BALDUINO, REY DE CORAZONES
Publicado en
julio 22, 2012

Gracias a su nobleza y generosidad, se ganó el cariño de los belgas.
Por Lawrence ElliotLA NOTICIA de la muerte del rey Balduino cae sobre Bélgica como un rayo. Muchos observadores piensan que el único factor aglutinante en esta ingobernable mezcla de flamencos y valores, clanes divididos por el idioma y el pensamiento, es el afecto que le profesan a su Rey. ¿Qué sucederá ahora? ¿Se fragmentará la nación?
A la mañana siguiente del triste anuncio, el 1 de agosto de 1993, hay una montaña de flores frente al palacio real de Bruselas. Innumerables personas que no se conocen forman grupitos en la calle para consolarse. Balduino reinó durante 42 años, más que cualquier otro soberano europeo, y su pueblo llora no solamente al símbolo perdido de la unidad nacional, sino al hombre digno y bondadoso que ha formado parte de sus vidas.Todo ese día, las imágenes de la televisión evocan la vida pública del Rey y sus aflicciones privadas: Aquí aparece en África, proclamando la independencia del Congo Belga... Allá, el día de su boda... Más allá se ve al joven tímido y profundamente religioso que en 1951 prestó juramento como rey.Balduino no deseaba el trono, pero comprendió que era su deber. Tenía la paciencia de un conciliador y una singular compasión por sus súbditos más débiles. En una ocasión en que se refirió a los trabajadores turcos y marroquíes del país como conciudadanos, sus detractores lo llamaron despectivamente "rey de los inmigrantes".Y no lo tomó a mal. "Soy rey de todos", dijo.El duelo de los belgas dura siete días. La gente hace fila frente al palacio y aguarda horas enteras para pasar frente al féretro. Una mujer sale con los ojos enrojecidos: "Lo quería como si fuera de mi familia. Vine a despedirme de él".El séptimo día, 100,000 personas bordean el camino que lleva a la Catedral de San Miguel para ver pasar el cortejo fúnebre; miles más caminan detrás de él. Pocas veces se ha visto tan augusta congregación de reyes, reinas, presidentes y primeros ministros. El cardenal Godfried Danneels, primado de la Iglesia Católica de Bélgica, celebra la misa de réquiem.Quienes esperan unas exequias solemnes se llevan un chasco mayúsculo. La estrella flamenca de rock, Will Tura, y el valón Julos Beaucarne son los que cantan en la ceremonia. Y la Reina viuda viste de blanco, pues quiere que el funeral sea una fiesta de esperanza.El único personaje de la política a quien se le pide hablar es Paula D'Hondt. "Estamos rindiendo homenaje a un hombre noble", dice. "Se acercó a todos los crucificados de nuestra sociedad: los que padecen infortunio, los que están solos, los que carecen de hogar. Era la esperanza de esta gente, y su llama no debe extinguirse".BALDUINO nació en 1930 —centenario de la independencia de Bélgica—, y el acontecimiento se celebró con bombo y platillos. Era el primogénito de Leopoldo, el príncipe heredero, y de Astrid, la popular princesa sueca. Su abuelo, el rey Alberto I, fue muy querido por su heroica resistencia frente a los alemanes durante la Primera Guerra Mundial.Pero la vida del joven Balduino habría de encontrarse con la tragedia. Su padre ascendió al trono en 1934, a raíz de que Alberto I murió mientras escalaba una montaña. Balduino pasó a ser heredero de la corona a la edad de tres años. Luego, una semana antes de su quinto cumpleaños, su madre murió en un accidente automovilístico.Leopoldo mismo supervisó la estricta educación del príncipe heredero. Cada mañana, el rubio muchachito se trasladaba desde la residencia real, en Laeken, hasta el inmenso palacio de Bruselas, donde asistía a clases con otros tres niños. Luego, en mayo de 1940, los alemanes atacaron el país, y la infancia del príncipe se terminó.Estando en guerra Bruselas, el Rey envió a sus tres hijos al extranjero. El avance del ejército alemán los obligó a desplazarse una y otra vez. De lo que no pudo protegerlos Leopoldo fue de la desgarradora noticia de la rendición de su ejército. Balduino no cumplía aún diez años, pero le dolió en el alma ver que tacharan de traidor a su padre.La victoria de los Aliados trajo consigo un grave conflicto entre los súbditos de Leopoldo: los flamencos del norte querían que volviera al trono; los valones, en cambio, se oponían rotundamente. Durante cinco penosos años, Leopoldo aguardó con su familia en Suiza a que le pidieran que volviera al país.Por fin, en un referendo que se llevó a cabo