Publicado en
febrero 12, 2012
En este año se cumple un siglo de la muerte de este dinámico y contradictorio genio, pero sus obras maestras literarias y su visión de la libertad aún perduran.
Por Jean-Marie JavronEN EL centésimo aniversario de su muerte, Víctor Hugo —poeta, novelista, dramaturgo, crítico, político— aún parece como sus contemporáneos lo vieron: un coloso. La riqueza de su obra sigue pasmándonos: 48 volúmenes traducidos por lo menos a 44 idiomas, y de los cuales se han vendido decenas de millones de ejemplares en todo el mundo.
En realidad, la estatura literaria de Víctor Hugo es hoy de mayor magnitud. Como dijo el poeta y filósofo Paul Valéry: "Nadie como él ha poseído y ejercido en tal medida la facultad de poder decirlo todo". Jean-Paul Sartre lo conceptuó "el soberano indiscutible de su siglo". Y el poeta Philippe Soupault sostiene en nuestros días que Víctor Hugo, por la defensa que hizo de los oprimidos, "permite a quienes sufren protestar".Nacido en 1802, el tercero de los hijos del general Léopold Hugo y de Sophie Trébuchet, Víctor fue un niño tan enfermizo, que sus padres pensaron que pronto moriría. Pero luego compensó con creces sus endebles primeros años. Al cumplir los 14, el muchacho era ya un prolífico poeta, autor de una tragedia en verso y de poemas que llenaban 11 cuadernos. Por si esto fuera poco, en él la capacidad de trabajo iba aparejada con la agudeza de raciocinio... y ya estaba consciente de cuán alto podía volar. "Quiero llegar a ser un Chateaubriand, o nada", escribió a los 15 años, refiriéndose al escritor francés más importante de la época.Chateaubriand dirigía entonces el periódico Le conservateur ("El conservador"); Víctor y sus hermanos, Abel y Eugéne, fundaron una revista a la que llamaron Le conservateur littéraire. En 16 meses, el joven Hugo publicó 112 artículos y 22 poemas firmados con 11 diferentes seudónimos, y así, casi él solo, llenaba las páginas de su publicación. Que su tema fuera la crítica teatral, la literatura extranjera o la política, la madurez y la amplitud de conocimientos del joven escritor eran asombrosas.A los 21 años era ya autor de cierta fama. Tras leer Han de Islandia, la primera novela que Hugo dio a la estampa, el poeta Alfred de Vigny escribió: "He aquí una gran obra, hermosa y perdurable". A una obra maestra siguió otra obra maestra: la novela titulada Bug-Jargal, escrita cuando el autor contaba 24 años; el drama en verso Cromwell, que se estrenó un año después; y los poemas Les orientales, el drama en verso Marion Delorme y la novela El último día de un condenado a muerte, los compuso Víctor Hugo a la edad de 27 años.A sus 28, Víctor Hugo escribió Nuestra Señora de París en sólo seis meses, tras haber empleado tres años en hacer investigaciones acerca del París medieval. Para obligarse a dar fin a esta épica novela, guardó bajo llave toda su ropa, salvo un abrigo tejido que le llegaba hasta los tobillos. El poeta Alphonse de Lamartine, después de haber leído las aventuras de la bella Esmeralda y de Quasimodo el jorobado, escribió: "Esto es Shakespeare, en forma de novela. Es la epopeya de la Edad Media".Treinta años después, Hugo dio muestras de la misma energía al escribir Los miserables, vastísimo fresco en el que denuncia la injusticia al relatar las desventuras de Jean Valjean, de Fantine y de la hija de esta, Cosette. En esa época, el maestro ya era miembro de la Academia Francesa, y el rey Luis Felipe lo había nombrado vizconde y Par de Francia; lo habían elegido diputado ante la Asamblea Nacional. Tanta era en aquel tiempo la fama del poeta, que los jefes de Estado visitantes solicitaban conocerlo, y le ofrecían disculpas por interrumpir su trabajo. Los libros hijos de la inspiración de este genio se vendían con tal rapidez, que muchas ediciones puestas a la venta a las 8 de la mañana, al mediodía ya se habían agotado.André Maurois, el más distinguido biógrafo de Víctor Hugo, decía que habiendo empezado a leer las obras hugueanas a la edad de 15 años, durante toda su vida había seguido descubriendo "nuevos aspectos del genio del escritor", tanto en sus escritos como en el hombre mismo.Si bien el genio literario de Víctor Hugo es indiscutible, su persona estaba llena de contradicciones. "¿Víctor Hugo? ¿Cuál?" , escribió Henri Guillemin, ex profesor de literatura en la Universidad de Burdeos. Algunos de sus retratos muestran a un hombre de exquisita elegancia, mientras que en otros aparece con la cabellera desaliñada y mal vestido.Víctor Hugo era un mujeriego notorio. Enamorado profundamente de Adéle Foucher, con quien se casó cuando él contaba 20 años, escribió para ella algunos de los versos más bellos que un hombre haya dedicado jamás a una mujer:Eres tú quien me toma de la mano cuando camino entre las sombras, Y los rayos del cielo llegan a mí desde tus ojos.
