JULIO MOSQUERA: LOS PERGAMINOS PERVERSOS
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noviembre 27, 2011
Sin título, 57cm x 69.5 cm, 1998Correspondiente a la edición de Noviembre de 1998Texto: Cristóbal Zapata. Fotos: Kira TolkmittLos pergaminos de Mosquera están hechos de retazos, cada uno de ellos contiene obras de épocas distintivas que el artista recorta para luego zurcir, o mejor, suturar al conjunto.
Julio Mosquera (Paute, 1957), que completará su acervo visual en las bibliotecas y archivos de tierra firme, empieza a levantar su plataforma iconográfica en suelos movedizos, pantanosos: Nambija, donde hace su medicatura rural; Limones, remota isla en el extremo norte de Esmeraldas -donde inicia su internado- y Yacuambi, ínfimo caserío del Oriente, donde lo concluye. Todos, sitios elegidos por el joven médico ansioso de penetrar en lo abyecto, lo sórdido, lo perverso. Tras esta temporada en el infierno, Mosquera apenas fungirá de médico en algún colegio de Cuenca; lo que realmente le importará, y le ocupará hasta el día de hoy, es la elaboración de un vasto e interminable corpus dibujístico, al mismo tiempo, comedia humana y divina, summa teológica y pornológica, expediente clínico y psiquiátrico, delirante enciclopedia icónica.Los grandes pergaminos de Mosquera -los cueros de cabra, borrego, culebra o res, sobre los que trabaja- hechizan y abruman. Su práctica evoca la de los miniaturistas medievales aplicados a ilustrar devocionarios, salterios, bestiarios. Arte del miniado, de la minucia que ha provocado la confusión entre los críticos locales -Carlos Rojas, y yo mismo, hemos pretendido ver un retorno al gótico, un neogótico, donde solamente existen motivos de ese período, como los hay de tantos otros de la historia del arte-.Sin afán de ostentación el mismo artista afirma que en sus obras de gran formato podrían contarse diez mil figuras. Pienso: las Diez Mil Formas del Tao, pero los abismos genitivos del Tao se diluyen en el vacío. Todo lo contrario al horror vacui que anima la proliferación, la saturación del espacio barroco. Si el barroco es "enumeración disparatada, acumulación de diversos nódulos de significación, yuxtaposición de unidades heterogéneas, lista dispar y collage", según la exacta descripción de Severo Sarduy, en la plástica ecuatoriana contemporánea la obra de Mosquera es una de las expresiones más nítidas y brillantes de la retórica neobarroca.
Sin título, 59cm x 84 cm, 1998Propio del barroco es también, como los consigna el mismo Sarduy, la parodia, que halla en el carnaval, en la carnavalización -concepto del formalis-ta ruso Mijail Backtine- su fundamento: "espectáculo simbólico y sincrético en que reina lo anormal, en que se multiplican las confusiones y profanaciones, la excentricidad y la ambivalencia, y cuya acción central es una coronación paródica, es decir, una apoteosis que esconde una irrisión".Así, en Mosquera ningún personaje presenta una sexualidad definida, apenas bajamos la mirada en aquella figura masculina descubrimos una vulva y en esta otra figura femenina un falo colosal, todos los personajes son andróginos o transexuales; las madonas de aspecto renacentista o colonial -hay algunas que nos recuerdan la imagen de la Divina Pastora- lucen prendas de lencería impropias de una virgen y los retablos -sobre los que con frecuencia este artista estructura sus composiciones- han sido verdaderamente profanados: en los nichos los santos han sido reemplazados por endriagos, hetairas y brujas."Todo artista resuma a su manera la historia del arte", ha dicho Deleuze. Cierto, pero nunca más cierto y más claro que en Mosquera. Sería arduo catalogar todas las apropiaciones que transfigurándolas, revistiéndolas, efectúa en sus obras; en los tocados de sus personajes reconocemos cofias me-dievales, penachos renacentistas; en sus manos -siempre crispadas, metálicas, aceradas- las armaduras de los caballeros andantes; en algunos torsos la Venus de Milo; en uno de los tantos amputados al Capitán Ajhab. "Si hay algo que robar lo robo", ha escrito Mosquera en uno de sus dibujos.
La fuente de sangre, 20,5cmx30,5cm, 1998Los pergaminos de Mosquera están hechos de retazos, cada uno de ellos contiene obras de épocas distintivas que el artista recorta para luego zurcir, o mejor, suturar al conjunto. De lo que resultan ensamblajes cosidos de autocitas.Espacios hechizados, escaparates mágicos, gabinetes sadomasoquistas, óperas bufas, las escenificaciones teatrales de Mosquera son los espacios propicios para las transfiguraciones. Sus personales mezclas transculturales, transhistóricas, actúan como transporte extrañador y sublimante. Si algún conocimiento proponen es el fantástico de lo perverso o de la maravilla esotérica. Se trata, conforme a la poética del barroco, del triunfo del principio del placer sobre el principio de la realidad.Con la perversión y la risa, Mosquera socava todo poder (religioso, moral, político, verbal, massmediático) y libera en nosotros una risa y un deseo nuevos, locos.
Sin títub, 25cm x loan, 15