Publicado en
septiembre 19, 2010
Título Original: Under the Acacias
PREFACIO DE LOS AUTORES:
Parte de este material estaba originalmente pensado para aparecer en “La Sombra del Makei” y en “La Búsqueda Espiritual”, pero se apartaba de la historia principal de ambos trabajos. Tuvo que esperar su turno para ser publicado. ¿Significa ello que este material sea una serie de “recortes” pegados unos junto a otros? ¡Falso! En un auténtico sentido, las cuatro partes de Crónicas del Reino estaban siendo realizadas a la vez. Cada parte maduró a distintos momentos. En ese sentido, “La Búsqueda Espiritual” no era una secuela como tampoco “La Sombra del Makei” o “Bajo las Acacias” Forman parte de un todo, y leerlas desordenadamente harán que tengan mucho menos sentido para ti. Es mi fundada esperanza ver alguna vez las cuatro partes ordenadas cronológicamente y unidas en un sólo trabajo.
Completando esta historia, hemos usado lo último del archivo “siguiente proyecto”, y a diferencia de otros este trabajo no producirá la base de una futura historia. Es una sensación de plenitud y cierre que presentamos al concluir el ciclo que comenzó con “Crónicas del Reino”
¿Volveremos a colaborar Dave y yo? ¡Seguro! ¿Serán las historias relacionadas con “Crónicas”? ¡Seguro! ¿Será el quinto volumen de “Crónicas”? No. ¿Qué haremos entonces? De vez en cuando me burlo de David con montajes humorísticos para historias basadas en el Perro de la Pradera (“Bajo la Savana Dorada”), y los Ñúes (“El pequeño rumiante que pacía”) ¡No extiendas rumores acerca de estas seudo-obras de ficción ni en sueños! Pero Nala--hmm, eso podría probar ser un desafío interesante para dos autores masculinos tratando de evitar estereotipos y clichés...
Esta historia está amorosamente dedicada a la memoria de George y Joy Adamson. Se reunieron con Aiheu, ahora ya son “libres para siempre”
John Burkitt, Nashville, Tennesse
12 de Febrero, 1997
Bueno, aquí estamos otra vez. La sombra de la Roca del Rey se ha extendido, sumiendo al promontorio en tinieblas al tiempo que el sol se oculta más allá en la lejanía, por poniente. Tenemos muchas cosas que hacer esta noche, pero primero hay algo que nos gustaría compartir.
En algún lugar en la bruma de escribir “La Búsqueda Espiritual”, algo extraño y maravilloso tuvo lugar. Esta historia es principalmente acerca de dos figuras de ese trabajo, una marca nueva, la otra una compañía familiar de “Crónicas” que vino junta, forjando una relación que era tan íntimamente afectiva no sólo a alrededor de ellos, sino entre John y yo también.
La nueva figura de “La Búsqueda Espiritual” es, por supuesto, Ugas. ¿Y la vieja compañera? La leona Uzuri. Líder de Caza, madre devota, incondicional amiga, ha tocado las vidas de prácticamente todo aquel a su alrededor en algún grado...y eso también incluye a los autores.
Permítenos marcharnos ahora; las leonas se están reuniendo, y Uzuri está preparada.
La Cacería espera.
David Morris, Wilmington, Carolina del Norte
12 de Febrero, 1997
Prefacio del traductor:
Sólo puedo decir que tengo el honor, el privilegio, y el placer, de doblar al español esta obra. Y debo añadir que, como David ha dicho, Uzuri también ha tocado mi vida. Y es un toque suave, gentil. Un toque que te tranquiliza, que te alegra el corazón, que te hace sentir un profundo amor por ella, por sus Hermanas, por sus hijos. En momentos de zozobra, ella ha estado allí, consolándome, animándome a mirar adelante, a seguir, a perseverar. Palabras gentiles, sonrisas, ternura. El sentido del honor, de la dignidad, del deber. Nunca podré agradecerle lo suficiente lo que ya ha hecho por mí. La noche nos ampara. Avanzamos en completo sigilo a través de las hierbas altas. Frente a nosotros, entre los tallos de la maleza, se distingue una desprevenida manada de impalas. Otras leonas nos flanquean. La cacería ha comenzado.
Fernando Galán Peiró, Alaquás (Valencia) España
1 de Julio, 2003
PRÓLOGO:
En lo alto de Montículo del Elefante, donde la roca desnuda permanecía expuesta, envejecida pero desafiante, había una grieta. Años de tormentas de arena habían ido llenando pacientemente esa grieta con pequeñas cantidades de suelo. Y en esa grieta crecía un único y humilde tallo de Alba, cuya flor roja miraba hacia arriba, hacia Dios, con la esperanza de las próximas lluvias. Cuando la semilla cayó sólo Aiheu lo supo, pero miró hacia abajo, a ella, y sonrió.
“Aquel Que Trae la Lluvia” dijo Aiheu, “cuida de mi jardín.”
“Pero Señor, sólo veo una única flor.” respondió la lluvia
“Pero tiene la fe de un millar.” contestó Aiheu, “Toda flor puede crecer a la orilla del río, pero esta ha traído la belleza a la árida desolación”
Incluso en el suelo más duro y pedregoso, la más pequeña y humilde chispa de vida puede portar belleza. Y donde se encuentra la belleza, Aiheu sonríe. Esta es la historia de una de esas chispas, Uzuri, y la belleza que trajo a los tenebrosos días del Reinado de Taka.
CAPÍTULO 1: HIENAS EN LAS TIERRAS DEL REINO
Los pájaros aún cantaban en los árboles. Las nubes todavía cruzaban lentamente el cielo. Una suave brisa aún acariciaba la hierba y formaba olas de serena tranquilidad. Pero para las leonas de la Roca del Rey, el viejo mundo que pensaban que duraría para siempre acababa de concluir abruptamente: Mufasa y Simba se habían ido.
Sarabi estaba buscando fuerzas para seguir viviendo a cada instante. Nala estaba acurrucada contra su madre, luchando por entender su pérdida. Mufasa ya no la llamaría “preciosa” por más tiempo, ni le contaría historias sobre los Grandes Reyes del Pasado. Y su amigo Simba se había ido para siempre- no más juegos, no más palabras, no más nada. En lo profundo de su dolor deseó haberle dejado ganar a las peleas tan sólo una vez. Ahora ya nunca tendría otra oportunidad.
“¿Le dolió mucho?” preguntó a su madre
Sarafina era una cazadora y había visto muchas veces su parte de la muerte. Negando con emoción, mesuró cuidadosamente sus palabras y dijo,
“Estaría tan sorprendido que apenas sentiría dolor. Quiero decir, antes de que tuviera tiempo de pensar, todo habría acabado”
Sintió cálidas lágrimas rodando por sus mejillas
“¡Pobre angelito!” empezó a acariciar a su hija con una pata, “Si hubiese sido mi pequeñita, me habría muerto. ¡Muerto! ¡Nunca te acerques a ese lugar, o te azotaré el trasero!¿¿Me oyes, Missy??” Sarafina la acarició y la besó
“¡Oh, mamá!” Nala empezó a sollozar, “¡Nunca iré allí! ¡Te lo prometo!” Añadió en casi un suspiro, “¿Pero no podemos ir a verle una última vez?”
“No” Fini la volvió a besar, “No quieres recordarle tal como está ahora...De verdad no quieres”
Antes de que el último calor hubiera abandonado el antiguo cuerpo del Rey, un nuevo dirigente se sentó sobre la Roca del Rey y procediendo hacia a él hacia el extremo del saliente iban las hienas del clan de Shenzi. Este era un nuevo mundo, un aterrador lugar de incertidumbre, desconfianza y pena. Uzuri las vio con angustiosa amargura mientras ellas violaban su santuario, y silenciosamente maldijo a Taka por traicionar a su gente. Las hienas habían asesinado a su tía y a su tío, ¡y él las estaba metiendo en su hogar!
A pesar de su promesa de un “grandioso y glorioso futuro”, Taka estaba más bien pagando su deuda con Shenzi, y le importaban muy poco las de su raza. Pero había una hiena que él amaba sobre todos los amores restantes en su torturado corazón. Fabana se salió desde su lugar en la procesión y corrió junto al lado de Taka, llegando a su lado. Él la acarició amablemente, volviendo su pequeña y cicatrizada con su gran pata y besando su mejilla con su gran lengua.
“Muti” dijo él en horrendo hiénico, “¡mo keth ban´ret dubrek!”
Algunas de las hienas se giraron, pasmadas,
“¿Betra hiannicha?” preguntó una de ellas
Él sacudió la cabeza, “Sólo cogí algunas frases”
Shenzi satisfizo el anhelo de su vida al ver el mundo desde el extremo del promontorio, planeando para el día en que no tuviera que compartirlo con los leones. Mientras tanto, sin ser consciente de su deleitado relamerse, Taka acariciaba amorosamente a Fabana con su pata, y miró a su cara sonriente
“Me siento hoy aquí por ti, muti. Me habría quitado la vida, y mi espíritu desesperado habría deambulado en la noche mientras un extraño gobernaba las Tierras del Reino”
“Si no hubiese sido yo, otro te habría detenido”
“Podrías repetir eso. Siempre has creído que la bondad prevalecerá.” besó su mejilla, “Te amo más de lo que pueden decir las palabras”
Las lágrimas rodaron por su rostro, mientras ella permanecía sentada gentilmente junto a él,
“Mi querido hijo.”
CAPÍTULO 2: RECETA PARA UN DESASTRE
La primera noche sin la confortante presencia de Mufasa fue lo más duro para Sarabi. Ella se deslizó sigilosamente hasta el lugar donde había pasado tantas maravillosas noches apretujada contra su hermoso cuerpo. Su escena aún flotaba en el aire, cerró los ojos, aferrándose a esa última traza
“¡Oh, cielos, ayudadme!” lloró. Cayó al suelo, sollozando.
