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julio 29, 2012
El acto de caridad que hizo en un momento difícil de su vida le dio una recompensa inesperada.
Por Robert DuncanCAMERON MOUNGER y yo hemos sido amigos desde la adolescencia. A los dos nos gustaba la música, y él llegó a ser animador de un programa de radio unos años después que salimos de la escuela de enseñanza media.
Hace poco me contó sobre el día en que tuvo que desprenderse del último dólar que le quedaba. Fue el día en que su suerte cambió, y con ella, su vida.Todo comenzó a principios de los años setenta, cuando Cam trabajaba en Texas como locutor y animador de radio, y se había convertido en una celebridad. Conocía a muchos de los grandes intérpretes de la música country, y disfrutaba los viajes que hacía con el dueño de la estación a Nashville, Tennessee, en avión particular.Se encontraba en esa ciudad la noche de la última presentación del Grand Ole Opry en el Auditorio Ryman antes de que este espectáculo cambiara de sede al centro de diversiones Opryland USA. Al terminar la función, un conocido lo llevó a los camerinos para que conociera a las estrellas del espectáculo. "Como no llevaba ningún otro papel encima, saqué un billete de un dólar para que me lo autografiaran", me contó Cam. "Al cabo de un rato tenía ya las firmas de casi todas las personalidades del Opry. Me guardé el billete en el bolsillo, con la intención de atesorarlo para siempre".Un día pusieron en venta la estación, y muchos de los empleados se quedaron sin trabajo. Mi amigo consiguió un empleo de media jornada en otra estación y decidió permanecer allí en espera de que le ofrecieran una plaza de tiempo completo.El invierno de 1976 a 1977 fue muy riguroso. La calefacción del viejo coche de Cam apenas arrojaba un soplo de aire tibio, y el desempañador no funcionaba. La vida era muy dura, y mi camarada estaba sin un centavo. Un amigo suyo que trabajaba en un supermercado le conseguía a veces porciones de comida preparada ya caduca. "De eso vivía mos mi esposa y yo", me dijo, "pero la falta de dinero nos agobiaba".Una mañana, cuando salía de la radiodifusora, Cam vio en el estacionamiento a un joven en un auto amarillo todo desvencijado. Le hizo un ademán de saludo y se alejó en su coche. Esa noche, al regresar a trabajar, se fijó de nuevo en el vehículo, que seguía en el mismo sitio. Un par de días después se dio cuenta de que el auto no se había movido. El ocupante lo saludaba con amabilidad cada vez que lo veía pasar. ¿Qué hacía sentado allí, con semejante frío y bajo la nevada?Cam supo la respuesta a la mañana siguiente. Esta vez, cuando se acercó al coche, el hombre bajó el vidrio de la ventanilla y se presentó. "Me dijo que llevaba varios días allí, sin dinero ni comida", continuó Cam. "Estaba en la ciudad por un empleo que le habían ofrecido, pero llegó con tres días de anticipación, y no le quedó más remedio que ponerse a esperar"."Con mucha vergüenza me pidió prestado un dólar para comprarse un bocadillo y aguantar hasta el día siguiente, cuando comenzaría a trabajar y solicitaría un adelanto de su paga. Yo no llevaba ni un centavo en el bolsillo, y apenas me quedaba gasolina para volver a casa. Así se lo expliqué, y me dirigí a mi auto, deseando haber podido ayudarlo".En ese instante Cam recordó su dólar autografiado. La conciencia le estuvo remordiendo uno o dos minutos, hasta que sacó el billete de su cartera y le dirigió una última mirada. Luego regresó a donde estaba el joven y se lo dio.—Alguien anotó algo aquí —comentó el joven, pero no advirtió que los garabatos eran docenas de firmas, y se quedó con el billete."Esa misma mañana, en cuanto regresé a casa tratando de no pensar en lo que había hecho, empezaron a suceder cosas", recordó Cam. "Sonó el teléfono: un estudio de grabación me ofrecía 500 dólares por hacer un anuncio comercial. Para mí, aquello era como recibir 1 millón. En los días siguientes me hicieron otras buenas ofertas, y como no dejaron de ocurrirme cosas buenas, pronto recuperé el optimismo".Lo demás, como dicen, es historia. A mi amigo volvió a sonreírle la vida: su esposa dio a luz un niño, al que llamaron Joshua, él abrió una tienda de repuestos para coches y más tarde construyó una casa de campo. Y todo comenzó aquella mañana en el estacionamiento, cuando se desprendió de su último dólar.Cameron no volvió a ver al joven de la tartana amarilla, pero a veces se pregunta si era un pordiosero o un ángel.¡Qué más da! Lo que importa es que era una prueba, y Cam salió airoso de ella.©1993 POR ROBERT J. DUNCAN. CONDENSADO DE "MCKINNEY LIVING" (OTOÑO DE 1993), DE MCKINNEY, TEXAS.