¿NO QUIERE HACER LA TAREA? MOTÍVALO
Publicado en
octubre 21, 2012
El amor por el estudio no es una cualidad innata en los niños. Incluso los que tienen una inteligencia superior al promedio necesitan que sus padres los estimulen y los disciplinen para que puedan desarrollar al máximo todas sus habilidades intelectuales.
Por Lucia C. Caruso
"Y a mí para qué me sirve hacer estas cuentas y separar el sujeto del predicado?", preguntan muchos niños mientras hacen la tarea. Por lo general, sus padres les responden que eso les va a ayudar a "ser alguien en la vida" e inclusive, a veces los asustan diciéndoles que si no estudian no conseguirán trabajo y que cuando sean grandes no va a haber quién se ocupe de ellos. Desafortunadamente, estas respuestas son muy abstractas y lejanas, y no satisfacen la necesidad que tienen los pequeños de encontrarle sentido al estudio y a las tareas. Es obvio que para ellos lo único que importa es el juego y la diversión, y que no están dispuestos a postergar toda esa "felicidad" por una serie de obligaciones aburridas y tediosas. A veces los padres no vemos las cosas desde la perspectiva de nuestros hijos, en consecuencia, no sabemos darles respuestas adecuadas a todas sus dudas.
Para qué: la motivación principal
Imagínate que un día llegara tu jefe a la oficina y te exigiera que capturaras en la computadora cien páginas de cifras y que no te dijera qué significan esos números ni para qué sirve ese trabajo. Seguramente llegaría el momento en que te perderías en las cantidades y al llegar a la tercera página te sentirías exhausta y molesta. Por lo tanto, empezarías a hacer el trabajo a la carrera y sin fijarte en los errores. Tu prioridad sería terminar para librarte de esa tarea de una vez y para siempre. ¿No es cierto? Ahora supón que tu jefe te asigna ese mismo encargo y te pide amablemente que lo hagas con mucho cuidado porque se trata de crear una base de datos que va a servir para agilizar el trabajo de todos los empleados. Seguramente lo harías a la perfección y con gusto, ¿no es verdad?
Los niños a veces son como adultos
A los pequeños les sucede exactamente lo mismo con su tarea. Si cada tarde tienen que hacer operaciones aritméticas complicadas, copias e interminables planas de oraciones, llega el momento en que se cansan física y mentalmente porque no encuentran el sentido de tanto sacrificio. La mayoría de las veces los alumnos llegan a creer que la tarea no es más que un capricho de sus padres y maestros. "Lo viven como un abuso y se niegan a hacerla para rebelarse", dice Agata C. Roland, maestra de una escuela Montessori en Tampa, Florida.
Necesitan que les des respuestas precisas y concretas
A lo largo de la historia, diversos filósofos han coincidido en que no sólo hay que dedicar tiempo al aprendizaje de los conocimientos, sino que hay que destinar un tiempo para ponerlos en práctica. Este es precisamente el tipo de trabajo que a los niños les gustaría hacer en casa. Ellos también son grandes pensadores y filósofos y a veces ni ellos, ni nosotros nos damos cuenta de eso. Si quieres cimentar en tus hijos un sentido de responsabilidad y compromiso hacia sus estudios, y por consiguiente, hacia sus tareas, comienza por explicarles la utilidad que tendrán en sus vidas las asignaturas que están cursando.
¿Qué pasa cuando crecen?
Las cosas se complican. La adolescencia es una etapa que se caracteriza por la rebeldía a la autoridad y por la necesidad de autoafirmación. A esta edad los jovencitos no se conforman con explicaciones sencillas y elementales. En este momento ya no les satisface que le digas que la química y la física sirven para evitar accidentes porque la pequeña explosión que se genera en la válvula del gas de la estufa al acercar un fósforo encendido ya no les sorprende. Ya saben sumar y restar, pero ahora quieren saber para qué sirven las ecuaciones y las derivadas; se preguntan si Dios existe o no, y un sinfín de cosas que no siempre podrás responder con toda claridad.
¿Y entonces?
