VERDADERO SIGNIFICADO DE LA MATERNIDAD
Publicado en
febrero 26, 2012
La maternidad transformará su vida, pero no como usted se lo imagina.
CONDENSADO DE "EVERYDAY MIRACLES", © 1989 POR DALE HANSON BOURKE, Y PUBLICADO POR WORD, INC., DE IRVING, TEXAS. ESTE MATERIAL APARECIO TAMBIEN EN "GUIDEPOSTS" (MAYO DE 1990).Por Dale Hanson BourkeEL TIEMPO se le agota a mi amiga. Mientras almorzamos, comenta, como quien habla de cualquier trivialidad, que ella y su esposo están pensando en "formar una familia". Lo que expresa en realidad es que en su reloj biológico se ha iniciado la cuenta regresiva, y que se está viendo obligada a considerar la perspectiva de la maternidad.
—Estamos haciendo una encuesta —añade medio en broma—. ¿Crees que deba tener un bebé?—Creo que eso cambiaría tu vida—contesto con cautela en un tono de voz neutro.—Lo sé —declara—: Ya no podré levantarme tarde los sábados, ni salir de vacaciones cuando se me antoje...Pero eso no es lo que deseo comunicarle. Yo quiero que sepa algo que nunca aprenderá en las clases de preparación prenatal: que las heridas físicas del parto sanan, pero que convertirse en madre le dejará una herida emocional tan profunda y abierta, que quedará vulnerable para el resto de su vida. Ya no volverá a leer un periódico sin preguntarse: "¿Y si ese hubiera sido mi hijo?" Todo accidente aéreo y todo incendio le causarán inquietud. Cuando vea fotografías de niños que están muriendo de hambre, se preguntará si habrá algo peor que ver morir a un hijo.Observo sus uñas bien cuidadas y su elegante traje, y pienso que, por refinada que sea, la maternidad la reducirá al primitivo nivel de la osa que protege a su cachorro. Que el llamado urgente de "¡Mamá!" hará que deje caer su mejor pieza de cristal sin el menor titubeo.Pienso que debería advertirle que, por más años que haya invertido en su carrera, la maternidad se interpondrá en el camino de su desarrollo profesional. Podrá conseguir que alguien cuide a su hijo, pero algún día se presentará en una importante junta de negocios y la perseguirá hasta allí el dulce aroma de su pequeño. Entonces tendrá que echar mano de toda su fuerza de voluntad para no regresar corriendo a casa a cerciorarse de que su hijo está bien.Quiero que mi amiga sepa que las decisiones cotidianas dejarán de ser rutinarias; que el deseo de un niño de cinco años de ir al sanitario de varones y no al de damas, en un restaurante, puede convertirse en un gran dilema. Que las cuestiones de independencia e identidad sexual deberán sopesarse contra la posibilidad de que haya un violador de niños acechando en ese baño. Por muy resuelta que sea en la oficina, como madre nunca se sentirá segura de haber tomado la decisión acertada.Mientras que miro a mi atractiva amiga, deseo asegurarle que con el tiempo se librará del sobrepeso del embarazo, pero que nunca volverá a sentirse la misma de antes; que su vida personal, ahora tan importante, tendrá menos valor a sus ojos después de que nazca su hijo. Que renunciaría a ella sin titubeos para salvar a su vástago, pero que también deseará vivir más tiempo, no para realizar sus propios sueños, sino para ver cumplidos los de su hijo.La relación de mi amiga con su esposo cambiará, pero no en la forma que ella cree. Me gustaría que entendiera cuánto más se ama al hombre que siempre se acuerda de ponerle talco al bebé o que siempre está dispuesto a jugar con su hijo o hija. Ella debería saber que va a volver a enamorarse de su marido por motivos que ahora le parecerían muy poco románticos.Deseo anticiparle la inmensa alegría de ver cómo aprende el niño a patear una pelota. Deseo darle a conocer la risa franca de un bebé que toca por primera vez el pelaje suave de un perro. Quiero que pruebe esa alegría, tan real, que duele.La mirada inquisitiva de mi amiga me hace advertir que tengo los ojos llenos de lágrimas. "Nunca te arrepentirás", le digo por último. Luego, mientras le aprieto la mano, elevo una silenciosa plegaria por ella y por mí, y por todas las mortales mujeres que se abren camino a tropiezos por la más sagrada de las vocaciones.