DISCUTA INTELIGENTEMENTE CON SU PAREJA
Publicado en
junio 10, 2012

Las desavenencias se dirimen con la cabeza, no con las emociones.
Por Daniel GolemanUNA NOCHE, estaba yo por entrar en un restaurante cuando vi salir a un hombre con expresión dura. Detrás de él, casi pisándole los talones, iba una mujer golpeándolo con los puños y gritándole:
—¡No te vayas! ¡Ven y trátame con amabilidad!Esa súplica conmovedora y totalmente incongruente refleja la triste situación de muchas parejas: furiosa por la "indiferencia" de su marido, la mujer se empeña en llamar su atención, mientras él se desentiende de sus "absurdas exigencias".En casi todos los matrimonios existen dos realidades emocionales: la de él y la de ella. Y el origen de esas diferencias, aunque es biológico en parte, también puede atribuirse a la manera tan distinta en que se enseña a niños y niñas a manejar sus emociones.Como señalan las psicólogas Leslie Brody y Judith Hall, las niñas aprenden a interpretar las señales emocionales y a comunicar sus sentimientos. Los niños, en cambio, se especializan en reprimir y menospreciar las emociones que tienen que ver con la vulnerabilidad, la culpa, el temor y el dolor.Cuando las niñas se reúnen, señala Deborah Tannen en su libro You Just Don't Understand ("No entiendes"), suelen jugar en grupos pequeños, y dan importancia a las relaciones. Los chicos, por su parte, forman grupos más numerosos, y en sus juegos negocian las jerarquías.Si un niño se lastima jugando y se echa a llorar, los demás esperan que se haga a un lado o se calme para que el juego pueda continuar. Las niñas, en cambio, corren al lado de la que llora para consolarla. Según Tannen, mientras los niños se ufanan de su autonomía, las niñas se conciben como parte de una red de vínculos y se sienten amenazadas cuando se rompen sus relaciones.En consecuencia, la mujer suele llegar al matrimonio preparada para hacer frente a las emociones, en tanto que el varón se casa sin valorar debidamente la importancia de esa habilidad en una relación.Quien comprende la brecha emocional que existe entre los sexos puede aprender a dirimir los desacuerdos. Cuestiones como la frecuencia de las relaciones íntimas, la forma de disciplinar a los hijos o cómo administrar el dinero no son las que forjan o destruyen un matrimonio. Lo que determina el éxito conyugal es la manera en que se discuten esos delicados temas.—¿Recogiste la ropa de la lavandería? —pregunta un marido.—¿Acaso soy tu criada? —responde la esposa.—No —replica él—. Si lo fueras, al menos sabrías hacer el aseo.Así discuten las parejas hostiles, señala John Gottman, psicólogo de la Universidad de Washington, quien desde 1972 se ha dedicado a analizar en su laboratorio los altibajos de unas 2000 parejas. Su objetivo ha sido identificar los lazos emocionales que mantienen unidas a dos personas, y los sentimientos negativos que pueden separarlas. En un estudio, Gottman predijo qué parejas se divorciarían antes de tres años, y acertó en 94 por ciento de los casos.Mientras los esposos conversan en el laboratorio, unos sensores registran hasta la menor de sus reacciones fisiológicas, y una videocámara enfocada en sus rostros revela los matices anímicos más fugaces. Después de la sesión, cada cónyuge observa la filmación por separado y explica lo que estuvo pensando durante la charla. Al final se tiene una "radiografía emocional" del matrimonio.La crítica áspera es una de las primeras señales de que la relación peligra, explica Gottman. Un caso ilustrativo es la respuesta sarcástica que cierta mujer dio a su marido cuando este se disculpó por llegar diez minutos tarde a casa, un día en que iban a salir de paseo con su hijita:—No importa. Así tuvimos tiempo de hablar de mi extraordinaria habilidad para arruinar todos nuestros planes. ¡Eres muy egoísta!En una pareja bien avenida, ambos se sienten en libertad de expresar sus quejas, pero lo hacen de una manera distinta. Describen qué acción les desagrada y las emociones que esta les provoca. "El día en que olvidaste recoger mi ropa de la lavandería, me hiciste sentir que mis cosas no son importantes". Hablan con franqueza, pero no se ofenden.La mujer que acusó de egoísta a su esposo abordó el asunto de un modo equivocado. En vez de criticar su conducta, lo atacó. Esto lo hizo sentirse avergonzado, despreciado y deficiente... y ponerse a la defensiva.El desprecio, el rechazo y la agresión desencadenan una especie de agobio. La persona se siente tan abrumada por la negatividad de su pareja y por su propia reacción a ella, que se sume