Tienes que aceptar que ellos tienen derecho a empezar a formarse su propio criterio. Llega un momento en la vida en que, por muy lógicas y vastas que sean las explicaciones que recibimos de afuera, las únicas que son suficientemente válidas para nosotros son las que nos dicta nuestra propia conciencia. Claro, esto no quiere decir que tengas que desentenderte de tus hijos y dejarlos hacer lo que se les ocurra. Significa que debes supervisarlos, orientarlos y ponerles límites firmes cuando caigan en conductas inadecuadas; pero también significa que debes dejar de pensar por ellos. Ten por seguro que si durante toda su infancia les inculcaste el hábito de la lectura, el sentido y la trascendencia de los estudios, una autoestima elevada, la disciplina que se necesita para llevar a cabo sus objetivos y valores humanos sólidos, saldrán victoriosos de todas las pruebas que les ponga la vida en la adolescencia. En esa etapa tu labor consiste en darle continuidad a todo lo que cimentaste en el pasado.
Cómo sembrar buenas semillas
"Para educar bien a un niño se requiere una capacidad inmensa de amor y una pizca de rigor, porque la combinación de estos dos elementos es la que nos va permitir disciplinarlos y encauzarlos hacia el camino correcto", dice Roland. La tarea, además de requerir motivación, es un asunto que exige una gran disciplina y forjar esa virtud en un niño no es fácil. Una regla básica para lograrlo es establecer junto con él un horario fijo de estudio (éste debe ser razonable e ir de acuerdo a la edad del niño y al volumen de tarea que tenga) y facilitarle todos los objetos y el espacio que necesita para hacerlo. Un buen momento para iniciar dicha actividad es la sobremesa. Si después de comer permites que tus hijos se distraigan con otras actividades, ten por seguro que les costará más trabajo reunir voluntad para hacer la tarea.
Lo inevitable...
Claro que a pesar de que tomes todas las precauciones posibles, es factible que tu pequeño se resista a esta actividad, sobre todo al principio. Y aunque cada niño es único e irrepetible, los problemas que presentan con respecto a la tarea siempre caen en categorías predecibles. En estos casos, como en todos, identificar las causas ayuda a hallar las soluciones. Según Roland, los prototipos más comunes son los siguientes:
1. El retador
Este es el clásico niño que se compromete a hacer la tarea en un tiempo previamente establecido pero exige que si la termina antes, se le permita jugar en cuanto esto suceda. Lo que el niño sugiere es justo, sin embargo, no es conveniente, ya que las tareas que se hacen a la carrera, suelen tener un sinnúmero de errores que las invalidan. Para evitar que eso suceda, hay que decirle al niño desde el principio que aunque termine antes, va a tener que permanecer sentado en su lugar durante todo el tiempo asignado.
2. El olvidadizo
¿Es tu hijo el típico niño al que siempre se le olvidan en la escuela los cuadernos y los libros que necesita para hacer la tarea? ¿Se acuerda de que tiene que comprar un mapa o una cartulina a las 11 de la noche? ¿Se le olvida apuntar lo que tiene que hacer? Si tu respuesta es sí, quiere decir que tu pequeño aún no ha aprendido a prever ninguna clase de situaciones. Esta no es una cualidad con la que se nace, se aprende y tú eres la más indicada para enseñársela. Puedes valerte de estrategias muy concretas que, aunque trilladas, son efectivas. Por ejemplo: ponerle notas recordatorias en su lonchera, amarrarle un hilito al dedo o escribirle recados en la palma de su mano. Sin embargo, si observas que a pesar de todo el niño no coopera contigo, significa que está evadiendo a toda costa el compromiso de realizar su tarea.
3. El que tiene mamitis
Este es el niño que no puede hacer nada sin la ayuda de su mamá. Se siente ansioso por todas las largas y difíciles tareas que tiene que hacer y busca apoyo sin descanso. Aunque la angustia que siente es real (no es un pretexto) tú puedes mostrarle que si divide cada responsabilidad en partes y avanza poco a poco en el cumplimiento de cada una, puede hacer la tarea solo. Si le haces preguntas concretas y lógicas como: ¿ya leíste las instrucciones de ese ejercicio? ¿Sabes lo que esas palabras significan?, lo incentivarás a tomar las riendas de su estudio. Sin embargo, forjar en él un sentido de independencia es algo que tendrás que llevar a cabo en todo momento (no solamente mientras hace la tarea) y para ello requieres mucha paciencia y constancia.
