Publicado en
julio 15, 2012
Autos más seguros- Tal es el lema de Janette Fennell.COMPILACIÓNCRUZADA POR LA SEGURIDAD
UNA NOCHE DE 1995, cuando Greg y Janette Fennell, de San Francisco, California, volvían a casa en coche con su hijo de nueve meses, dos pistoleros se introdujeron por debajo de la puerta de la cochera mientras se cerraba y, tras encerrar a la pareja en el porta-equipaje y dejar al niño en el suelo, se llevaron el auto. Una hora después abrieron el portaequipaje, robaron a Greg, de 50 años, y a Janette, de 45, lo de valor que llevaban, volvieron a encerrarlos y se fueron.
Desesperados, los Fennell buscaron con qué abrir el portaequipaje. Por fin, hallaron el cable de apertura y pudieron escapar de su encierro.Poco después, Janette fundó la Unión en Pro de Portaequipajes con Apertura de Emergencia, agrupación no lucrativa que se dedica a hacer ver a legisladores y fabricantes de coches la necesidad de instalar en ellos dispositivos para abrir el portaequipaje por dentro. En respuesta a sus demandas, los funcionarios citaron un dictamen de 1984 según el cual esos dispositivos no eran imprescindibles. Para demostrar lo contrario, Janette documentó 1052 casos de encierros ocurridos desde hacía 20 años, que causaron 237 muertes. El asunto interesó a los congresistas y, en 1998, ocurrió otra desgracia: 11 niños murieron atrapados en tres portaequipajes.Para evitar más tragedias, un comité de la Administración Nacional de Transporte Terrestre dispuso que los autos nuevos cuenten con esos dispositivos a más tardar en enero del 2001. Algunos fabricantes los instalarán ya en los modelos 2000. Los Chevrolet Impala tendrán un sensor que abrirá el portaequipaje si hay alguien dentro. Casi todas las empresas harán dispositivos parecidos para modelos anteriores."Si alguien hubiera tomado en serio el asunto, esos 11 niños no habrían muerto", dice Janette. "Yo soy la voz de los que no pudieron salir".— ERIC MEERS, MEGAN MCCASLIN Y MACON MOREHOUSE, People WeeklyANGEL MODESTO
MI HIJA, mi yerno y mis dos nietos viven en Meeker, Oklahoma, y yo, en Redwood City, California. Cuando, en mayo de 1999, un tornado azotó la región de Meeker, sentí gran ansiedad por saber qué había sido de mi familia. Los llamé por teléfono, pero las líneas estaban ocupadas.
Entonces encontré en Internet un anuncio de David Whitney, hombre oriundo de Oklahoma City que se hacía llamar "Dave el informador", y que se ofrecía para tratar de comunicarse con amigos y familiares que hubieran podido resultar afectados por el desastre. Le di el número de mi hija, y a las dos horas recibí una llamada de ella. Dave también me envió un mensaje electrónico para decirme que se encontraban bien.Le di las gracias y le pregunté cómo podía pagarle, pero él me contestó: "No podría aceptar nada a cambio de tan pequeño servicio. Sólo soy una persona que tiene una computadora y deseos de ayudar. Para mí es suficiente pago saber que puedo consolar a los parientes afligidos haciendo algunas llamadas".En la misma cartelera de Internet había anuncios de otras personas que se ofrecían a hacer llamadas y a dar informes sobre las regiones azotadas por el tornado. Probablemente también ellas lo consideraban un pequeño servicio, pero para mí es algo que no tiene precio, como estoy segura de que lo es para todos aquellos que tuvieron noticias de sus seres queridos gracias a estos ángeles modestos.— CATHIE NORDSTROM, San Jose Mercury NewsUNA AMAZONA SINGULAR
DESDE NIÑA, María de los Angeles Kalbermatter amaba los caballos. Pero sus padres carecían de dinero para inscribirla en un club hípico, y tuvo que conformarse con un viejo caballo de juguete que había en su casa, en Buenos Aires. En 1978, cuando tenía 28 años, le amputaron la pierna derecha para extirparle un tumor canceroso. Sin embargo, se negó a renunciar a su sueño.
A fuerza de insistir, logró que le abriera las puertas una escuela hípica, y sorprendió a todo el mundo demostrando que podía montar.Quedó tan fascinada, que invitó a unos chicos a los que había conocido en las sesiones de fisioterapia y que padecían distintas discapacidades motrices. María de los Ángeles los vio cabalgar con una sonrisa y un aplomo nada habituales en ellos. Más adelante comprobó con asombro cómo se aceleraba su rehabilitación gracias al ejercicio.Alguien le habló de la equinoterapia, y se puso en contacto con varias entidades extranjeras que desde hacía años la aplicaban. Así se enteró de que el movimiento que recibe el jinete hacia los lados, hacia delante y hacia arriba es similar al que hace una persona al caminar, y de que con esta práctica se estimulan los músculos atrofiados, el equilibrio y la coordinación.Apoyada en la información que obtuvo, resolvió practicarla junto con otros discapacitados para mejorar juntos su rehabilitación. Luego, en 1989, fundó la Asociación Argentina de Actividades Ecuestres para Discapacitados, en la que se enseña la equitación a personas que tienen dificultades locomotoras o sensoriales, o que padecen trastornos mentales o emocionales.Entre los aproximadamente 600 alumnos que han pasado por ella y por las diez delegaciones que ha abierto hasta hoy en el país, se han dado adelantos notables. Juan José Giannini, por ejemplo, tiene 13 años y padece cuadriparesia espástica. La equinoterapia le permitió mejorar su motricidad fina y contribuyó a que dejara la silla de ruedas y empezara a caminar, aunque con dificultad. Ha habido también paralíticos cerebrales que han abierto un poco las piernas y evitado, en consecuencia, una operación, así como autistas que han tomado confianza con el caballo y han empezado a contarle cosas como si fuera un confidente. Para un autista, este vínculo aparentemente insignificante es un enorme avance.Hay un beneficio mayor. Cuando los chicos aprenden a montar, experimentan un sentimiento de independencia y autoestima que les deja una huella para el resto de su vida."Su progreso y el cariño que devuelven resultan muy gratificantes", dice María de los Ángeles, que habla como galopa: segura, con la boca hecha sonrisa.— ALEJANDRO ELNECAVÉ