No obstante, a los ocho años de matrimonio, se habían retirado a dormir en alcobas separadas. Víctor conoció luego a Juliette Drouet, una actriz a quien él describía así: "pálida, de ojos negros, joven, esbelta, deslumbradora", y que sería su amante de toda la vida; el bardo le dedicaba poemas tan sublimes como los que había compuesto para su esposa.Las relaciones de Víctor y Juliette eran un secreto a voces: todo París estaba al tanto, inclusive Adéle, quien a su vez engañaba al poeta con el mejor amigo de ambos, el escritor Charles Sainte-Beuve. Y pocos meses después de que Víctor iniciara su relación con Juliette, lo sorprendieron cometiendo adulterio con la señora Léonie Biard, joven periodista. El paso de los años jamás aminoró su ardor. Aun en sus últimos días, Víctor Hugo siguió anotando su "buena suerte" en un diario especial, que escribía en español para no horrorizar a Juliette en caso de que diera con él.La contradictoria actitud de Víctor Hugo respecto al dinero ilustra lo complejo de su desconcertante personalidad. A los 30 años de edad ya era rico, pero insistía en que Adéle llevara un registro cuidadoso de sus gastos domésticos, y todas las noches revisaba las cuentas. A Juliette, quien se pasaba los días copiando los manuscritos del escritor, le exigió que justificara la compra de una caja de polvos dentífricos, y en otra ocasión tuvo un arrebato de furia al ver a su amante con un nuevo delantal... que no era, en realidad, sino un chal viejo arreglado por ella.Con todo, Víctor Hugo tuvo fama de ser uno de los hombres más generosos de su época. A los vecinos sin recursos les obsequiaba una canastilla para el bebé; entre otros repartía carbón y carne, y una vez por semana invitaba hasta a 40 chiquillos pobres a comer con él. Justo es señalar, al tratarse de la mezquindad de Víctor Hugo, lo que él mismo escribió refiriéndose al rey Luis Felipe: "Dicen que es un avaro, pero no se le ha comprobado".El poeta fue, durante toda su vida, demasiado sincero, demasiado impulsivo y recto para comprender la política. Al ingresar a la Asamblea Nacional, en 1848, como diputado por el Partido Conservador, París atravesaba por una época de sangrientos motines. Su programa: "Estoy a favor del humilde contra el poderoso, y en pro del orden contra la anarquía", alarmó a la vez a los conservadores y a los izquierdistas. Sin embargo, cuando el general Jean-Baptiste Cavaignac sofocó brutalmente la insurrección, Víctor Hugo defendió a los presos políticos y denunció las violaciones a la libertad de prensa.Durante los meses siguientes, el gran hombre de letras protestó con vehemencia contra la pobreza, que investigó personalmente en los barrios miserables de París y de Lila. Defendió el sufragio universal cuando el Gobierno se preparaba a restringir el derecho de voto, y propuso que se abolieran la deportación por razones políticas y la pena capital. Con esto, el Partido del Buen Orden, a cuya planilla Hugo debía su elección, lo repudió como a individuo peligroso.Si bien Víctor Hugo había sido monarquista apasionado, entonces ya se había convertido en verdadero paladín del republicanismo y, a raíz del golpe de Estado de Luis Napoleón, en diciembre de 1851, el poeta huyó de París para evitar que lo detuvieran y, posiblemente, lo fusilaran. Así comenzó su exilio de 19 años: el precio que Víctor Hugo tuvo que pagar por sus convicciones.El exilio, que Hugo pasó primero en Bélgica, después en la isla de Jersey y, por último, en Guernsey, no logró acallarlo. Siguió rebelándose contra toda restricción a la libertad y a los derechos humanos. La fuerza de sus libelos hizo de él una figura política nacional, y Hugo acabó por convertirse en la conciencia misma de