REVOLUCIÓN CAPITALISTA EN TURQUÍA
Publicado en
septiembre 16, 2012
Turgut Ozal hablando ante una multitud.
Foto: Milliyet/SipaEn menos de una década, el primer ministro Turgut Ozal ha llevado a Turquía de la bancarrota al éxito. Pero el país requiere de la ayuda de Occidente para afianzar su prosperidad.
Por Fergus BordewichTURGUT Ozal es un revolu cionario insólito. Su grito de batalla es: "Capitalismo de mercado libre".
Cuando se convirtió en la máxima autoridad de la planeación económica en Turquía, a fines de 1979, su país estaba en la ruina. Sus referencias de crédito eran tan malas que los bancos extranjeros rechazaban peticiones que hacía su gobierno de préstamos por cantidades muy bajas, hasta de 100,000 dólares, y los barcos petroleros se rehusaban a descargar en sus puertos a menos que se les pagara por adelantado. Por lo menos el 20 por ciento de la fuerza de trabajo estaba sin empleo. La inflación ese año se disparaba a más del 100 por ciento. Las fábricas estaban inactivas, y, lo que era peor, el país se encontraba al borde de la guerra civil. "Nadie hablaba de inversiones; yo sólo pensaba en sobrevivir hasta la siguiente semana", recuerda Sakip Sabanci, uno de los hombres de negocios más importantes de Turquía.La violencia caótica terminó cuando las fuerzas armadas tomaron el poder en septiembre de 1980 e impusieron tres años de régimen militar, seguidos por un retorno gradual a la democracia. Pero Turquía no sólo sobrevivió, sino que ha tenido una recuperación modelo. "Es una de las historias de éxito del mundo en desarrollo", afirma George Clay Nettles, diplomático occidental establecido en Ankara que ha observado a Turquía durante muchos años.Ese éxito se debe en gran medida a Turgut Ozal, quien actualmente es el primer ministro de Turquía. La revolución de Ozal es la manifestación de una nueva confianza del país en sí mismo. Está convencido de que el capitalismo traerá como consecuencia no sólo abundancia, sino también estabilidad política permanente, una forma de vida más occidental y la aceptación por parte de las democracias de Europa.El vasto país que Ozal gobierna se extiende más de 1000 kilómetros de este a oeste, desde las ricas tierras labrantías que limitan con Grecia y Bulgaria, pasando por planicies cuya población es muy pobre y por las montañas de Anatolia central, hasta las fronteras con la Unión Soviética, Irán, Irak y Siria. La gran mayoría de los turcos, que son 52 millones, profesan la religión musulmana, pero aproximadamente una quinta parte de ellos vive en la porción europea del país. Durante más de medio siglo, las aspiraciones de la nación han apuntado hacia los valores europeos. Kemal Ataturk puso los cimientos de una nueva Turquía en los años veinte, cuando abolió la dinastía otomana y el califato islámico, que tenían varios siglos de antigüedad, y erigió un estado laico y parlamentario. El sueño de Ozal es rematar la construcción.Su primera misión fue salvar a Turquía de la bancarrota. Unos meses después de su nombramiento como jefe de la Organización de Planeación Estatal (OPE) , ya había confeccionado un austero programa de recuperación que sigue siendo la base de su política económica, y estructuró un plan de pago de préstamos que se considera modelo para otras naciones en desarrollo que soportan enormes deudas externas.Calle principal en Turquía.
