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octubre 07, 2012
EN EL vigésimo aniversario del asesinato del presidente John Kennedy, su hermano Edward le rindió homenaje en una misa de difuntos celebrada en Washington, D.C. Y relató esta anécdota: "El siempre tomaba en serio los problemas, pero no se tomaba demasiado en serio a sí mismo. En efecto, sus familiares no se lo permitíamos. Poco después de su elección estábamos cenando una noche, en familia. Mi padre se volvió a ver a John; luego, miró a mi madre y comentó, sonriendo: Nuestro hijo será el Presidente, pero, como siempre, cada vez que nos visita se lleva mis calcetines".
CUANDO estaba organizando su famosa agencia, el publicista Bill Bernbach tenía una mesa redonda en su oficina. Había querido tener la habitual mesa rectangular, pero la cambió, pues, como explicó: "Los funcionarios jóvenes se sentaban siempre en el otro extremo, y yo, en la cabecera. Mas aprendí que la luz de la convicción se encuentra a menudo en los ojos de los más jóvenes. En una mesa de verdad redonda, me sentí más cerca de ellos y corrí menos riesgo de perderme de esa luz".
—R. T.
EL ABOGADO y escritor Louis Nizer comenta así el vigor con que todavía realiza su carrera:
La edad es una demarcación artificial. No me considero un viejo: la vitalidad determina la verdadera edad, y todavía poseo mucha vitalidad. Me divierte que la gente a menudo se refiera a mí como a "Louis Nizer, de 82 años". Nadie habló de mí diciendo: "Louis Nizer, de 52 años".
En una ocasión me preguntaron si existía eso que llaman buena suerte en los litigios. Respondí: "Sí; pero sólo llega en la biblioteca, a las 3 de la madrugada". Y eso, hasta la fecha, es una gran verdad para mí. Aún puede usted encontrarme en la biblioteca, en busca de la buena suerte, a las 3 de la mañana.
—P.T
ACERCA del centenario del natalicio de sir Thomas Beecham, recuerdo una pequeña anécdota que me contó el veterano músico Ivor Newton.
Al salir la orquesta en el intermedio, después de una ejecución mediocre de un concierto para piano de Mozart, el director de escena decía: "Dense prisa, muchachos. Hay que sacar el piano".
Beecham intervino: "No se preocupen. Después de una función tan mala, el piano se esconderá.por sí mismo".
—K. R.
EN LOS años setenta, estando yo de vacaciones en una pequeña aldea de mi tierra natal, en Túnez occidental, llegó en visita oficial el presidente Habib Bourguiba. A mitad de su discurso lo interrumpió una voz que gritó: "¡ Viva Bourguiba, la mula!"
Inmediatamente, los guardaespaldas del Mandatario llevaron a la cárcel al provocador. Después del discurso, el jefe del Jlass, como se llama a la gente de esa región, recitó un poema que expresaba la confianza y la gratitud que sentían por Bourguiba los habitantes del lugar, "Señor Presidente", decía el último verso del poeta, "usted es la mula, y nosotros, el carro". Al comprender de repente que la palabra "mula" era un elogio, y no un insulto, Bourguiba fue en persona a poner en libertad al hombre que lo había vitoreado en forma tan extraña.
—Z.B.A.