Esa tarde prácticamente se había ofrecido frente a Taka, incluso después de que él hubiese traído las hienas a las Tierras del Reino. ¡Las hienas habían asesinado a sus padres! Después de eso, no volvería a hablarle a Elanna Ahora su querido amigo Rafiki estaba confinado en su casa, bajo arresto. Sarabi no tenía a nadie a quien acudir en busca de comprensión y consuelo y tenía que llorar a solas. Sólo Dios se interponía entre ella y el completo aislamiento,
Había exactamente cuarenta pasos hasta el final del promontorio. En el cuadragésimo primero podría encontrar el final de su sufrimiento. Un sólo paso más en los brazos del amor, y todas las cosas que habría podido decirles a su esposo y a su hijo podrían ser liberadas tan dulcemente como la fragancia de los jazmines de noche. ¡Pero que golpe para las que dejaría atrás! Sarafina e Isha tendrían que arrastrar su destrozado cuerpo a los chacales y ver cómo su carne era desgajada de su cuerpo por pequeños y afilados dientes. No; tras sopesar las consecuencias, aceptó su suerte y eligió el camino del deber. Su vida, con o sin sentido, seguiría adelante.
Elanna había considerado su propia parte del deber. Su corazón había sido partido en pedazos entre la rabia de su hermana y la reprobación de sus Hermanas de Manada. Habría sido sencillo abandonar a Taka y estar en la gracia de sus amigas. Pero había visto la lucha de Taka contra la depresión y la frustración llevárselo lejos y arrebatarle sus alegrías una a una. Su primer amor, Sarabi, le había rechazado, y sus padres estaban muertos. Ahora su hermano estaba muerto, y tenía que volverse hacia las hienas para consolarse. Ella quería amarle, consolarle, y darle significado a su vida una vez más. Y esperando contra la esperanza que él encontraría solaz en su amor, ella había aceptado ofrecérsele total y abiertamente.
Sarabi le había conminado a elegir entre su hermana y su amante, a renunciar a la felicidad y a sus propios cachorros, y compartir la perpetua soledad de Sarabi como pago a su aceptación por la Manada
“¡No es justo!” rogó Elanna fervientemente, “¡La amo lo suficiente como para morir por ella y ahora yo debería estar a su lado, pero no me tendrá! Ella también le amó una vez--¿cómo me puede culpar ahora por necesitarle? Dios santo, no entiende. ¿Qué puedo decirle que haga que me escuche?”
Taka llegó lentamente a su lado y la acarició,
“¿Tan triste, querida?”
“Abrázame” dijo ella, mientras las lágrimas rodaban por su mejilla, “Déjame sentirte a mi lado”
Taka le secó las lágrimas, besándola, y empezó a reconfortarla con su pata, “Jamás te he visto más hermosa de lo que estás aquí y ahora. Un corazón tan amable, capaz de tanta comprensión.” Él la miró con una ternura nada común en él, “Si hubiese sabido cómo te sentías antes, las cosas podrían haber sido muy diferentes”
“¿Cómo?”
“¿Acaso importa ya?”
Taka descansó junto a ella, sintiendo su reconfortante presencia. Cerró los ojos, podía ver a Mufasa y Sarabi con el pequeño Simba descansando en su hueco favorito. Junto a ellos, Elanna cuidando un pequeño Taka y una pequeña Lannie. Taka una vez amó a Mufasa, al igual que había amado a Sarabi. ¡Si sólo hubiese parado de esforzarse por un banal sueño y hubiese visto el potencial en Elanna hace tiempo! Bajo las circunstancias, Taka sentía que sus actos estaban justificados, pero aún se preguntaba si hubiera habido algo más que hubiera podido hacer para purgar la maldición que envenenó el corazón de Mufasa y alienó a Sarabi. La persistente duda de que era parcialmente culpable empezó a carcomerle, y se sintió contaminado, sucio, en maneras que ninguna agua podía lavar
¡Oh, volver a sentirse limpio otra vez! Él se habría contentado con el sincero e inmaculado amor de Elanna. Y no habría habido hienas en las Tierras del Reino granjeándole el inmortal odio de la Manada. El precio que había pagado por reinar había sido demasiado alto, pero aquello era el final y no habían devoluciones. Abriendo sus ojos una vez más a la atenazante verdad, besó la mejilla de Elanna y suspiró profundamente.
Uzuri y las demás Hermanas de Manada también estaban muy disgustadas, pero encontraron consuelo en la disciplina y esfuerzo conjunto de la Cacería. La posición sin cubrir de Sarabi les dolía como una herida abierta, y Uzuri le pidió discretamente a Ajenti que ocupase su punto izquierdo de la formación en luna creciente. Ajenti dio unos cuantos pasos hacia el viejo puesto de Sarabi, pero se detuvo, llorando vivamente
“¡No puedo, Uzuri! ¡Simplemente no puedo! ¡Es SU puesto!”
“Tranquila, Ajenti” susurró Isha, consolándola, “Ten mi puesto, princesa, esta noche yo cubriré el punto izquierdo” Dolorosamente, Isha ocupó la posición de punto izquierdo y tomó posiciones con una desacostumbradamente sombría actitud,
“Vale, hagámoslo de una vez”
Mientras tanto, con desacostumbrado júbilo, las hienas iban de caza en las Tierras del Reino sin miedo de ser descubiertas. Acostumbradas a las áridas condiciones del cementerio de elefantes, el olor de hierba fresca y árboles, de flores y enredaderas embriagaban sus sentidos. Las esencias que portaba el viento les llenabas de promesas de buenos tiempos ante a ellos.
No para Ber o los otros leales había algo que celebrar en todo aquello. Sus lazos hacia el anterior Roh´mach les marcaban permanentemente, relegándoles a tareas de vigilancia. Shenzi sospechaba que los viejos modos estaban demasiado arraigados en ellos como para confiarles cualquier otra tarea.
Ber miró al cielo nocturno, y suspiró. Las distantes risas de sus hermanos del clan se le clavaban el los oídos mientras él tenía que estar fuera y alerta, siguiendo las fronteras,
“Roh´kash, primero pierdo a mi hijo, y ahora pierdo mi verdadero nombramiento. Gran Madre, ¿tengo que pudrirme aquí como un hueso descarnado con toda la médula arrebatada? ¡Muéstrame el camino de salida, Gran Madre! ¡Aquí sólo hay muerte!”
Uzuri asintió, y sus Hermanas de Manada se diseminaron siguiendo un patrón de ataque de su propio diseño, listas para avanzar contra una manada de gacelas. La luna estaba con ellas-llena lo justo para poder ver, pero no lo bastante llena para delatar a las leonas entre las hierbas altas.
Las orejas de Uzuri respingaron atrás y su cola se agitó. Instantáneamente sus Hermanas de Manada tensaron sus músculos, listas para la acción. Esperaron la señal de cargar...
“¡Ya te tengo!” aulló una hiena, saliendo disparada entre las leonas y las gacelas, persiguiendo una liebre. Las gacelas miraron a su alrededor, y volaron.
“¡Maldita sea!” tronó Uzuri a pleno pulmón
La hiena se aproximó a la liebre y con un golpe arrebató la vida de su diminuto cuerpo. Alzando ostentosamente su trofeo, trotó a través del prado de regreso a la Roca del Rey
Ber vio aparecer a Skulk con un conejo muerto. No demasiado detrás suyo estaba la Cuadrilla de Caza de las leonas, y Ber podía asegurar que estaban furiosas
“¿Regresáis pronto? ¿Os acompaño la suerte?”
“¡Si!” escupió Isha al suelo con toda su rabia, “¡Todo mal!”
Ber suspiró,
“¿Tuvo algo que ver con ese conejo?”
Sin responder, Isha y las demás le empujaron a un lado y se fueron directas a ver a Taka
El Rey estaba sesteando cuando recibió un duro codazo de Uzuri
“Oye, tenemos un problema”
“Ciertamente lo tenemos” contestó gruñendo Taka, “¡No vuelvas a hacer eso mientras duerma!”
“¡Esos --amigos tuyos-- acaban de arruinar nuestras oportunidades de cobrar una gacela o dos por un condenado conejo! ¡NO podemos tenerlas correteando por ahí sin control mientras estamos cazando! ¡Tú eres Rey--haz algo!”
“Bueno, podría, desde que SOY Rey. Pero no haré nada mientras me demuestres ese el nivel de respeto”
“Lo siento...Señor...” rectificó Uzuri, bajando la cabeza, intentando disimular cómo le rechinaban los dientes de pura rabia
“Esta unión funcionará. No dije que no habrían problemas al principio. Lo que necesitamos es más cooperación. Algo así como una caza conjunta... ¡Eso es--te reunirás con Pipkah y planificarás algo que todos vosotros podáis sacar adelante juntos!”
“¡Pero, Señor, nuestros estilos de caza son demasiado distintos!” trató de atajar Uzuri, presa del pánico ante semejante barbaridad
“Por eso estoy poniendo una experta al mando. Confío en que justificarás la fe que deposito en ti, ¿hmmm?”
“Lo haré lo mejor que pueda”
“Eso es lo que espero de todos. Ahora márchate y déjame dormir”
Taka cerró sus ojos y se dio la vuelta. Claramente, la conversación había concluido.
CAPÍTULO 3: SIN UNA ORACIÓN
La siguiente noche cayó con silencioso esplendor. Sarabi miraba con ojos enturbiados ojos a las estrellas mientras ellas trazaban su nocturna migración por el cielo.
“Aiheu,” gimió, “¡Ayúdanos! ¡Convoca a los espíritus ancestrales! ¡Envíale a Taka la sabiduría para apartarse del camino que ha tomado! Ayúdale a ver lo equívoco de su camino. Pero hasta que encuentre el buen camino, ayúdanos a tratar con esas hienas.” apuntó con su pata al cielo, y añadió, “No entiendo nada de esto. No entiendo por qué almas nobles como Simba tienen que morir mientras Shenzi sigue más y más. Pero Tú eres piadoso. Sé que eres justo y bueno. ¡No nos olvides en nuestra Hora de Necesidad! ¡Por favor, no nos olvides!”
Ber también rezaba,
“Aquí somos odiados. ¡Quiero irme a casa y llevarme a mi familia! Estas leonas no nos quieren, y a pesar de que esta tierra es buena, no puedo dormir seguro a la sombra de esta roca. ¡Toca a nuestro Roh´mach y abre sus ojos a la verdad! ¡Aparta lejos de entre nosotros el engaño y perdónanos por nuestra imprudencia!”
“Que comience la cacería.” la voz de Taka resonaba con desbocado entusiasmo, “¡Líder de Caza, necesitamos tu bendición!”
