Publicado en
mayo 27, 2012

Hay ilusiones que se cumplen.
Por Pieter-Dirk Uys¿QUIÉN DICE que los sueños no se hacen realidad? El héroe de mis mocedades, allá en Sudáfrica, era el entonces primer ministro, Hendrik Verwoerd. Tanto lo admiraba, que puse su foto en la pared de mi cuarto. Poco después compré una revista de cine y descubrí a una despampanante italiana llamada Sofía Loren. Como tenía mejores piernas que el primer ministro, ocupó su lugar. Y allí sigue hasta hoy.
Fui a Roma por primera vez a la edad de 16 arios. Con otra foto de revista en la mano, me lancé a la calle en busca de Sofia. En la imagen aparecía asomada por una ventana, saludando a la cámara, sobre el fondo de unas ruinas romanas y un farol profusamente adornado. Me puse, pues, a recorrer la ciudad y no paré hasta dar con el farol.Ella no se hallaba en casa, y le dejé un recado: "Querida señorita Loren: Yo vivo en Ciudad del Cabo y la amo".En mi país me aguardaba carta suya, muy dulce. Yo le contesté de inmediato, y así comenzó una extraordinaria amistad epistolar. Al principio yo le prodigaba efusivas muestras de admiración, y ella me lo agradecía amablemente. Luego fui creciendo y contándole cuanto me ocurría.Mi madre falleció de improviso, y ni siquiera me dio tiempo de llorarla, pues tuve que hacerme cargo de mi familia. Le escribí a Sofía, y sus palabras me brindaron el consuelo que tanta falta me hacía.A fines de los años 60 me mudé a Londres para estudiar cine, y allí escribí el guión de una película para Sofía. Ella me contestó, comentando con detalle el guión y explicando que no le parecía adecuado para ella. No obstante, me alentaba a seguir trabajando. "Nada es fácil", decía.Más tarde regresé a Sudáfrica para dedicarme a hacer guiones. Cada vez que creaba un personaje tenía en cuenta a Sofía, pero ninguno le venía bien. ¿Cómo iba a representar a una matrona afrikáner?, ¿a una madre o una hija afrikáner?En 1974, estando en París, pasé por su apartamento y le dejé un poco de té de rooíbos y el nombre del hotel donde me hospedaba. Más tarde me llamó y me invitó a visitarla. Pasé tres horas aseándome y acicalándome en el baño, y luego subí a pie hasta la avenida Jorge V, sudando a mares y oliendo probablemente a corredor de maratón.Cuando entró en la sala y al fin la conocí en persona, fue como si el cartel se hubiera desprendido de la pared de mi cuarto y hubiera cobrado vida.Sus pequeños llegaron a mirar las estampillas que yo les había llevado.—Un colmillo de elefante! —exclamó Eduardo, sosteniendo una estampilla al revés.—No. Es un monumento al afrikaans, mi lengua —lo corregí, y nos pusimos a mirarlo con aire solemne.—¿Un monumento a su lengua? —se sorprendió Sofía.Asentí, orgulloso, con la cabeza.—¿Por qué? ¿Está muerta?Desde ese día nos hemos visto siempre que coincidimos en una ciudad, pero no fue sino hasta hace poco cuando presenció uno de mis espectáculos. A su familia y a ella les habían encantado los vídeos que les había enviado, así que, cuando monté un espectáculo en Los Ángeles en abril de 1993, la llamé a su rancho para invitarla.Y mientras representaba mi sátira política ante un lleno de 800 personas, reconocí en la tercera fila el rostro del cartel.Durante el intermedio fue a verme, y su belleza, calidez y naturalidad me dejaron alelado. Al término del espectáculo volvió a los camerinos con su hijo Eduardo, que ya era todo un hombre.Fue un momento maravilloso cuando ella se marchó y los camerinos quedaron vacíos. Mis personajes —Evita, Winnie Mandela, Margaret Thatcher y John Major— volvieron a su caja, y yo salí a contemplar el famoso letrero que está sobre una ladera de Hollywood. De pronto volví a ver al chico afrikáner de 13 años que quitaba la foto de un primer ministro de la pared de su cuarto para poner en su lugar a una rutilante estrella de cine italiana.Treinta y cinco años después, el perfume de la actriz flotaba a mi alrededor, y yo aún sentía en la mejilla el contacto de sus labios.¿Quién dijo que los sueños no se pueden hacer realidad?©1993 POR PIETER-DIRK UYS. CONDENSADO DEL "SUNDAY TRIBUNE" (27-VI-1993), DE DURBAN, SUDÁFRICA.
FOTO: ©SUPERSTOCK.