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En los meses estivales la piel suele resecarse y endurecerse. Una puesta a punto, mediante una buena exfoliación e hidratación, permite seguir disfrutando de una piel sana y bien hidratada.
Los días empiezan a ser más cortos y las noches más frescas, pero nuestra piel quizá tiene aún el rastro del verano: un tono de bronceado poco homogéneo, peladuras y sequedades producidas por la sal, el cloro y el sol. La piel es mucho más que el órgano más grande del cuerpo y su primera barrera defensora frente a las agresiones del entorno. Por ello sanearla tras el verano resulta crucial para la salud, con el maravilloso aliciente de lucir una piel radiante el resto del año.
Limpiar la piel a diario, preferiblemente por la noche para eliminar el maquillaje y la suciedad que se acumula en los poros, es tan imprescindible como la hidratación con un producto que nutra la piel sin dejar una sensación de pesadez. La exfoliación, que elimina la primera capa de la piel, procura una limpieza profunda y es ideal para devolverle un aspecto más fresco tras el verano.
Con especial atención deben tratarse las partes más delicadas del cuerpo, como la cara, el cuello y el escote. Estas zonas, por lo general, sufren más, ya que junto con las manos están expuestas de manera casi constante al sol y su piel es muy fina. En ellas es mejor realizar una exfoliación húmeda, que es más suave.
La hidratación en esta época del año debe ir más allá de la rutina. Las mascarillas hidratantes pueden devolver a la piel su frescura natural. Se suelen dejar entre 10 y 20 minutos y otorgan una hidratación superior. La mejor forma de aplicarlas es, de nuevo, con movimientos circulares ascendentes y suaves, poniendo énfasis en el contorno de ojos y boca. El cuello y el escote también se benefician de estas mascarillas. Para retirarlas conviene usar un algodón o toalla suave y luego aplicar la crema hidratante diaria.
El pelo también sufre en verano. Para sanearlo puede ser bueno empezar con un corte de pelo, aunque sea solo de las puntas. Luego deben eliminarse los residuos acumulados –productos de belleza, sal y arena–, algo parecido a la exfoliación de la piel. Puede usarse henna incolora, pero solo si no se tiene el pelo teñido, pues puede reaccionar con tintes quirnicos.