Uzuri llegó hasta estar junto a Taka. Se suponía que la bendición era un hito importante, y el nuevo Rey le había dado alguna indicación sobre lo que él quería que dijera. No tendría que haberle costado demasiadas tribulaciones hacerlo. Él pretendía de ella que su acostumbrada referencia a “Aiheu” fuese expresada como un más genérico “Dios”, y quería que todas las referencias a “Él” o “Su” fuesen cambiadas para evitar ofender a las hienas, cuya Deidad era la hembra Roh´kash.
Y entonces Uzuri estuvo frente a la multitud, leonas a su derecha, hienas a su izquierda. Miró a las expectantes hienas y sintió un escalofrío recorriendo su columna vertebral. Miró a las leonas. Sus rostros estaban abatidos, y sus orejas y colas, combadas. Las ideas de Taka acerca de una “grandiosa y gloriosa nueva era” le bloqueaban la garganta. No podía decir nada.
“Venga, Líder de Caza” susurró roncamente Taka
La desolación en el rostro de Yolanda conjuntaba con la profundidad de la amargura de Isha. Uzuri tuvo que bajar la mirada.
“Uzuri” gruñó sordamente Taka, “Están esperando”
Las hienas empezaron a murmurar inquietas. Ella tenía que hacer algo, así que hizo lo único que podía hacer. Ella se giró directamente hacia las leonas y rezó,
“Ten piedad de nosotras, oh, Señor. Por nuestras transgresiones, no nos castigues. Mira con favor hacia los que claman por ti. Y durante nuestro camino, permítenos encontrar sustento para nuestros cuerpos y consuelo para nuestros espíritus. ¡Bendito Aiheu, escucha nuestra plegaria!”
Las leonas inclinaron solemnemente la cabeza una a una,
“¡Bendito Aiheu, escucha nuestra plegaria!”
Las hienas se miraron unas a otras,
“Gran Madre, susténtanos” dijeron nerviosamente, inclinándose. Pronto, toda la partida de caza yacía postrada en la savana.
“Buena cacería” concluyó ásperamente Uzuri. Empezó a alejarse.
“Interesante oración” dijo Taka con un áspero tono de voz, “¿Detecto un matiz de pesimismo?”
“Detectas una oración” contestó Uzuri, empujándole y pasando de largo.
Ber se abrió paso hasta llegar a su lado. Ella había estado evitando sistemáticamente el contacto visual con las hienas y le llevó mucho trabajo captar la atención de la leona
“Bien, ¿qué es lo que quieres?” inquirió ella secamente
“Es acerca de esa oración”
“Ya me han llamado la atención una vez por ella”
“No estoy llamándote la atención” dijo él, “Puedo decir que eres una buena persona, y yo sé que Roh´kash estará contigo. Cuando la revuelta llegue, y creo que habrá una, deja de lado a mi compañera y nuestros cachorros. Ellos son leales a las tradiciones antiguas y no quieren estar aquí. Recuérdanos”
Ella le miró fijamente y exhaló,
“Lo haré”
“Antes yo era el Líder de Caza. Ahora sólo soy un guardián. De todas las leonas, quizá sólo tu entiendas cuánto he perdido”
Ella le miró a los ojos. Por ese momento, sus sentimientos por las hienas se moderaron con la compasión,
“Sé lo que has perdido, y espero no ser la siguiente. Rézale a tu Dios por mi y yo rezaré a Aiheu por ti.”
Ber sonrió,
“Dios es Dios. Escuchará ambas oraciones.”
Uzuri fue a dar comienzo a la primera caza conjunta. Miró a Besa y suspiró,
“Bien, hagamos esto”
Incluso en ese instante ella sintió que la Cacería ya estaba condenada al fracaso
CAPÍTULO 4: ESPOLEANDO A UN CABALLO MUERTO
La primera cacería conjunta fue un completo desastre. Esta vez Taka no le pidió sino le ORDENÓ a Uzuri que les diese otra oportunidad. Para empeorar las cosas, la petición por parte de Uzuri de que fuese Ber el que liderase a las hienas cayó en oídos sordos. Taka delegó en Shenzi la cuestión, y ella quería que Pikpah permaneciese en el cargo
Aparentemente el pequeño acechador era mejor como mentiroso que como cazador.
Uzuri no tenía otra opción que aceptar la decisión de Taka, pero iba a dejarle muy claro a Pikpah que ESTA vez él aguardaría a su señal para aproximarse.
Justo mientras ella estaba pensando en una manera más o menos diplomática para decírselo, Pikpah se pavoneó frente a ella con una par de corpulentas hienas guardianes.
“Tu consejo nos ha llevado a la confusión, y es mi obligación sacarnos de él. Esta vez YO planearé la estrategia, tarada.”
Uzuri le miró, sin poder articular una palabra
Él continuó,
“Shenzi y Taka tienen su más absoluta confianza en mis habilidades de caza cuando soy autorizado a hacer lo que hago mejor.”
“Si bien es irritante para mí, ya has triunfado maravillosamente...” contestó con desprecio la leona
“¡Esto es un ultraje!”
“...Y NUNCA vuelvas a llamarme tarada.”
Uzuri estaba a punto de estallar. Miró a su Hermana Sarafina, buscando las palabras adecuadas para dar rienda suelta a sus sentimientos. Frustrada y sin palabras, golpeó el suelo con todas sus fuerzas,
“Mira, hermanita, trata tú con esa...--PERSONA mientras yo me doy un paseo para aclarar mi cabeza”
Se giró y se marchó.
“Mejor tómate un muy largo paseo” coreó Pikpah desde detrás
Uzuri saltó como un relámpago y cayó frente a él, gruñendo, con las garras y los colmillos totalmente listos para despedazar,
“¡Te prevengo, Pi-cuac--no tienes suficientes amigos para impedirme arrancarte una pierna y hacértela tragar!”
“Ya, hermanita,” ronroneó tranquilizadoramente Sarafina, “No le amenaces de esa manera...” le dio unos condescendientes golpecitos en la cabeza con una pata, no demasiado suavemente, “Podría perder la concentración en la cacería y tener un desafortunado accidente...” ella le guiñó el ojo a Uzuri, claramente a la vista del Pikpah; Uzuri le devolvió el guiño
Las orejas de Pikpah se retrasaron y su mandíbula tembló,
“¡Sagrada Roh´kash! ¡No podéis hacerlo sin mí o mi plan! ¡Siempre dije que era un error confiar en gentes de vuestra calaña! ¡¿Si o no, muchachos?! ¡Accidente...!” se largó lejos, mirando sobre su hombro, “¡El Roh´mach sabrá de esto!”
CAPÍTULO 4: FUERA DE LÍMITES
Taka era un león que durante un tiempo inspiraba compasión, luego desprecio y finalmente odio. Uzuri le había compadecido una vez. Luego había alcanzado la etapa de desprecio durante la difícil adolescencia de éste. Ahora había alcanzado el punto del odio, un odio al rojo blanco que podía tragarse al sol y a la luna y podía hacer que los ríos se tornasen rojos de sangre. Estaba encarada a la pradera este, lista para huir y no volver jamás.
Ser la Líder de Caza era su sentido de la pertenencia, su identidad. Uzuri era guapa, pero siempre se vio primero como una buena proveedora y una líder. Esa noche estando con Pikpah, Taka le había arrancado de todo aquello que quería. Se sintió desnuda, avergonzada, y más que furiosa. SI él no apreciaba su talento, ella encontraría a alguien que lo hiciera.
Uzuri no tenía ni idea de adonde iría. En realidad, el mundo más allá de las Tierras del Reino le era desconocido y le amenazaba con toda clase de peligros. Su íntimo conocimiento de su hogar que le hacía ser tan aterradora cazadora desaparecería. Sólo vería lo que tuviera frente a sus narices.
Mientras se calmaba, su temerario coraje le falló y se sintió muy vulnerable y pequeña. ¿Podría dejar a su hermana Sarafina y a la joven Nala? ¿Podría ella repudiar la sagaz sabiduría de Ajenti, la comprensión de Beesa y el gentil y amable consejo de Yolanda? Y entonces le llegó el terrible pensamiento de perder la devoción incondicional de Rafiki.
Se dio cuenta de que nunca podría volverles la espalda a aquellos a quienes amaba. Y el vacío que su rabia dejaba atrás era llenado por el temor. Mirando a su alrededor, vio un par de ojos brillando a la luz de la luna.
“¡Oh cielos, no!”
Se volvió a toda prisa. ¡Era un león macho! Empezó a correr
“¡No, espera!”
“¡Déjame sola!” aulló mientras corría salvajemente hacia su territorio, hacia su seguridad.
“¡Por favor, vuelve! ¡No voy a hacerte daño!”
“¡Déjame sola!”
Ella corrió ciegamente hasta algunas enredaderas y se enredó. Sólo le detuvo un momento en su avance, pero fue lo suficiente como para ser atrapada.
“Estoy demasiado viejo para esto...” se quejó él, resollando, “¿Estás bien?”
“¡Me defenderé!” gruñó ella amenazadoramente, “¡Déjame ir! ¡No quiero causar problemas, pero lucharé contra ti si tengo que hacerlo!”
“No quiero que luches” dijo tranquilamente el león, “Tu viniste a mi tierra y casi te tropiezas conmigo.¿No te presentarás, al menos?”
“Lo siento” contestó ella forzadamente, “Me llamo Uzuri, encantada de conocerte. ¿Puedo irme ahora?”
“Desde luego que puedes.” le dijo suavemente, “Márchate a toda prisa si debes hacerlo, pero no les digas que yo te hice daño. Al menos diles la verdad, y asegúrate de que captas bien mi nombre.”
“No sé tu nombre”
“Nunca me lo preguntaste. Soy Ugas” sonrió con fuerza
“Lo siento. No soy siempre tan maleducada--eh--Ugas” Uzuri se relajó, “¿Eres Rey aquí o sólo un merodeador?”
“Soy Rey aquí” él se acercó lo suficiente como para poder tocarla con una pata, pero no hizo ningún movimiento para hacerlo. Sus ojos grandes y hermosos recorrieron su cara en un búsqueda por entender, “Uzuri, pareces deprimida. ¿Está todo bien?”
“Estoy bien. Si, bien.”
