Publicado en
octubre 30, 2011
Un mandala es una imagen, a menudo compleja, que representa el gran círculo de la existencia, la sagrada totalidad, un mundo completo. El objetivo de una vida espiritual madura es descubrir y encarnar esta totalidad sagrada en nuestra vida.
Donde reina la justicia, obedecer es ser libre.
J. Montgotnery.Existen dos principios centrales para despertar a la totalidad sagrada. Primero, cada área importante de nuestra experiencia en la tierra debe estar incluida en nuestra vida espiritual para que la libertad pueda florecer por entero. No hay dimensión significativa que pueda excluirse de la conciencia. Los Mayores budistas hablan de cultivar cuatro bases de conciencia sagrada: el cuerpo, los sentimientos, la mente y los principios que gobiernan la vida. Luego, sus enseñanzas extienden la misma sagrada atención a la familia, la comunidad, la vida y las relaciones con el mundo en general. Sólo mediante la atención a cada una de estas dimensiones, completamos nuestro despertar.
LA CONCIENCIA INTRANSFERIBLE
El segundo principio para el despertar de la totalidad es que la conciencia de un área no se transfiere necesariamente a otras partes de nuestras vidas. Muchas personas se pueden destacar y sentir completas en un área, pero estar completamente perdidas en otras. El problema es que cualquier área que siga inconsciente trae consigo sufrimiento, conflictos y limitaciones. La vida debe ser un todo indivisible. Es necesario disolver los límites interiores. Encontramos nuestra libertad escuchando profunda y honestamente lo que tenemos o dejamos de lado. Y si elegimos mirar para otro lado, lo que desatendemos vendrá a buscarnos; las partes perdidas de nosotros mismos se presentarán, golpeando todavía con mayor fuerza si no escuchamos sus clamores. Si no oímos a su debido tiempo, terminaremos oyendo las voces de las partes perdidas en el divorcio, en la depresión o en una enfermedad.
EL SER SABIO
Hay una unidad subyacente en todas las cosas, y un corazón sabio sabe esto del mismo modo que nuestro cuerpo sabe respirar. Son todas partes de un todo sagrado en el que existimos, y de la manera más profunda son completamente confiables. No debemos temer las energías de este mundo o de cualquier otro. Debemos temer sólo nuestra confusión sobre ellas. Según el maestro zen Rinzai, un ser verdaderamente sabio es aquel que "entrar en el fuego sin quemarse, entrar en el agua sin ahogarse y jugar en los tres infiernos más profundos como en un campo de golf: el que entra en el mundo de los fantasmas y de los animales sin que lo dañen". El pensamiento que resume esta postura es: siendo amante de la vida, ¿cómo puedo quedarme fuera de cualquier área de la vida?. La meditación y las plegarias no deben, por lo tanto, separar las prácticas espirituales de la política, la búsqueda de la justicia ni el conocimiento de sí mismo de la vida. Cada aspecto debe incluirse como un todo.
APRENDER DEL ERROR
Con el despertar de la sabiduría, el corazón gradualmente se expande para contener toda la paradoja de la vida. Un corazón maduro no se opone a las cosas del mundo, sino que las contiene a todas en la compasión. De esta forma, la vida espiritual se vuelve algo que tiene más que ver con la misericordia y la bondad amante que con las luchas por sí mismo o las batallas con el ego y el pecado.
A medida que nuestra sabiduría se profundiza, entendemos que nuestros mismos problemas son nuestros mejores maestros. Es así como las energías de la pasión y el deseo, la ira y la confusión se convierten en el ardor, la fuerza y la claridad que traen el despertar.Esta creciente libertad del corazón da el coraje para cuestionar, para clarificar y refinar por nosotros mismos las enseñanzas que hemos tragado enteras y sin digerir. La clave está en ganar una comprensión directa de lo que nutre y sostiene la libertad. Nuestra visión de lo sagrado debe incluir la complejidad, la paradoja, la ironía y el humor. El corazón se vuelve claro, capaz de entender el mundo en lugar de luchar contra él.Con nuestra creciente claridad, el lenguaje del desapego y de la renuncia se extiende de un modo nuevo. Como bien sabemos de acuerdo a las doctrinas budista y cristiana, el apego y la codicia son causas de sufrimiento. Pero una enseñanza madura es más completa cuando reconoce que hay un apego insalubre y un apego sano. Cuando aprendemos a distinguir entre un apego doloroso y el que no lo es, vemos con mayor claridad el significado del compromiso. La renuncia trae la libertad no porque abandonemos cosas sino porque dejamos de lado la actitud ávida y posesiva, renunciamos al miedo, a la ira y al engaño del corazón.COMPRENDER LAS PASIONES
El desapego y la sabia discriminación se reconcilian como un todo. La sabiduría en el discriminar puede poner límites, decir sí y no, levantarse en nombre de la justicia y actuar por compasión. Se vuelve una expresión altruista e intrépida de un desapego sabio. Al discriminar con sabiduría actuamos sin aferrarnos, sin agresión, buscamos decir la verdad y beneficiar a todos los seres.
