LAS NEGLIGENCIAS DE LA CREACION
Publicado en
febrero 13, 2011
Por Santiago RonLa extirpación del apéndice es una de las operaciones más practicadas en la actualidad. Es única porque no es el resultado de malformaciones genéticas, enfermedades, descuido o malos hábitos personales sino de la inflamación de un órgano cuya existencia puede ser considerada como una negligencia de la creación.
Hace millones de años, cuando los ancestros evolutivos del hombre todavía estaban cubiertos de pelos y el antepasado más espigado de los basquetbolistas de la NBA no medía más de un metro y treinta centímetros de altura, podíamos comer hierba pues teníamos una adaptación especial para ello: el apéndice.El apéndice era un órgano muy desarrollado y necesario pues la digestión de la hierba no es tarea fácil, lo cual saben muy bien las vacas que necesitan de cuatro estómagos para ello. La hierba, al igual que el papel en el que está impresa esta revista, está formada principalmente por un compuesto llamado celulosa. El problema de comer hierba es que para la digestión de la celulosa se requiere de cierto tipo de microorganismos asociados a los órganos digestivos. Es una relación simbiótica -ayuda mutua- en la que los microorganismos, a cambio de digerir la celulosa, reciben alimento y un lugar idóneo para su proliferación.Pues bien, el apéndice era el hogar de estos microorganismos y el sitio donde se llevaba a cabo la digestión de la celulosa en aquel antepasado del ser humano. Sin embargo, con el paso del tiempo el hombre empezó a depender más de los alimentos de origen animal. Esto implicó un abandono progresivo del herbivorismo lo cual llevó a que el apéndice perdiera utilidad. Así, a lo largo de millones de años y de generación en generación, el órgano ha venido atrofiándose paulatinamente hasta quedar reducido a un órgano vestigial que no sirve para nada, excepto para producir apendicitis.Pero lo más interesante es que alrededor de la presencia del apéndice hay una connotación conceptual importante sobre el origen de la vida. A lo largo de la historia de la humanidad se han dado muchas explicaciones de la presencia de vida sobre la tierra. Una de ellas, tal vez aquella con la que los ecuatorianos estamos más familiarizados, es la que nos ofrece la religión católica y que puede inscribirse dentro de la corriente denominada creacionismo. De acuerdo con los creacionistas, el ser humano, junto con todos los organismos vivientes, fue creado por la mano de un Dios o al menos por el influjo de una Fuerza Vital Sobrenatural.La otra corriente es la del evolucionismo. Para las evolucionistas, cuyo primer teórico fue Charles Darwin, la vida es el resultado de un largo proceso evolutivo en el cual los organismos han sido moldeados por la selección natural. El proceso evolutivo no es el resultado de una transformación direccional ni ha tenido nunca planes o una meta determinada. El principio operativo de esta teoría no es muy complicado: los organismos mejor adaptados a su medio ambiente sobreviven y tienen descendencia. De esta manera y a lo largo de miles de millones de años, se han ido desarrollando estructuras y formas complejas capaces de asegurar la supervivencia y reproducción de los seres vivos.Estas corrientes contrapuestas, creacionismo y evolucionismo, han protagonizado un intenso debate desde que Darwin lanzó su famosa teoría. Uno de los principales argumentos esgrimidos por los creacionistas es el de la perfección de la vida: la exquisitez del diseño de los organismos vivientes es tal que sólo puede ser explicada por la intervención directa de un divino arquitecto. Para los evolucionistas la perfección no aportaba ningún sustento a su teoría pues no necesita tener historia. Es por eso que Darwin buscó en el cuerpo de los seres vivos, vestigios del pasado que no tuviesen sentido en términos del tiempo presente. Al fin y al cabo, como el famoso paleontólogo Stephen Jay Gould afirma: lo inútil, lo extraño, lo peculiar, lo incongruente son las señas de la identidad de la historia.El apéndice resulta ser uno de esos vestigios del pasado. Como vimos al inicio de este artículo, su presencia puede ser explicada fácilmente desde una perspectiva evolucionista. Sin embargo, las cosas se tornan nebulosas cuando se trata de abordar la explicación desde un punto de vista creacionista. Para aquellos que consideran que el hombre fue creado por la mano de Dios y además a su imagen y semejanza, la presencia de un órgano que nos vuelve imperfectos -una creación defectuosa- es una incógnita difícil de despejar,
