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julio 22, 2012
Monumento invaluable– Gracias a M.C. Mehta, el Taj Mahal ya no sufre los estragos de la contaminación.
FOTOGRAFÍA DE IRA GEIAPLAIN.M. C. Mehta ha mostrado que, con decisión y firmeza, se puede atacar de raíz la grave contaminación que afecta al segundo país más poblado del mundo.
Por Joseph ReavesLAS AGUAS subterráneas del pueblo de Bichhri, en la India, estaban tan contaminadas que de los pozos salía un líquido turbio y repugnante, cargado de ácido sulfúrico. La gente del lugar acusó del daño a cinco fábricas que vertían sus desechos tóxicos en el suelo, pero los dueños de las empresas negaron que así fuera, y la demanda se estancó. Cuando el acusador M. C. Mehta presentó los resultados de un análisis químico que relacionaba los contaminantes con las fábricas, los representantes jurídicos de éstas siguieron negando su responsabilidad.
Mehta los escuchó alegar largamente ante el Tribunal Supremo de la India, y luego contraatacó. Apartando unos papeles que tenía sobre la mesa, tomó una botella llena de líquido ambarino y la alzó en el aire para que todos pudieran verla.—¿Qué es eso, señor Mehta? —preguntó el juez en tono molesto—. ¿Ron?—No, su señoría —contestó el abogado—. Es el agua que beben miles de personas. —Hizo una pausa, y agregó—: Prometo desistir de la demanda si el colega que está hablando bebe una sola gota de esta agua.El abogado defensor, asustado, se negó a hacerlo, y Mehta le dijo con una sonrisa:—Pues si usted no se atreve a beberla, ¿cómo puede pedir a los demás que lo hagan?Tan convincente alegato, pronunciado hace diez años, representó una victoria decisiva en la lucha por un ambiente más limpio. El tribunal ordenó el cierre de las fábricas y, por primera vez en la historia de la India, exigió a los responsables purificar el agua que habían contaminado y restaurar el medio ambiente de la región afectada.Este triunfo, y la contundente manera de obtenerlo, son el sello característico de Mahesh Chander Mehta.Durante 15 años, este abogado ha demostrado que el poder judicial puede conservar o restablecer la pureza del aire y del agua, afectados desde hace mucho por una contaminación desenfrenada que ha puesto en peligro la salud y la vida de millones de indios. En los tribunales, Mehta ha desafiado al gobierno y a miles de industrias.Algunos lo llaman "el mesías verde" y otros, un endiablado entrometido, pero nadie duda de su enorme influencia. "Ha cambiado al país", afirma Maneka Gandhi, ex ministra del Ambiente.ENCUENTRO CASUAL
Mehta, el segundo de los ocho hijos de un campesino terrateniente, nació en las montañas de Pir Panjal, en el noroeste de la India. Para ir a la escuela tenía que andar ocho kilómetros, y fueron esas caminatas solitarias por el bosque las que le inculcaron el amor por la naturaleza.
Su mayor ambición era ser médico pero su anhelo cedió ante razones prácticas. "La admisión era más fácil en la escuela de leyes", explica. Así pues, se recibió de abogado en una universidad cercana, donde cobró fama de activista de las causas sociales. Tras mudarse a Nueva Delhi, en 1983, consiguió la liberación de casi 200 niños encarcelados ilegalmente en el estado oriental de Orissa.En una reunión a la que asistió por entonces, lo abordó un desconocido para quejarse de la codicia de los abogados.—El Taj Mahal se está convirtiendo en una ruina, y a nadie le importa —le dijo de pronto, y agregó que la contaminación estaba carcomiendo el mármol blanco de este monumento del siglo XVII, obra maestra del arte indomusulmán.Aunque un tanto ofendido, Mehta tomó en serio la crítica. Como no conocía el Taj Mahal, decidió ir a Agra para comprobar si aquel hombre le había dicho la verdad.Cuando atravesó el portón de arenisca roja, quedó impresionado por la centenaria estructura de mármol, pero saltaba a la vista que la piedra estaba muy manchada.Pasó varias semanas haciendo indagaciones en las más de 2000 industrias de los alrededores y, al averiguar que casi ninguna tenía equipo para el control de emisiones contaminantes, preparó una demanda sin precedente, acusando a las compañías de arrojar al ambiente sustancias nocivas para el invaluable tesoro de la India. En 1984 promovió el juicio ante el Tribunal Supremo.Los jueces rechazaron dos veces la demanda, pero Mehta perseveró hasta que le dieron curso.