“Tus palabras dicen que estás bien, pero veo algo en la forma en la que estás, en la postura de tus orejas, incluso en la manera en que me miras. Es como si todo tu ser clamase por ayuda” Se sentó como una esfinge y empezó a acicalar su melena despacio, y dijo en tono “Hecho-Trascendental”, “Pensabas en escapar”
“¡¿Cómo lo...quién lo dice?!”
“No estés molesta, preciosa” sonrió gallardamente, “Puedes confiar en mí. Esa es la mejor parte de conocer a un extraño--puedes decir todo lo que se te pase por la cabeza. He vivido una larga vida--puede que tenga la respuesta que estás buscando”
“No, no es nada, gracias” ella lamió nerviosamente su pata pero miraba a los ojos de Ugas y su calidez, su paternal sonrisa.
“Bueno, si.” dijo al fin. Se sentía bien por admitirlo, “Nuestro Rey ha muerto y ahora es su hermano que manda en las Tierras del Reino. Estoy segura de hace lo correcto, pero es...”
“Pero no puedes soportarle. Mufasa era un buen amigo. Scar es...cómo puedo decirlo...actúa como es él.” se encogió de hombros, “¿Luego eran ciertos los rumores? ¿De verdad están las hienas viviendo en la Roca del Rey?”
“¡Si! ¡Dios Santo, es asqueroso!”
“Y terriblemente injusto para ti, Líder de Caza. He oído que vuestro primer esfuerzo conjunto ha sido un desastre”
“¡Desde luego que lo fue!” ahogó un grito, “¿Cómo lo supiste?”
“Tengo ojos y odios en todas partes. Incluso Zazú” vio la expresión de ella de conmoción, pero sólo asintió y empezó a examinar sus garras, “No finjas tanta sorpresa. Su madre vive aquí, y ella es una cotilla de primera clase. Además Mufasa siempre solía hacer las patrullas de fronteras conmigo antes de que `SUCEDIESE´”
“¿Hacíais la línea juntos?”
“Él me reconocía, y yo le reconocía. Nunca dijo mucho, pero cuando él hablaba, siempre era algo importante que escuchar. Y la primera vez que no estuvo ahí, sentí este horrible vacío en mi interior” suspiró, “No sabía que Simba hubiese muerto también, no por varios días. Taka no me dijo nada, y Zazú no ha vuelto”
Uzuri bajó la cabeza, las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas
“Pobrecita...” ronroneó Ugas, alzándole dulcemente la cabeza con su pata
Ella miró en sus amables ojos y vio genuina compasión,
“De verdad te gustaba Mufasa, ¿verdad?”
“Si. Y el niño también, nunca he tenido mis propios hijos. Solía pensar que Mufasa era tan afortunado” una lágrima se deslizó por su mejilla, “Tu eres madre, seguro que lo entiendes”
“Lo entiendo, aunque no soy madre”
“¿¿No??” parecía sorprendido, “¿Tan hermosa como eres?”
Ella miró abajo, avergonzada,
“Me halagas”
“Oh, no, querida. Eres bella. Y cuando lloras, la belleza se marcha.” le alzó la mejilla con una pata y miró en sus tristes ojos, “Apuesto a que una sonrisa tendría el mismo efecto”
“Ya no me quedan sonrisas”
Ugas limpió con besos las nuevas lágrimas
“Me atraviesas el corazón como una herida abierta, pequeña. Taka está tan lleno de odio--Lo he visto cuando patrulla las fronteras. Él me ve y grita `¡Ésta tierra es mía, la quieres pero nunca la tendrás!´” la acarició, “NO hay odio en mí, Uzuri. Ven conmigo y veré si puedo encontrar unas cuantas sonrisas. Conoce a las demás--podrían ser tus Hermanas de Manada” él miró su reacción, pero al no añadir ella nada, continuó, “Te ofrezco libertad, querida. Libertad y amistad”
“Eres muy amable, pero no ahora. Tengo familia allí”
“Tráelas junto a ti. No vuelvas con Taka--no es seguro mientras es está ahí”
“Te lo agradezco, pero es mi hogar. Hay más en juego que la familia y los amigos. Entiendes,¿verdad?”
“Si. Haz lo que sientas que debes hacer”
Ella suspiró,
“Bueno, es hora de hacer mi informe. Eres un buen león, Aiheu escuchará tus oraciones. Di una por mí”
Ugas asintió,
“Lo haré. Cuídate, querida”
“Gracias, Majestad”
“Llámame Ugas,” dijo él, levantándose y rozando su mejilla con su nariz, entonces la besó suavemente, “Vuelve conmigo”
“¿Cuándo?”
“Siempre que quieras verme. Siempre. Eso también va para tus amigas”
Ella le acarició la mejilla con su pata,
“Si, podría hacer eso.”
CAPÍTULO 5: LAZOS FAMILIARES
Ugas tarareaba para sí mientras trotaba a través de la hierba. Su mente vagaba de vuelta a Uzuri y al corto rato que habían compartido. “Encantadora Uzuri” divagaba ensoñado, “¿Qué esta pensando Aiheu cuando te dio forma? ¿Estaba cantando su canción favorita?¿Estaba de buen humor?”
Ugas había conocido varias leonas durante el transcurso de su vida, pero había algo especial en esta. La forma en la que le miró le habían hecho querer retozar a su alrededor como un cachorro. Cerró los y evocó la imagen de su rostro otra vez. “Uzuri” susurró
Intentó imaginar cómo sería su sonrisa, pero su extendida tristeza era demasiado fuerte. “Te haré sonreír.” pensó, “Dedicaré mi vida a ello. La magia de tu sonrisa engañaría a la misma Muerte,¡y volvería a ser joven!”
“¿Soñando despierto otra vez, carroza?”
Ugas abrió los ojos a la leona mirándole airadamente a través de los matorrales aplastados que delineaban el camino que había estado siguiendo el león. “Adhama,¿qué estás haciendo aquí?”
“Asegurándome que cumples tu labor de centinela esta vez” Ella emergió de su escondrijo y se plantó frente a él cara a cara. “¡He encontrado rastros de hiena a veinte cuerpos de distancia de nuestro hogar esta noche, Ugas!¿¿Qué has estado haciendo ahí fuera, sesteando??”
Él se irguió tanto como le fue posible, arqueando su cuello de indignación. “¡Sabes perfectamente que estaba patrullando!¡Y si no fuese por mí, Hermanita, esta Manada ni siquiera existiría!”
“¡Oh, ESO seguro!” Nada intimidada, ella avanzó unos pasos, forzándole a retroceder. “¡Lo sé todo acerca de tus `esfuerzos´! Han producido una gran Manada, por si no lo has notado. ¡Una Manada que necesita ser alimentada, protegida, cuidada y VIGILADA! ¿Por qué no puedes ser un poco más como lo era tu hermano? AQUELLO era un león responsable.”
Ugas se quejó, “¡Otra vez no, por favor!”
“Kazi estaba fuera desde mucho antes del amanecer hasta bien pasado el anochecer, patrullando la tierra y defendiéndonos de nuestros enemigos.”
“Y murió de extenuación. ¿Es eso lo que quieres que haga?”
“Al menos murió con honor.¡Me alegro de que no viviese para verte así!” Su mandíbula tembló mientras se daba la vuelta y se alejaba un poco, con la cabeza gacha.
Ugas se mantuvo quieto un momento, entonces caminó lentamente hasta ella y le acarició la mejilla. “Addie, lo siento. No quería maltratarte.”
Ella alzó la cabeza y aguantó las lágrimas, “Si, vale”
“En serio. Yo sólo-”
“Ugas, sé que le querías.”
Él usó su pata y gentilmente le limpió las lágrimas. “Lo intento, Addie, pero sencillamente yo no soy mi hermano. Él siempre fue mejor en la lucha y en el rastreo, pero yo tenía la personalidad. Bueno, mi encanto no funcionará con leones merodeadores o perros salvajes. Estoy teniendo que ser alguien que no soy, intentando soportar una carga doble sobre unos hombros viejos, levantándome pronto y acostándome tarde, patrullando toda esta vasta tierra yo sólo. Sin hijos para ayudarme, y ahora sin hermano.”
“Hay muchos leones que nunca han tenido un hermano.¿Se quejan? No--están agradecidos sólo por tener un hogar y una familia”
“Pero son jóvenes, Addie. Aún tienen su salud.” Bajó la mirada. “Estoy próximo al final de mi camino, vieja amiga. Debería poder pasarle parte de la carga a otro. En lugar de eso tengo que gastar mis últimos días cansado y asustado. Siempre cansado y asustado. Siento dolores donde ni siquiera sabía que tenía huesos, y cada vez que pienso en hacer esa larga caminata mi corazón me da un vuelco”
Adhama inspiró temblorosa. “¿Entonces te estás rindiendo?¿Qué intentas decirme, Hermano?”
Ugas la miró atentamente. “No me estoy rindiendo. Esta noche he conocido a alguien que quizá pueda ayudarnos. Si hago todo lo que pueda, ella será mi esposa y madre de mi hijo.¡Un hijo, Addie!”
“¿Madre de tu hijo?” ella le miró escéptica, “Kazi no tuvo sino hijas, al igual que tú. Parece que deberías dejar de intentarlo”
“NO PUEDO dejar de intentarlo.¿Sabes lo que les pasa a los viejos leones que no tienen hijos?” Miró suplicante a sus ojos, se dio la vuelta y se alejó, su cabeza y su cola colgando bajas. “Hay muchos merodeadores ahí fuera que darían sus bigotes por este lugar” musitó, “No les dejaré que me expulsen. Antes moriré aquí en un último gesto de bravura que moriré de hambre lentamente. Amo a mis hijas, pero sólo Aiheu me daría un hijo.¡Piadoso Dios, ayúdame!”
CAPÍTULO 6: UNA COMIDA GRATIS
Uzuri se deslizó sigilosamente de vuelta a la Roca del Rey con un nudo en su estómago. La oferta de Ugas empezaba a sonar cada vez mejor según la ominosa sombra de la Roca del Rey empezaba a cernirse sobre ella. “Aiheu Abamani”, musitó, tomando el caminito hacia la piedra donde esperaba Taka
Incluso antes de que entrase en la cueva Taka dijo, “Según he oído has tenido un problemita con Pipkah”
“Es un soberano estúpido, Scar.”