Foto: Richard Kalver/MagnumDespués de convertirse en primer ministro, en diciembre de 1983, declaró que su siguiente objetivo sería convertir a Turquía en "el Japón de Oriente Medio". Así pues, procedió a combatir la burocracia, reformó el sistema de impuestos, impulsó un programa de privatización, y abolió los controles de precios para incontables artículos, así como el control de cambios. También abrió las puertas de Turquía a las inversiones extranjeras, estableció la primera bolsa de valores del país, redujo las restricciones a las importaciones y exportaciones, y advirtió a las industrias, las cuales habían sido protegidas largo tiempo, que tenían que aprender a competir en el mercado internacional.El año pasado la economía de Turquía creció notablemente, en una proporción del ocho por ciento. Las exportaciones aumentaron de 2000 millones de dólares en 1979 a más de 8000 millones. La industria, que operaba a sólo el 40 por ciento de su capacidad antes de que Ozal fuera nombrado primer ministro, marchaba al 70 por ciento, y las inversiones extranjeras habían aumentado, de escasos 228 millones de dólares hace seis años, a más de 1500 millones.Por otra parte, el dinero que se acostumbraba derrochar en subsidios para las compañías manejadas por el Estado actualmente se invierte en infraestructura. Llevar la electricidad al primer 30 por ciento de las poblaciones de Turquía fue una tarea de 60 años; desde 1983, en cambio, casi todas las demás han sido electrificadas. Ozal ha prometido que para fines de 1988 el número de teléfonos se quintuplicará en la nación, terminará la escasez de agua en las grandes ciudades y atravesarán el país carreteras modernas de cuatro carriles.Turgut Ozal no parece un revolucionario. No hay nada heroico en su figura baja y corpulenta, ni resultan carismáticos sus modales apacibles y su hablar pausado. Nació en 1927 en la ciudad de Malatya, Anatolia, donde su madre enseñaba en una escuela, y su padre, un imán, había predicado en la mezquita local. Después de obtener una maestría en ingeniería eléctrica, supervisó el programa de electrificación de su patria. Luego estudió la industria de la energía eléctrica en Estados Unidos, y regresó a su país convertido en un experto en estadística y en análisis de costos y utilidades. Antes de que lo nombraran jefe de la OPE, en 1979, trabajó como empleado público y como directivo de la industria privada en Turquía, y también colaboró con el Banco Mundial en Washington.Cuando el Ejército anunció las elecciones parlamentarias de noviembre de 1983, Ozal fundó el Partido de la Patria e hizo su campaña describiéndose como "conservador en lo político y liberal en lo económico". Los militares lo desdeñaron, pues estaban convencidos de que ganaría el candidato escogido por ellos. Sin embargo, los votantes ya se habían cansado de la ideología y el dominio del Ejército; Ozal significaba para ellos una liberación. Les gustó la sencillez de aquel hombre que hacía su campaña en mangas de camisa, practicaba con su hijo juegos de computadora, comía muchas hamburguesas, y en sus ratos de ocio llevaba a cabo un programa de reducción de peso en Texas.A muchos, Ozal les simpatizaba también por su religiosidad. Como musulmán practicante, no fuma ni bebe, y ha fomentado la construcción de mezquitas. Además, le permite a su esposa que modele ropa moderna para mujeres "bien formadas", y a su hija que administre una lujosa tienda de modas en Estambul. Dice: "Para mí, el islamismo es moderación y tolerancia. El Islam, bien interpretado, es una alternativa ante el radicalismo político".Conocí a Ozal en su residencia oficial, un complejo de edificios blancos situado sobre la ladera de una alta colina que domina Ankara. Los objetivos de este estadista para el futuro son muy simples; él los planteó así: "Quiero que Turquía sea como cualquier otro país europeo". Luego, señalando con el dedo, enfatizó: "La democracia va de la mano con la libre empresa. Hay que darle la iniciativa a la gente, y oportunidad de desarrollo a la capacidad individual; para lograrlo, la