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julio 22, 2012
Serie Alquimia, óleo sobre lienzo, 205 cm x 162 cm. 1995Correspondiente a la edición de Diciembre de 1995He plantado para siempre mi caballete ante este paisaje: el cuerpo como paisaje del dolor, de lo innombrable.
Por Mónica Vorbeck De la Torre.Guillermo Núñez es un pintor comprometido. Producto de una situación concreta individual, su pintura se torna en documento de la situación cultural, social y política de nuestro tiempo. Los signos figurativos que emergen del apasionamiento de la forma se levantan como espanto frente al dolor y al error irracional de la existencia del hombre actual. En ellos radica la cualidad documental de la obra y su función moral. Es una necesidad interna la que sustenta la obra de Núñez. El es un pintor que ha asumido incondicionalmente su quehacer artístico como medio de registro, denuncia y testimonio. Más que una intencionalidad estética, su pintura posee una intencionalidad expresiva.
Nacido en Chile en 1930, realiza sus estudios en Santiago y complementa su formación en Praga a inicios de los sesenta. El automatismo psíquico del surrealismo le brinda el punto de partida y le conduce a similares representaciones vegetativas y paisajísticas. En la obra de los años 60 se puede percibir el impacto de Matta y Lam, pero su factura es más violenta y sus configuraciones espinosas son exasperadas, como en la serie América , que trata de las masacres en nuestro continente. Y si en un comienzo los valores pictóricos son tratados aun en un sentido tradicional, pronto va a irrumpir una gestualidad expresiva. Aparecen signos de una naturaleza figurativa, angustiantes apariciones, rudimentos evocativos del cuerpo humano desmembrado por la violencia (Se disputan con ira , 1964).En estos años Núñez escribe: "Pintar es una acción comprometida. Pinto porque no quiero ser masacrado, ni fusilado, ni torturado; quiero decir ¡No! al hambre, a la bestialidad, a la bomba atómica, a los cuerpos destrozados. Un pintor tiene una responsabilidad con su época y quiero tomar la mía". La pintura es para él "una aventura sin conformismos, sin posiciones preestablecidas: sólo el sentimiento -que abandonando todo símbolo- recrea el instante mismo del dolor, la angustia, la violencia." Sentimiento que se expresa en la espontaneidad e inmediatez de la ejecución, en el trazo dinámico de los elementos de acción que obedecen a un dictado interno. La cercanía con el expresionismo abstracto es evidente.
Serie Alquimia, serigrafía, 100 cm x 70 cm. 1995A mediados de esta misma década, una larga estadía en Nueva York impregna de elementos del pop art a su pintura. ¿Morir por Saigón? (1966) conjuga, por medio del procedimiento serigráfico, una fotografía de guerra y la geometrización de recuadros derivados del comic, con su abstracción orgánica. Logra así un mensaje.más directo que corresponde a la urgencia de su protesta: "Yo no pinto, soy una máquina registradora de los hechos que rechazo; y así los muestro". La abstracción expresiva desaparece después para dar primacía al lenguaje pop, pintura plana de grandes superficies y colores intensos, que cuestiona temas de actualidad: Vietnam, colonialismo, discriminación, medios de comunicación, etc.En 1970 participa en la campaña que da el triunfo a Allende. Es nombrado Director del Museo de Arte Contemporáneo, donde trabaja intensamente por una mayor participación popular en la cultura. A raíz del golpe militar es arrestado durante cinco meses, en los cuales es obligado a permanecer día y noche con los ojos vendados, en condiciones infrahumanas. De nuevo detenido después de una 'peligrosa' exposición (objetos empaquetados, amarrados y enjaulados) en marzo de 1975, es expulsado del país. Doce años durará el exilio en Francia.
Serie Alquimia, óleo sobre lienzo, 230 cm x 162 cm. 1995El encierro y la tortura, el dolor físico y la aniquilación moral se expresan en las monstruosas imágenes de su Diario de Viaje, posteriormente retitulado El Jardín de los Jardineros, donde retoma un lenguaje surrealista, vehículo de la irracionalidad y de lo absurdo: no es el hombre sino su animalidad, sus instintos más brutales y primitivos los que Núñez representa en estos acrílicos sobre papel, poblados de personajes blancos sobre fondo negro, monstruos de un baile demoníaco, sexual y amenazante.Hacia el año 1976 el impacto de su vivencia se va a plasmar en pinturas de espacios geometrizados y planos, que se encuentran en dramático contrapunto con el tratamiento pictórico de superficies evocativas de la tortura: carnes sanguinolentas,vísceras y muñones, cuyos gritos y aullidos parecen rebotar en la indiferencia de los planos geométricos (Esculpir con el dolor un tremendo grito de esperanza, 1976) . No hay separación estricta entre el ámbito figurativo y el no representacional: en ambos desarrolla un lenguaje de gran sensibilidad, tanto para la linealidad pura como para la línea orgánica.Su trabajo se concentra en torno al testimonio de la tortura y la represión, experiencia individual que trasciende a la colectividad. En 1979 comienza una larga serie de serigrafías destinadas a ser intervenidas, Summa Arqueológica, origen de otras series posteriores como ¿Qué hay en el fondo de tus ojos? ( 1984) y Alquimia, (empezada en 1993)."Volver a reconstruir cada día ante mis ojos los días de los ojos vendados en un cajón hediondo, aislado del mundo: la prisión, el miedo, la muerte acechante. La condena de ver y sentir la tortura aullando junto a uno. Rearmar este paisaje incoherente hoy, pero incrustado en cada célula del cuerpo y la memoria transformada ya en una mitología alucinada del ser. Este paisaje agredido que es de todos, que es de muchos".
Serie Alquimia, serigrafía, 157 cm x 110 cm. 1995El expresionismo abstracto es el marco referencial. Los impulsos que emergen del subconsciente y la memoria dictan las formas y los símbolos. No trabaja en forma convencional, se impone un plan de trabajo metódico: Alquimia, p. ej. consiste de una serie de 47 serigrafías, de una edición de 30 ejemplares cada una, que han sido intervenidas. Tiende así a objetivizar el proceso de pintar, el proceso mismo del 'hacer'. Mantiene en un cauce formal la espontaneidad de la expresión, el sentimiento desbordante. La rigurosa disciplina le permite una reacción cada vez más precisa sobre el proceso de creación que no permite el error ni correcciones posteriores que destruyan la inmediatez de la factura. Lucha así en el ámbito del descontrol por control. Surgen signos, formas, que permiten asociaciones figurativas. Cada signo formal se desarrolla en una secuencia lógica de paralelismos, encuentros y desencuentros. Núñez construye, destruye y crea, extrae todas las posibilidades de su lenguaje, rescata todos los estratos, de la memoria. El ritmo empezado es infinito. No hay monotonía posible, sino desarrollo constante de estructuras rítmicas. Y la improvisación posee carácter protocolario como registro y acta de lo vivido. O como lo concebía Michaux: para retener las vibraciones del espíritu inaccesibles al lenguaje.