REINO DE TERROR EN RUMANIA
Publicado en
septiembre 11, 2011
Recopilación.
Transilvania es una hermosa región, verde y fértil, que se encuentra en la frontera de Hungría y la Unión Soviética. Originalmente formó parte de Hungría, pero fue anexada por Rumania después de la Primera Guerra Mundial. Hasta hace poco prosperaba la gente de esta rica tierra agrícola. Ahora la región está al borde de la catástrofe. ¿Por qué? Porque el dictador comunista de Rumania, Nicolae Ceausescu, quiere convertir al país entero en el sueño comunista de una sociedad perfectamente planificada.
Ceausescu ya ha desangrado a su patria al destruir sectores de la actividad comercial e industrial, y al reducir considerablemente el nivel de vida de su pueblo. El más reciente de sus descabellados proyectos, que se conoce con el nombre de "sistematización territorial", arrasará literalmente la mitad de las 13,000 aldeas existentes en el país, muchas de ellas con siglos de antigüedad, y las remplazará con complejos "agroindustriales". Más de un millón de campesinos perderán sus casas y las parcelas en que cultivan sus propios alimentos. A cambio, vivirán en pequeños apartamentos de bloques de cemento, idénticos unos de otros, sin baño ni cocina privados.
Para colmo, Ceausescu prácticamente ha declarado la guerra a las minorías étnicas de Rumania; en especial a los dos millones de húngaros y a los cientos de miles de alemanes que viven, en su mayoría, en la antigua región de Transilvania. Esa gente será sometida a un implacable proceso de "rumanización", el cual acabará con su idioma y su cultura.
Poseído por el ideal ortodoxo comunista de eliminar toda distinción entre la ciudad y el campo, entre el obrero y el campesino, Ceausescu no ha sido más benévolo con los 20 millones de rumanos restantes. En realidad, sus planes de nivelación (la destrucción de un pueblo por medio de la ingeniería social, según palabras de un crítico) están mucho más avanzados en Bucarest y en los alrededores de esta, ciudad.
Miles de rumanos huyen hacia la vecina Hungría, mas para millones de compatriotas suyos no existe escapatoria alguna. A continuación presentamos algunos informes de esta tragedia, recopilados de la prensa europea.
Unas cuantas gallinas rascan el suelo del patio, y los conejos saltan cerca de los setos. Más allá se ve un predio de 100 metros cuadrados, sembrado de palmo a palmo de coles, papas, cebollas y ajos. Las lágrimas corren por el rostro arrugado de una anciana, que se encuentra sentada en una banca, bajo un cerezo.
Juliana tiene 78 años de edad. Sus ocho hijos nacieron y se criaron en la casita que habita en la aldea de Otopeni, en las afueras de Bucarest, la capital rumana.
"Hace 40 años, los comunistas nos quitaron nuestras tierras", dice. "Luego, mis hijos se fueron a la ciudad, y ahora Gheorghe está muerto". Se refiere a su esposo, quien al morir le dejó solamente una pensión, la casita y el jardín.
"¿Cómo viviré después de que pasen por aquí las poderosas máquinas motoniveladoras?", pregunta Juliana. "Tendré que alojarme en aquellos altos edificios, como un pájaro enjaulado".
—Hans Schulerus, en Quick
Las fachadas de las casas de una típica aldea "sistematizada" no se ven tan mal. Sin embargo, son como el jabón rumano: la capa exterior hace espuma, y la interior se desbarata. Los delgados muros prefabricados parecen estar pegados con cinta adhesiva. Las escaleras son de concreto desnudo, y las puertas de madera terciada; la aldea completa es un barrio bajo, construido muy burdamente.
"Si quieren meterme allí a la fuerza", comenta una campesina de una aldea al sur de Csikszerda, "rociaré nuestra casa con gasolina, le prenderé fuego y nosotros arderemos con ella".
—Niklas Frank, Nicolás Pataky y Thomas Wartmann, en Slern
En teoría, a la gente se le recompensa a cambio de su casa y se le da otra vivienda. No obstante, algunos habitantes de Mihailesti pasaron el invierno de 1987 en tiendas militares, a temperaturas de 20° C. bajo cero. Otros supieron apenas con dos días de anticipación que se les iba a asignar un nuevo lugar para vivir. Recibieron una indemnización de 8000 leis por casas que valían 300,000. Se informó de más de 30 casos de suicidio.