“¿¿Necesito recordarte quién en el verdadero soberano??”
“Lo siento--Majestad”
“Mejor así.” Taka se incorporó y trató de sonar autoritario. “Dejemos claras unas cuantas cosas. Si no quieres cazar con Pipkah y su grupo no lo tienes que hacer.”
“MUCHÍSIMAS gracias, Majestad”
“Tan sólo asegúrate que consigues suficiente comida para todos, porque ellos escogen primero”
“¿¿Qué??”
“Están dispuestos a cazar su parte, pero al parecer tú crees que es imprudente”
“Pero Señor...seguro que no esperas que nosotras...¡moriremos de hambre!”
“No cuando por el hambre estés motivada para aprender algo de cortesía”
“Pero yo...”
“Nada de peros, Uzuri. Pipkah me dice que Fini ha amenazado su vida, y tú le has seguido la corriente.”
“Hablamos enfurecidas.¡No sabes lo que hicieron!”
“No lo necesito. Todo el mundo habla de eso. Ahora hay muchos ojos hambrientos mirándote esperando comida. Ahora sal y gorronea algo para nosotros como una buena chica.”
Uzuri estaba petrificada. Perpleja, asintió con la cabeza, se giró y se fue. Por tercera vez, recordó las amables palabras que le había dicho Ugas: “No hay odio en mi” Nunca había parecido tan amable en contraste con Taka.
Uzuri fue por todas partes gritando “¡Baraza!”, que significa “¡Reunión!” Era como si otra reunión de estrategia previa a la cacería hubiera empezado, pero tenía un propósito importantísimo.
De una en una o en parejas fueron llegando las leonas. Pronto estuvieron todas reunidas, excepto Elanna, cuya ausencia era a la vez esperada y dolorosa.
“Aiheu Abamani” musitó Uzuri mientras acariciaba a cada una de las leonas desde Yolanda, la más vieja, hasta las cazadoras más novicias. Era un orden dictado por la tradición. Pero había una tensión en el aire, tan fuerte que podía cortarla un cuchillo.
“Taka ha arrojado una losa sobre nosotras.” dijo ella en voz baja, “Ahora debemos cazar para nosotras y para las hienas. Al parecer ellas están preocupadas por su seguridad”
“¡Al diablo!” dijo Isha. “¡Y bien que deberían estarlo!”
Ajenti, quien normalmente era más democrática, dijo, “Es la hora de poner en su sitio al Rey Llorón y Tristón”
“Las hienas están de su lado,” dijo Uzuri. “Debemos solucionar un problema mayor esta noche. Nuestros cachorros deben comer, de manera que nosotras también”
“Digo yo que podríamos probar el gusto de una hiena,” dijo Ajenti
“Esta charla es peligrosa,” dijo Yolanda, “Podrían estar espiándonos”
“Dejemos que escuchen esto con todo detalle,” dijo Isha, “He escuchado la broma de Fini sobre el accidente. Pero creo que podríamos matar a uno o dos de ellos a la vez esta noche sin alertar a los otros. Cuando se supiese quedarían demasiado pocos para combatirnos”
“¿Y has olvidado a Taka?” dijo Uzuri
“Déjamelo a mí,” dijo Isha, “le mataré yo misma”
“¡Dios mío!” las alarmas de Uzuri saltaron, “¿Quieres decir cometer un asesinato? ¿Qué hay de Elanna? ¡Es la Hermana de Sarabi, por el amor de Dios!”
“No me lo recuerdes,” dijo Sarabi con una comprensible amargura. “Es todo lo que me retiene de marcarla. Ella es una desgracia para su gente, tonteando con ese cuñado lame-hienas que tengo. Hasta donde me concierne desde el momento en que Muffy murió él está fuera de mi familia.”
Uzuri miró alrededor a las demás leonas. “¿No sabéis que los cielos nos juzgarán si le descuartizamos como a una gacela?”
“¿Podemos ser acusadas de algo peor?” insistió Sarabi. “¡Puede que los cielos nos juzguen si NO le matamos!”
“Algunas tenemos cachorros pequeños,” dijo Sarafina. “Nala podría resultar herida--o muerta. No creo que debamos precipitarnos en esto”
“Estoy de acuerdo” dijo Uzuri
“Lógico,” dijo Ajenti, escupió. “Eres su hermana”
“¿¿Y no soy tu Hermana??” dijo Uzuri, plantándose frente a ella y mirándole a los ojos. “¿No somos TODAS Hermanas aquí? No he dicho que no debamos derrocarle, sólo que Sarafina tenía razón. No podemos precipitarnos. No tendremos que matarle si logramos deshacernos de las hienas. Él no se atrevería a luchar contra todas nosotras.”
“Muy bien, así que CÓMO te librarás de las hienas.”
“Aún no estoy segura. Pensaré en algo. Mientras tanto tenemos que esperar el momento oportuno”
“¿Hasta cuando?” Ajenti miró a las demás. “¿¿Hasta que estemos demasiado débiles como para luchar??¡He visto mucho en mi vida, pero nunca creí que viviría para ver a Uzuri convertirse en una cobarde!”
Uzuri le dio una bofetada--fuerte. “¡Retíralo, Missy!¡No podemos combatirles mientras luchamos entre nosotras!¡Retrae las garras y discúlpate!”
Ajenti intentó pensar en algo enfadado para decir, pero más miraba a Uzuri a la cara más avergonzada se sentía. “Lo siento,” medio susurró. “Ninguna de nosotras cree que seas una cobarde. Pero es una vil deshonra el no atacar ahora.”
Uzuri la acarició. “Un día limpiaremos la tierra de la deshonra, te lo prometo”
Disgustadas por las malas noticias, cazaron muy poco. Fallaron un Duiker que prácticamente estaba esperando a morir, y los ánimos se encendieron. Suficientes culpas como para tres manadas fueron rápidamente intercambiadas en bajos pero molestos siseos. Uzuri necesitó de todo su poder de persuasión para apaciguarlas y reconducir sus energías hacia la presa y no entre ellas. Y a pesar de que les tomó prácticamente toda la noche, finalmente dieron con una cebra vieja y lograron abatirla.
Ajenti fue enviada para llamar a Taka y los demás. “Carne fresca, Mi Señor” le dijo a Taka, su amargura conciliada por una forzada sonrisa.
Las hienas corrieron al lugar mientras Ajenti y los cachorros meramente trotaron. No había razón para correr tras el edicto de Taka. Así que mientras los cachorros de león se sentaban y yacían miserablemente, las hienas se dieron un festín. Lisani empujó suavemente a su madre, Beesa. “¿Cuándo llega nuestro turno?”
“Pronto, cariño. Espero...”
“Eso lo dijiste la última vez”
Beesa esperaba contra toda esperanza por el amor de su hija que al final quedase algo. Pero las hienas remataron el cadáver e incluso empezaron a partir los huesos buscando la médula espinal. Las leonas empezaron a murmurar. Si siempre habían odiado las hienas, ese momento sería el punto más alto de su ira. En algún lugar entre la refriega un cachorro de hiena chilló.
Uzuri se dio cuenta de la cachorrita corriendo desde el cadáver, sollozando. Acallando su amargura se fue tras ella; un niño no tenía nada que hacer sólo en la savana, leonino o no.
Llegando a su lado le preguntó, “¿Qué te pasa? ¿No te gusta la cebra?”
“¡Déjame sola!”
“¿Qué te pasa?, Eh, pequeña, no voy a hacerte daño”
La cachorrita miró a los ojos de Uzuri. Al instante se relajó. “Lo sé. Soy una vidente como Shimbekh.”
“¿De verdad?” Uzuri se sintió rara mientras la cachorrita le miraba
“Si.¡Me gustaría que no lo fuera!”
Uzuri la acarició. “Yo no soy una vidente. Vamos, pequeña. Dime porqué estás tan triste”
Makhpil la miró. “¿No crees que pueda decirte cuánto nos odiáis vosotros los leones? ¡Noche y día deseando que estuviésemos muertos! ¡Todos nosotros!”
“¡Cielos, chica, no digas eso! No deseo que estuvieses muerta.”
“Tú no eres como las demás. Pero hace sólo un minuto, una de ellas...” le apuntó--“estaba pensando...” Makhpil se le acercó y en un suspiro de supremo vergüenza dijo, “¡Fuera de mi camino, crío! Debería enviarte directa al infierno.” Cerró los ojos y lloró.
Uzuri se removió incómoda. “Algunas de ellas están enfadadas ahora. Hemos tenido problemas durante la caza. Amamos a nuestros cachorros de la misma manera que vuestras madres os aman a vosotros. Cuando ellos tienen que pasar hambre nos enfadamos y a veces decimos cosas que no decimos en serio. Pero yo no quiero que mueras.”
Las lágrimas corrieron por su cara. “¡No quiero estar aquí!¡Quiero irme a casa!¡Quiero irme lejos y no volver nunca!”
Uzuri confortó a la cachorrita, acercándola con una pata y acariciándola. “Cielo, no es culpa tuya. Conozco a un león que va a tener que mucho que explicar cuando lo llame Mano. Pero tú haces lo que es correcto y un día cuando te presentes ante tu dios, no tendrás nada de lo que avergonzarte. Así que,¿por qué no consigues algo para comer, vale?”
“Desearía que fueses Roh´mach,” dijo Makhpil frotándose contra la mejilla de Uzuri.
Justo entonces una hiena adulta se les acercó al trote. “¿Va todo bien, Makhpil?” Miró sospechosamente a Uzuri.
“Todo va bien,” dijo rápidamente Uzuri, acariciando a Makhpil con su poderosa pata. “Sólo acaba de darse cuenta que el inocente a veces sufre junto con el culpable”
La hiena miró directamente a los ojos de Uzuri con una peculiar mirada que le hizo sentirse como si todo su pelaje se le hubiese caído dejándola desnuda. Entonces la hiena de relajó. “Siento haber dudado de ti. Estabas siendo amable con mi pequeña, y no lo olvidaré”
“¿Cómo lo...” Uzuri sonrió tímidamente. “Tú debes ser Shimbekh. Eres una vidente,¿verdad?”
“Si, me temo que lo soy. Ya he escuchado mi cuota de insultos de hoy. Esta desgraciada y antinatural unión sólo nos conducirá al pesar.”