Restaurando el medio natural— Unos trabajadores se afanan en limpiar las aguas y las riberas del río Yamuna, cerca de Nueva Delhi.DESPUES de que aquel encuentro fortuito le abrió los ojos, Mehta se interesó profundamente en los graves problemas ambientales de la India. Además de lo que ocurría en Agra, se enteró de ciertos daños causados por las Industrias Shriram, fabricantes de alimentos y fertilizantes: muchos niños habían enfermado tan sólo por caminar junto a un canal de desagüe próximo a la planta de la empresa en Nueva Delhi. Mehta fue a investigar al sitio y obtuvo pruebas de que la fábrica estaba vertiendo desechos tóxicos en el canal. "Podría ocurrir una tragedia como la de Bhopal", dijo a los jueces del Tribunal Supremo en 1985, refiriéndose a la fuga de gas de la planta de Union Carbide que el año anterior había dejado un saldo de miles de muertos y lesionados.
Sus palabras resultaron proféticas. Un mes más tarde, una nube de venenosos gases de óleum escapó de la fábrica. Cientos de personas tuvieron que ser hospitalizadas y más de 4700 sufrieron efectos nocivos. El Tribunal Supremo encomendó una inspección de las condiciones de la planta a un comité de peritos, quienes después declararon que ya no representaba peligro porque los propietarios habían eliminado el desperfecto que causó la fuga.Unos trabajadores de la planta, sucios y desvelados, presenciaban, nerviosos, las declaraciones en el fondo de la sala. Mehta dejó terminar a los peritos; luego se levantó, tomó un grueso expediente y, señalando a los obreros, explicó:—Tengo en mis manos las declaraciones de estos empleados de la fábrica, quienes fueron obligados a trabajar toda la noche para levantar un muro de contención que ocultara las violaciones de las normas de seguridad.También declaró que durante la noche se habían sacado de las instalaciones más de 100 tanques de gas de cloro. Por último señaló una vez más a los trabajadores y dijo que todos estaban dispuestos a confirmar sus palabras.Al terminar las audiencias, el tribunal ordenó cerrar la planta y mandó a la empresa indemnizar a todas las personas afectadas por la fuga. Además, sentenció que, en lo sucesivo, ninguna industria podría eludir su responsabilidad si contaminaba el ambiente y ponía en peligro a los trabajadores y a la población.En la India no es fácil entablar una demanda por contaminación del ambiente. El tribunal exige una gran cantidad de documentación, que el abogado puede tardar meses y hasta años en reunir, y los acusados tienen la oportunidad de defenderse a cada paso del proceso.Por ejemplo, pasaron siete años antes de que se dictara sentencia a favor de una demanda de Mehta contra ciertas compañías trituradoras de piedra. Durante ese lapso, las plantas de los alrededores de Delhi siguieron arrojando sofocantes nubes de polvo y causando padecimientos pulmonares a muchos de los trabajadores, sus familiares y otros habitantes de la zona.Sin embargo, Mehta ha logrado impresionantes victorias. Ha entablado demandas para obligar a 250 poblaciones a construir plantas de tratamiento de aguas residuales y para detener la expulsión de desechos sólidos al río Ganges. Además, ha convencido a las autoridades de ordenar que se venda gasolina sin plomo en cuatro importantes ciudades de la India.
Lugar sagrado– Las firmes acciones de Mehta han logrado que muchos pueblos y ciudades dejen de arrojar sus desperdicios al río Ganges.NUEVE AÑOS DESPUÉS de que Mehta promovió la demanda en contra de las fábricas que estaban afectando al Taj Mahal, el Tribunal Supremo cerró todas las que utilizaban carbón y estaban situadas en el Trapecio del Taj, una reserva ecológica de 10,000 kilómetros cuadrados que se estableció alrededor del monumento. También se ordenó a las autoridades de Agra que construyeran una carretera para desviar el tráfico que pasaba por el mausoleo y que plantaran árboles para crear un cinturón verde en torno a esta maravilla del arte.
Aunque muchos acogieron el fallo con beneplácito, éste y otros juicios también le han valido críticas. Algunos lo consideran un entrometido y un hombre que se opone al progreso. De hecho, lo más probable es que sus ideas nostálgicas y aun reaccionarias sobre el desarrollo económico no atraigan a los millones de indios que aspiran a ascender a la clase media."No necesitamos que nos vengan a instalar grandes industrias de tecnología avanzada", declaró en una entrevista hace unos años. "Nuestra estrategia de desarrollo debe estar basada en las necesidades, no en la codicia".Esta peculiar concepción se opone a la necesidad del país de atraer la inversión extranjera que su desarrollo exige. Cuando se le pidió que aclarara su punto de vista, Mehta dijo a Reader's Digest: "En realidad no me opongo a las empresas multinacionales. Sólo exijo que sean muy respetuosas del ambiente. Estoy en contra de quienes contaminan, sean indios o extranjeros".Mehta recibió en 1996 el famoso Premio Ambiental Goldman y, al año siguiente, el Premio Ramón Magsaysay al Servicio Público, distinción que suele ser llamada "el Premio Nobel de Asia". Piensa utilizar el dinero recibido para fundar un instituto no lucrativo de investigación ecológica.