A medida que crecemos en el camino espiritual, el deseo y la pasión también se entienden de una nueva manera. Lejos de abandonar las pasiones, se trata de cultivar la comprensión de éstas. En lugar de condenar todo deseo, los tomamos con sabiduría y sensibilidad. Vemos el mundo como un juego del deseo, y la diferencia entre deseos aptos y deseos torpes se vuelve evidente. Algunos cau-san sufrimiento pero otros, tales como la necesidad natural del amor familiar, de comida y de abrigo, son saludables. Los deseos de aprender, de entender, de servir a Dios pueden ayudarnos a despertar. Llegamos a respetar la pasión y el ardor como energías humanas que pueden asociarse con la compulsión y con el apego, pero que también pueden encaminarse hacia el compromiso y la. integridad del ser.Estas energías ya no son pecados mortales a temer; se las transforma en la medicina del despertar. Somos capaces de estar en el mundo pero no atrapados en él, usando energías de la vida para enseñar y despertar dondequiera que vayamos.Un corazón maduro nos ayuda a trabajar también con las fuerzas que, en otras ocasiones, desecharíamos, como la ira y el odio. Lo que aprendemos es a distinguir la ira del sufrimiento más profundo del odio. Ambos son poderosas energías. El despertar implica entender y transformar esas energías en claridad y fuerza.EL CAMINO DEL MEDIO
El camino del medio abraza los opuestos. Descansa entre ellos, aceptando ambas verdades sin dejarse atrapar por ninguna. De esta manera podemos ver desde una perspectiva que la vida humana es sufrimiento, envejecimiento y muerte. Pero desde otra perspectiva es también gracia, está llena de dones y de bendiciones y es expresión de una belleza divina. Nuestro mismo sufrimiento puede verse como la gracia que nos trae compasión, renuncia y humildad.
El despertar disuelve las etiquetas que le ponemos a nuestra experiencia. Toda idea sobre quienes somos se deshace en el corazón sabio. Un corazón maduro conoce la dimensión del egoísmo y del pecado. Pero también contiene nuestra humanidad en una realidad más grande, una realidad de dicha original y de bondad básica.Sabiendo esto podemos acercarnos mejor a las enseñanzas espirituales que nos aconsejan destruir nuestra actitud de autoadulación y equilibrarla con la necesidad de alentar el amor a sí mismo. El corazón sabio trae la compasión a la imperfección misma y está en paz con cómo son las cosas. Cuando ya no luchamos contra el mundo ni nos sentimos perdidos en él, hallamos descanso. Las cualidades sagradas de comprensión, de humildad y un paciente cuidado son nuestros dones. Nuestro cuerpo, nuestra habla y nuestra mente se vuelven como el Tao, "conformes con el cambio de las estaciones". Nos convertimos en el amor que hemos buscado, y en ese amor volvemos a nosotros mismos.EL ÁRBOL VENENOSO
En la psicología budista, el madurar del corazón se describe con la imagen de un árbol venenoso que representa el sufrimiento del mundo.
Cuando descubrimos que hay un árbol venenoso en nuestro entorno, nuestro primer impulso es tratar de cortarlo, sacarlo, para que no pueda seguir haciendo daño. En este estadio inicial de la práctica, nuestro lenguaje es de conflicto: miedo al veneno y a la impureza, y el esfuerzo por arrancar y destruir lo peligroso.Pero a medida que nuestra compasión se ahonda, reconocemos que el árbol también es parte de la red de la vida. En lugar de destruirlo, respetamos incluso ese árbol. Esto no quiere decir que no pongamos una cerca a su alrededor y advirtamos a los demás del veneno, para que no sean lastimados. Nuestro lenguaje cambia y pasa a ser un lenguaje de compasión y respeto en lugar de miedo. Nuestras dificultades, interiores y exteriores, son tratadas ahora con misericordia.Los seres más sabios vienen en busca de este árbol venenoso para usar su fruto como medicina para transformar los sufrimientos del mundo.