“No me malinterpretes, pero si sois infelices aquí,¿por qué simplemente no os vais?”
“No podemos,” dijo Shimbekh. “Esto ha dividido familias justo por la mitad Estamos atrapados aquí hasta el amargo final, y será amargo, lo sabes. La muerte se cebará con nuestra desgracia, y cachorros llorarán en la noche llamando a sus padres pero nadie les contestará. No juzgues a mis hermanos del clan demasiado precipitadamente. Han sido engañados, colmados de falsas promesas y conceptos tontos. Esperan una era dorada. Encontrarán algo muy diferente.”
“¿Pudiste prever esto con tus poderes?”
“Uzuri, cuando la verdad sea revelada, hermanas lucharán contra hermanos e hijos pelearán contra padres. Y no sólo las hienas conocerán la muerte, querida.”
“¿Nosotras también?”
“En menor grado, si. Al menos uno de los vuestros morirá--lo he visto. ¿Y qué es un vidente para hacer algo al respecto? Puedo hacer que me escuchen, pero no puedo hacerles creer.” Ella suspiró. “¿No crees que sé acerca del plan?”
“¿El plan?”
Shimbekh envió a Makhpil de vuelta hacia la captura con un toquecito de su pata. “Corre, chica.” Tan pronto como estuvieron a solas, ella se acercó a Uzuri. “Ya sabes, el plan de matar hienas de una en una y hacer que todo parezca un accidente.”
Uzuri ahogó un grito en su garganta.
“No te preocupes, cielo. No se lo he dicho a nadie. Pero tenemos que hablar. Hay hienas buenas y honestas que derramarían su honrada sangre para empujar fuera de aquí a Shenzi y limpiar la tierra de deshonra.”
Uzuri recordó decir casi lo mismo a sus Hermanas de Manada. Tocó la mejilla de Shimbekh con su pata y le susurró, “Cuando llegue la última batalla, lucha junto a mí. Tú, Ber y cualquier otro que desee unirse a ti. Te aseguro que ese día sólo habrán dos tipos de personas--amigos y enemigos.¿Entendido?”
“Por completo”
CAPÍTULO 7: EL FÉNIX
Ugas cojeaba despacio tras Adhama con un dolor en su hombro derecho que le hacía hacer muecas imperceptiblemente a cada paso. Pero había merecido la pena por ver el dulce rostro de Uzuri. Se acercaron a los montículos que servían de hogar a la Manada, y el viejo león suspiró y se internó por el borde de las hierbas, saliendo a un pequeño claro donde reposaba la Manada.
Las leonas yacían dispersas en varios puntos, pero pronto se reagruparon nerviosamente al verle. Ugas había estado temperamental estos últimos días. Las conversaciones languidecieron y terminaron mientras él caminaba a través del grupo y se sentaba en el suelo. Su cadera le dio una punzada y él gimió.
Una cachorrita saltó a su lado, riendo, y él la miró con el ceño fruncido. Una de las leonas se apresuró a levantarse y llamarla suavemente. “¡Alyssa!¡Vuelve aquí!”
La cachorrilla se deslizó hasta pararse y lentamente volvió hacia su madre bajo la atenta mirada de Ugas. Ella le miró rápidamente, entonces se giró cuando se encontró con su severa mirada.
Ugas observó el miedo visible en su rostro y sintió una astilla clavándosele en su corazón. “¿Alyssa?”
La cachorrita se paró por completo, sin moverse.
“Alyssa. Acércate, mi vida.” le hizo señas con una pata.
Despacio, temblando, se fue acercando muy poco a poco hasta que estuvo frente a su inmensa mole. “¿Si, Señor? Lo siento”
Ugas miró sorprendido a la agitada cachorrilla. “¿Por qué lo sientes?”
“Por lo que fuera que hice.”
“¿Acaso hiciste algo malo?”
“Yo...eh...no lo creo, Señor”
“Papá quedará mejor”
“Lo siento, papá” Ella miró un instante a su madre y otra vez a él.
“¿No quieres darle un beso a tu viejo padre?”
“Creo que sí.” se acercó cuidadosamente, estiró su cuello y tocó su pata anterior con su lengua, entonces retrocedió un metro.
“¿Mi vida?” miró a Agavi. “¿Vivi, qué pasa?¿Ya no me quiere?”
“Te quiere,” dijo Agavi tranquilizadoramente. “Todas sabemos que has estado deprimido desde que tu hermano murió. Y ahora esos dolores que atormentan tu espina dorsal. Sé que mucho ruido y los pinchazos te disgustan, así que le dije que no te molestase.”
“¿¿Disgustado??¿¿Cuándo mis hijos me han disgustado alguna vez??¡Quizá me gustaría ser molestado!”
Adhama dijo, “Déjamelo a mí, cielo.” miró penetrante a Ugas. “Últimamente todo te disgusta. Nos contestas bruscamente todo el rato y se supone que tenemos que masajear tu hombro todo el tiempo y decir `pobrecito´ y `ya, ya, es un buen compañero´. ¡Bueno, pues eso se está cobrando su precio en tu popularidad, en caso de que no lo hayas notado!”
Ugas gruñó. “¿¿Desde cuándo he contestado mal a alguien??”
Adhama dijo, “Oh, este ha sido uno bueno.” Frunció el ceño. “¡Avergüénzate, portándose así delante de los niños!”
Ugas se sentó, cabizbajo. “Bueno, quizá haya sido algo...” Miró a la pequeña Alyssa. “¡Oh, mi pobre pequeñina!”
Él fue hasta la cachorrita. Cuando ella vaciló ante él, el dolor que se dibujó en su rostro no era de su hombro. “Te quiero, Lissie”
La mandíbula de Alyssa tembló, estuvo a punto de llorar. “Yo también te quiero, papá.”
“¡Esta es mi chica!” el león rodó sobre su espalda, la alzó con una pata y cuando ella estuvo temblando sobre su estómago un momento, la alzó con sus patas, levantándola en un pedestal de cuatro patas. Empezó a moverla arriba y abajo. “Tres conejitos saltan al vuelo. Tres conejitos saltan sobre el suelo. Si sigues saltando nunca pararás,¡pero del sabueso seguro escaparás!” Sus patas se extendieron al máximo, lanzándola al aire. Cayó riendo con un sonoro “plop”. El estómago de él ya no era tan firme como en otro tiempo, pero aguantó la incomodidad. La acercó hasta su mejilla y la acarició, besándola con su cálida y rosada lengua y soltando un apagado gruñido de placer cuando ella le devolvió el beso y se frotó contra su suave melena. “¡Nunca volveré a ser brusco con mi pequeñita!¡Lo prometo!” La acarició, entonces miró al resto de cachorritas que le miraban de cerca. “¡Y esa promesa también va para el resto de vosotros!¡Venid aquí, diablillas!¡Paseos para todas!”
Las otras cachorrillas se abalanzaron y acosaron a los dos. Ugas rodó sobre sí mismo riendo mientras una multitud de cachorritas le hacían cosquillas, saltaban sobre su cola y tiraban de su melena. “¡Oh, os quiero tanto!¡Os comería a besos a todas!” Él estuvo meciendo conejitos durante un largo, largo rato antes de tomarse un respiro.
La madre de Alyssa vio a Ugas rodar sobre su espalda, riendo a carcajadas con las travesuras de las cachorrillas que le rodeaban. Empujando suavemente a Adhama con su pata, le preguntó. “¿Qué le ha DADO? ¡Se diría que vuelve a ser joven!”
Adhama sonrió. “¿Joven?¿No querrás decir vivo?”
“¡Allá vamos!” Gritó Ugas, alzando a otra risueña cachorrita. “Ahora deja que papá recupere su aliento...”
CAPÍTULO 8: LA OFERTA
Rafiki languidecía en su arresto domiciliario, imposibilitado para dejar su baobab sin una escolta de hienas. Una vez había tendido a ser un solitario, prefiriendo tratar con uno o dos amigos por vez en lugar de con grandes grupos. Pero la forzosa soledad estaba cazándole y pasaba largas horas frente al vacío cuenco desesperado por alguna sombra de su pasado que le confortase. El rostro de su padre volvía a mirarle, teñido de tristeza. Rafiki no sabía si estaba viendo el pasado, el presente o el futuro, las lágrimas empezaron a surcar su rostro. “Padre, desearía que estuvieses aquí. Siempre me sentí tan a salvo cuando me sostenías. Tan seguro y feliz.”
Uzuri oyó rumores de que todo acceso a Rafiki debía ser impedido sin aviso previo. Se puso su mejor cojera y se dirigió al árbol. El gran número de guardias elegidos para custodiar un sólo y envejecido mandril era un testimonio del temor que le tenía Taka.
Un par de hienas la detuvieron. “Mi señora, no más allá, por favor. Insistimos.”
“Estoy herida.” dijo ella. “Necesito asistencia médica.”
“Tenemos buenos doctores.¿Puedo recomendarle a Da´klesh?”
“Rafiki está familiarizado con mi problema. Ahora, si queréis que despierte a Shenzi de su siesta, lo haré.”
“No hace falta. Por aquí, por favor.”
Rodeada de hienas, llegó al baobab- Era un momento muy tenso, casi podía sentir la opresiva sensación de estar confinado.
En el momento en que miró en el baobab el rostro del mandril se iluminó. Él le rodeó el cuello con sus brazos y la besó. “Mi vida,¿¿recordaste al viejo Rafiki??¡Te he echado tanto de menos!” Entonces retrocedió y pareció preocupado. “¿Estás herida? Debí habértelo preguntado antes de agarrarte así.¿¿Qué es, vieja amiga?? Nada serio espero.”
Ella le guiñó el ojo y negó con la cabeza. “Creo que se me ha salido la articulación del hombro,” dijo en voz alta. “Si no lo arreglas estaré impedida para cazar para mucho tiempo.”
“Haz algo rápido.” dijo una de las hienas guardianes, asomándose. “¡Estando sana no tenemos suficiente comida!”
Uzuri le sonrió dulcemente y se le acercó. Claramente él se encontraba incómodo por la aproximación de ella a pesar de su sonrisa y retrocedió.