en un estado de pesadumbre y descontrol. Ya no escucha objetivamente ni responde con lucidez. Le cuesta trabajo ordenar sus ideas y acaba gritando.Es malo reñir, pero es peor huir, sobre todo cuando la "huida" consiste en enconcharse y guardar silencio.En casos extremos, la gente levanta muros a su alrededor, retirándose de la conversación y permaneciendo ajena a todo. En 85 por ciento de las parejas del estudio de Gottman, era el marido el que se "amurallaba". Si esta actitud se vuelve habitual, la relación estará destinada al fracaso porque se cancela toda posibilidad de resolver los desacuerdos.Gottman y sus colegas han observado que los varones se sienten más agobiados que las mujeres ante las críticas de su pareja. Así, segregan más adrenalina, y el efecto de esta en su organismo tarda más en disiparse.Según Gottman, una razón por la que los hombres tienden más a amurallarse es que así se protegen del agobio. El psicólogo observó que, en cuanto los maridos adoptan esa actitud defensiva, su ritmo cardiaco disminuye unos diez latidos por minuto, lo cual les produce alivio. Pero, al mismo tiempo, la frecuencia cardiaca de sus esposas aumenta a un grado que indica un intenso estrés.Curiosamente, cada sexo busca consuelo en actitudes opuestas. De tal suerte, los hombres eluden las confrontaciones, en tanto que sus mujeres las buscan.¿Qué pueden hacer entonces las parejas para salvaguardar el cariño que se profesan? He aquí lo que los expertos aconsejan al varón y a la mujer, y algunas reglas comunes:Para el hombre: no rehúya el conflicto. Comprenda que el hecho de que su esposa exprese lo que le desagrada puede ser un acto de amor, un intento de proteger la relación. El enojo no entraña necesariamente un ataque personal. A menudo, la vehemencia emocional de la mujer sólo indica la intensidad con que vive el problema, y no por fuerza que esté insatisfecha con usted.Cuídese de esquivar la discusión ofreciendo de inmediato una solución. A una mujer le importa más saber que su esposo la entiende que saber que está de acuerdo con ella. Cuando percibe que su marido la escucha con genuino interés, se calma con mucha más facilidad.Para la mujer: vaya al grano. Las esposas suelen manifestar sus quejas con demasiada intensidad. En vez de lanzar iracundas críticas personales, diga claramente qué comportamiento le molesta. También es saludable que exprese su queja luego de asegurarle a su marido que lo ama.Para no apartarse del tema durante una discusión, conviene que los dos observen las siguientes normas:Cíñanse a un solo problema. Procuren no traer a colación agravios del pasado. No se aparten del asunto que les interesa tratar y dejen que cada uno exponga su punto de vista.No se alteren. Convengan en hacer una pausa a la primera señal de agobio, y durante ese receso traten de relajarse o distraerse.Concéntrense en el fondo del asunto; no en la forma. Hagan caso omiso del tono hostil para captar la esencia del mensaje. Por lo común, la vehemencia en la expresión no denota agresión; más bien indica que el asunto importa, y mucho. Sin embargo, si las palabras se vuelven insultantes, hay que dejar la discusión para otro momento.Sean espejo del mensaje del otro. Existe una manera muy eficaz de escuchar sin ponerse a la defensiva: cuando uno de los cónyuges expresa una queja, el otro la repite con sus propias palabras, tratando de captar no sólo la idea, sino los sentimientos que la acompañan. El resultado es que el agraviado se siente emocionalmente comprendido y validado.Pónganse en el lugar del otro. Un excelente modo de evitar que una pelea suba de tono es hacerle notar a la pareja que uno puede ver las cosas desde su perspectiva. Otro es reconocer las fallas y ofrecer disculpas. Al menos, haga sentir a su pareja que la está escuchando y que acepta las emociones que manifiesta, aunque no comulgue con ellas.En los periodos de armonía, reconozca en su cónyuge cualidades que usted aprecia de veras, y dígaselas. Esto no sólo ayudará a que su pareja se sienta bien, sino que servirá de colchón emocional para que los dos actúen con mayor tolerancia cuando surjan desacuerdos.
Como todas estas técnicas deberán aplicarse al calor de una discusión, conviene practicarlas en los momentos de calma. Así las tendrá a la mano cuando las necesite, para que sus discusiones sean justas y su matrimonio no se debilite.CONDENSADO DE "EMOTIONAL INTELLIGENCE". ©1995 POR DANIEL GOLEMAN, PUBLICADO POR BANTAM BOOKS, DIVISIÓN DE BANTAM DOUBLEDAY DELL PUBLISHING GROUP, INC., DE NUEVA YORK. ILUSTRACIÓN: CARY HENRIE.