SI PIERDO ALGO, QUE SEA EN LONDRES
Publicado en
diciembre 19, 2010
¿Cree que nunca más verá su paraguas, su celular o su fregadero? Prepárese para recuperar su fe en la humanidad.
Por John DoddEntre los 2 millones y medio de pasajeros que usaron el metro de Londres el 21 de febrero de 2002 estaba un banquero que tenía una cita importantísima a las 2:30 de la tarde. Se bajó en la estación Farringdon poco antes de las 11 de la mañana, y dejó olvidado su portafolios italiano en el vagón.
Diez minutos después, presa del pánico, llamó a la Oficina de Objetos Perdidos del Sistema de Transporte de Londres, ubicada en Baker Street. "Todo aquello por lo que he trabajado está ahí", dijo. Entonces la gerente Maureen Beaumont ordenó a su personal que trataran el caso como una emergencia.Telefonearon a las 27 estaciones de la línea en cuestión, y a la policía del Sistema de Transporte, por si el portafolios desencadenaba una alerta de bomba. Hacia la 1:30 de la tarde llegó una noticia de la estación Mansión House: habían entregado un portafolios. Una llamada al banquero confirmó que el objeto era suyo, así que lo recogió —con un cargo de sólo tres libras— y llegó a tiempo a su cita.Todos los años, 60.000 personas recuperan sus pertenencias por medio de la Oficina de Objetos Perdidos, y bendicen el buen nombre de la ciudadanía de Londres. Cada uno de los 135.000 artículos entregados el año pasado representa un acto de honradez por parte del público, del personal de transporte y de los taxistas. En una encuesta realizada en ciudades de todo el mundo, la BBC informó que la Oficina de Objetos Perdidos de Londres era por mucho la más eficiente.Este año se reconoció a Maureen como miembro de la Orden del Imperio Británico por sus servicios al público. "Me hubiera gustado romper el premio en 33 pedazos para dar uno a cada miembro de mi equipo", comenta.Maureen, de 58 años, ha trabajado en esta oficina durante 32. Es una vivaz residente del East End que usa ropa de diseñador, sabe tratar a la gente y le gusta ayudarla a recuperar sus pertenencias."Soy de los afortunados que están donde deben estar", me dice mientras me lleva por los dos pisos del sótano donde todo está almacenado y etiquetado; los artículos que no se reclaman acaban por subastarse. En cualquier momento dado en esos dos pisos hay 40.000 objetos.Desde que se inventó, hace unos 70 años, el paraguas —ese símbolo negro del clima británico— ha sido el artículo más perdido. Y ahí están, plegados en anaqueles de dos metros de alto, miles de mangos en espera de una mano. Recorro los estantes.
Son más de 25 metros retacados de paraguas.Pero el año pasado, por primera vez, este indispensable artículo perdió terreno frente al teléfono celular. Se entregaron 13.775 celulares y sólo 8348 paraguas. Maureen abre otro cuarto: capas y capas de celulares mudos.Bob Sayer, de 43 años, y Katy Muncey, de 27, trabajan en la sala de clasificación procesando a diario de 500 a 600 objetos que llegan en sacos. Los de etiqueta amarilla vienen de los trenes; los de etiqueta blanca, de autobuses, y los de etiqueta roja, de los taxis negros."Parece una pesadilla cuando los teléfonos empiezan a sonar dentro de los sacos", dice Bob. "A veces hay varios sacos y, aun después de abrirlos, no se puede encontrar el celular que está sonando... porque hay muchos". Una vez que se clasifican, los celulares son desactivados hasta que, con ayuda de los números de serie, se les devuelven a sus dueños.Bob y Katy han visto de todo: desde una bolsa con gusanos secos, originarios de Australia, hasta juguetes sexuales —"nunca viene nadie a reclamarlos", dice Bob—, 10.000 libras en efectivo y un fregadero.Maureen me muestra otras rarezas que nadie ha reclamado. Aquí un traje de novia; allá una toga de abogado, un aparato para hacer ejercicio y dos urnas, una con los restos de un tal John Henry Ross, muerto en 1999, y la otra con los de un hombre llamado Maile.Pero este trabajo tiene sus momentos divertidos. "Nos reímos cuando llega gente a reclamar su dentadura postiza", dice Maureen. "La única manera en que pueden saber si es la suya es probándosela y luego sacándosela si no les queda".¿Cuál le gusta?- Maureen Beaumont con algunos de los 8000 paraguas extraviados.Subimos de nuevo y vemos una fila de 25 personas. Unas reclaman objetos perdidos y otras los recogen. La oficina atiende a cerca de 200 individuos al día.Uno de ellos es Matt Wanger, de 24 años, hijo de un granjero de Minnesota, quien perdió su boleto de avión en la estación de Piccadilly Circus. Alguien de buen corazón lo entregó, y el hombre está encantado. "La aerolínea me cobraba 70 dólares por reponerme el boleto. Esto me costó tres libras. ¿No es magnífico?"Maureen misma interviene en la búsqueda de una corneta de plata con una inscripción de 1943, entregada en la estación de Westminster el 7 de abril, el día de un ensayo para el funeral de la Reina Madre. Unos días después, un representante de los Casacas Verdes Reales la reclama, diciendo que tiene un valor - de 19.000 libras.Maureen recuerda haberle devuelto a una mujer el anillo de matrimonio que ésta le arrojó a su esposo durante una riña en el metro. Un barrendero lo encontró y lo entregó. "La mujer estaba tan emocionada que rompió a llorar", dice Maureen."Eso es lo gratificante de este trabajo. Me gustaría que la gente que entrega cosas pudiera ver la alegría que se refleja en el rostro de las personas cuando por fin recuperan sus pertenencias".