“No te preocupes, cariño,” ronroneó ella. “Sabes que siempre cuidaré de ti, aunque las demás no lo hagan.” Le dio un largo y lento lametazo en la mejilla. “Reúnete conmigo tras la Roca del Rey al ocaso, y no se lo digas a nadie más.”
“¿¿Qué es esto??” demandó Krull
“¡Nada, señor!” la hiena empezó a temblar. “¡Ella no sabe lo que dice!”
“¿¿Cambiándote de bando, Dourbet??”
Uzuri miró a Krull suplicante. “Deja en paz al pobre chico” volvió a besar a Dourbet. “No es que es sea el único que mendiga por las sobras. Les diriges tan duramente, todos te preguntan quien te hizo un dios.”
Krull empezó a sentir hervirle la sangre. “Bien,” dijo, sus nervios a flor de piel, “¡¡No se lo volverán a preguntar nunca más!!” miró a su alrededor. “¡¡Asamblea general, EN COLUMNA DE A DOS!!”
Uzuri volvió con Rafiki. Mientras Krull maldecía a los guardias a grandes voces en Hiénico, Rafiki empezó a frotar el agarrotado hombro de Uzuri. Ella gruño complacida mientras los músculos se iban relajando. “Ahora podemos hablar. Van a estar ocupados durante un rato”
“¡Ya te lo diré yo a ti, diablilla!” se rió él para sus adentros--la primera buena risa desde hacía tiempo. “Así que, querida,¿cuáles son las últimas noticias? Nunca sé cuando me están contando mentiras esos amiguitos.”
“Las mentiras serían mejores que la verdad,” dijo Uzuri con un suspiro. “La tierra se está muriendo. Está siendo expoliada y la lluvia ha cesado.¿Qué nos está pasando?”
“Ojalá lo supiera.” Rafiki empezó a frotar el otro lado, sus ojos medio cerrados mientras sus pensamientos divagaban. “Hay un león al este. Su nombre es Ugas. Si las cosas se ponen demasiado feas aquí, podrías poner la excusa de que vas a cazar gacelas. Cuando cruces el río, mi vida, nadie irá tras de ti.”
“No podría hacer eso. No y dejar en la estacada a mis Hermanas de Manada”
“De alguna manera sabía que dirías eso. Es una de las cosas que amo de ti”
Ella le miró a los ojos un momento y ronroneó. “¿Así que conoces a Ugas?”
“No demasiado. Y estos días no salgo mucho.”
“Lo se.” ella empezó a acicalar su cara y cuello y él se quedó quieto, una expresión de satisfacción en su rostro al sentir su cercanía. “Le diré tu nombre la próxima vez que le vea. De hecho, podría arreglar para ti una cita y que le vieras en persona- Podrías tener algo de aire fresco y luz del sol.”
Él puso su brazo alrededor de su cuello y le dio una palmada en el hombro. “Si esas hienas fuesen lo único que se interpone en mi camino, habría volado como un gorrión. Hacen incursiones en mi despensa cuando no miro. Un poquito de Bumpweed en un tronco de miel y te garantizo que todos estarán durmiendo mientras me he alejado tanto como quieras.” Rió para sus adentros un momento, pero entonces miró al diente de Ahadi que siempre llevaba con él. Tocando el colmillo de marfil, una melancólica expresión de tristeza borró la alegría de su rostro. “Mi vida está arraigada a la Roca del Rey más profundamente que las raíces de éste viejo baobab. He vivido la mayor parte de mi vida aquí, y creo que moriré aquí. Si vivo triste o feliz lo dejo a la elección de Aiheu.”
CAPÍTULO 9: UZURI Y UGAS
Unos pocos atardeceres después Uzuri se había reunido con sus Hermanas de Manada para planear la aproximación para la caza de la noche.
“Esta noche nos internaremos en el prado del Sur. Hay un grupo de Tommies allá y si nos movemos deprisa aún estarán allí si esas hienas se están calladas y se mantiene fuera de nuestro camino.”
“¿Cómo nos aproximaremos?” preguntó Ajenti
“Usaremos el método del doble ciego. Tú tomarás el flanco derecho junto con Yolanda e Isha vendrá conmigo en el izquierdo mientras Fini dirige al resto de vosotras rodeando el wadi para esperar la señal.”
“Sarafina está enferma,” dijo Ajenti. “¿Lo recuerdas?”
“Vale. Entonces Yolanda puede liderar ese grupo”
“¿Y quién cubrirá su hueco para hacer de flanco derecho con Isha?”
Ella se esforzó en concentrarse. “Oh, Beesa puede hacerlo. NO me importa. Sólo hagámoslo antes de que las dichosas gacelas se larguen,¿de acuerdo?”
Uzuri se alejó nerviosamente. Estaba en temporada, un momento en su vida que podía hacerle sentir muy especial o muy sola.
Se sentó y suspiró profundamente. Rafiki estaba confinado en su baobab, en caso contrario ella le habría pedido su consejo acerca de qué hacer. Quizá él tuviera algún tipo de hierba para ayudarle a encontrar sus perdidos poderes de concentración y acallar el sentimiento de vacío en su interior. La tentación de empujar a un lado a los guardas y suplicarle ayuda era grande.
Sin embargo no podía arriesgarse a hacer dos visitas en tan corto espacio de tiempo--podría levantar sospechas. Volvió a suspirar profundamente.
Entonces recordó a quien podía volver a por consejo. Ugas estaba justo al cruzar la Frontera Occidental. Ella no había aceptado su invitación de volver, pero este podría ser el momento. Él le daría más de su paternal consejo y compasión.
“Beesa, no me encuentro bien. Dirige tú esta cacería tal y como la hemos planeado,¿si?”
“Seguro, cielo.” Se acercó y le susurró, “¿Tienes algún Encanto esperándote entre la maleza?”
“¡Beesa, deberías avergonzarte!” respondió ella con otro susurro, “¡Chica, ya me gustaría!”
“Se ha avistado un macho merodeador por el sur. Quizá podríais compenetraros...”
“¡Beesa!” Uzuri se acicaló nerviosamente una de sus patas. “No voy a venderme al mejor postor. Aún no, gracias”
Su observación fue casual, pero su alboroto interior era grande. Los instintos naturales de una leona son tan fuertes como los de un macho. Aiheu no les hizo para rebelarse contra el orden natural de las cosas, así que se encontraba extraña con su propio cuerpo, un conflicto del que no podía escapar.
Asegurándose de que ninguna hiena le seguía, fue hacia el este y finalmente se deslizó hasta el territorio colindante “¿Ugas?¿Estás por aquí?” No hubo respuesta y ella se dio cuenta de cuán decepcionada estaba. “¿¿Ugas??”
“¡Uzuri!” dijo al fin una voz melodiosa. El león se apresuró a acercarse, su rostro estaba radiante. “Te he estado esperando. Creí que me habías olvidado”
“Veo que no me has olvidado,” dijo Uzuri. “Gracias”
“Eres inolvidable,” dijo Ugas. “Disfruté mucho con nuestra conversación, pero me gustaría llegar a conocerte mucho mejor.¿Puedes estar aquí un poquito más?”
Ella arqueó la cabeza. “Dijiste que si tenía un problema podía venir a ti. ¿Aún se mantiene la oferta? ¿Puedo contarte cualquier cosa?”
“Absolutamente cualquier cosa, querida. Estoy tan agradecido de que hayas regresado--he estado muy preocupado por ti”
“Ya no sé que hacer. No puedo cazar con esas hienas--bueno, con la mayoría de ellas. Algunas no son ni la mitad de malas, ¡¡pero ese Pipkah--Agh!! ¡¡Y su Incosi es un demonio!!”
“No has venido hasta aquí para hablar de hienas.”
“Eres muy perspicaz para ser un macho.”
Él se rió. “No se necesita demasiada perspicacia para decir qué es lo que te preocupa”
Ella se aclaró la garganta insegura. “Bueno, eh, si.¡Ugas, estoy tan sola y confusa!”
Ugas sonrió dulcemente. “Uzuri, ahora ya no estás sola. Y quizá no estés tan confusa como asustada.”
“¿Asustada de qué?”
“De esto” Ugas se acercó y rozó la mejilla de Uzuri con su nariz, entonces la besó brevemente. “Simple cercanía. Deja que se expresen tus sentimientos.¿Tienes consorte?”
Uzuri le miró tímidamente. “No.¿Por qué?”
“Porque en todo lo que he podido pensar en ésta última luna ha sido ha sido en tu hermosa y triste cara. He querido enjuagar tus lágrimas para siempre.” la acarició, y, pese a estar sorprendida, ella no se apartó. “Nunca he visto tu sonrisa. Apuesto a que es hermosa.”
“Estás jugando conmigo”
“Soy demasiado viejo para engaños y gestos escondidos. Ahora veamos esa sonrisa. Piensa en algo feliz. Quizá como antílope fresco.” miró profundamente en sus ojos. “¿No lo bastante bueno?¡Entonces imagínate la cara de Taka si nos pillase haciendo el amor apasionadamente tras la Roca del Rey!”
Ella intentó apartar la mirada antes de que la sonrisa cubriese su cara. Escondiéndose tras una pata, ella se sintió como si se largase furtivamente, pero él atravesó su camuflaje y dijo, “Vaya, ÉS una bonita sonrisa. Deberías hacerlo más a menudo.”
“¡Eres terrible!”
“Lo sé. Algo malicioso. Y si puedes perdonarme por soñar en voz alta, en verdad me gustaría hacer el amor apasionadamente contigo. Me haces tiritar.”
Uzuri le dio un empujón con una pata. “¡No lo dices en serio!”
Ugas la miró suplicante. “Nunca he dicho algo más en serio. Cuando alcances mi edad, verás más y más ayeres tras de ti y menos y menos mañanas delante.” Suspiró. “No tengo ningún hijo que herede mi Reino. Estaba casi tan desesperado como para formar una unión sin amor, entonces llegaste tú. Uzuri, podría amarte. Podría amarte con todo mi corazón, con todo mi ser. Has despertado en mí sentimientos que pensaba habían muerto. ¿Soy un egoísta por anhelar a la vez un hijo y un poco de felicidad antes de que el sol se ponga definitivamente en mi vida?” Esperó su reacción, pero ella se mantuvo inmóvil, mirándole.
