que se vaya a la universidad? ¿Es hijo único, acostumbrado a ser el centro de la atención? ¿Tiene su hijo alguna singularidad personal de la que deba estar informado el maestro? (Hay niños tímidos, cuando se trata de hablar en clase. Algunos necesitan que los inciten... y otros se oponen a que los apremien.) Y, desde luego, si un niño tiene algún talento o pasión especial, el maestro debe estar enterado. ¿Toca la guitarra? ¿Escribe poemas? Ese tipo de interés puede contribuir a que un niño aprenda, y también enriquecerá la experiencia de sus condiscípulos.
La relación entre padre y maestro es muy productiva cuando el interés del primero va más allá del hijo, hasta la escuela misma. Pregúntese usted —y pregúntele al maestro— en qué puede ser útil.
Otra manera de ayudar: aprecie usted los esfuerzos especiales del maestro. Una amiga me habló acerca de una excursión de niños de sexto año, que deleitó especialmente a su vástago. El pequeño había hecho muchas de esas excursiones; ninguna lo había impresionado gran cosa. Esta vez, fue distinto. Desde varias semanas antes, las tareas escolares se dedicaron a diversos aspectos de la excursión prevista. Cuando mi amiga envió al maestro una nota expresando su admiración, la reacción del mentor no sólo fue de agrado, sino de asombro. "Es extraño", dijo; "cuando los padres tienen alguna queja, no tardan en comunicármela. Pero casi nadie se toma la molestia de decir: Me agrada lo que usted hace". Otra maestra observó: "Lo que me alegra el corazón al final de un día terrible es una nota, un chiste sacado de alguna revista, una sonrisa compartida... como la enorme caja de aspirinas que me envió una madre cuando estábamos preparándonos para la función de teatro de la clase".
Si espera usted tener buenas relaciones de trabajo con algún maestro o maestra, he aquí lo que usted no debe hacer. No sabotee los esfuerzos de la escuela:
• Encubriendo a su hijo... por ejemplo, con excusas de "enfermedad" para justificar que no haya hecho la tarea o faltar a un examen.
• Sacando al niño de la escuela cuando a usted le convenga, y contando con que el maestro le ayudará después a recuperar las clases perdidas.
• Fomentando el resentimiento contra los métodos o los objetivos del maestro. Los padres no tienen que aprobar todo lo que haga el maestro, pero criticarlo constantemente en casa acaba por destruir la eficiencia de la escuela.
Puede haber momentos, sin embargo, en que por mucho que se haya esforzado uno por establecer buenas relaciones con el maestro, se tenga la impresión de que no están satisfechas las necesidades del niño. No trate usted de resolver problemas importantes mediante llamadas telefónicas ni a la hora de la junta de padres de familia. Escriba o llame por teléfono con antelación, y exprese algo de lo que le preocupa: "Jorge parece deprimido y preocupado por la escuela. Quisiera yo saber si podría usted ayudarnos a descubrir cuál es el problema", o "Juanita tiene dificultades con los quebrados". Eso da al maestro la oportunidad de revisar las calificaciones, de reunir trabajos para que usted los vea, de buscar en su memoria señales de petición de ayuda, o de consultar a otros maestros.
Usted también deberá prepararse. Hable con su hijo. Haga la lista de los temas por tratar. Una junta tiene mayores probabilidades de éxito cuando ambas partes ponen en ella la cortesía y el tacto apropiados para cualquier entrevista de carácter social. Hay un mundo de diferencia entre: "No entiendo cómo puede usted reprobar a Juanita en latín cuando siempre ha tenido las máximas calificaciones", y: "Espero que nos ayude usted a descubrir por qué mi hijo está trabajando tan mal este año".
Pero, ¿y si fracasan sus más amables intentos? Entonces, habrá que acudir a una autoridad superior: primero, al coordinador y, si no hay entendimiento, al director o a la directora y, finalmente, al Consejo Escolar. Esta es la sugerencia de un maestro experimentado: Si tiene usted una queja grave, y si el maestro no la toma en cuenta, preséntela por escrito. Es frecuente que las mismas quejas se repitan año tras año. Todo el mundo sabe que la señorita x aterra a los chiquillos. Pero no hay nada registrado en actas, y no se hace nada al respecto.
Si su hijo tiene la mala suerte de toparse con un maestro incompetente o injusto, ayúdele a hacer frente al conflicto como otra experiencia de aprendizaje. Ayude al niño a comprender por qué hay personas de mal carácter, mezquinas, cortantes y llenas de prejuicios. Ayúdelo a descubrir y aprovechar las cualidades del maestro. (El maestro sin la menor sensibilidad literaria puede ser extraordinario, tratándose de gramática.)
Sea usted un apoyo. Haga todo lo que pueda por enriquecer la vida de su hijo fuera de la escuela. Si le enseñan las matemáticas de manera automática, inícielo usted en el mundo de juegos y acertijos matemáticos. ¿Le parecen aburridas la gramática y la literatura? Llévelo a ver una obra de teatro; explore con él la biblioteca; indúzcalo a llevar un diario o a fundar un periódico familiar; suscríbalo a una revista; lea en voz alta, junto con él.
Y no pierda el sentido de la perspectiva. Un mal maestro no va a arruinar permanentemente el espíritu de un niño. Si en el trascurso de todo un año escolar su hijo se relaciona con uno o dos maestros de gran valía, que combinen la inteligencia con la sensabilidad y la comprensión en grande escala... eso bastará para inculcar al niño el gozo de aprender, el cual le durará toda la vida.
© 1980 POR FREDELLE MAYNARD. CONDENSADO DE LA REVISTA "HOMEMAKERS" (SEPTIEMBRE DE 1980). PUBLICADA POR COMAC COMMUNICATIONS. LTD. DE TORONTO. ONTARIO. CANADÁ.