FLORILEGIO DE VERSOS MINUS DOS VÁLI
Publicado en
septiembre 16, 2012

Los poemas cojos y ripiosos han pasado a ser un género inesperado que cuenta con hinchas y cultivadores en varias lenguas y en varios países. En estas páginas aparece una antología de calamidades poéticas cometidas con el mayor desparpajo.
Por Daniel SamperHubo una vez en Inglaterra un tipo llamado Edmund Clerihew Bentley. El apellido era Bentley; Edmund y Clerihew eran los nombres: como llamarse Luis Enrique. Bentley fue el rey de los ripios, un poeta capaz de rimar las palabras más absurdas en un verso... o de tragarse la rima, tranquila y risueñamente, si la veía complicada. Por ejemplo (versión lo más ajustada posible al original, del autor de este artículo):
El señor Humberto Balza
abominaba la salsa.
Vivía lleno de odio
por haber descubierto el sodio.
Parece un típico poema de un escolar. Y lo era. Según el escritor G. K. Chesterton, Bentley escribió estos versos siendo un colegial, hacia 1895. Después, incorregible, siguió por el mismo camino, hasta convertirse en un diminuto género literario. En efecto, su segundo nombre, vaya a saber por qué este y no el primero ni el apellido, pasó a la historia de la literatura en inglés como designación de una manera ripiosa de escribir.Según la enciclopedia Webster's, un clerihew es "una forma de poema consistente por lo general en dos pareados cuyo primer verso suele ser el nombre de una persona". Chesterton agrega otras características más importantes. "Bentley era capaz de escribir con la claridad más genuina y la más seria sencillez, cosas carentes de todo sentido".Este es el clerihew preferido del propio autor, que murió en 1956 en medio de envidiable fama de poeta chambón y circunspecto: en fin, un delicioso mamagallista:Era un error de Voltaire
rezar sin juicio ni donaire.
Lo cual, sea dicho con vergüenza,
dolía a su mamá, que era hipertensa.
Nuestro padre el ripio, por desgracia tan genérico como frecuente, es el hermano español del clerihew. Abundan ejemplos del oficio. En algunos casos se trata de ripio voluntario y deseado. En otros, sin embargo, el ripio es producto puro del talento de versificadores que suman 2 + 2 = 7 y siguen tan tranquilos.La cumbre de este ripio adorable y auténtico es el célebre y larguísimo poema –todo un libro– titulado Arroyo de amor, que dedicara en 1946 Nepomuceno de Jesús Alfonso, poeta de Garagoa (Boyacá, Colombia), a una "gentil señorita" de su pueblo. El hecho de que esta señorita, María Elisa Forero, nunca le hubiera correspondido y, por el contrario, hubiese arrastrado el poema como una cruz a lo largo de su vida, no hace más que aumentar el glorioso sufrimiento del bardo.Arroyo de amor no tiene verso malo, es decir, bueno. Todo es original y suculento: desde el adverbio sorprendente ("yo te vendría requiriendo/ de una manera tezonuda") hasta la invocación con el orden alterado de los nombres, que ya ha adquirido fama imperecedera: "Amada novia Forero María Elisa". Y, siempre, la queja dolida que enfrenta los eternos enemigos, amor y muerte, aun en el rústico campo:Si tú murieses primero que mí
sería para yo sufrir por ti.
No transcribiré más que un fragmento onírico-erótico del poema, mínimo diamante en ese joyel de alhajas ripiosas:Me encontré una bufanda
y en mis manos fue tomada.
Momento seguido muy cerca te vi,
y al tiempo me la pediste diciéndome:
"esa bufanda es mía.
échala para acá".
La copla campesina se deja venir a veces con unas desrimas maravillosas:En el otro lao del río
tiran piedras de candela.
Tírenlas o no las tiren,
no hay como la máma de uno.
Algunas veces hay que acudir a recursos inesperados, según sucede con la palabra indio, que carece de rima:En las montañas del Quíndio
(por no decir el Quindío)
yo me topé con un indio
que estaba muerto de frío.
Otra palabra de rima esquiva es lámpara. En su reciente libro Coñones del reino de España, el humorista madrileño Alfonso Ussía –que bien merecería haber pertenecido a cualquier cenáculo poético quiteño o cuencano–, recuerda una solución que encontró el académico Joaquín Calvo Sotelo:El panadero, debajo de un lámpara,
la harina amasa con tacto y frenesí.
Y en el horno, dorado, saca el pan para ti.
Ussía también aclara definitivamente una vieja duda que se ha abatido sobre el conocido "Soneto a la aurora".Los animales son madrugadores
(sencilla observación que hace cualquiera).
Gocen ellos del sol la luz primera
y, del alba, los pálidos fulgores.
Despiértense los pájaros cantores
hijos de la florida primavera,
y vayan muy temprano a la pradera
labriegos, y gañanes, y pastores.
El hombre culto, no; siempre a tal hora
dormido ocupe su lecho todavía
disfrutando molicie seductora.
Yo sólo con placer madrugaría
por gozar los encantos de una aurora...
que es Aurora González de García.
Hace una docena de años este soneto fue atribuido al entonces presidente colombiano Belisario Betancur, quien precisó que, en realidad, no era obra sólo suya, sino manufacturada en colaboración con algunos amigos. Hoy sabemos que fue escrito por un trajinado autor de libretos de zarzuela, Miguel Ramos Carrión, ante lo cual podríamos hacer un reclamo en verso:El soneto no era tuyo,
con ser soneto bonito.
¿Era acaso, necesario,
preguntamos Belisario
que con él nos engañaras
como a muchacho chiquito?
