LA RUTA DE LOS MONASTERIOS GRIEGOS
Publicado en
junio 19, 2011
El Monasterio de Grigoriou- Se erigió sobre un acantilado a la orilla del mar Egeo para defenderlo de los piratas.Un recorrido por las costas mediterráneas y los esplendores del Imperio Bizantino.
Por Claudia Christoffel-Crispin y Gerhard CrispinLa aurora arroja una tenue claridad sobre el patio del monasterio de Xeropotamou, en la península de Hagion Oros (monte Santo). Falta poco para las 4 de la mañana. Un monje de hábito amplio da una vuelta alrededor de la iglesia tocando el simandron, instrumento de percusión consistente en un bloque de madera, para llamar a misa a sus correligionarios.
Treinta monjes y otros tantos peregrinos acuden en fila a la iglesia. Un novicio enciende velas y quinqués, un monje de más edad abre una desgastada Biblia, el abad entona un salmo y la congregación recita plegarias en voz baja.
Comodidades modernas- Unos monjes vuelven a casa en lancha después de oficiar una boda en el mar.La luz de las velasilumina frescos de 200 años de antigüedad con escenas bíblicas e imágenes de santos y mártires. El rostro de la Madre de Dios contempla a los fieles desde lo alto con mirada benévola. Cánticos y letanías se entremezclan. En la liturgia de la iglesia ortodoxa, la voz humana sola es el instrumento perfecto para alabar a Dios: "Kyrie eleison... [Señor, ten piedad...]".El sol se derrama entonces por los ventanales y se empieza a oír el trinar de los pájaros. Al término de la misa los monjes van a desayunar. Las mesas de madera del refectorio están puestas: hay fuentes de pasta humeante, tomates y aceitunas del huerto del monasterio, queso de leche de oveja, pan y retsina, un vino blanco griego que se envasa en botellas de cuello angosto. Durante el desayuno un monje lee en voz alta una historia acerca de San Basilio.
Sabor oriental- Ruinas de Filipos.En el extremo de la península de Hagion Oros se yergue el monte Athos, elevación de 2033 metros poblada de monasterios ortodoxos. Aquí los días se dividen en tres periodos de ocho horas que se dedican a la oración, al trabajo y al descanso. El monasterio de Xeropotamou tiene por santa patrona a la Virgen María desde su fundación, hace más de 1000 años. Cuenta una leyenda que en cierta ocasión la Virgen misma desembarcó en esta península, la más oriental de las tres en que termina la península de Calcídica a semejanza de una mano de tres dedos (las otras dos son, de oeste a este, la de Cassandra y la de Sithonia). Los monjes habitan en 20 grandes monasterios, en otras comunidades más pequeñas y en ermitas. Algunos se dedican a las labores del campo; otros son artesanos y ayudan en la restauración de los edificios. Los incendios y la falta de dinero han hecho estragos en los monasterios, pero, con el patrocinio del gobierno griego y de la Unión Europea, se ha rescatado este patrimonio cultural de la humanidad.
No obstante la ayuda que les presta el mundo laico, los 1700 monjes del monte Athos no toleran que se les hagan exigencias. Aunque ya cuentan con electricidad, teléfonos, un vehículo todoterreno y un banco, hasta hoy la comunidad ha resistido eficazmente la invasión del mundo exterior.
Sabor oriental- Ruinas de Filipos y Cúpula del Monasterio de Agiou Panteleimonas (arriba derecha).Antaño, piratas y saqueadores tenían la mira puesta en los tesoros de estas comunidades, de ahí que los religiosos erigieran sus monasterios al borde de altos acantilados. Las construcciones, defendidas por gruesas murallas provistas de agujeros que servían para derramar brea ardiente sobre los invasores, parecen castillos medievales. Ahora son los turistas a quienes se procura ahuyentar. No se permite la entrada más que a unos pocos elegidos. Las mujeres no pueden entrar en el Jardín de la Madre de Dios; sólo se les permite ver desde algún barco estos vestigios del Imperio Bizantino.Las muchas iglesias y capillas de la región dedicadas a Santa María demuestran que el cristianismo europeo nació en el norte de Grecia. En el año 50 de nuestra era el apóstol Pablo fundó la primera iglesia de Europa en Filipos, ciudad de la Macedonia oriental situada no lejos de la actual Kavala.Las ruinas de la otrora importante Filipos dominan una fértil planicie. Los matorrales crecen entre los restos del mercado, el foro y los baños, que datan de hace miles de años, y una serpiente repta sobre lo que queda de la Via Egnatia, la antigua carretera que iba de Roma a Bizancio. En el campo pace un rebaño de cabras, y el ruido de los cencerros llega hasta las ruinas de la ciudad.
