LA PREGUNTA QUE PUEDE SALVAR MATRIMONIOS
Publicado en
diciembre 25, 2011
© 1989 POR SAMUEL A. SCHREINER, HIJO. CONDENSADO DE "WOMAN'S DAY" (OCTUBRE DE 1989), DE NUEVA YORK, NUEVA YORKVerse a través de los ojos de su cónyuge podría obrar milagros
Por Samuel Schreiner
(Se han cambiado los nombres y ciertos detalles, para proteger la vida privada de estos pacientes.)CUANDO Stan y Sue Gordon entraron al consultorio del doctor Harry Dunne, psicoterapeuta familiar de Norwalk, Connecticut, pensaban que su vida matrimonial de 20 largos años había terminado. Iban en busca de ayuda profesional para adaptarse a la situación de divorciados. "Nos amamos de verdad, pero ya no podemos vivir juntos", explicaron.
Dunne, antes de acceder a enterrar un matrimonio que palpitaba aún de auténtico amor, pidió a los Gordon que volvieran a su casa y contestaran los dos a una pregunta: "¿Qué significa estar casado (a) conmigo?" La pareja se desconcertó. Obviamente, Dunne no había entendido el problema. Cada cual tenía una larga lista de quejas en contra del otro.Sue estaba segura de que todo marchara bien si Stan no fuese tan sensible y quisquilloso. Él siempre acababa por enojarse y dejarla sola. Stan insistía en que pasaría más tiempo en casa si Sue no fuera tan desordenada y tan sarcástica. Como ventilar sus quejas sólo había servido para empeorar, ambos resolvieron plantearse la extraña pregunta de Dunne.Pocos días después, Sue vio un calendario dejado descuidadamente encima de la mesa del comedor. En el acto, montó en cólera. ¿Cómo era posible que Stan la censurara con tanta frecuencia por tener la casa toda desordenada, si él estaba siempre llenándola de cosas inútiles?"¿Por qué trajiste ese calendario a casa?" protestó.Antes de que su marido respondiera, Sue comprendió que probablemente ella, y no Stan, era quien lo había dejado allí. Su impulso natural hubiera sido ocultar su error expresando: "Aun si esta vez no lo trajiste, es como si lo hubieras hecho". En vez de eso, se preguntó a sí misma: "¿Qué tal si a mí me dijeran lo que acabo de decir?"La respuesta era obvia, y se disculpó con Stan: "Lo que te dije es injusto, y lo lamento".Stan quedó sorprendido. Era como si ella, en una danza familiar, hubiese dado un inesperado paso hacia atrás, y él tuviese que dar, en correspondencia, otro hacia adelante para seguirla. El hombre estaba desarmado. Lo que en otro tiempo habría terminado en una reyerta conyugal, ni siquiera se había iniciado.Al paso de los años, la pregunta de Dunne ha resultado tan eficaz, que el especialista ha publicado una guía terapéutica de autoayuda basada en ella. ”La guía comienza donde muchas psicoterapias terminan: por proponer que un cónyuge se ponga en el lugar del otro'', afirma Mark Karpel, psicólogo clínico de Massachusetts.El primer punto del programa de Dunne consiste en hacer frente a la pregunta, ya sea que el cónyuge esté dispuesto o no a hacerlo. Demasiados consortes hacen el vano y frustrante esfuerzo de hacer que cambie de conducta la otra persona. Para los Gordon , la casa desordenada se convirtió en un campo de batalla, porque cada cual la consideraba responsabilidad del otro. Por consiguiente, reconocer que uno es parte del problema puede obrar milagros.A Dunne le gusta describir la relación matrimonial como un juego de tres personas: yo, tú y nosotros. El "nosotros" es similar a una cuenta bancaria. Y explica Dunne: "Si, como Sue Gordon, empieza usted a depositar más en la cuenta de nosotros, su cónyuge, por su parte, sin duda tratará de igualarla".Segundo punto: Haga un inventario de su persona. Ponga en una lista sus rasgos positivos y negativos. Este ejercicio le ayudará a identificar aquellos rasgos y conductas negativos que es necesario modificar. Reconocer nuestros rasgos positivos impedirá que nos excedamos en la autocrítica.Casados hacía apenas cuatro años, Ann y Jim Birmingham estaban asustados por los serios indicios de tirantez en su vida conyugal. Ambos trabajaban, y habían llevado un matrimonio estimulante… hasta que llegó su primer hijo.Desde el principio convinieron en que Ann se quedaría en casa para cuidar al bebé, pero no estaban preparados para encarar las consecuencias. Jim se estaba matando en su afán por ganar dinero para sostener su nivel de vida, en tanto que Ann sentía que estaba sacrificando sus aptitudes por atender a un esposo invisible y a un hijo cada vez más exigente. Por tanto, siempre se trataban con hostilidad.En cuanto hicieron sus respectivos inventarios de personalidad, sus puntos de vista cambiaron. Cuenta Jim: ”Pude verme a mí mismo llegando a casa siempre tarde, preguntarle a Ann cómo había pasado el día y, en seguida, coger de nuevo el teléfono, antes de que ella pudiese responderme. Así, tuve que reconocer: ¡Debe de ser horrible estar casada conmigo!”Ann, por su parte, pudo ver la arpía en que se estaba convirtiendo. Con la pregunta de Dunne siempre presente, comenzó a oír sus propias reacciones a la llegada de Jim a casa: "¡Vaya, ya era hora!" O, cuando él llamaba de la oficina: "¿Otra vez? ¡Entonces tendrás que prepararte tu cena!" De esta suerte, era natural que él encontrara más agradable dejarse absorber por el trabajo; después de todo, no era nada divertido regresar a casa y encontrarse con alguien como Ann.El tercer punto consiste en compartir los esfuerzos por mejorar la relación. Como esto entraña señalar la responsabilidad propia, y no culpar al otro, se crea la atmósfera adecuada para la discusión lógica, en vez de pelear. Una vez que los Birmingham reconocieron que ambos eran igualmente responsables de la tirantez de su relación, Ann pudo decir a Jim: "He dejado que tú te sientas mal porque no he sido capaz de controlar mis frustraciones". A su vez, Jim confesó: "Ya sé cómo te sientes. Estás cumpliendo un excelente papel de madre, pero los bebés no felicitan por ello".Cuarto punto: Compórtese de acuerdo con su nueva conciencia. Este es el punto más importante. Los actos más insignificantes pueden marcar la gran diferencia si se fundamentan en la cabal comprensión del punto de vista del cónyuge. Empiece a modificar una conducta que no le cueste mucho trabajo cambiar. Después, concéntrese en trasformar otras que le resulten.de más difícil corrección.Antes, cuando Stan Gordon le decía a su esposa que no podría acompañarla a la reunión anual de la familia porque tenía que trabajar, una grave crisis surgía de inmediato. "Me sentía muy ofendida", recuerda. "Era como si me abandonara, y eso me enfurecía. Antes hubiese llorado o montado en cólera. Esta vez, me pregunté a mí misma: ¿Qué significa estar casado conmigo? Pero, al ponerme en los zapatos de Stan, fui capaz de decir: ¡Está bien! Iré sola".Consciente de lo mucho que la ocasión significaba para Sue, Stan sugirió fijar citas telefónicas de modo que él pudiera presentar sus respetos a la familia de ella.A partir de ese momento, los Gordon dejaron de considerar que su matrimonio agonizaba. Hoy día, cada vez que uno de ellos se esfuerza por ver la situación desde el punto de vista del otro, el amor latente en sus relaciones brilla esplendorosamente una vez más.