—Pierre Bocev, en Le Fígaro
Un día de estos, Sándor Gyulay (nombre ficticio) piensa arriesgar su vida en un intento de huida.
Gyulay es uno de los cientos de miles de campesinos que hablan el húngaro y aguardan la destrucción de su cultura a manos del presidente Ceausescu. De 26 años, larguirucho y de pelo oscuro, este agricultor no sabe exactamente desde cuándo vive su familia en la aldea cercana a Cluj―Napoca, la cual consta de 213 casas perdidas en las verdes colinas de Transilvania, pero está seguro de que son más de seis generaciones.
Ahora, el infernal proyecto de Ceausescu amenaza su manera de vivir.
En lugar de su amplia casita color de rosa, Sándor recibirá una vivienda de 18 metros cuadrados. Ya no podrá ofrecer vino ni licor de ciruela a sus invitados, porque no habrá sótano donde instalar los alambiques. "Si desaparece esta aldea", afirma el joven granjero, "vivir no valdrá la pena".
—Alex Johnson, en The Daily Telegraph
Llegan a menudo sin cónyuge, sin hijos y sin dinero. A veces se trasportan en un vetusto auto, pero la mayoría toma el tren y espera, con algunas bolsas arrugadas, en la ciudad fronteriza de Debrecen, en Hungría. Después, si no van a dar como pueden a Budapest, se presentan en el centro de ayuda. Según Károly Grosz, nuevo jefe del Partido Comunista de Hungría, en la primavera pasada estos refugiados rumanos en Hungría sumaban 10,000.
—Michael Kuttner, en Berlingske Tidende
Cuando Simina y Stephan llegaron a Szeged, capital de una provincia en el sureste de Hungría, la joven pareja rumana creyó estar en otro planeta: las tiendas estaban bien surtidas, había electricidad en los edificios y predominaba una sensación de libertad. La aldea que dejaron atrás, en Transilvania, está a sólo 20 kilómetros de distancia.
"En Rumania", observa Simina, "no habríamos podido criar a nuestros hijos en condiciones decorosas". Durante varios meses habían comido sólo pan negro y papas.
—Dominique Audibert, en Le Point
El hambre no es la única razón para huir. Hacer una Rumania más rumana significa que, en cierto lugar de Transilvania donde antes había 200 escuelas secundarias de habla húngara, ahora esa lengua se enseña sólo como idioma extranjero. Las escuelas primarias de habla húngara se han reducido de unas 2300 a menos de 100. Por otra parte, se clausuró la Universidad Húngara en la ciudad de Cluj―Napoca, lo cual provocó el suicidio de un catedrático.
—Michael Kuttner, en Berlingske Tidende
"Allí estaba mi jardín hace unos meses, cuando llegaron los tractores y abrieron una brecha a través de mi aldea", explica Paul Rentner (no es el nombre verdadero) con voz suave, mientras señala la plaza, cubierta de escombros. Esta aldea de Turnisor fue fundada por alemanes hace 700 años. La casa de Rentner aún está en pie. Sin embargo, al verse despojado de su jardín, donde tenía antes unas cuantas gallinas y unos conejos, se pregunta cómo saldrá adelante.
Nadie en Turnisor sabe si van a arrasar toda la aldea o solamente las casas que bordean el camino principal. Tal estado de incertidumbre probablemente es deliberado por parte del Gobierno, con el propósito de evitar la resistencia. Una persona que protestó perdió su empleo a la semana, en mitad del invierno, y tenía tres hijos pequeños que mantener.
―Der spiegei
"Este mes no conseguimos azúcar, ni harina, y la carne siempre escasea", se queja una anciana de Marienburg. "Ahora, la gente de la ciudad viene por la noche a robar cebollas de nuestros huertos". Otra mujer agrega: "La mantequilla la conocemos sólo de oídas".
Y en la cantina de Nussbach, los hombres comen sandía porque no hay nada, absolutamente nada que beber.
—Niklas Frank, Nicolás Pataky y Thomas Wartmann, en Stern
El recurso más escaso en Rumania es la energía. Resulta difícil conseguir cualquier tipo de combustible. La gente se congela durante el invierno, y si en los mejores hoteles de provincia no hay agua caliente ni para hacerse una taza de café, mucho menos para bañarse.