todos los defensores del progreso. Su libro, Napoleón el Pequeño, violenta denuncia de Luis Napoleón, que se había arrogado el título de Napoleón III, era introducido en Francia en los forros de la ropa y dentro de estatuillas en yeso del Emperador.Víctor Hugo compró su residencia en Guernsey pese a las objeciones de Adéle, y se instaló en ella con la idea de que jamás volvería a ver a su patria. El poeta escribía largas horas durante la mañana en una habitación de la parte más alta de la casa; por la tarde salía a caminar con Juliette, que vivía en una casa cercana, y se pasaba las veladas jugando a los naipes y a varios juegos de salón con otros refugiados políticos. Recibía a ríos de visitantes que le llevaban noticias de Francia. Cuando se publicó La leyenda de los siglos (un volumen de los poemas que escribió en el exilio), algunos literatos que hasta entonces se habían resistido a reconocer el genio del poeta, lo descubrieron de pronto. "Sólo Víctor Hugo ha hablado", comentó por esos días el autor Jules Renard. "Otros hombres, parlotean".El poeta regresó a París el 5 de septiembre de 1870, un día después de instaurarse la Tercera República. El fin de su exilio fue una apoteosis. Había salido de Francia con el temor de ser reconocido; ahora sabía que millares de hombres y mujeres estaban esperando su regreso. Al arribar el tren a la estación de París, la muchedumbre comenzó a recitar versos de Les chátiments ("Los castigos"). Con ojos llenos de lágrimas, Víctor Hugo declaró: "En sólo una hora, me habéis compensado por diecinueve años de exilio".Mas para el poeta, ya en edad avanzada, aquellos fueron también días de duelo. Su primogénito había muerto a tierna edad, y su hija Léopoldine se había ahogado a los19 años de edad. Adéle, su esposa, había fallecido en 1868, y Georges, nieto del escritor, no tardó en seguirla. Ahora, sus dos hijos, Charles y Francois-Victor, fallecieron en el lapso de unos cuantos meses, y a su hija Adéle, única de sus cinco hijos sobrevivientes, tuvieron que internarla, por estar medio loca. "Si no creyera yo en la existencia del alma", escribió Hugo tras el deceso de Charles, "no viviría ni un minuto más".Le quedaban Juliette y sus dos nietos, Jeanne y un segundo Georges, para solaz de su vejez. Sus nietos lo acompañaron durante las fiestas celebradas al cumplir Hugo 79 años, ocasión en que la Avenue d'Eylau fue rebautizada Avenue Victor Hugo, mientras varias orquestas tocaban la Marsellesa al pie de la ventana del bardo. El primer ministro Jules Ferry y delegaciones de las principales ciudades de Francia acudieron a felicitarlo, y al mismo tiempo 600,000 personas desfilaron frente a la residencia del gran maestro y político.El 21 de mayo de 1885, Víctor Hugo mandó llamar a sus nietos a su casa de París. El anciano los besó y les dijo: "Sed felices, pensad en mí, amadme siempre". El excelso poeta de Francia falleció al día siguiente. Sus últimas palabras fueron: "Veo una luz negra".Cincuenta y dos años después, durante la Guerra Civil española, el escritor francés André Malraux observó que algunos soldados republicanos llevaban en su bagaje ejemplares de Los miserables. En la Segunda Guerra Mundial, una partida de combatientes de la Resistencia francesa se llamó Grupo Víctor Hugo. En 1944, año en que Charles de Gaulle otorgó el voto a las mujeres de Francia, el entonces jefe del Gobierno Provisional recordó que Víctor Hugo había preconizado esta medida desde 1872. Y al ser abolida en Francia, en 1981, la pena capital, también este suceso confirmó la visión del escritor, quien había combatido contra ella durante toda su vida.Al cumplirse un siglo de su muerte, Víctor Hugo sigue siendo un hombre de nuestro tiempo.