en 1950, una enclenque mayoría votó por él. Sin embargo, a su regreso a Bruselas las protestas se convirtieron en disturbios y, ante la inminencia de una guerra civil, Leopoldo abdicó en favor del príncipe heredero. Balduino pasó a ser así el quinto rey de los belgas. Tenía apenas 21 años.El nuevo monarca, más niño que hombre, no tenía trazas de rey, pero luchó a brazo partido por dominar su nuevo papel. Poco a poco se granjeó la confianza y el afecto de sus súbditos, pues nadie podía negar que se interesaba por ellos. En una ocasión en que el Mar del Norte, henchido por las tormentas, derribó los diques costeros, Balduino fue a consolar a los sobrevivientes. Tiempo después, una mina de carbón hizo explosión cerca de Lieja, y él acudió de inmediato al lugar de los hechos. Durante un catastrófico incendio en una tienda de departamentos de Bruselas, se personó en el sitio del desastre para brindar su apoyo moral a los rescatadores. Más tarde visitó a las víctimas en el lecho de dolor, y en sus ojos se advertía una profunda tristeza.Salió en los periódicos bebiendo cerveza en una fiesta y pilotando un avión de caza. Era un incansable esquiador y tan buen golfista, que en dos ocasiones participó con el equipo belga en torneos internacionales.SU VIDA COTIDIANA estaba consagrada a las labores monárquicas. El almirante Edmoñd Poullet, quien fue mucho tiempo edecán de Balduino, recordó: "Quería estar enterado de absolutamente todo lo que sucediera. No paraba de hacer preguntas". La mayoría de los participantes salían de las reuniones verdaderamente exhaustos.Todos los días laborables, a las 9 de la mañana, Balduino se reunía en palacio con el jefe de su pequeño gabinete político. A diario recibía a políticos, maestros, empresarios y dirigentes sindicales, y él era quien planteaba las preguntas, pues quería estar seguro de haber comprendido cabalmente las inquietudes de sus visitantes. La libretita de espiral que extraía de su bolsillo para tomar notas se volvió legendaria. Luego, Balduino solía exclamar: "¡Vaya que he aprendido!"Viendo que ya casi tenía 30 años y seguía soltero, la prensa se puso a especular. Entonces apareció en su vida la encantadora Fabiola de Mora y Aragón, de España. La boda de ambos, celebrada en 1960, unió al pueblo. Después se supo que Fabiola estaba encinta, y la nación se regocijó... y lloró luego con la pareja cuando la Reina perdió a su bebé. Nunca tuvieron hijos. Al cabo de 20 años, el soberano dijo, reflexionando sobre este hecho: "Durante mucho tiempo, la Reina y yo tratamos de entender el significado de esta pena, hasta que comprendimos que la falta de hijos dejaba más lugar en nuestros corazones para todos los niños".Cualesquiera que fueran sus aflicciones personales, Balduino sabía disfrutar de la vida. Contaba chistes y soltaba agudezas como el mejor. En cierta ocasión llegó al Teatro Nacional para ver un drama cuyo tema estaba de moda, El testamento de Lenin. En el escenario se iba a colocar un enorme retrato de la deidad comunista y, además, se iba a tocar el himno revolucionario, La internacional. Sin poder ocultar su nerviosismo, el director le preguntó al Rey:—¿Le resultará esto incómodo, Majestad?—No, mientras no me obliguen a ponerme de pie —contestó este.Lejos de flaquear, su fe religiosa dio varias veces prueba de solidez, como aquella en que el parlamento presentó un proyecto de ley para despenalizar el aborto. Incapaz de firmar dicha ley, Balduino abdicó.—¿Acaso la libertad de conciencia vale para todos, menos para el rey? —le preguntó al parlamento.Este permitió que el proyecto se convirtiera en ley sin la ratificación del monarca y, después, por unanimidad, restituyó a Balduino en el trono.Trascurrieron los años. En 1976, en vísperas del vigésimo quinto aniversario de su gobierno, Balduino rechazó los obsequios que en esos casos ofrece el pueblo belga. A cambio de ello, aceptó que le patrocinaran la Fundación Rey Balduino, creada para apoyar empresas que significaban mucho para él: la lucha contra la pobreza, la ayuda al Tercer Mundo, la rehabilitación de los centros urbanos...Pero la primera de sus preocupaciones era el pueblo. En 1985, cuando la pareja real celebró sus bodas de plata, se ofreció una recepción para 1000 personas en palacio. Entre los invitados se contaban varios ciudadanos belgas comunes y corrientes que se habían casado o habían nacido en 1960, año en que se desposaron los Reyes. Más de uno llegó a la