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septiembre 26, 2010
El mejor restaurador de los suelos estériles y ashram de curación en las zonas más laceradas del planeta, es el llamingo, ancestral personaje de nuestra fauna andina.
Por Raúl GuarderasLA MANADA DE LLAMAS
Terminaba un muy lejano octubre. La nevada caía sobre la planicie de El Chaupi, prolongando hacia allí la blancura del Iliniza Norte. Dos o tres centenares de llamas salían de la quebrada; en sus profundidades se habían guarecido del viento durante el largo verano. El cambio del tiempo era señal para buscar los pastos tiernos que brotaban después de las primeras lluvias.
Cuando la tibieza de la luz del sol llegaba desde la pared del Rumiñahui, como en cámara lenta iniciaban un galope corto y rítmico hacia el Este, apartándose del páramo salpicado de hielo. Conocían desde años anteriores, que estas extensas llanuras son pródigas en buen alimento y propicias para el alumbramiento de sus llamingos. Efectivamente, las pariciones se iniciaron tres semanas más tarde; era época perfecta, estaban mejor alimentadas y su lana había crecido.Cuando esto aconteció, los machos se alejaron prudentemente a enseñorear sus sensaciones en los riscos, retozaban amigables sin el egoísmo que predomina entre los más poderosos de otras especies. En aquellos altos se mantuvieron ajenos al "llamerío", mientras las graciosas crías se desarrollaban. Sólo bajaron a rondar cuando el instinto de apareamiento fue tan fuerte que les hizo renunciar a sus soledades; éstas y su virilidad insatisfecha les convirtió, momentáneamente, en pretendientes belicosos.El macho únicamente ostentaba su apostura; era la runa-llamita en celo la que abandonaba el grueso de la manada para escoger al galán de su gusto. Su práctica de amor tras el chaparro evocaba las formas del cariño humano.Llegaban meses inquietantes en los que aquella grey sería asediada por continuos peligros: aborígenes que se llevaban ejemplares corpulentos para utilizarlos en labores de carga, el puma que atacaba frecuentemente y, peor que él, la jauría de lobos parameros que acometía incesante ensañándose en llamas viejas, enfermas, o en las crías desvalidas que se rezagaban.Recrudecido el invierno irían al monte cerril para refugiarse bajo pantzas y pumamaquis; esperaban que escampe para frecuentar nuevamente pajonales y praderas del bajío. Luego, en agosto, como hemos visto, volverían a las quebradas para protegerse de los vientos y cerrazones.Así debió transcurrir su trayectoria anual en la alternativa rutinaria de pastoreos pausados, prudentes; así su marcha sobre las pajas que, por la forma de hacerlo, estimulaba el crecimiento de gramas y más forrajes de competencia; así la labor de resiembra ejecutada por sus pezuñas prodigiosas y fertilizada con su majada sana y de fácil asimilación al suelo; así, igualmente, la faena bienhechora por el modo con que su dentadura comía las hojas de los arbustos y de las yerbas, cual auténtica y beneficiosa poda; en fin, así su trabajo de apoyo a la naturaleza sabia. Gracias a ella y a sus tratamientos, no sólo El Chaupi sino todas las latitudes andinas que recibieron esta fructífera presencia pastoril, consolidaron una riqueza silvestre apreciada hasta estos días.ÑUCAPAG RUNALLAMA
Realicemos un imaginario reportaje precolombino sobre el mitológico llamingo.
El chaqui o carcug-purig viaja de loma en loma y marcha ajustando su trotecillo al acompasado de la runallama -la imita de un modo sorprendente, casi idéntico, al punto que adopta el estilo para otros momentos- y con manos, cabeza y cuerpo en tabla una comunicación singular con ella: si alza la mano a un costado su compañera disminuye el avance, si la levanta sobre la cabeza, se detiene; al cruzarse de un lado al otro por delante de la bestia cargadora, le está indicando al lado que debe curvar; y si agita su brazo en círculos seguidos, ella se adelantará usando un galopar ligero, breve y continuo. Esto último sucede cuando el viajero duda de la ruta y la deja al instinto certero del animal, que no se equivoca en lo más mínimo sobre el atajo que debe tomar por oculto que se encuentre.Más tarde, en el ayllu-huasi, este antiguo pastor de cordillera deja a su amiga junto al propio rebaño que está a pocos pasos, con el propósito de que, pendientes todas ellas de acontecimientos extraños, detecten y ahuyenten con sus efluvios misteriosos cualquier "mal aire". Si el maleficio no amengua, será el shamán quien acuda al descampado en la próxima noche de luna nueva, despejada y lúgubre, a corretear los llamingos negros apenas unas horas antes de que empiece a producirse el huashar de cualquier cerro. Sus ojos brillantes auscultarán indicios en lo profundo del paisaje renegrido, darán una, diez o veinte vueltas y, de pronto, se detendrán; sus orejas paradas, atentas; de sus bocas apretadas surgirá un balido sordo y, colocadas todas en una misma dirección, empezarán a escupir y resoplar alocada, vigorosamente. Sólo entonces el shamán retornará