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febrero 19, 2012
CONDENSADO DE "CLOSER TO THE LIGHT" © 1990 POR EL DOCTOR MELVIN L. MORSE Y PAUL PERRY. PUBLICADO POR VILLARD BOOKS DIVISION DE RANDOM HOUSE, INC., DE NUEVA YORK, NUEVA YORK.Estos niños nos enseñan mucho acerca de la vida... y la muerte.
Por el Doctor Melvin Morse, en colaboración con Paul Perry. (Los nombres de los niños se han cambiado para proteger su identidad.)ME ACERQUE al cuerpo inerte de Katie, en la unidad de terapia intensiva, y me pregunté si podríamos salvarla. Pocas horas antes habían encontrado a esta hermosa niña de siete años, de larga cabellera rubia, flotando boca abajo en una piscina.
La tomografía axial computarizada que le hicieron de urgencia reveló una masiva inflamación del cerebro. Un pulmón artificial respiraba por ella. Estaba yo seguro de que iba a morir a pesar de todos nuestros esfuerzos; pero a los tres días presentó una completa e inexplicable recuperación.Cuando ya se sentía más o menos bien, la cité en mi consultorio para hacerle un examen de seguimiento. En cuanto me presenté, la niña se volvió hacia su madre y le dijo: "Ese es el de la barba. Primero había un doctor alto que no tenía barba, y luego llegó él". Su descripción era correcta. Aunque todo el tiempo que pasó en la sala de urgencias estuvo en estado de coma, Katie nos había "visto", y había observado lo que hacíamos."Yo estaba en un cuarto grande", continuó, "y luego me llevaron a otro más pequeño para tomarme radiografías". Y se refirió con precisión a ciertos detalles, como el de tener "un tubo metido en la nariz".Asombrado al comprobar que la pequeña recordaba tantos pormenores, le pregunté:—¿Qué recuerdas de cuando estabas en la piscina?—¿Quiere usted decir, de cuando visité al Padre Celestial? —replicó.—Es un buen lugar para empezar —acepté—. Háblame de eso.—Vi a Jesús y al Padre Celestial —declaró.No sé si fue por timidez, o por la impresión que vio reflejada en mi cara, pero se turbó y ya no quiso hablar más aquel día.En la siguiente consulta, Katie me contó que no recordaba nada del ahogamiento en sí. Su primer recuerdo era la oscuridad y la sensación de estar tan pesada, que no podía moverse. En eso se abrió un túnel y apareció "Elizabeth".Elizabeth era "alta y amable". Acompañó a Katie hasta la salida del túnel, donde la niña vio a su difunto abuelo y conoció a dos mujeres llamadas Melissa y Heather.En un momento dado se le permitió a Katie vagar por toda su casa. Vio a su hermanita, aún bebé, y pensó en cuánto la quería. Elizabeth la llevó a conocer al Padre Celestial y a Jesús. El Padre Celestial le preguntó si deseaba volver a casa. Katie le respondió que deseaba quedarse con Él. Entonces Jesús le preguntó si quería ver otra vez a su familia. "Sí", contestó, y en eso volvió en sí.Katie hacía esta narración en forma convincente, pero sabía que había ocurrido algo que no comprendía bien. Tampoco yo lo entendía, y por eso empecé a investigar.Las enfermeras de la unidad de terapia intensiva me informaron que la niña había musitado continuamente dos nombres: "Heather" y "Melissa". Luego pregunté por las creencias religiosas de la familia, para ver si le habían hablado de un ángel guardián llamado Elizabeth, o de un túnel que conduce al cielo. La madre respondió con un rotundo "no". Como mormona, Katie creía en la vida eterna, pero tales imágenes no provenían en absoluto de las enseñanzas espirituales de la familia. En realidad, encontré poca semejanza entre la experiencia de Katie y cualquiera de sus lecciones de religión.Revisando literatura médica al respecto, supe que lo que le había sucedido a Katie se le llamaba "experiencia en el umbral de la muerte" (Eum), denominación que acuñó el doctor Raymond Moody en su libro Life After Life ("Vida después de la vida"), publicado en 1975. Según Moody, la EUM completa ocurre poco más o menos así: La persona sufre un ataque cardiaco y pierde el conocimiento a causa del lacerante dolor. Despierta y se encuentra flotando encima de su cuerpo, donde ve a unos paramédicos aplicarle la técnica de la resucitación cardiopulmonar.De pronto, la persona asciende por un túnel y oye un rumor, causado por la velocidad del ascenso. El viaje concluye en un jardín lleno de luz. Se acercan varías personas conocidas, felices de verla. Un ser luminoso se presenta y le ofrece una revisión tridimensional de su vida. El sujeto quisiera que esta experiencia no terminara jamás, pero se siente arrastrado de nuevo hasta su propio cuerpo.Huelga decir que la EUM es controvertible. Algunos opinan que son sólo dramas creados por la mente aterrorizada del moribundo; otros aseguran que son vislumbres del otro mundo.La experiencia de Katie, que publiqué en la American Journal of Diseases of Children en 1983, fue, que yo sepa, el primer caso documentado de una EUM en un niño.Varios meses después