4. El indeciso
Este es el clásico niño que se compromete a hacer la tarea en un tiempo determinado, pero posterga el momento tanto como le es posible. "Cuando termine este programa empiezo", dice. Después alega que está exhausto y que necesita un descanso antes de continuar. Posteriormente, se pone a hablar por teléfono con sus amigos y la tarea se convierte en un cuento de nunca acabar. Este niño es capaz de exasperar a sus padres y necesita que le pongan límites. Una manera de hacerlo puede ser advertirle que si no cumple con sus obligaciones no va a poder disfrutar del privilegio de ver la televisión, ni de salir a jugar, ni de permanecer despierto hasta tarde. Siempre es bueno recordarle que hizo una promesa y que debe cumplirla. Si nada de esto resulta, es conveniente que hables con su maestra. Es posible que el niño tenga problemas en clase y debes conocerlos para poder remediarlos.
Ventajas de la tarea
Aunque muchos profesores cometen el terrible error de basarse en la tarea para cubrir los temas que no les da tiempo de impartir en clase, esta actividad, cuando está bien dirigida y orientada, les permite a los niños desarrollar muchas habilidades. En primer lugar, es un parámetro que le indica al maestro el nivel de aprovechamiento que tuvo el alumno en clase y las áreas que debe reforzar para que logre un mejor aprendizaje. En un segundo término, le da al niño la oportunidad de que repase lo visto en las aulas. Esto le permite analizar los conocimientos (en mayor o menor medida de acuerdo a su edad) y fijarlos en su mente por un tiempo prolongado.
La tarea también es una herramienta que le ayuda a los padres a inculcarles a sus hijos los valores básicos que tendrán que enfrentar en la edad adulta, como son responsabilidad, creatividad, capacidad de resolver problemas por sí mismos, planeación del tiempo y tenacidad para lograr metas.
¡Permíteles un descanso!
Cuando estés segura de que tus niños ya han adquirido el hábito del estudio y de hacer la tarea con disciplina, permíteles que tomen un descanso de 10 minutos (no más) a la mitad del tiempo asignado. De este modo, podrán despejar su mente y reiniciar sus actividades con más frescura y creatividad. Si aún no has logrado disciplinar a tus niños en el estudio, no les des esta opción.
Que lo pongan en práctica.
Si están aprendiendo a sumar y a restar, pídeles que te acompañen a hacer las compras y que, antes de llegar a la caja, saquen la cuenta de lo que vas a pagar. Cuando salgan del negocio hazles ver que si no supieran contar, la cajera podría equivocarse y cobrarles de más sin que nadie se diera cuenta. A los que son más grandecitos, puedes pedirles que te ayuden a calcular lo que se están ahorrando en los productos que tienen descuento e invitarlos a tomar un helado con el dinero que sobre. Si están aprendiendo gramática, identifica alguna frase imprecisa o mal construida que repitan con frecuencia y actúa conforme a ella siguiéndola al pie de la letra. Por ejemplo, si te dicen, "Pásame el ése que está ahí arriba", aunque sepas que se refieren a su cereal favorito, finge que no entiendes y acércales otras cosas hasta que te digan claramente "Quiero el cereal que está arriba de la alacena". Después, sin ánimo de ridiculizarlos ni de hacerlos sentir mal, explícales que las clases de gramática sirven para evitar los problemas y malentendidos que surgen de las imprecisiones en las que cae la gente al hablar.
La práctica hace al maestro
Esta es la clave de la enseñanza. Lleva a tus hijos a algún museo interactivo donde puedan divertirse y poner en práctica todos sus conocimientos. Y cuando vayas a las juntas de padres de familia que organizan los maestros de tus pequeños, pídeles que traten de explicarles a sus alumnos las utilidad concreta de todos los conocimientos que diariamente les imparten.
Lo que debes hacer
1. Mantente en contacto con los maestros de tus hijos y pregúntales cuáles son los requisitos y los preceptos básicos que deben cumplir los niños al hacer sus tareas (formato de reportes, fechas de entrega, etcétera). Pídeles que te avisen cuando haya algún problema al respecto.
