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enero 29, 2012

Cuando ella actuaba, el escenario se llenaba de vida y alegría. Puso a toda una generación a bailar al compás de ritmos latinos. Para mí y para millones de admiradores suyos, nunca habrá otra estrella como la Bomba Brasileña.
Por Ary Vasconcelos (distinguido periodista y crítico musical brasileño)POR TODA la Avenida Río Branco, en Río de Janeiro, los guerreros griegos y troyanos irrumpían entre las filas de "Pierrots" y "Colombinas", que se defendían con rociadores de perfume. Unos gitanos lanzaban serpentinas a un grupo de bellas odaliscas. Todo el mundo cantaba a voz en cuello las canciones de moda del carnaval de ese año: Taí ("¡Eso es!") Na Pavuna ("En Pavuna") o Dá Nela ("¡Golpéala!" ). Yo participaba en el desfile, al lado de mi madre, en uno de los coches descubiertos, unidos por cintas multicolores.
De pronto, en la acera más cercana a nosotros, vi a una hermosa mujer, disfrazada, que reía y cantaba. "¡Tai Carmen Miranda!", gritó mi madre, que la conocía desde que Carmen era dependiente en una tienda de sombreros, en la misma calle donde mamá trabajaba de costurera. Aunque yo sólo tenía cuatro años entonces, la visión de aquella forma sinuosa con su sonrisa electrizante me cautivó de inmediato. Desde entonces, llevo a Carmen Miranda en el corazón.CARMEN nació en 1909 en la aldea portuguesa de Marco de Canaveses. Fue la segunda hija de José María Pinto da Cunha, barbero de profesión, y de María Emília Miranda da Cunha. La bautizaron como María do Carmo, pero por sus facciones españolas, un tío suyo empezó a llamarla Carmen, y así la llamaron siempre.
Pronto su familia decidió emigrar a Brasil. El padre de Carmen inició el éxodo ese mismo año, y envió por su mujer y sus hijas en cuanto logró ser copropietario de una barbería en Río de Janeiro.Carmen debutó a los cinco años de edad, cantando un fado en una fiesta familiar. Después la inscribieron en un colegio de monjas, y participó tanto en la vida del convento, que llegó a pensar en vestir los hábitos. Su padre se opuso, pues la necesitaba para que ayudara en la casa y ganara todo el dinero que pudiera. Los tiempos eran difíciles; le habían nacido otros cuatro hijos. José María y su mujer habían instalado una casa de huéspedes; Carmen tuvo que dejar la escuela para trabajar de vendedora en una sombrerería.La voz de Carmen y su talento para el baile la hicieron popular en su barrio. Uno de sus admiradores más entusiastas era Aníbal Duarte, político de Bahía que frecuentaba la casa de huéspedes. En 1929, Duarte organizó un concierto de beneficencia en el Instituto Nacional de Música, y confió la elección de los artistas al compositor y profesor de guitarra Josué de Barros, pero le advirtió: "Conozco a una joven que canta bien, y me gustaría que la oyeras". Se concertó una cita, bajo el reloj de la Galería Cruzeiro. Josué llevó su guitarra. Al rato, Carmen estaba cantando su repertorio de tangos de Carlos Gardel, entonces muy en boga. Por último, cantó la canción popular Chora Violáo ("Llora, guitarra" ), sin saber que la había compuesto Josué, quien quedó fascinado, y contrató a Carmen allí mismo.En el concierto, Carmen tuvo un éxito rotundo. Desde entonces, guiada por Josué, se inició su ascenso a la fama. Sus primeros discos: Nao. Vá S'Imbora ("No te vayas") y Se o Samba é Moda ("Si la samba está de moda") seguidos por Triste Jandaia ("Triste lorito") y Dona Balbina ("Doña Balbina"), aparecieron en las tiendas en enero de 1930.Ese mismo mes, el compositor Joubert de Carvalho visitaba una tienda de música cuando el