Y la naturaleza está llena de casos como el anterior. ¿Sabía que las ballenas tienen huesos de la mano a pesar de no tenerlas? La explicación a esta aparente incongruencia es sencilla: hace millones de años las ballenas eran animales terrestres que, al igual que nosotros, tenían cuatro extremidades. Poco a poco fueron adaptándose a la vida acuática en donde, por un proceso de selección natural y de generación en generación, las patas fueron convirtiéndose en aletas. Es por eso que en el interior de las aletas pectorales de las ballenas, hasta el día de hoy, persisten los huesos de la mano de aquellos remotos antepasados terrestres. Obviamente para un creacionista será difícil el aceptar que en el interior de la aleta de la ballena, Dios o aquella Fuerza Vital Sobrenatural haya puesto algo tan bizarro como los huesos de una mano.Al igual que las ballenas, hace millones de años las serpientes también tenían cuatro patas. Nuevamente la evolución: con el paso del tiempo las serpientes empezaron a desarrollar un cuerpo delgado y alargado para facilitar su desplazamiento a través de estructuras enmarañadas o permitir su acceso a madrigueras o nidos de animales. Su locomoción empezó a depender más de movimientos de los músculos ventrales antes que de la actividad de sus patas que en esas condiciones comenzaron atrofiarse hasta desaparecer completamente. ¿Completamente? No, hay unas pocas y diminutas excepciones: las serpientes boas todavía tienen unas patas minúsculas en la parte posterior de sus cuerpos. Estas extremidades no cumplen ninguna función en la locomoción. Tal vez están ahí sólo para recordarnos que la vida no es más que el resultado de una larga historia de cambio y adaptación. Para los creacionistas y los creyentes, empero, la serpiente dejó de caminar en cuanto tentó a Eva y Dios le ordenó arrastrarse. No aclaran si le dio tiempo para deshacerse de las patas...Pero los ejemplos más aleccionadores son los que se presentan en el organismo que de acuerdo con algunos creacionistas fue creado a imagen y semejanza de Dios.Dentro de este marco, el caso del coxis resulta singularmente llamativo. El coxis es la porción terminal de la columna vertebral en los humanos. Es un hueso conformado por la unión de cuatro o cinco vértebras y no es más que el remanente vestigial de lo que fue la cola en nuestros antepasados evolutivos. Es una cola tan pequeña que no emerge como una estructura externa. Sin embargo, en algunos casos y debido a problemas genéticos, los bebés pueden nacer con una cola lo suficientemente larga como para que sea necesario extirparla con una sencila operación quirúrgica. Como vemos, las colas de cerdo que atormentaban a la estirpe de los Buen-día en Cien años de Soledad no son sólo producto de las figuraciones fantásticas del realismo mágico. Son el legado de aquellos primitivos primates que tenían vida arbórea y eran incapaces de usar herramientas o contar hasta diez. Una lección de humildad.Ya es hora, pues, de que aceptemos que incluso nuestra esencia biológica es imperfecta y que por lo tanto el pedestal de reyes de la creación que nos hemos autoconstruido, con poderes para dominar y someter a los demás organismos vivientes, no nos corresponde. La forma en la que hemos ido exterminando la vida y los recursos naturales de este planeta, que tampoco es el centro del universo ni mucho menos, demuestran que ni siquiera somos capaces de dominarnos a nosotros mismos. Tal véz un buen principio para el cambio sea aceptar y entender nuestros humildes orígenes. Sólo entonces podremos liberarnos de una arrogancia que, confundida con inteligencia y sabiduría, nos está convirtiendo en reyes de la devastación y el caos.