LA RISA, REMEDIO INFALIBLE
Publicado en
julio 25, 2011
Dos PSIQUIATRAS, uno joven y el otro entrado en años, se presentan a trabajar todos los días despabilados e impecablemente vestidos, pero al final de la jornada el joven se ve descompuesto y exhausto, mientras que el otro sigue tan campante.
—¿Cómo es posible? —le pregunta el joven a su colega—. Usted se ve siempre tan fresco después de dar consulta todo el día.El facultativo explica:—Es que no escucho lo que me dicen.—Ronald Reagan, citado por Fred Barnes en The New RepubticCierto individuo entró a la oficina de un corredor de Bolsa y, emocionado, explicó a la recepcionista:
—Acabo de ganar algo de dinero en la lotería, y quiero abrir una cuenta con su %**!&%*! compañía.Al oír aquellas palabras, varias cabezas mostraron su contrariedad.—Lo siento, señor, pero no permitimos este tipo de lenguaje —replicó la empleada—. Haga usted el favor de salir de aquí.—¡Le dije a usted que quiero abrir una cuenta con esta %**!&%*! compañía! —insistió el hombre.De repente, el gerente salió a ver qué pasaba.— ¿Para qué tantas majaderías? —preguntó, indignado.—Acabo de ganar doce millones de dólares en la lotería, y quiero abrir una cuenta con su %**!&%*! compañía —volvió a decir el visitante.—¡Ah, ya comprendo! —repuso el gerente—. ¿Y esta &**!&%*! gente le está haciendo pasar un mal rato?—Alex Thien, en el Sentinel (Milwaukee, Estados Unidos)El chico le explicó a su madre por qué había llegado tarde de la escuela:
—Todo se debió a que una señora perdió un billete de mil francos.—¡Ah! Ya veo. Y tú le ayudaste a buscarlo. ¡Qué bien!—No. Es que había yo pisado el billete, y tuve que esperar a que ella se fuera.—Colaboración de M. Widmer (Suiza)Dos tipos se fueron de la ciudad para instalarse en el campo, y se vieron en la necesidad de conseguir una mula para su rancho recién adquirido. Fueron a comprarla al pueblo, y encontraron a unos sinvergüenzas que les ofrecieron unos huevos de mula. Aunque les asombró que parecían sandías, los compraron. Ya que iban de regreso a casa, uno de los huevos cayó de la camioneta y fue a parar a una zanja. Los dos tipos corrieron a ver lo que había pasado. De pronto un conejo saltó de la zanja y se alejó.
"¡Ahí va la mulita!", gritó uno de ellos, y se lanzó en su persecución. A los dos kilómetros se dio por vencido y volvió a reutiirse con su compañero. Le dijo: "No la alcancé, pero no importa. De todos modos, yo no podría arar la tierra tan rápido".—Roger Welsh, en el Telegraph (North Plate, Estados Unidos)Se cuenta que el líder soviético Mikhail Gorbachov se dirigía un día a cierto acto oficial, cuando se dio cuenta de que llevaba algún retraso y le ordenó a su chofer que acelerara. El empleado se negó a obedecerlo, pues, alegó, eso violaría el reglamento de tránsito. Así pues, el dignatario le ordenó que se sentara atrás, y él tomó el volante.
Pronto los detuvo una patrulla de la policía. El oficial de mayor jerarquía le ordenó al subalterno que arrestara al infractor, pero el enviado volvió con la noticia de que se trataba de un personaje demasiado importante.—¿Quién es ese personaje? —le preguntó el superior.—No sé, señor, pero su chofer es el camarada Gorbachov.—"Observer", en el Financial Times (Londres)Al nuevo cajero del banco se le ordenó que contara un fajo de billetes para verificar que tuviera 100. El empleado, cuando contó 58, se detuvo y lo dio por bueno.
—¿Qué haces? —preguntó el gerente.—Es que, si va bien hasta aquí, debe de estar correcto hasta el final.—Quote MagazineLa noche del baile de disfraces, la mujer le dijo a su marido que fuera solo, pues ella tenía jaqueca. Pero poco después se sintió mejor, de modo que se puso su disfraz, el cual el marido no había visto, y se fue al baile. Cuando llegó, vio que su consorte andaba retozando con otras mujeres, y decidió desquitarse.
Se le acercó, le susurró al oído, y al rato, después de una sesión de arrumacos, se lo llevó al jardín. Ya casi a la medianoche, cuando todo el mundo debía quitarse el disfraz, la mujer se escabulló y regresó a su casa. El marido no volvió hasta las 3 de la madrugada.—¿Qué tal la fiesta? —le preguntó ella.—Aburrida.—¿Bailaste mucho?—A decir verdad, cuando llegué encontré a Pepe, Toño y Manolo sin sus esposas, así que los cuatro nos metimos a la biblioteca y jugamos a las cartas.—¿Jugaste a las cartas toda la noche? —chilló ella.—Sí. Le presté mi disfraz a Pancho, y me dijo que se divirtió de lo lindo.—Gene Brown, en el News-Times (Danbury Estados Unidos)Un hombre que va a viajar a París por cuestiones de negocios toma un curso intensivo de francés.
De regreso, un amigo le pregunta:—¿Tuviste dificultades con tu francés?—¡Yo no! Quienes tuvieron dificultades fueron los franceses.—Otto Werberg, en Estos sí... son chistes verdes (Buenos Aires)