tranquilo a su choza, complacido de que su conjuro dará resultados felices si a media noche quema en su tiesto ofrendatorio, la lana mojada con saliva del guaua-llamingo recién parido.La llama remota dejó su herencia indígena. Del quitu, puruha, panzaleo, caranqui, hábitos de domesticación para su labor de carga. Del inca: trasquilar su lana y tejerla. Del mestizo españolizado, apreciar su carne y ordeñarla para fabricar queso-llama, tan estimado a inicios de la colonia. Y, de todos, el sentido ignoto y raro para fijar en ella los testimonios de su sorprendente misión protectora y predestinada. De lo anterior ha quedado hasta estos días la costumbre de pastar junto al hato bovino dos o tres llamas; se sigue conservando aquel concepto de que son criaturas que atraen amparos venturosos o presienten malquerencias. Seguramente se debe a su hipersensibilidad el asociarlas con actitudes inexplicables a simple vista, como las del día trágico del terremoto de Ambato (1949); fue un hecho consignado que desde la madrugada alarmó mucho a quienes vieron su desasosiego insistente, alucinado. Tal vez desde allí surge este dicho tan repetido y popular: "llamingo que aloca, algo provoca".DE LOS ANDES A NORTEAMERICA Y EUROPA
El llamingo nos deja acercar, se siente complacido por este detalle. Es agradable meter los dedos entre su lana espesa y suave; cuando lo acariciamos, sus ojos se tornan soñadores, profundos... Es un personaje que invita a contemplarlo y, de inmediato, nos urge la comparación con los análisis modernos para calificar su tipo: cabeza erguida, arrogante, amplitud en las fosas nasales, buena mandíbula, cuello alargado que se deposita suavemente sobre su cruz en un ángulo de 45 grados y se inicia con abundante collar de lana en la garganta y llega hasta el pecho, ancho y de músculos fuertes; su lomo es sólido, recto, armonioso; sus brazos y patas caen verticalmente en aplomos correctos en los que se destaca la robustez de sus rodillares, la altura del talón y la calidad de sus pezuñas. Visto de frente, se ve pronunciada la amplitud de su tórax y, de atrás, la anchura del anca y la coquetería de su cola -copo ornamental y vistoso.
El mundo científico la cataloga como animal de porte estético, y los datos genéticos resaltan la bondad de su pedigree. Hay, incluso, un programa para clasificar a las hembras dentro de un puntaje de apreciación y para escoger a los machos como sementales, sujetos a estrictas pruebas de progenie. El avance del proyecto para cada especie (alpacas, vicuñas, runallamas, guanacos) ha superado ya el procedimiento eficiente de inseminación artificial y ha igualado a los vacunos en los resultados finales de los trasplantes embrionarios.Se acaba de publicar un manual, Camélidos en los Andes, que recopila trabajos notables de 116 autores, y mensualmente aparecen en EE.UU. varios catálogos y revistas de la materia, como el caso de Llamas (The International Camelid Journal), que es una interesante muestra de la gran promoción que en los últimos años tiene esta especie.Por otro lado, en diferentes regiones de Norteamérica estiman que la llama no debe ser objeto de manipulaciones sofisticadas, sino que debe dejarse su crianza en manos de propietarios sencillos que, con mayor sensibilidad, acaten su naturaleza simple, silvestre y natural. Hablan de una campaña enérgica para mantenerlos en su libertad instintiva, con respeto a su voluntad innata y derecho al apareamiento natural y espontáneo.Por su característica de animales con gran capacidad para rehabilitar los suelos, su fama ha rebasado fronteras: en EE.UU hay más de cuatrocientos criaderos en 14 Estados. En Europa existe pasión por ingresar al gremio de ganaderos de llamas; hay una corriente entusiasta para formar hatos en Alemania, Inglaterra, Irlanda, España e Italia. "...su intención no es sustituir carne de res por carne de llama, sino dar inicio a una de las aventuras económicas más inusitadas dentro de Europa, y al mismo tiempo, algo que va muy bien con los esfuerzos que se están realizando para mantener limpio el ambiente, y ecológicamente sano el planeta..." (Mdm. Patricia de Clermont-Tonerre. Revista Hombre).En California se efectuó el mes de julio pasado un remate de ejemplares seleccionados. Sus precios fluctuaron alrededor de los U$ 3.000,oo. Fue digna de admiración la calidad a la que han llegado en tan poco tiempo: alta calidad de carne y lana, etc., todo ello complementado con la belleza de sus formas y la apostura de su garbo.Asociaciones agrícolas y ganaderas, apoyadas por un programa estatal serio y decidido, deben promover urgentemente en el Ecuador la crianza intensiva de la llama, lo cual abriría en la sierra un horizonte nuevo de transformación de zonas afectadas, al tiempo que revolucionará la mentalidad pecuaria contaminada de conceptos errados. El proyecto requiere ser elaborado con entusiasmo y dedicación, así como con la suficiente responsabilidad como para que la llama llegue a convertirse en un símbolo agropecuario del país.