UN TERRIBLE ESTRUENDO DE METAL
Publicado en
marzo 04, 2012

La señora iba atendiendo a un niño, mientras conducía el auto a 80 k.p.h.
CONDENSADO DEL "TIMES" DE NUEVA YORK (13-VII-1996), © 1986 POR THE NEW YORK TIMES CO., DE NUEVA YORK, NUEVA YORK,Por Sue Morrow FlanaganHOY FUE uno de esos días que son el terror de las madres que trabajan. Para empezar, mi hijo de dos años se lastimó una pierna por andar saltando sobre la cama. Tuve que cancelar mis citas de negocios matutinas para poder llevarlo al médico.
Cuando supe por las radiografías que no había ningún hueso roto, pasé a comprar comida preparada para llevar a casa, y emprendí el regreso por la autopista, preocupada por los compromisos que tenía que atender aquella tarde. El niño iba en la parte trasera del auto, justo detrás de mí, en un asiento infantil y sujeto por el cinturón de seguridad. Tenía hambre, así que le pasé un cartón de leche."¡Ay, mamá, se me cayó!" Sujeté fuertemente el volante con la mano izquierda mientras trataba de concentrarme en el camino y, al mismo tiempo, con la mano derecha le di dos servilletas. Luego, por pasarle un pedazo de pollo, no me di cuenta de que había una camioneta abandonada a la orilla del camino. De pronto, el mundo estalló con un terrible estruendo de metal. Y después... silencio.Mi auto había dado un giro de 180 grados y se había detenido. A través del resquebrajado parabrisas, vi los vehículos que circulaban por tres carriles. El lado derecho de la parte delantera de mi automóvil había desaparecidoAunque me dolía todo el cuerpo y tenía la boca llena de sangre, logré desabrochar mi cinturón, salir del vehículo y coger al niño. Estaba consciente y aterrorizado. "Mamá...", musitaba quedamente. Lo saqué y me apresuré a subir por el terraplén, abrazándolo con fuerza y observando los escombros de lo que había sido nuestro auto.Corrimos con suerte. Habíamos logrado sobrevivir al percance, y al día siguiente volveríamos a la normalidad.Aquella noche la pediatra de mi hijo me telefoneó para preguntar cómo seguía la pierna del niño.Cuando le describí el accidente y mi torpeza al tratar de atender al niño mientras conducía a 80 k.p.h., me habló del caso de otra madre que había hecho lo mismo el invierno pasado. Para ella y dos de sus tres hijos, no hubo otro mañana.No tengo respuestas fáciles sobre lo que un conductor ha de hacer cuando los niños se pelean, gritan o piden comida. Ni sé cómo una madre que trabaja ha de enfrentarse a todas las exigencias y presiones que la agobian. Pero sí sé que conducir y atender al mismo tiempo a los niños puede ser mortal, a menos que sea usted muy, muy afortunada... como yo.