
Lecturas: | Guardar |
Leído: | Guardar |
Personal 1 : | Guardar |
Personal 2 : | Guardar |
Personal 3 : | Guardar |
Personal 4 : | Guardar |
Personal 5 : | Guardar |
Personal 6 : | Guardar |
Personal 7 : | Guardar |
Personal 8 : | Guardar |
Personal 9 : | Guardar |
Personal 10 : | Guardar |
Personal 11 : | Guardar |
Personal 12 : | Guardar |
Personal 13 : | Guardar |
Personal 14 : | Guardar |
Personal 15 : | Guardar |
Personal 16 : | Guardar |
Lecturas: | Guardar - Eliminar |
Leído: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
: | Guardar - Eliminar |
Se yerguen en la campiña bretona como visitantes de otro planeta. ¿Quién las colocó ahí? ¿Con qué propósito? ¿Por qué dejaron de erigirlas de pronto?
Un mandala es una imagen, a menudo compleja, que representa el gran círculo de la existencia, la sagrada totalidad, un mundo completo. El objetivo de una vida espiritual madura es descubrir y encarnar esta totalidad sagrada en nuestra vida.
Existen dos principios centrales para despertar a la totalidad sagrada. Primero, cada área importante de nuestra experiencia en la tierra debe estar incluida en nuestra vida espiritual para que la libertad pueda florecer por entero. No hay dimensión significativa que pueda excluirse de la conciencia. Los Mayores budistas hablan de cultivar cuatro bases de conciencia sagrada: el cuerpo, los sentimientos, la mente y los principios que gobiernan la vida. Luego, sus enseñanzas extienden la misma sagrada atención a la familia, la comunidad, la vida y las relaciones con el mundo en general. Sólo mediante la atención a cada una de estas dimensiones, completamos nuestro despertar.
El segundo principio para el despertar de la totalidad es que la conciencia de un área no se transfiere necesariamente a otras partes de nuestras vidas. Muchas personas se pueden destacar y sentir completas en un área, pero estar completamente perdidas en otras. El problema es que cualquier área que siga inconsciente trae consigo sufrimiento, conflictos y limitaciones. La vida debe ser un todo indivisible. Es necesario disolver los límites interiores. Encontramos nuestra libertad escuchando profunda y honestamente lo que tenemos o dejamos de lado. Y si elegimos mirar para otro lado, lo que desatendemos vendrá a buscarnos; las partes perdidas de nosotros mismos se presentarán, golpeando todavía con mayor fuerza si no escuchamos sus clamores. Si no oímos a su debido tiempo, terminaremos oyendo las voces de las partes perdidas en el divorcio, en la depresión o en una enfermedad.
Hay una unidad subyacente en todas las cosas, y un corazón sabio sabe esto del mismo modo que nuestro cuerpo sabe respirar. Son todas partes de un todo sagrado en el que existimos, y de la manera más profunda son completamente confiables. No debemos temer las energías de este mundo o de cualquier otro. Debemos temer sólo nuestra confusión sobre ellas. Según el maestro zen Rinzai, un ser verdaderamente sabio es aquel que
Con el despertar de la sabiduría, el corazón gradualmente se expande para contener toda la paradoja de la vida. Un corazón maduro no se opone a las cosas del mundo, sino que las contiene a todas en la compasión. De esta forma, la vida espiritual se vuelve algo que tiene más que ver con la misericordia y la bondad amante que con las luchas por sí mismo o las batallas con el ego y el pecado.
El desapego y la sabia discriminación se reconcilian como un todo. La sabiduría en el discriminar puede poner límites, decir sí y no, levantarse en nombre de la justicia y actuar por compasión. Se vuelve una expresión altruista e intrépida de un desapego sabio. Al discriminar con sabiduría actuamos sin aferrarnos, sin agresión, buscamos decir la verdad y beneficiar a todos los seres.
El camino del medio abraza los opuestos. Descansa entre ellos, aceptando ambas verdades sin dejarse atrapar por ninguna. De esta manera podemos ver desde una perspectiva que la vida humana es sufrimiento, envejecimiento y muerte. Pero desde otra perspectiva es también gracia, está llena de dones y de bendiciones y es expresión de una belleza divina. Nuestro mismo sufrimiento puede verse como la gracia que nos trae compasión, renuncia y humildad.
En la psicología budista, el madurar del corazón se describe con la imagen de un árbol venenoso que representa el sufrimiento del mundo.