2. Motiva a tus hijos a que les pidan a sus maestros que les expliquen con detalle todas las partes de la tarea que no entiendan.
3. Ayuda a tus niños a preparar sus mochilas todas las noches. Verifica que metan los cuadernos y los materiales que van a usar. Al día siguiente, cuando vayas por ellos a la escuela y antes de que abandonen el colegio, revisa que todos los útiles que empacaron la noche anterior estén dentro de la mochila.
4. Sé flexible respecto a las reglas a seguir. Exigirles a tus hijos que estudien diariamente en un lugar tranquilo durante un tiempo determinado es básico, pero los demás detalles varían dependiendo de cada niño y de su edad.
5. Enséñales que la tarea diaria y los proyectos a largo plazo (como puede ser un trabajo de ciencia y tecnología o un examen final) requieren diferentes tipos de disciplina y de habilidades. Marca en un calendario las fechas de entrega de todas sus tareas pendientes y muéstrales cómo trabajar día a día para poder cumplirlas a tiempo.
6. Pregúntales de una manera casual e informal qué es lo que necesiten tener ese día para hacer bien sus tareas (si tienen que comprar algún libro o determinado material, por ejemplo) hasta que ellos desarrollen la habilidad de recordar por sí mismos lo que les falta.
7. Si notas que a alguno de tus hijos le desagrada mucho hacer alguna tarea en particular, coméntalo con su maestra en la próxima junta de padres de familia. Si cumplen bien sus obligaciones, diles abiertamente que te sientes muy orgullosa de ellos. Los niños, al igual que los adultos, necesitan sentir que todos sus esfuerzos son apreciados y valorados.
Lo que NO debes hacer
1. Nunca hagas la tarea de tus hijos. Ellos deben hacerla por sí mismos. Tu función se limita a orientarlos y a hacerles preguntas que les ayuden a pensar y a llegar a las conclusiones que necesitan para llevarla a cabo. Jamás debes darles las respuestas abierta o inmediatamente.
2. No te quedes con ellos todo el tiempo que hayas establecido para que hagan la tarea. Les crearás dependencia y no podrán desempeñarse solos en la escuela. Sólo encamínalos y revisa sus trabajos cuando los hayan terminado.
3. No les grites ni te alteres si no entienden lo que les dices. Si pierdes el control, también perderás autoridad y no podrás lograr tus objetivos. Mantente firme y tranquila y obliga a tus niños a que cumplan las reglas fundamentales que hayan establecido previamente de mutuo acuerdo.
4. No prometas premios ni castigos que no quieras o no puedas cumplir.
5. Nunca replantees las reglas establecidas para el estudio durante una discusión con tus hijos ni mientras ellos hacen la tarea. Hazlo después.
6. No seas tú quien rompa las reglas ni les pidas imposibles a tus pequeños. Es absurdo que pretendas que tus hijos hagan la tarea mientras tú y tu marido se encuentran viendo televisión en la misma habitación que ellos.
7. Si no estás de acuerdo con las políticas de estudio o de disciplina que aplica alguna de las maestras de la escuela con sus alumnos, no se lo comentes a tus hijos. Díselo a ella en privado en cuanto te sea posible.
8. No caigas en la tentación de comparar a tus hijos entre ellos mismos (eso sólo genera resentimiento y rivalidad). Tampoco te envanezcas diciéndoles que tú eras mejor estudiante cuando ibas a la escuela.
9. No te angusties si no puedes ayudarlos a hacer sus tareas de matemáticas o si no entiendes los términos gramaticales de los que te hablan. El mejor regalo que los padres le pueden hacer a sus hijos es permitir que los pequeños les expliquen algo. Además de que esto ayuda mucho a los niños a reforzar su aprendizaje y los obliga a tomar las riendas de sus estudios.
10. No pretendas que hagan la tarea en cuanto regresen de la escuela, mientras se está transmitiendo su programa de televisión favorito, ni cuando estén muy cansados o tengan hambre. Los niños, al igual que los adultos, también necesitan momentos de esparcimiento y de reposo y no necesariamente deben disfrutar de ellos después de haber cumplido todas sus obligaciones y sus tareas.
Fuente: Revista Buenhogar - Ecuador, Septiembre 1998