intervención estatal tiene que ser mínima. En el pasado la economía y el pueblo de Turquía estaban cerrados; yo les di a ambos opciones de apertura".Los adelantos en el nuevo mundo de mercado libre de Ozal pueden verse casi por doquier. Hace sólo unos años, muchos turcos recurrían a los contrabandistas para obtener de todo: desde utensilios de cocina extranjeros hasta dentífricos. Hoy, en el polvoriento pueblo de Duzce, en las montañas, los aparatos japoneses y alemanes más modernos miran desde los escaparates a los clientes como extraterrestres. Los pantalones de mezclilla de diseño exclusivo han remplazado a los pantalones de corte desmañado, y hasta los turcos menos prósperos ahora ven Dallas y Falcon Crest en sus televisores importados.Sin embargo, liberar la economía no ha sido un trabajo fácil. Los turcos tradicionalmente consideraban los negocios como una ocupación de baja categoría, y dejaban que se encargaran de ellos las comunidades minoritarias de griegos, armenios y judíos. Con el objeto de animarlos a intervenir en la industria y el comercio, Ataturk les concedió subsidios para protegerlos de la competencia extranjera. Sin embargo, la economía turca ni por asomo podía satisfacer las necesidades locales, y en lugar de reformar el sistema, los políticos que sucedieron a Ataturk confiaron en los subsidios y los préstamos extranjeros. Cuando llegó Ozal, tuvo que derribar tabúes de casi 60 años.Nuh Kusculu, un fabricante de vidrio que dirige la Cámara de Comercio de Estambul, recuerda: "Esperábamos que las innovaciones de Ozal duraran unos cuantos días, y luego se desvanecieran. Pero no fue así. Nos anunció que los subsidios se habían terminado. Cuando nos quejamos de que estábamos estancados, nos propuso que vendiéramos nuestras villas y pusiéramos el dinero en nuestros negocios. Ozal ha sido el mejor líder que la comunidad mercantil podía tener".Las compañías más grandes han sido las que se han adaptado mejor. El Grupo Koc, que es el mayor consorcio de Turquía, ha firmado acuerdos de inversión conjunta con Ford, Goodyear y American Express, y el año pasado acumuló 278 millones de dólares (190,000 millones de libras turcas) por sus exportaciones a todo el mundo. Sakip Sabanci, cuyo grupo es el principal competidor de Koc, afirma: "Ahora yo les digo a mis colegas extranjeros: Vengan, vamos a establecer una fábrica juntos. Ellos me contestan. De acuerdo, hagámoslo"Los empresarios han sido los primeros que se han beneficiado con las reformas de Ozal, pero muchos turcos han tenido que apretarse el cinturón y esperar los resultados. El profesor Tewfik Ertegun , economista, explica al respecto: "ha habido necesidad de disminuir la demanda doméstica y así crear un excedente de bienes exportables. Para lograrlo, los salarios han permanecido bajos y se han eliminado los controles de precios".El desempleo aún fluctúa alrededor del 16 por ciento, mientras que la inflación del 30 por ciento aún intimida a los inversionistas extranjeros que Ozal necesita para transformar la economía. El ingreso per cápita en 1986 fue de menos de 1300 dólares, por lo cual Ozal se enfrenta a una oposición creciente de los empleados públicos, trabajadores y campesinos, que se ven oprimidos por los precios fuera de control. Ilhan Tunali, consejero de Turk-Is, la mayor confederación de trabajadores de Turquía, opina: "A la larga, el mercado libre será beneficioso para Turquía, pero no debería resultar contraproducente para la gente que supuestamente debe ayudar. Se está haciendo a un lado el equilibrio social".El Partido de la Patría, de Ozal, que arrasó en las elecciones parlamentarias de 1983, ganó únicamente seis escaños de los once que estaban en disputa en las elecciones de septiembre de 1986. El verdadero triunfador fue el Partido del Buen Camino, de centro-derecha, apoyado por el carismático Suleyman Demirel. Si el descontento popular aumenta, Ozal podría no obtener la mayoría absoluta en las elecciones generales programadas para noviembre próximo.Equipo electrónico en el escaparate de una tienda de Estambul.
