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Un macizo espectacular situado en la región del Prepirineo aragonés.
A lo largo y ancho del planeta se encuentran infinidad de montañas míticas, veneradas por los pueblos que se asientan en su entorno, rodeadas de un halo de misterio, moradas por dioses o por personajes de las leyendas particulares de cada territorio: el Kilimanjaro en Tanzania, el Capitán en Yosemite, Nanga Parbat en el Karakorum, Ayers Rock en Australia Central, el Monte Ararat en Turquía, el Teide en la isla de Tenerife o las Torres del Paine en Tierra de Fuego. La inaccesibilidad, la belleza o la majestuosidad de las grandes montañas han hecho que se conviertan en venerados dioses paganos para muchos de los humanos que han vivido en sus alrededores.
Como primera aproximación, la montaña de las bruixas se encuentra en el límite meridional del sector central de los Pirineos, en la extensa región que contiene las cimas más altas de toda la cordillera, los llamados tresmiles, con la cumbre del Aneto (3.408 m) a la cabeza. De hecho, si subimos a la cima de El Turbón en un día despejado apreciaremos claramente de derecha a izquierda el magnífico panorama de los Pirineos centrales: al noreste, el Aneto; al norte, los macizos del Posets-Maladeta; al noroeste, en primer plano, el Cotiella; y al fondo, los tresmiles del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Sin embargo, desde el punto de vista geomorfológico, el macizo de El Turbón se encuentra separado claramente unos 25 km en línea recta del eje de la cordillera -del Pirineo axial- formando parte de lo que se denomina Prepirineo. Los altos valles donde se encuentran poblaciones como Laspaúles o el más conocido Castejón de Sos formarían la frontera natural entre los dos sistemas montañosos. Así, los casi 2.500 m de altitud de El Turbón sobresalen sin sombra entre las serranías prepirenaicas que le rodean y que no pasan de los 1.500 metros.
El Prepirineo se extiende a lo largo de Navarra, Aragón y Cataluña. Formado por un conjunto variado de sierras predominantemente paralelas al eje pirenaico, constituye a grandes rasgos la transición entre la Depresión del Ebro, al sur, y los Pirineos, al norte. Por tanto, posee elementos de flora, vegetación y fauna que pertenecen a ambas formaciones. Como región ecotono, es una zona muy interesante y rica en especies pues une características de la región bioclimática mediterránea con la eurosiberiana. Por ejemplo, un exponente de lo que comentamos sería el roble quejigo (Quercus faginea) o cajico, como se lo conoce por esta zona, un singular árbol con características físicas tanto de la flora mediterránea como de la vegetación atlántica.
Del macizo de El Turbón también hay que destacar la calidad del agua de sus manantiales. Los dos más importantes, que hoy cuentan con explotación comercial, son el de la Virgen de la Peña, en la pequeña aldea de Vilas del Turbón, una surgencia simada en la falda oriental de la montaña y que tiene su origen a unos 1.900 m de altitud; y el de San Martín de Veri, cerca de Bisaurri, en la vertiente norte, que se encuentra más separado del núcleo central del macizo. Ambas aguas tienen una composición química casi exacta. De la naturaleza granítica de la montaña resultan aguas de gran pureza, con muy bajos valores de mineralización (sodio, 0,6 mg/l, potasio 0.4 mg/l, magnesio 1.1 mg/l), por lo que han sido muy apreciadas desde antaño como depurativas para el organismo, en especial para los problemas del sistema renal y hepático. Hace un siglo ya se había declarado de utilidad pública el manantial de Vilas del Turbón y, poco después, se comenzaba a construir lo que terminaría siendo el famoso balneario actual.
El Monasterio de Obarra es otra de las joyas arquitectónicas que no hay que perderse del entorno de El Turbón. Situado en el comienzo de un espectacular congosto (desfiladero), se trata del principal ejemplo de arquitectura lombarda de todo Aragón. Asociado a la sede episcopal, como la catedral de Roda de lsábena, fue construido por arquitectos italianos procedentes de la Lombardía, comarca alpina al norte de Italia desde donde emigraron. Otro ejemplo de su buen hacer es el famoso Castillo de Loarre, lejos de donde nos encontramos y cerca de la capital oscense. Este territorio guarda una sorpresa más al viajero en una de las zonas más desoladas del Alto Aragón y en un pueblo prácticamente desconocido. En Merli se halla uno de los pocos menhires que aún se mantienen enhiestos en la península. Majestuoso, solemne, con más de tres metros de altura, una roca caliza tallada en una sola pieza se vergue en un prado de cultivo al lado de la aldea. La soledad del menhir es todo un símbolo del territorio por el que hemos viajado. Y es que una de las características principales que nos encontraremos cuando nos adentremos por los parajes que conforman la montaña de las bruixas y su amplio entorno de bosques, ríos, sierras, monasterios, menhires y catedrales será la soledad. La naturaleza silenciosa es uno de los alicientes y pieza fundamental de la riqueza de la región. Y, por supuesto, acentúa la fama de embrujado que tiene El Turbón, para quien crea en ello y para quien no. Aunque para los escéptieos será bueno recordar lo que asegura un aforismo local:
Uno de los recorridos más atractivos para subir a El Turbón discurre por la vertiente norte. Dividiremos la ruta en dos partes: una más suave entre la aldea de La Muria y el collado de La Montañeta de San Feliú (tres horas y cuarto, ida y vuelta) y otra más dura, para los más atrevidos, desde el collado donde finaliza la anterior hasta la cumbre de El Turbón. Para llegar al inicio de ambas tomaremos la N-2ó0 que une Ainsa (Huesca) con Pont de Suert (Lleida). Cerca de aquí, entre Bisaurri y Laspaúles, surge una estrecha carretera hacia La Muria, donde comienzan los itinerarios. Descendemos hacia el barranco de Cogulas y dejamos el vehículo al pasar este arroyo.Tomamos la pista hasta el praderio de la Partida de Selvaplana, donde asciende un camino junto a una barranquera hacia el collado de La Montañeta de San Feliú (1.886 m). Quien quiera continuar le aguarda el sector más duro: recorrer el largo valle glaciar del Barranco de San Adrián o de Llert que culmina en un espléndido puerto de montaña. Desde aqui, en escasa media hora, alcanzaremos la cumbre de El Turbón (5 horas y 45 minutos en total, ida y vuelta).
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