administrador, amigo de Carmen, llamó su atención hacia una interpretación de la nueva cantante. Joubert quedó cautivado. "¡Fue como si estuviera viéndola, no oyéndola! ¡Como si estuviera dentro del gramófono!", comentó. Y supo que tenía que componer una canción para ella.Al día siguiente, con la canción ya compuesta, Joubert fue a ver a Carmen a la casa de huéspedes. La joven quedó encantada con la nueva composición. Era Taí, una de las canciones que todos cantaban en aquel día en 1930, cuando siendo yo un niño, la vi por primera vez. Prácticamente de la noche a la mañana, Taí convirtió a Carmen en la vocalista más popular de Brasil.Aunque algunas de sus canciones se basaban en temas de Bahía, hasta entonces Carmen no se había puesto el atuendo de esa región. Sin embargo, cuando tuvo que cantar O Que é Que a Baiana Tem? ("¿Qué tiene la mujer de Bahía?"),samba de Dorival Caymmi cuya letra enumera las diversas prendas que integran el vestido típico, se mandó diseñar un atuendo bahiano, y luego le dio los últimos toques personales: collares, y dos canastillas. La canción era el número estelar de Carmen cuando se presentó en el Cassino da Urca, acompañada por el Bando da Lua.Fue allí, el 15 de febrero de 1939, donde el empresario Lee Shubert, propietario de varios teatros de Estados Unidos, vio a la cantante brasileña y la contrató para una de sus producciones en la Ciudad de Nueva York, por 400 dólares semanales.Carmen estuvo a punto de arruinarlo todo al negarse a separarse del Bando da Lua, en el que podía confiar para un auténtico ritmo brasileño. Shubert no tenía el menor interés en llevarse, además, a seis músicos. Tras largas discusiones, se acordó: Shubert pagaría a tres de ellos, y Carmen a los otros tres.El 4 de mayo de 1939, Carmen se embarcó rumbo a Nueva York, a bordo del Uruguay. Un grupo de admiradores —entre ellos yo— fuimos a despedirla al muelle. Carmen, explosión de alegría y ritmo contagioso, tomó por asalto a Estados Unidos. Las estrellas de Hollywood acudieron en masa a verla a Broadway, en Streets of Paris ("Calles de París"), producción de Shubert. (El actor Mickey Rooney, que vio el programa cinco veces, se puso después un atuendo de Bahía e hizo una regocijante imitación de Carmen. ) Un mes después del estreno, la revista Life publicó una foto de Carmen, de plana entera, y la llamó "el éxito del espectáculo".La Twentieth Century Fox confió a la brasileña un papel en Down Argentine Way ("Serenata argentina"), película cuyas estrellas eran Don Ameche y Betty Grable. Las grandes tiendas de Nueva York empezaron a vender turbantes como los de "la Miranda" por millares, así como zapatos de plataforma alta ( que ella usaba por su corta estatura ), collares y amuletos. La compañía disquera Decca lanzó al mercado muchas de las primeras grabaciones que Carmen hizo en Estados Unidos. Los promotores quisieron llamarla "La Bomba Sudamericana", pero ella insistió en ser "La Bomba Brasileña".Al regresar a Río de Janeiro, en julio de 1940, Carmen tuvo un frío recibimiento del público en el Cassino da Urca. Había cundido el rumor de que ella se había "norte-americanizado". Pronto, Carmen tuvo dos sambas hechas a la medida para remediar esa situación: Voltei P'ro Morro ("Estoy de regreso en el cerro") y Disseram que Voltei Americanizada ("Dijeron que volví americanizada"). Esta vez, al cantarlas en el Cassino da Urca, le tributaron una tempestuosa ovación.De regreso a Estados Unidos, Carmen volvió a hacer una serie de filmes: That Night in Rio ("Aquella noche en Río"), Weekend in Havana ("Fin de semana en la Habana"), Springtime in the Rockies ("Mi secretaria