Foto: E. Cagatay/Gamma.Sin embargo, hasta sus detractores agradecen a Ozal la estabilidad política de Turquía. Fiel a su promesa de restablecer la democracia, el Ejército ha cedido gradualmente la autoridad. La libertad de prensa y de expresión se han restablecido en gran medida. En mayo del año pasado fue abolida la ley marcial, que persistía en cinco provincias orientales sacudidas por una revolución kurda, pequeña pero violenta. Y en septiembre de este año un referéndum nacional decidirá si se levanta o no la prohibición constitucional de intervenir en actividades políticas que afecta a los políticos del antiguo régimen, como Demirel.Para recuperar y aumentar el apoyo popular, Ozal cuenta con un nuevo y enorme sistema de presas que transformará el rincón más pobre del sudeste de Turquía en un nuevo y rico granero. Pero no tiene un remedio rápido para las demás inconformidades de sus compatriotas. La mayoría de los expertos opinan que los inversionistas extranjeros quizá se mostrarán cautelosos hasta después de las elecciones de 1988, cuando se haya pagado alrededor del 80 por ciento de las deudas renegociadas. Y pasará todavía más tiempo antes de que las exportaciones se conviertan en el pilar principal de la economía turca.Si Ozal tiene éxito, podría convertir a Turquía en un escaparate del capitalismo para todos los países en desarrollo. Él es el líder que Occidente ha estado buscando: pragmático, demócrata y amigo de la libre empresa. Pero les corresponde a Europa y a Estados Unidos ayudar a que sobreviva la Turquía de Ozal.Ha sido necesario tomar decisiones difíciles. Turquía solicitó en abril pasado su ingreso a la Comunidad Económica Europea (CEE), con todas las atribuciones de cualquier miembro. Un rechazo sería degradante, y favorecería la causa de los turcos que desean que su país se aparte de Occidente y se acerque al Oriente Medio islámico. La moderación de las restricciones a la inmigración de trabajadores turcos a naciones europeas, y la perspectiva segura de ingresar a la CEE fortalecería la causa de la democracia y aumentaría la confianza de los inversionistas occidentales potenciales.Además, los expertos estiman que, si cesara la discriminación occidental en contra de los productos de Turquía, este país obtendría ingresos adicionales por 2000 millones de dólares al año, es decir, la misma cantidad que actualmente toma en préstamo de los bancos extranjeros. "No queremos ayuda; queremos comerciar, y en condiciones justas", afirma. Ozal.Al final, la victoria de la revolución de Ozal dependerá en gran medida de la ayuda que reciba de Europa y Estados Unidos. Los riesgos son altos, no sólo para su país, sino para toda la alianza occidental. Turquía es la punta de lanza por el flanco oriental de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y el único miembro, además de Noruega, que tiene una frontera con la Unión Soviética. Sus fuerzas armadas guardan los estratégicos estrechos de Turquía, y están preparadas para cortarle el paso al Mediterráneo a la flota soviética en tiempo de guerra. La base aérea de Incirlik, una de las varias instalaciones que tiene la OTAN en Turquía, es la posición más avanzada para los cazabombarderos de la coalición en el Mediterráneo oriental.Turquía calcula que en la próxima década necesitará 1200 millones de dólares al año para modernizar sus fuerzas armadas, que son esenciales para la OTAN. Sin asistencia adicional de Occidente, ese dinero tendrá que distraerse de las reformas económicas de Ozal y de los programas sociales que necesita para sobrevivir políticamente. "Para la defensa de Occidente sería más provechoso invertir 1000 millones de dólares en el ejército turco, que 5000 millones en el de cualquiera de los demás países de la OTAN", sostiene Douglas Archard, diplomático estadunidense de servicio en Ankara.HACE MENOS de diez años, Turquía era una nación desvalida; un deplorable ejemplo de sistema económico regido por una dictadura militar. Turgut Ozal ha restablecido la democracia en su patria y ha conducido a la economía turca, a pesar de algunas protestas estridentes, hacia el mundo capitalista del siglo XX.
"Turquía estaba enferma; muy enferma. Ozal la llevó a la sala de operaciones y la sometió a cirugía", me dijo en cierta ocasión un hombre de negocios turco. Ahora el paciente ha entrado en recuperación y, con un poco más de ayuda de sus amigos, seguramente sanará por completo.