reunión sin acabar de creer que lo hubieran invitado, y se marchó después con la certeza de que jamás olvidaría la velada.A fines de 1988, cuando Balduino nombró a la ex ministra Paula D'Hondt presidenta de una comisión encargada de integrar a los inmigrantes en la sociedad belga, los políticos racistas estaban ganando las elecciones con la promesa de devolver a los inmigrantes a sus países. Durante los cuatro años de vida de la comisión, la señora D'Hondt debió soportar burlas y amenazas. Un día le informó al Rey que iba a renunciar. Mientras él la escuchaba en silencio, ella volvió a percibir el fuerte compromiso del monarca con esta búsqueda de la justicia, y comprendió que no podía abandonar el proyecto. "No podía fallarle al Rey", declaró la señora D'Hondt.Sus recomendaciones, publicadas en 1993, dejan ver el cruel mundo en que vivían los inmigrantes. Merced a Balduino, creció el número de belgas convencidos de que los trabajadores inmigrantes y sus hijos merecían igualdad de trato.Tiempo después, una mujer llamada Patsy Sorensen, quien había hecho de su casa de Amberes un albergue y centro de orientación para prostitutas, recibió un telefonema del palacio. El Rey, le informaron, deseaba visitar su centro y charlar con algunas de las chicas a las que ella socorría.El monarca se presentó el 28 de octubre de 1992, acompañado de Paula D'Hondt y de la periodista Chris de Stoop, quien acababa de escribir un libro sobre la prostitución obligada. Cinco jóvenes les contaron sus historias: procedían de familias pobres de Asia y de Europa Oriental, y habían sido atraídas con promesas de empleos; pero, una vez en Bélgica, sin dinero ni visa y endeudadas con los delincuentes que les habían pagado sus boletos de avión, habían pasado a ser poco menos que prisioneras en los burdeles operados por aquellos.Balduino estaba indignado y asqueado. Luego, la señora Sorensen le refirió cómo había logrado rescatar a algunas de esas mujeres y le dijo que, pese a haber llamado a mil puertas, ninguna agencia del gobierno le había tendido la mano.En cuestión de horas se convocó a jueces, jefes de policía y otros funcionarios al ayuntamiento de Amberes, donde el Rey pidió a Luz Oral, una prostituta filipina, que les narrara su historia. Acto seguido, preguntó a los servidores públicos qué se podía hacer.Antes de un mes las autoridades otorgaron visas temporales a las cinco jóvenes, para que ya no temieran escapar. Después se asignaron fondos para un albergue. Una nueva comisión parlamentaria investigó la manera de acabar con el vergonzoso tráfico de mujeres."Sus poderes políticos eran los de un monarca constitucional y, en consecuencia, estaban limitados por la ley", apuntó el barón M. Didisheim, presidente de la Fundación Rey Balduino; "pero, después de haber reinado durante 40 años, nadie en Bélgica ejercía más influencia moral que él".EN AGOSTO de 1991, el Rey se sometió a una operación de próstata, y en el siguiente marzo, a cirugía de corazón abierto. Sin embargo, para fines de año había vuelto a asumir todos sus deberes. Luego, en la mañana del 1 de agosto de 1993, Paula D'Hondt aguarda en el auto mientras su esposo compra pan. Un minuto después, este sale de la panadería con el rostro desencajado.
—El Rey ha muerto —le dice.—¿Qué rey?La mujer se niega a aceptar la terrible verdad.—Tu rey; nuestro rey —replica su esposo, y ambos se echan a llorar.El pueblo de Balduino lo llora y cavila tristemente sobre el futuro. Dignatarios de todo el mundo se congregan para rendirle homenaje. Entre ellos, de pie junto a Chris de Stoop, se encuentra la filipina Luz Oral, a quien la Reina le ha pedido que pronuncie unas palabras, señal de que no abandonará las causas de su esposo.Luz Oral se esfuerza por mantener la compostura. Apenas comienza a hablar, se le arrasan los ojos y se le hace trizas la voz. Chris de Stoop le quita con suavidad el papel de entre las temblorosas manos, y lee:"Nos obligaron a trabajar como prostitutas y nos trataron como a esclavas. Entonces vino el Rey a vernos. Le contamos que habíamos venido en busca de una vida mejor, y que habíamos terminado en la prostitución. Nos escuchó y nos ayudó. Era un verdadero rey. Era nuestro amigo".Después, decenas de miles de ciudadanos salen a celebrar su nacionalidad belga, muchos con banderas que proclaman "LA UNIDAD HACE LA FUERZA". Flamencos y valones están hermanados en su dolor y dicen en silencio: "Descanse en paz, Su Majestad".