No todos los libretistas del género lírico eran capaces de desplegar la intención divertida de Ramos. Hubo otros que, según dicen, escribieron grandes desastres completamente en serio. Ussía afirma que el autor de los versos de la ópera Marina, Francisco Camprodón, pergeñó en otra de sus obras esta cuarteta inmortal que recita un personaje ante cierta estatua de la diosa Minerva:¡Oh, bella diosa Minerva!
¡Qué hermoso paraje aqueste!
¡Y cómo crece la hierba
con este viento sudeste!
Aunque la anterior atribución tiene todo el perfil de la calumnia, el libro de Ussía trae una deliciosa colección de chispazos, poemas cojitrancos y epigramas españoles. En él reclama el título de "el poeta más ripioso de la historia" para un cura de apellido Carulla, a quien se atribuye una historia de Jesús en verso, totalmente en serio, de la cual salen estos dos prodigios:Nuestro Señor Jesucristo
nació en un pesebre.
¡Donde menos se espera
salta la liebre!
Y el segundo:Entonces Cristo se fue
a la ciudad de Betulia
como quien se va a un café
o a una tertulia.
La poesía minusválida ha atraído, como vicio divertido, a muchos versificadores competentes. Manuel del Palacio Soto es tenido por varios de sus compatriotas como "el mejor poeta satírico que tuvo el siglo XIX en español". Del Palacio publicó entre 1860 y 1870 muchos sonetos políticos demoledores, construidos con notable respeto por las formas y mordaz irrespeto por sus contemporáneos. Pero no pudo resistir la tentación de fajarse algunos poemitas cojitrancos, al estilo de este:Zoilo, tienes razón; todos los seres
somos del barro mismo:
pero no me probarás que el vaso etrusco
se parece al botijo.
Podría haber sido una obra maestra, pero lo impide la flaca muleta de la rima asonante entre "mismo" y "botijo". El poema mejora muchísimo si se empeora un poco merced a una mínima modificación en el segundo verso, a saber:Zoilo, tienes razón; todos lo seres
somos del mismo barro:
pero no me probarás que el vaso etrusco
se parece al botijo.
Esa misma prueba podría hacerse con muchos otros poemas que rozan el abismo pero no tienen la osadía de despeñarse. A veces lo que transmite consistencia a un epigrama levemente cojo es buscarle sin miramientos la cuadriplejía.Yo no sé si Palacio pueda considerarse "el mejor poeta satírico del siglo XIX en español", como dice el prologuista de sus sonetos, José Luis Gordillo Courciéres. Parece un tanto excesivo. En aquellos tiempos florecieron muchos poetas satíricos de primerísimo nivel en América y España.De lo que sí no tengo duda es que pocos han sido tan formidables parodistas como don Pedro Muñoz Seca (a propósito, abuelo de Ussía). Su obra de teatro La venganza de Don Mendo, estrenada en 1918, es una tomadura de pelo al género de caballeros y espadas digna de Les Luthiers, que se ha llevado varias veces al cine y de nuevo está presentándose en escena viva en España. Uno de los puntos fuertes de la pieza son sus versos minusválidos, como aquel con el que celebra el caballero don Mendo el puñal que un amigo le entrega en su cautiverio de amor:Gracias mil por el puñal;
gracias mil, porque mi mal
será por él menos cruel,
pues muy pronto, amigo fiel,
habré de hundírmelo en el
quinto espacio intercostal.
Cito la historia de dos poetas de Cartagena, rivales ellos, que se plantearon el desafío de hacer epigramas a sus amigos: el uno proponía el nombre, y el otro le sacaba el poema. Ya habían agotado casi la lista de apellidos ilustres de la ciudad, sin que surgiera un claro ganador, cuando uno de los dos graciosos creyó haber dado con el nombre que iba a matar a su rival. Le pidió entonces que hiciera un chispazo a Pedro Pablo de Irisarri, cierto amigo de pericráneo pelado y origen español.El otro meditó un par de segundos y largó la siguiente improvisación:Pedro Pablo de Irisarri,
flor de la raza cañí;
el Tricófero de Barry
te hace poca falta a ti.
Mejor no lo habrían hecho el padre Carulla ni Nepomunceno de Jesús Alfonso.Pero sí, quizás, un poeta ecuatoriano del que me comenta emocionado Omar Ospina, y que fue hace algunos años descubrimiento para la revista Diners (Nro. 8), de dos de las más temibles lenguas del Ecuador, Nicolás Kingman y el Pájaro Febres Cordero: el poeta Clavijo.Es tan bueno, que no resisto la tentación de reproducir un comentario del Pájaro en la citada revista, ni dos o tres poemas que ejemplifican muy bien cuanto debe tener un poema minusválido: rima forzada o rima escamoteada.Como Clavijo no ha sido tenido en cuenta en ninguna historia de la literatura ecuatoriana, el Pájaro asegura que: "La injusticia que se ha hecho con Clavijo es manifiesta. El vacío dejado a su alrededor, sobrecoge. Espanta. Y enardece". Veamos por qué en algunos ejemplos. El primero, sobre un joyero asesinado:En una noche de invierno
criminales sin pudor
le mandaron al infierno
al pobre joyero Flor.
Le invitaron a dar puro
y después le dieron duro
y valiéndose de malas artes
lo dividieron en varias partes.
Y este otro sobre un aviador en apuros:Y entonces el aviador
viéndose perdido
apagó el motor
que estaba encendido.
O cuando fue de paseo a la población de Gualaceo (lo cual me salió en verso):Gualaceo, Gualaceo
que bien que te veo.
Otra vez también te vi
pero fue por asuntos judiciales.
Como ven, el jardín de versos minusválidos se enriquece increíblemente con este aporte ecuatoriano.