brasileña"). Aunque aún no sabía hablar inglés con soltura, se aprendía de memoria sus parlamentos y acudía al rescate de sus compañeros actores cuando no recordaban los de ellos. Sus errores de dicción y su marcado acento brasileño hicieron tanta gracia al público que, aunque ya empezaba a dominar el inglés, en los estudios insistieron en que siguiera cometiendo errores gramaticales y exagerando su pronunciación extranjera.En 1947, cuando se casó con el productor norteamericano David Sebastian, Carmen ya no era mi alegre y despreocupada Carmen de Taí. Se había vuelto una trabajadora compulsiva, que hacía filmes y más filmes, comedias musicales y programas de radio y televisión, además de emprender agotadoras giras por Estados Unidos y Europa. Su salud se resintió, y en 1953 sufrió un colapso nervioso.Dada de alta en un hospital de Nueva York, aceptó una nueva ronda de compromisos, en vez de tomarse unas vacaciones. Sus nervios habían sufrido tanto que ahora empezaba a temblar y a sudar cada vez que actuaba en público. A instancias de su hermana Aurora, por fin aceptó pasar unas vacaciones en Río de Janeiro, dejando de trabajar por primera vez en 14 años. Al cabo de un descanso de cuatro meses, volvió a Estados Unidos a cumplir diversos contratos. Dijo a un periodista brasileño antes de su partida: "Que los brasileños sepan que me voy con tristeza. Pero antes de lo que se imaginan, volveré para siempre".Nadie sospechó entonces cuán próféticas eran sus palabras.Durante la filmación de un programa de televisión con Jimmy Durante, el 4 de agosto de 1955, se oyó que Carmen decía con voz débil a Durante: "No puedo respirar". Después de bailar un frenético mambo, se sintió mal y cayó de rodillas. Pero se recuperó, y aquella noche bailó e hizo imitaciones de otros artistas, incluso de Amália Rodrigues, para un grupo de amigos, en su casa. A la mañana siguiente, su esposo la encontró tendida en el suelo, fuera de su alcoba, muerta de un ataque al corazón.El cuerpo embalsamado de la "Bomba Brasileña" fue devuelto a Río de Janeiro, donde cientos de miles de personas desfilaron ante su féretro, deteniéndose un momento a contemplar aquel rostro sonrosado, que parecía vivo. A mí me tocó hacer el reportaje para una revista. Durante toda la noche hablé con personas que la habían conocido.Entre quienes abordé se encontraba Ary Barroso, que escribió la mayoría de las canciones que Carmen grabó en Brasil. "En cuanto la vi por primera vez supe que estaba en presencia de una futura estrella", me dijo. "¿Fue porque me pareció una gran cantante? No porque su voz no tenía nada de extraordinario. ¿Porque era bonita? No creo que esa haya sido la razón. Tampoco había nada especial en su apariencia. Era todo su ser. Había en ella algo magnético que la llevó a ser la máxima cantante popular del mundo latino".Ary Barroso estaba en lo cierto; en dondequiera que se presentara Carmen Miranda, era como si hubiese caído un rayo, y aun el público más exigente, de pronto, se iluminaba de alegría.ME UNÍ al cortejo fúnebre, agregué mi voz a la del medio millón de personas que iban cantando Taí. Durante un momento, me sentí nuevamente en el carnaval de 1930 y oí a mi madre gritar "¡Taí Carmen Miranda!" cuando aquella vibrante mujer, en atuendo especial apareció calle abajo. Casi pude verla ante mí, como millones de persona en todo el mundo aún la ven, cada vez que oyen una de sus interpretaciones de samba, de ritmo obsesionante. Para mí, ella será siempre, un ídolo; una mujer que cantaba como si su corazón fuera un volcán que, en vez de sangre, impulsara ardiente lava por sus venas.