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julio 22, 2012
MUSEO DE BELLAS ARTES, BOSTON, COLECCION ZOE OLIVER SHERMAN.Su vida estuvo llena de dramatismo, pasión y fama, y todo esto lo plasmó en una serie de elocuentes autorretratos.
Por Tom RosenthalUN JOVEN IMPETUOSO Y ALTIVO, un próspero artista de mediana edad, un anciano con actitud introspectiva... todos ellos —Rembrandt en diferentes momentos de su vida— miran fijamente al espectador. Hay cerca de 90 autorretratos; entre ellos, unos 50 óleos, 30 grabados al aguafuerte y 10 dibujos, que constituyen no menos del diez por ciento de la enorme producción del pintor. Con pocas excepciones, Rembrandt es el más prolífico autorretratista que ha existido jamás.
Rembrandt Harmenszoon van Rijn nació en Leiden, Holanda, en 1606, y pintó en promedio dos autorretratos al año durante su época más creativa.Además de ser el pintor más grande de su tiempo, fue, desde sus inicios, sumamente ambicioso. Ya de muy joven, el artista firmaba sus obras sólo con su nombre de pila, colocándose así deliberadamente en la categoría de Leonardo, Tiziano, Rafael y Miguel Ángel.En 1631, cuando tenía 25 años, se estableció en Amsterdam, una de las grandes capitales artísticas de esos días. Se alojó con un comerciante de arte, Hendrick van Uylenburgh, y en 1634 se casó con Saskia, prima de Hendrick. Ella murió en 1642, después del nacimiento de Tito, hijo de ambos. Tres años después, Rembrandt contrató como sirvienta a una joven de 19, Hendrickje Stoffels, quien fue el amor de su vida y le dio una hija, Cornelia. Jamás contrajeron matrimonio, pues, de haberlo hecho, Rembrandt habría perdido la herencia de Saskia.Pese a su éxito artístico durante todos esos años, Rembrandt fue cayendo en el caos financiero. Adquirió demasiados cuadros y grabados para su colección privada, a precios muy altos. También especuló a tontas y a locas, y se gastó una fortuna en telas, trajes y adornos para sus modelos... y para él también.Estas extravagancias lo llevaron a la quiebra. Se vio obligado a poner sus negocios en manos de Hendrickje y de Tito, con lo que se convirtió en empleado de ellos.Durante este periodo de crisis pintó menos autorretratos, pero cuando retomó el género empezó a representarse como un artista sobrio. Al parecer, los días de extravagancia y ostentación habían quedado atrás. Sobrevivió tanto a su amante como a su hijo, y murió en 1669, a los 63 años.¿Qué llevó al pintor a estudiarse tan obsesivamente durante más de 40 años? Aunque éste sigue siendo el mayor enigma acerca de Rembrandt, sus autorretratos ciertamente revelan mucho de su vida, su época y, lo más fascinante de todo, su carácter.El pintor en su estudio, 1629 (foto de arriba)
REMBRANDT hizo este autorretrato cuando tenía 23 años y aún vivía en Leiden. Su taller es sencillo, incluso espartano.
Como en buena parte de los autorretratos de Rembrandt, lo que sobresale aquí es el caballete, no el pintor. Los ojos, que normalmente pinta con sumo detalle aparecen semiocultos, lo que nos lleva a pensar que no mira el mundo con mucha confianza.Está consciente de que, si quiere estar en las filas de los titanes del arte que usaban sólo su nombre de pila, debe salir de su pueblo natal provinciano y establecerse en Amsterdam.
MUSEO DEL PETIT PALAIS, PARIS.O FOTOTECAS DE LOS MUSEOS DE LA CIUDAD DE PARÍS.Autorretrato con atavío oriental, 1631
REMBRANDT está en su época de mayor ostentación, vestido como potentado turco en la pintura Autorretrato con atavío oriental, de 1631. Es evidente su gusto por la ropa espléndida; ataviado así, se recrea en su poder. Éste es el lado presuntuoso del pintor. El perro, agregado por él posteriormente, es símbolo de posición social, ya que la cacería era un deporte de nobles.
En este momento de su carrera ya tenía alumnos, a los que pedía que copiaran sus autorretratos. Existe una copia exacta de esta pintura —sin el perro—, realizada tal vez por uno de sus alumnos.
MUSEO BRITÁNICO, LONDRES.Autorretrato, 1631
CONFORME REMBRANDT adquiere seguridad como artista, sus autorretratos empiezan a delatar su gusto por la extravagancia y el protagonismo. Este grabado data de 1631, cuando el pintor, de apenas 25 años, tomó la decisión de vivir en Amsterdam.
Se presenta aquí como el típico burgués acomodado, con su gola blanca, su capa ricamente bordada y el cabello largo que solían usar los aristócratas de la época. Pero al mismo tiempo lo vemos como el hombre apuesto, elegante y de mundo que aspira a ser; un hombre capaz de llevar con gallardía su vistoso sombrero.
COLECCION DE ARTE ESTATAL, DRESDE.Autoretrato como el Hijo Pródigo con Saskia, 1635
ESTE RETRATO DEL PINTOR y su esposa se concluyó un año después de la boda. En él se aprecia el disfrute de la buena vida. El del Hijo Pródigo era un tema que se repetía en las pinturas bíblicas de esos tiempos, pero, al representarse en ese papel, Rembrandt está haciendo gala de la osadía que le era tan característica.
Está vestido como galanteador que se da gusto luciendo su ropa fina. Tiene el rostro entero iluminado por la risa, y abraza posesivamente a su esposa. Ella, en cambio, mira a los espectadores con una sonrisa ligeramente tolerante, quizá incluso un poco acusadora.Pese a la diversión y la extravagancia, la vida en común de la pareja estuvo marcada por la tragedia. Saskia dio a luz a cuatro hijos, tres de los cuáles murieron cuando aún eran muy pequeños. Ella falleció un año después del nacimiento del hijo que sí vivió, Tito.
KENWOOD HOUE, LONDRES, © FOTOTECA ENGLISH HERITAGE.Autorretrato con dos círculos
EN 1663 MURIÓ HENRICKJE, la amante de Rembrandt, y cinco años después, Tito. De esa época de dolor, entre 1665 y 1669, data el Autorretrato con dos círculos.
Rembrandt se ha convertido en un viejo que se enfrenta a su mortalidad. Su rostro, surcado por profundas arrugas, muestra las huellas de la preocupación y la tragedia, pero el hombre aún está lleno de energía creadora. Se nos presenta como el pintor, con su gorro de lino blanco, su ropa de trabajo y sus utensilios en la mano.Este conmovedor retrato, que ha sido aclamado por los críticos de arte, se exhibe en Kenwood House, en Hampstead, Londres.Hay algo en él que atrae inexorablemente la atención de los visitantes. Tal vez sea el perdurable misterio de los dos círculos que aparecen a espaldas del artista lo que nos invita a entrar en su atmósfera. O acaso sea su mirada fuerte y directa, que nos convence de que, más que ninguno de los demás autorretratos, éste lleva el sello de la honestidad y la integridad.