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enero 01, 2012
CONDENSADO DE "A MESA VOADORA", © 1987 POR VERBO PROCOES, LTDA., DE RIO DE JANEIRO, BRASIL, PUBLICADO CON AUTORIZACIÓN DE AMS AGENCIAMENTO LTDA. DE RÍO DE JANEIRO, BRASIL ILUSTRACIÓN: AUGUSTO CIDQue no lo hagan a un lado los demás mientras se acaban los manjares. Planee su ataque, y sea el primero en colmar su plato de camarones.
Por Luis Fernando Veríssimo (humorista y caricaturista brasileño, es columnista y autor de varios libros de gran venta)UNO DE LOS tormentos de la vida social moderna es el bufé, que fue ideado con la mejor de las intenciones para alimentar a un gran número de personas de la manera más práctica y elegante. Es difícil atender a 300 ó 400 comensales en mesas, al estilo francés, a menos que haya tantos camareros como invitados. La solución: como la comida no puede acudir a donde está la gente, que la gente acuda a donde está la comida. Otra ventaja del bufé es que, como todas las bandejas se colocan en una sola mesa, bien adornada, se logra dar una impresión de abundancia: cascadas de camarones, lechones cortados en porciones y vueltos a unir sobre pedestales para pastel, montañas de mayonesa, continentes de ensalada y carnes frías. Al encontrarse ante un bufé, cualquier persona experimenta sentimientos encontrados: por un lado, le acomete el deseo de comer de todo; y por el otro, siente remordimiento de echar a perder la arquitectura.
El bufé es el sueño de los gorrones. Y hay quienes lo comparan con líneas de montaje, pero no es justo, pues estas suelen estar mucho mejor organizadas. Ante un bufé, el ser humano se convierte en lo que fue en tiempos primigenios: un salvaje en busca de comida. Su barniz de civilización se cuartea como la cubierta de azúcar quemado de un jamón. A partir de ese momento, cada hombre se, ocupa sólo de sí y de su estómago. He visto a viejos amigos, batirse en duelo por un trozo de rosbif, y a una pareja de casados que empiezan a abofetearse por el privilegio de coger el primer camarón. La verdad es que servirse en un bufé requeriría una actitud de desapego de la comida, cosa que nadie siente.—Voy a esperar a que los trogloditas se hayan servido; después me acercaré —comenta un individuo, al tiempo que dirige una sonrisa despreciativa a las hordas reunidas en torno de la mesa.—Si yo fuera usted, no esperaría —replica alguien más—. Ya se acabaron la mitad del pastel de pescado.—¡Un momento! —grita el primero, se lanza contra la multitud y se abre paso a codazos.Pero está forma de ofrecer banquetes ha llegado para quedarse, y hay que adaptarse a ella. Las siguientes reglas le ayudarán a salir del más caótico festín con el estómago satisfecho y el resto de la anatomía intacta; si acaso, con la ropa desgarrada. He aprendido estos preceptos por experiencia; las heridas de tenedor que tengo en la mano lo atestiguan.No haga caso de las instrucciones. Es frecuente que el anfitrión sugiera, medio en broma, algún orden para pasar al bufé: primero las personas que ocupan las mesas de este lado o del otro, o las de mayor edad, los invitados de honor, los ex combatientes que han sufrido heridas, etcétera. No le preste atención. Sea el primero en saltar de su mesa. Lo peor que puede pasar es que le dirijan miradas de reproche. ¿Pero qué importa, con tal de comerse los mejores tomates?Evalúe la situación. La planeación es de la mayor importancia. Al llegar a la recepción, examine el bufé con detenimiento. Localice las fuentes más atractivas. Suele haber 17 clases de ensalada de patatas; concéntrese en una sola, para no perder tiempo. Tome nota mentalmente del camino más expedito hacia la langosta. Recuerde que dos o tres trozos de langosta son preferibles a un plato repleto de pechuga de pavo en rebanadas, según cualquier cotización bursátil del mundo. Elija una estrategia de ataque. En caso necesario, recurra a la simulación: cuando llegue la hora de comer, enfile hacia las carnes frías, y de pronto láncese en pos de la langosta. Así confundirá al enemigo.Emplee trucos. Con el tiempo, desarrollará su propio estilo. De todos modos, no están de más algunos recordatorios. Siempre que le sea posible, tome dos platos y finja que le sirve también a su amada esposa, o a su esposo. Y si su cónyuge realmente está presente, tanto mejor; él o ella puede hacer como que le está sirviendo a usted. El trabajo de equipo es importante, siempre y cuando se convenga antes en quién va a comerse los camarones. Nota: no use una cucharilla de café para servirse caviar, si tiene a la mano una cuchara sopera.Sea implacable. De acuerdo: nadie quiere faltar al decoro; ¡pero se trata de comer! Si la persona que está delante de usted le impide el acceso a los mejillones, los cuales se están acabando, encájele discretamente el mango del tenedor entre las costillas. Si esto no surte,efecto, encájele los dientes del tenedor. Esparza el rumor de que el lechón es sólo un centro de mesa, de plástico.Recurra a las amenazas. En estas ocasiones suele haber un camarero sirviendo el plato caliente; muy probablemente, carne de vaca a la Strogonoff. El camarero casi siempre se muestra generoso con el arroz, a fin de racionar la carne. Tome su plato, plántese frente al tipo y dígale con la mirada: ”¡Conozco bien a su especie, canalla! ¡Si no me da suficiente carne, le meteré la cabeza en el aderezo de la ensalada hasta que se ahogue!”Muy bien: ya lo logró, y está saboreando el primer plato, mientras los demás, ¡pobres!, forcejean ante los tomates. Pero no se duerma en sus laureles. Recuerde: está a punto de empezar la batalla por el postre.