Pero la energía que realmente falta es la humana. El cabello de los niños del campo se ha tornado rojizo, primera señal de desnutrición. Sus madres, cansadas, piden jabón con tono lastimero. Las tiendas ya ni intentan decorar sus escaparates, en los cuales ahora, si acaso, llega uno a ver un frasco viejo de remolacha y una hilera de moscas muertas, nada más.
—John Porteous, en The Independent
István B., de 18 años, acaba de tomar la decisión más importante de su vida: la noche anterior, sin decir nada a sus padres, cruzó furtivamente la frontera. Ahora está en Hungría, y con otras 62 personas ha encontrado refugio en una escuela de párvulos de Debrecen, que se ha convertido en asilo temporal.
¿Por qué huyó? En Rumania, los húngaros casi no tienen derechos, y les resulta difícil ganarse la vida. Un ingeniero de Oradea, de 40 años, otro de los refugiados en la escuela, comenta: "Hay discriminación contra los húngaros en la industria. La situación ha empeorado notablemente en los últimos meses. Yo salí sin pasaporte porque se negaban a dármelo".
Un sacerdote católico de Debrecen, el padre Mihály Timár, estableció en su residencia parroquial un centro para refugiados: improvisó un dormitorio, y ha instado a los fieles a que proporcionen ropa usada, alimentos, dinero e información sobre empleos. "En dos meses hemos recibido 620 personas", dijo. La mayoría de esa gente son hombres menores de 50 años, obreros calificados. Lo que tienen en común, según el padre Timár, es "la voluntad de sobrevivir y de escapar de la humillación".
—Sylvie Kauffmann, en Le Monde
Doina Cornea fue despedida en 1983 de su empleo en una universidad, por su actitud independiente y hostil al régimen. Ha sido detenida y encarcelada en numerosas ocasiones, y ahora vive en arresto domiciliario en un apartamento vigilado con trasmisores eléctricos, en Cluj―Napoca. Con grave riesgo para sí misma y para su familia, escribió hace poco una carta abierta a Nicolae Ceausescu:
Seríamos indignos de nuestro pueblo si no protestáramos al lado de los cientos de miles de familias campesinas que se quedarán sin hogar si pone usted en práctica el proyecto de "sistematización". Este plan implíca la destrucción de la forma de vida rural.
¡Imagine el sufrimiento de estas personas expulsadas de sus hogares! La aldea es una comunidad espiritual que ha crecido a lo largo de los siglos. Representa el amor de la gente a la tierra y a la casa en que nació.
La aldea es el lugar donde están enterrados los ancestros de esas personas, que se han casado, han bautizado a sus hijos y en tiempos de aflicción han orado en "su iglesia centenaria.
¡Le instamos a que detenga la destrucción de las aldeas! ¡Es un sacrilegio! La comunidad, la nación, se basan en vidas individuales, que se desarrollan no bajo represión ni en el temor, sino con el estímulo de diversas aspiraciones, por las cuales la gente lucha en libertad.
Deberían prestar oídos a la súplica de Doina Cornea no sólo el régimen de Rumania, sino los gobernantes de todas las naciones civilizadas.
RECONOCIMIENTOS:
● "QUICK" (13―VII―1988). © 1989 POR QUICK VERLAG. GMBH. MUNICH; "STERN" (6―X―1988). © 1988 POR STERN. DE HAMBURGO. REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA;
● "LE FIGARO" (29―IX.1988). © 1988 POR LE FIGARO. DE PARÍS. FRANCIA;
● "THE DAILY TELEGRAPH" (8―IX―1988>. © 1988 POR THE DAILY TELEGRAPH. DE LONDRES. INGLATERRA;
● "BERLINGSKE TIDENDE" (7―VI―1988). © 1988 POR BERLINGSKE TIDENDE. DE COPENHAGUE. DINAMARCA;
● "LE POINT" (25―VII―1988). © 1988 POR LE POINT. DE PARÍS. FRANCIA;
● "DER SP1EGEL" (11―VII-1988). © 1988 POR DER SPIEGEL. DE HAMBURGO. REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA;
● "THE INDEPENDENT" (2―VIII―1986). © 1988 POR THE INDEPENDENT. DE MIDDLESEX. INGLATERRA;
● "LE MONDE" (27―IV―1988). © 1988 POR LE MONDE. DE PARÍS, FRANCIA;
● CARTA DE DOINA CORNEA. EN "THE SPECTATOR" (17―IX―1988). DÉ LONDRES. INGLATERRA.