de conocer a Katie llevé a cabo una investigación de cancerología en el Hospital y Centro Médico Infantil de Seattle, Washington. Todavía intrigado por la EUM, ideé un estudio para responder a esta pregunta: ¿Se da la EUM en personas que no están a punto de morir?Reuní a un equipo de ocho investigadores, entre ellos, un neurólogo infantil, un psiquiatra y una trabajadora social en el campo de la medicina, con experiencia en la investigación de casos de EUM.El grupo testigo estaba compuesto de 121 niños hospitalizados y en estado crítico, pero no moribundos. El grupo de estudio quedó integrado con 12 niños que habían contemplado cara a cara a la muerte: todos habían sufrido paros cardiacos debidos a accidentes, ataques de asma, graves trastornos renales o intervenciones quirúrgicas. En las entrevistas procuré no mencionar la EUM, y me limité a hacer preguntas que permitían diversas respuestas.Tras cientos de horas de investigación, descubrí que ninguno de los niños del grupo testigo había experimentado algo parecido a la EUM. En cambio, ocho de los 12 integrantes del grupo de estudio recordaba haber salido de su cuerpo para viajar a otros lugares. Además, todos presentaron por lo menos una de las características de la EUM que describe el doctor Moody.En general, los pacientes empezaban a relatar su EUM con frases similares a la de uno que dijo: "Pues..., recuerdo que estaba flotando y me veía allá abajo. Estaba oscuro y, al mismo tiempo, había luz. Iba a alguna parte pero no sabía exactamente a dónde".Joe, muchacho de 11 años que sufrió un paro cardiaco de 20 minutos, me contestó esto: "Oí un rumor. Cuando me di cuenta, estaba acurrucado en un rincón del techo. Pude ver abajo mi cuerpo iluminado, como si hubiera una lámpara dentro de mí". Cuando una descarga eléctrica le reanimó el corazón, abrió los ojos y dijo a los médicos: "¡Me chuparon de regreso hasta mi cuerpo!"Mientras buscaba yo una explicación científica de la EUM, un colega me señaló los experimentos esotéricos realizados en los cuarentas y cincuentas por el doctor Wilder Penfield, ampliamente reconocido como líder en el campo de la neurocirugía. Cuando Penfield estimulaba eléctricamente el tejido que circunda a la región cerebral llamada cisura de Silvio, los pacientes tenían con frecuencia la sensación de no estar allí, además de que oían música y repasaban los acontecimientos de su vida.Ahora bien, Penfield no dudó en reconocer que la fuente de energía que activa la mente constituye un misterio insondable. "Está claro que, para sobrevivir a la muerte, la mente debe establecer una conexión con una fuente de energía ajena al cerebro... No resulta absurdo esperar que, tras la muerte, la mente pueda despertar a otra fuente de energía".Los investigadores del cerebro ni siquiera se han acercado a la explicación de un aspecto característico de la EUM: la luz. Casi todos los niños han declarado que, en las últimas etapas de la EUM, una luz los "envuelve" con un calor y un amor para ellos desconocidos... y que trasforman a muchos de ellos para el resto de su vida.Tal trasformación fue evidente cuando volví a entrevistar al grupo de estudio de Seattle después de ocho años de investigación de la EUM en niños. Pude comprobar entonces que se habían vuelto adolescentes especiales. Su madurez, sabiduría y sentido profundo de la vida eran verdaderamente edificantes.Joe, que ahora tiene 20 años, reconoce que es "más serio que la mayoría de los muchachos de mi edad, pero también mucho más feliz". Como otros muchos que han tenido la EUM, comenta: "Esa experiencia me ha hecho tomar conciencia de lo preciosa que es la vida. Además, me ha apartado del consumo de drogas".Abby, que tuvo una EUM durante un coma diabético, ve la vida de manera muy distinta de la mayoría de la gente. "A mí no me molestan las pequeñeces que fastidian a los demás", asevera. "Me siento tranquila y dueña de las situaciones". Y, al igual que los otros niños que pasaron por una de estas experiencias, Abby no teme a la muerte, pero anhela vivir lo más plenamente posible.Los diez años que llevo investigando las experiencias en el umbral de la muerte han alterado mi manera de concebir la medicina. No puedo asegurar que la EUM constituya una prueba de que hay vida después de la muerte. Sin embargo, es punto menos que imposible explicar ciertos fenómenos, como salir flotando del cuerpo físico y dar detalles precisos del propio paro cardiaco, si no se cree que existe una conciencia separada del cuerpo.Hoy día estoy de acuerdo con el psicoanalista Carl Jung, que en una ocasión declaró: "No debiéramos tratar de comprender el mundo sólo mediante el intelecto". El juicio del intelecto representa sólo parte de la verdad.La ciencia —por grandiosa qué sea— nos explica únicamente una parte del fenómeno de la vida y de la muerte. Los hijos de la luz nos revelan otra parte.