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junio 19, 2011
Trabajo en equipo- La operación "milagro" de los Magee cambia la vida de los niños.DE SONRISA EN SONRISA
Ya son unos 48.000 rostros los que sonríen en todo el mundo gracias a Bill y Kathy Magee.
En 1981, Bill, cirujano plástico, y su esposa, Kathy, enfermera, viajaron a Filipinas con un equipo médico voluntario para operar a niños pobres con labio leporino y paladar hendido. La pareja quedó sorprendida cuando cientos de padres ansiosos les suplicaron que ayudaran a sus pequeños, muchos de ellos con deformidades grotescas. Sin embargo, pese a jornadas quirúrgicas de 16 horas, tuvieron que dejar sin atención a más de 200 niños.De regreso en su casa en Virginia, Estados Unidos, los Magee acuñaron el nombre Operación Sonrisa y se prometieron "cambiar el mundo, cara tras cara". Solicitaron donaciones de equipo quirúrgico, aprendieron a recaudar fondos y formaron un equipo voluntario de médicos, enfermeras y técnicos. Al cabo de un año, cuando regresaron a operar a 200 niños, se dieron cuenta de que Operación Sonrisa debía ser un esfuerzo permanente.En la actualidad, Operación Sonrisa sostiene misiones anuales en 41 comunidades de 18 países, y tiene programas en marcha en 24 ciudades estadounidenses. Los médicos voluntarios han atendido a 20,000 pacientes en Estados Unidos y a 28,000 en otros países, curando tumores faciales, quemaduras, cicatrices y pies deformes. Y cuando el equipo de Operación Sonrisa realiza el "milagro de 45 minutos" (duración media de una cirugía de labio leporino), más que embellecer un rostro, transforma una vida."Se nos han brindado grandes oportunidades", explica Bill Magee. "¿Acaso no es nuestro deber ayudar a eliminar el sufrimiento de otras personas?"—Linda Peterson (Biography)UN VERDADERO AMIGO
¿Sus vecinos le cuidan la casa cuando usted está ausente? ¿Lo llaman para cerciorarse de que esté usted bien? Felipe Sandoval hace eso y más por Anna Sims.
Cuando Sandoval, de 29 años, se mudó a la calle de enfrente en 1994, le preguntó a la señora Sims, anciana y discapacitada, si necesitaba ayuda en su casa. Gracias a él, el césped se poda regularmente y la casa tiene una reja nueva. Hasta le trae sus comidas."De pronto empezó a cuidar de mí", señala la señora Sims. "Significa mucho contar con un vecino como él".Sandoval, que conduce un autobús, dice que le interesa mucho que las cosas estén en orden. Sus padres y su familia política todavía viven en ese vecindario de Phoenix, Arizona, donde él y su esposa, Verónica, se hicieron novios en la secundaria. Él desea que también sus tres hijos crezcan ahí.Cuando la Escuela Primaria St. Matthew, a la que asisten sus hijos, se vio obligada a despedir al mozo de noche por escasez de recursos, Sandoval se ofreció voluntariamente a limpiar y pintar los salones de clase.El director del plantel, Robert Sherman, dice: "Le ha ahorrado a la escuela miles de dólares. No sabría qué hacer sin él. Es de esas personas que siempre están dispuestas a ayudar a los demás".— Lora berry, Arizona RepublicCARTAS DE ESPERANZA
Todos los días a las 6 de la mañana, K. L. Viswanathan, de 73 años, baja de su pequeño apartamento en un deteriorado edificio de Bombay y se dirige a una librería cercana. A cambio de realizar tareas diversas, el dueño del establecimiento le permite hojear periódicos y revistas. Viswanathan es un lector ávido, pero no de los artículos. Lo que le interesa son las peticiones de ayuda de personas enfermas que no pueden pagarse un tratamiento. La misión de vida de Viswanathan es reunir dinero para esos enfermos.
En los últimos 14 años ha ayudado a recaudar más de 1'600.000 rupias (38.095 dólares) para el tratamiento de 175 personas en toda la India, logro notable para un hombre que carece de relaciones y que no tiene mucho dinero propio. Las sumas reunidas varían de unos cientos de rupias, como en el caso de un hombre de Andhra Pradesh que necesitaba una operación de la columna vertebral, hasta cerca de 109.252 rupias (2.601,24 dólares) para una niña de Calcuta que padecía insuficiencia renal. En dos ocasiones, incluso convenció a Air India de que regalara boletos a personas que debían viajar al extranjero para tratarse.La técnica que usa Viswanathan para recaudar fondos es tan sencilla como él. Primero le escribe al enfermo pidiéndole un informe médico donde se autentifique el caso y se calcule el costo del tratamiento. Luego le envía una lista de cerca de 200 organizaciones de caridad que podrían ayudarle. A veces, cuando le parece que el caso lo amerita, él mismo se encarga de escribir a las organizaciones."Desde luego, no todos ayudan", comenta. "Pero casi siempre hay alguien que responde. Y por pequeña que sea la suma, resulta útil".Viswanathan emprendió su obra de caridad en 1984, cuando leyó acerca de una niña de Bangalore, de cuatro meses de edad, que tenía una obstrucción en la garganta que le impedía tragar. Conmovido, Viswanathan, que a la sazón trabajaba como taquígrafo, reunió 1560 rupias (37 dólares) en una colecta entre sus colegas y envió el dinero a la familia de la nena. A partir de entonces, se ocupó por lo menos de un caso al mes y, poco a poco, formó una lista de instituciones de beneficencia a las que podía recurrir.Sus empleadores le permiten utilizar gratuitamente la fotocopiadora de la oficina, pero las 500 rupias mensuales (11.90 dólares) que gasta en timbres salen de su propio bolsillo.Viswanathan recibió los elogios de la madre Teresa y también fue honrado por un Club Rotario de Bombay. Lo que lo motiva, sin embargo, es el cambio que ha podido traer a tantas vidas. "Me gusta mucho ayudar a las personas", afirma. "Quiero socorrer a tantas como me sea posible".— S. Balakrishnan