Filipos es hoy un lugar silencioso. El rey macedonio Filipo II, padre de Alejandro Magno, conquistó la ciudad para adueñarse de los ricos yacimientos de oro del vecino macizo montañoso de Pangeo.En el año 42 a.C. tuvo lugar aquí una importante batalla en la que Octavio (más tarde el emperador César Augusto) y Marco Antonio derrotaron a Bruto (que había asesinado a Julio César) y a Casio. La región fue muy visitada por peregrinos cristianos en los siglos V y VI de nuestra era.
Atardecer en Kavala.La basílica de la ciudad también está en ruinas. Sólo quedan un arco de ladrillo rojo que se levanta entre muros medio derruidos, y varias columnas. Frente al portal unos obreros han hecho una fila de capiteles que datan de los primeros tiempos del cristianismo; son de piedra, con tallas de hojas de acanto.En el teatro, que data del siglo IV a.C., los romanos presenciaban luchas entre gladiadores. Hoy en día es escenario de festivales de verano que se organizan en Kavala y comprenden representaciones teatrales y conciertos.A caer la tarde en Kavala, puede uno sentarse en un imaret (albergue musulmán para indigentes) hoy transformado en café a tomar una copa de ouzo (licor griego hecho a base de anís) y disfrutar de un magnífico panorama de la ciudad, cuyas luces, más allá de las cúpulas plateadas y rosa oscuro, se van encendiendo poco a poco.Los siglos de ocupación turca han dejado huella. El Imperio Otomano dominó el norte de Grecia durante más tiempo que otras regiones del país. Cierto sultán mandó construir un acueducto de estilo romano cuyos altísimos arcos atraviesan todavía la ciudad. En el barrio viejo de la ciudad de Panagia, los muros revestidos de peltre de una atalaya bizantino-otomana se yerguen majestuosos. Algunas callejas antiguas son en realidad escaleras, y los balcones de madera dan a las casas una atmósfera oriental.Sin embargo, lo más característico de la ciudad son los barrios nuevos y las grandes fachadas de los antiguos almacenes de tabaco. La urbe siempre ha obtenido parte de sus ingresos de la industria tabacalera, actividad que desempeña un importante papel en todo el este de Macedonia y el oeste de Tracia. El tabaco se cultiva en la ribera oriental del Nestos.
Una vida dedicada a Dios- Monje del monasterio Xeno Fontos.Las verdes praderas del delta del río son de una belleza extraordinaria. Entre los diques que se han construido para contener las crecidas han quedado algunos islotes boscosos.El Café Nestos está oculto en un claro del bosque a dos kilómetros al este de la ciudad de Jrisoúpolis. Junto a la terraza del restaurante Taverne, un arroyo corre hacia el mar. En sus márgenes arenosas, pobladas de juncos, hay un sendero. Las ranas croan y se echan al agua mientras las garzas agitan las alas. Los árboles (álamos, sauces y alisos) se mecen suavemente al viento.Regresamos a la Calcídica para recorrer la península de Cassandra, en cuyo extremo se encuentra la apacible aldea de Agia Paraskevi. Un sendero conduce al caserío de Cassandrino. Por el camino el paseante puede disfrutar del paisaje de colinas y de los arbustos que exhalan aroma de salvia. A ambos lados de este dedo de tierra espejea un mar del más intenso color turquesa. En la bahía hay varias playas abiertas a los bañistas; las de arenas doradas son las preferidas de las familias. Atractivo irresistible para el turista no es solamente la cultura milenaria del país, sino la posibilidad de zambullirse en el Mediterráneo.