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Trabajaba yo para una empresa de televisión por cable, cuando hablé con un cliente que solicitó la cancelación del servicio. Al pedirle que devolviera su convertidor a la empresa, me explicó:
Un abogado era cliente habitual del depósito de materiales de construcción donde trabajo, y un día su esposa pasó a ver algunos artículos. Al enterarse de los precios, comentó que le parecían caros.
Durante un tiempo trabajé en una tienda de abarrotes, y a menudo atendía a personas mayores. Cierta mujer pasaba casi a diario, y llevaba sólo unos cuantos artículos en cada visita. Después de un mes, me dijo:
El joven empleado bancario registró el importe de mis cheques en su máquina sumadora, y comparó luego su total con el que aparecía en mi ficha de depósito. Acto seguido, exclamó:
Mientras trabajaba en una pizzeria, me sorprendió comprobar que mucha gente jamás ha probado las pizzas. Una de las clientas reconoció esto al hacer un pedido para llevar. Le expliqué nuestra minuta, y tuve especial cuidado en ayudarle a tomar su decisión.
Muchas personas conservan dos empleos, de modo que no me sorprendió el que mi peinador me contara que también trabajaba por horas en el hipódromo.
Nuestra tienda familiar de artículos y materiales para artistas ofrece también el servicio de revelado fotográfico. Una vez un cliente y uno de los empleados se enfrascaron en una discusión acerca de una foto en particular. El negativo mostraba una encantadora vista, con un poste de servicio eléctrico que bloqueaba una parte especial de la misma. Era comprensible, pues, la frustración del dependiente ante la insistencia del cliente:
Un día el gerente de nuestra división de almacenes recibió un extenso memorando de uno de los nuevos empleados. Minutos después, apareció nuevamente el empleado en la oficina del gerente, con una actualización de la información inicial. Tras leer el nuevo memorando, el gerente fue hacia su cesto de basura y extrajo el primer comunicado, que ya había desechado. Acto seguido, engrapó la versión actualizada al primero y, sin más, echó ambos al cesto.
Admirado, el hombre observaba los peces tropicales en la tienda de mascotas donde yo trabajaba. Al ofrecerme a atenderlo, me informó que su nueva esposa era aficionada a los peces. Luego, una vez que le mostré lo que teníamos, exclamó de pronto:
Enseñaba en un jardín de niños de una escuela religiosa y acababa de hablar sobre los Diez Mandamientos. Pedí entonces al grupo de párvulos que pensara en las reglas de conducta que seguían en casa. Y pregunté en seguida:
Mi oficina estaba ubicada en una parte de la ciudad notable por los robos de autos que en ella ocurrían. De aquí que fijara un letrero en la ventanilla de mi automóvil que advertía:
Un florista de nuestro pueblo había concedido crédito a un cliente, pero luego de varias facturaciones, aún no lograba hacer efectiva la cobranza. Un día la esposa del florista llamó por teléfono al cliente moroso, se presentó con él y le deseó un feliz cumpleaños. Sorprendido, el hombre le aseguró que no era su cumpleaños.