MODERNIDAD Y MODERNIZACION, LA NUEVA BRUJULA DE LOS TIEMPOS
Publicado en
septiembre 26, 2010
Por José Sánchez PargaLa época actual se interpreta a sí misma por la idea de modernidad, y el imperativo de la modernización orienta y marca el sentido y desarrollo de nuestras sociedades, ordena su funcionamiento y regula los comportamientos en su interior. Este nuevo clima cultural y mental, pero también práctico, no es ajeno a la forma optimista y exaltada como el mundo afronta hoy su transición hacia un tercer milenio, muy diferente de los pánicos y terribles presagios de un fin del mundo, con los que hace mil años la alta Edad Media esperaba la llegada del año mil.
Mientras que hace diez siglos un temor generalizado ante el cambio de los tiempos cifraba sus seguridades en la conservación del pasado, en la fuerza de las tradiciones, hoy todas las esperanzas y expectativas apuestan al futuro, y se empeñan en las más rápidas y profundas transformaciones.PRECEDENTES A LA MODERNIDAD
Cuatro fenómenos, que caracterizaron el origen de la Edad Moderna en la transición del siglo XV al XVI, han cobrado una dimensión nueva en el actual tránsito hacia el tercer milenio. El primero fue la globalización del conocimiento de todo el mundo, bajo el emblema de non plus ultra (no más allá). Con el descubrimiento de América y los viajes de circunvalación alrededor de la Tierra, el hombre instalaba una nueva forma de dominación en el cosmos. El segundo respondió a un impulsivo desarrollo de la comunicación, proporcional a los nuevos espacios mundiales: la invención de la imprenta y la difusión de la escritura. El tercero fue de orden tecnológico: el uso de la pólvora que revolucionó el arte de la guerra. El último consistió en el desarrollo de un racionalismo, una progresiva secularización del pensamiento cada vez más despojado de presupuestos religiosos y atavismos mágicos. "Todo lo real es racional", nos diría Hegel algunos siglos después.
Actualmente, en la nueva modernidad, estos cuatro fenómenos han adquirido formas y proporciones inéditas y de alcances insospechados. El conocimiento del mundo y del universo se ha ampliado, profundizado y precisado; el sistema de comunicación escrita está redimensionándose continuamente en su extensión y rapidez por efecto de la informática y la telemática; las tecnologías se potencializan con fuerzas cada vez más nucleares; y, en fin, todos estos elementos han contribuido a fortalecer y desarrollar una racionalidad instrumental, que dota al pensamiento de un poder práctico y a las prácticas de un poder mental.La idea y la palabra "moderno", acuñada en 1455, significa tanto lo nuevo como lo contrario a lo antiguo. En el siglo XVII se extiende la noción de "moderno" a las artes y las ciencias, cuando se inicia la querella entre poetas arquitectos antiguos y modernos, los que buscaban el noeclasicismo y quienes intentaban innovar formas y estilos. En el siglo XVIII (Rousseau) empieza a llamar "modernista" a todo partidario de lo nuevo, y en el siglo XIX adoptan este calificativo los pintores y arquitectos innovadores. Balzac (1823) se refiere a la "modernidad" literaria, atribuyendo a la idea de "modernidad" un culto estético, que después se traducirá en el "modernismo" de la poesía como "manía por lo moderno", en el "nuevo arte"o "art nouveau" (Modern style, 1883), en la transición del siglo XIX al XX.Con la publicación de El discurso filosófico de la modemidad (1988), Jurgen Habermas fijaba las bases de un trato de la modernidad, al mismo tiempo que definía las líneas y orientaciones del pensamiento moderno. La modernidad moderna ya tenía su catecismo.LAS FORMAS ACTUALES DE LA MODERNIDAD
El fenómeno más visible de la actual modernidad son los cambios espaciales y la reducción de las distancias. El hombre puede desplazarse a velocidades vertiginosas fuera de la tierra y trasladarse de un país a otro, de uno a otro continente, en cuestión de horas; y las mismas comunicaciones escritas y por imágenes se establecen en minutos y segundos entre los lugares más distantes. Cualquier acontecimiento en cualquier parte de la tierra (y aun de la galaxia solar) puede ser conocido y convivido simultáneamente en todo el mundo, casi en el momento en que sucede.
