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Pocas plantas gozan del prestigio del aloe como regenerador cutáneo. Considerado el mejor bálsamo, sus virtudes calmantes y reparadoras le convierten en el gran aliado de la piel en verano.
El uso del aloe con fines terapéuticos y cosméticos se remonta a hace más de cuatro mil años. Es una planta esencial en la botánica sagrada de numerosas culturas, como la hebrea, la maya y la oriental. Originaria de Africa, está muy presente en el arco mediterráneo y en las islas Canarias, donde la bonanza del clima y la particularidad de su tierra volcánica le confieren unas características especiales. En Andalucía también existen plantaciones, cuyo origen data de la época de la dominación árabe.
Las excelentes propiedades del aloe para el cuidado de la piel hacen que sean innumerables los productos cosméticos que lo integran en sus fórmulas. Constituye un aliado magnífico durante el verano y calma y refresca la piel tras una exposición solar. Alivia también las picaduras de insectos y ayuda a reducir las cicatrices y el acné; mejora los eccemas y la psoriasis, y si se usa de forma continuada disimula las estrías.
El aloe es un ingrediente esencial de la cosmética natural. De forma sencilla y rápida se puede obtener una excelente mascarilla mezclando dos cucharaditas de aloe, una de miel fluida y otra de caolín (arcilla blanca). Transcurridos veinte minutos se elimina con agua.
El aloe (Aloe barbadensis) es de fácil cultivo, requiere mucho sol y poco riego. 5us peores enemigos son el exceso de agua y el frio. Es muy resistente a las plagas. Para su cultivo en maceta lo idóneo es un recipiente de barro y una mezcla al 50% de turba y tierra de jardin sobre un drenaje de dos dedos de grava. Debe estar en un lugar soleado y cálido, protegido del frío en invierno. Se reproduce por pequeñas plantitas que brotan alrededor. A los tres años ya reúne todas sus cualidades terapéuticas.