Este acercamiento de todos los espacios, esta contigüidad de todas las distancias ha convertido al mundo en una aldea, donde nada de lo que ocurre es ajeno para nadie.Hoy, a comienzos de 1994, vivimos tan sincronizados y pendientes de la guerra yugoslava, de los tratados de paz palestino-israelitas, del levantamiento indígena en México, como de las sórdidas peripecias de Michael Jackson, de las manipulaciones genéticas británicas, de un accidente aéreo siberiano, de los continuos desastres ecológicos en todo el mundo y de la crónica roja doméstica de cada país. Todo nos informa y todo nos afecta, y nuestra visión del mundo condiciona la experiencia de nuestro pequeño y singular entorno social.Un orden económico, un orden político y cultural domina y regula los particulares procesos económicos, políticos y culturales de cada país. Es la hora de las grandes integraciones.Pero, al mismo tiempo que asistimos a una aldeanización de todo el mundo, a una creciente homogenización, a una suerte de entropía (económica, política y cultural), ha surgido, se ha desarrollado y se ha fortalecido una multiplicidad de micro-espacios, micro-procesos económicos, políticos y culturales, dando lugar a crecientes heterogeneidades y diferencias muy marcadas. Como si la entropía homogenizadora generara un efecto contrario, de equilibrios compensatorios, de negentropía., de multiplicación de las diversidades. Es la hora de las etnias, de los regionalismos, de las identidades particulares, de un individualismo desenfrenado, "individualismo posesivo" (Macpherson), de "el yo saturado" (K. Gargen), con peculiaridades hedonistas y pulsiones anticolectivas y antisolidarias. Es la hora congestionada, quizás, esperemos, transitoria, de los racismos y las xenofobias.El otro fenómeno, propio de la actual modernidad y relacionado con los cambios espaciales, es la transformación del tiempo, de la misma idea y vivencia de la temporalidad. El tiempo, como lo definía Aristóteles, "medida y experiencia del cambio según un antes y un después".Siempre hubo cambios en el mundo, y todas las sociedades han estado siempre sujetas a más o menos lentas o rápidas transformaciones. Si las sociedades se dividen en frías y calientes, como las llamaba Levy Strauss, según la velocidad de su historia, la actual modernidad es incandescente. El frenesí de los cambios es, también siempre, proporcional al número e intensidad de los contratos, de las comunicaciones e intercambios, de los rozamientos entre distintas sociedades y culturas. Los pueblos aislados quedan más quietos.Por eso, en el actual contexto de la modernidad, asistimos a una vertiginosa aceleración de los cambios. Sucesos como los ocurridos en Europa del Este, o la Guerra del Golfo, que en otras épocas hubieran durado años, ocurrieron en días y meses.No sólo los cambios embragan rápidamente y se aceleran, sino que la misma representación y vivencia del tiempo se ha modificado. Hoy las rupturas con el pasado son más bruscas y más profundas. Mientras que el pasado pierde calidad temporal, se devalúa temporalmente, pierde su presencia en el presente, el presente se achica porque el futuro se encuentra cada vez más representado. Los largos plazos se convierten en medianos plazos, y éstos se hacen cada vez más inmediatos. El tiempo ya no pasa, corre, porque en vez de mirar al pasado el hombre está más atento al futuro.El mundo moderno actual vive enfrentando el futuro, proyectado al porvenir, previendo, previniendo y planificando. La futurología ha dejado de ser ciencia ficción para volverse programa. Y hasta los comportamientos cotidianos se regulan menos por el reloj que por la agenda de actividades. Cuanto más moderno es un sector, más grande es su agenda, y con mayor anticipación se fijan sus actividades más lejanas. Y hasta las mismas identidades sociales se construyen menos en referencia a las tradiciones de lo que un grupo ha sido, y más en función de lo que quiere ser.QUE ES LA MODERNIZACION
Efecto de esta gran resaca del cambio, modernidad y modernización conjugan un mismo principio: el realismo crítico, con una gran dosis de positivismo práctico y utilitarista, que descarta cualquier devaneo utópico, y han trastocado los idearios de revolución por los programas del cambio. La historia ha descubierto los azares y consecuencias imprevistas de las revoluciones, pero garantiza el control de resultados en las transformaciones programadas.
La modernización no consiste tan sólo en vivir en la modernidad, sino en asumir todos los elementos que la constituyen y adoptarlos como paradigma mental, utilizarlos como factores de la práctica. Por esta razón, la modernidad supone una ética y una estética del cambio, así como una técnica de renovación constante.En tal sentido, la modernización se presenta como sinónimo de eficacia (rapidez, destreza y precisión en la toma de decisiones), y de eficiencia (consecución de resultados esperados). Este mismo imperativo de eficacia y eficiencia influye en una forma de pensar propia de la modernidad: la racionalidad instrumental; o lo que Habermas define como Zweckrationalitat, una racionalidad de fines y de objetivos. Se trata de una racionalidad operativa y práctica, que se remonta a los orígenes de la civilización occidental, y que ya Aristóteles había enunciado, cuando definió al político, al ciudadano y al pensador, como "teórico de lo real y práctico de lo posible".Este es el fenómeno, estos son los procesos. Otra es su ética discutible y compleja. El gran riesgo en el que estamos empeñados es asistir a "El fin de la historia"; no el previsto por Fukuyama, sino el que resultaría de irnos quedando poco a poco sin pasado.