Él agachó la cabeza. “Lo siento. Aún me siento en mi interior como el mismo joven león, antes de que los dolores del anochecer se asentasen en mí. A veces olvido que sólo soy un viejo tonto.”
“Ugas, lo siento, no quería decir...”
“No necesitas disculparte.¿Por qué tendrías que querer a una vieja gloria venida a menos como yo siendo tan joven y hermosa? No siempre fui tan viejo. Hubo un tiempo en el que podría haberte atraído y que abandonases ese solitario estilo de vida para hacerte feliz. Por favor no le digas a nadie que me has visto tan alejado del respeto que una vez tuvo Ugas.”
Se volvió y se alejó, su cola colgando flácida y una deprimida expresión en su rostro y orejas.
“¡Ugas, espera!”
Él se giró y la miró, las lágrimas poblaban sus ojos.
“Sólo si te comprometes conmigo” dijo ella
“¿Y encadenarte a una vieja fachada?¿¿Durante cuánto crees que podría hacerte feliz??”
“Por muy largo que sea siempre será mucho más que nada. Y podría darte hijos.”
“Sólo me compadeces. No debería haberte suplicado. Quizá sea mejor que me vaya antes de que por pena hagas algo que luego ambos lamentaremos.” Se giró y volvió a alejarse.
“No te compadezco, Ugas. Quiero darte un hijo. Mi mundo se está desmoronando a mi alrededor--necesito tu amor. Vuelve y te lo demostraré. Eres una criatura dulce, cariñosa, y he estado pensado en ti desde que nos conocimos--todo el tiempo.”
Él se paró y miró hacia atrás. Se irguió tanto como pudo y de nuevo pareció un verdadero león. “Por favor, Uzuri, tengo sentimientos. No digas eso a menos que de verdad lo sientas.”
“Nunca digo lo que no siento.”
Temblando, él llegó hasta ella, su mirada fija en sus ojos, y puso su pata izquierda en su hombro. “¡Voy a decirlo antes de que pierda el valor!” reunió su aliento, dejó ir un suspiro, entonces dijo. “Ante Dios y las estrellas, ante esta asamblea aquí reunida, juro darte mi protección, mi vida y mi comprensión, para siempre.”
Ella ronroneó y le acarició. “Hasta el último latido de mi corazón, hasta el último aliento que exhale, nuestras vidas son una, asísteme Señor.”
Él tomó su pata y acarició su mejilla. “Sólo te he visto dos veces. Una en una tarde. Y la otra para el resto de mi vida.¡Bendita seas, Uzuri! Nunca más estarás sola, y nunca más volverás a sentir remordimientos o desesperanza.¡Ven, déjame mostrarte tu nuevo hogar!”
“¿Mi nuevo hogar?” Su sonrisa se esfumó. “Eso es estúpido. ¡No puedo ser tu Reina! Tengo responsabilidades y familia. ¡Me necesitan!”
“¡Uzuri! Dios mío, ¿qué estás diciendo?”
“Lo siento, Ugas. Nuestros votos no han sido sellados, y es mejor que me vaya ahora.”
“¡No, no puedes!” Él corrió frente a ella y le miró con los ojos abiertos. “¡Por favor, Uzuri! ¡Amada mía! ¿Puedes al menos estar mientras estás lejos? Te quiero siempre a mi lado, pero si tan sólo puedes visitarme, ¡no renuncies a nuestra promesa! Siempre estaré aquí cuando me necesites. No quería pedírtelo antes, ¡pero te ahora te lo suplico! ¡Uzuri, te lo imploro!”
“¡Ugas, por favor no!”
Las lágrimas empezaron a rodar por su rostro. “Si te vas ahora no vuelvas nunca. Me recuerdas demasiadas cosas que he perdido--juventud, belleza, esperanza.”
“¡Ugas, no llores!”
“¿¿Por qué no debería?? Si te molesta ve a atender tus asuntos, así no tendrás que mirar.”
“Bien.” Ella se volvió, su nariz levemente alzada y empezó a alejarse al trote. Pero a los pocos pasos, su cabeza bajó y sus orejas se retrasaron. Una lágrima rodó por su mejilla. “Por el amor de Dios, ¿¿QUÉ estoy haciendo??”
Dio un salto hacia atrás y corrió hacia el viejo león, acariciándole desesperadamente. “¡Perdóname, querido! ¡Perdóname!”
Ugas le acarició la cabeza, entonces se frotó contra su cuello, caminando despacio a lo largo de su costado y dejando que su cola acariciase su mandíbula. “Desde que irrumpiste en mi vida, eres todo en lo que puedo pensar. Eres lo primero que quiero ver cuando me levanto y lo último que quiero ver antes de dormir. ¡Quiero llenar mis sentidos de ti!”
Ella suspiró profundamente. “Nunca antes me he sentido así”
“Creí que te había perdido, pero cuando volviste supe que era nuestro destino estar juntos.”
“Si es nuestro destino, entonces debe ser así.” Ella le acarició apasionadamente y ronroneó. “Ugas, hazme el amor.”
CAPÍTULO 10: TOMANDO DIFERENTES CAMINOS
El sol de la mañana tiznó el Montículo del Rey de dorado optimismo. Uzuri echaba de menos el refugio de su vieja cueva, pero se deleitó en la sensación de la melena de Ugas y se sintió muy segura con su poderoso brazo sobre ella. Sin embargo, era el momento de partir, y ella gentil y silenciosamente se abrió paso desde el abrazo de su amado hacia el exterior y logró alzarse sobre sus patas sin despertarle. Durante tres días había anhelado por su cercanía y susurrado un millar de amorosos nombres a su oído. Durante tres días su pesar y soledad se habían perdido en su amor. Pero la luz del alba estaba revelándole algo más que la savana. Podía ver claramente que sus Hermanas le echarían de menos, y estarían sufriendo la falta de su liderazgo.
Consideró despertarle para despedirse, pero se lo pensó mejor y se alejó silenciosamente.
Ugas sintió frío y abrió un ojo. “¡Uzuri! ¿Te vas sin decir adiós?”
Ella miró a su alrededor. “Ugas, amado, parecías un dulce cachorro descansando. No quería recordarte triste. Pero incluso el mejor sueño tiene que terminar, y es hora de que me vaya.”
Él se levantó deprisa. “¡Pero te llevas mi corazón contigo! ¡Cuando cruces esa frontera dejará de latir! Uzuri, ¿no has aprendido nada en estos tres días? ¿Nada en absoluto?”
“Debo ir a casa--otras cuentan conmigo. Pero algún día, cuando las cosas vayan mejor para mi Manada, volveré para quedarme. Hasta entonces, recuerda lo que aceptaste--cuando tenga que irme me iré. Lo aceptaste, ¿recuerdas?”
“Lo recuerdo, pero...”
“Pero volveré, amor mío, y retomaremos esto donde lo dejamos”
“Por favor, date prisa. No voy a hacerme más joven.”
“Ninguno de nosotros, Ugas.” ella corrió hasta él y le acarició. “No te preocupes si tu corazón se viene conmigo--yo he dejado el mío contigo. Siempre estará contigo, adondequiera que yo vaya.”
CAPÍTULO 11: SÓLO ENTRE NOSOTRAS
El amor de Ugas había engendrado vida en su interior. Uzuri estaba a la vez orgullosa y preocupada. Durante un tiempo podría ocultar su embarazo, pero al transformarse los días en semanas, las otras leonas empezaron a hablar a su espalda acerca de que tenía la Luz en su Mirada.
Finalmente cuando los cambios en su peso y equilibrio empezaron a afectarla durante la cacería, no hubo necesidad de fingir por más tiempo. Su Hermana Sarafina fue elegida para hacérselo saber debido a su propia hija, Nala. Nadie se atrevería nunca a imaginar que Taka fuese el padre de Nala, como tampoco especularían acerca de que Uzuri y Taka-- ¡sencillamente era demasiado asqueroso!
Sarafina pensó en una docena de aproximaciones diferentes y las descartó una por una. Finalmente, vio a su Hermana sola y reunió todo su aplomo.
Acariciando gentilmente a Uzuri, Sarafina ronroneó. “Estoy tan feliz por ti, Hermanita”
“¿Acerca de qué?” dijo Uzuri tensa. “¿Has oído alguna buena noticia de la que yo no tenga conocimiento?”
Fini rió suavemente y la besó. “¡No, Hermanita! No veo cómo no lo has sabido. Un milagro está ocurriendo en tu interior.”
Uzuri no habló. Sarafina se abochornó en la tensión del momento. “Mira, Hermanita,” dijo al final, “tienes un corazón lleno de amor. Sé cuán cariñosa fuiste con Nala, y cuánto te gustaba acicalarla y jugar con ella. Y yo solía rezar para que cayeses enamorada y tuvieses tus propios hijos. Permíteme ser la Tía que mime a los niños. Confía en mí, Hermanita.¿Por favor? No me prives de esta parte de tu vida--yo no te privé.”
Uzuri miró al suelo tímidamente. “¿Cuántas veces practicaste ese discurso?”
“Una docena, al menos. Sólo porque te quiero tanto. Cielo, no siempre tienes que estar sola, no mientras yo esté aquí.”
Uzuri se le acercó y en un susurró le dijo “Reza porque al menos uno sea macho.”
“Creo que lo haré--pero pensaba que querrías todo hijas. Ya sabes que los hijos te rompen el corazón cuando deben marcharse.”
“¿Y quién dice que no soy una Reina?” Uzuri sonrió
“¡Oh Dios mío! ¿¿No--ÉL??”
Uzuri pensó un momento, luego estalló en risas. “¡Te refieres a Llorón y Tristón! ¡Avergüénzate sólo por haberlo pensado!”
Sarafina soltó un aliviado suspiro. “¡Me habías preocupado, chica! Si eres Reina, entonces aquella vez que estuviste fuera por tres días... ¡No estabas enferma de verdad!”
“Estaba en temporada y os dejé por tres días. Ahora estoy embarazada.” Uzuri la miró con los ojos entrecerrados. “¡Sabes, con tu habilidad tú deberías haber sido Líder de Caza en lugar de yo!”
“¡Venga ya, Hermanita! ¡Ahórrame el sarcasmo y cuéntame todos los detalles!”
“Bueno, todos los detalles es un poco demasiado--de todas formas ahora--pero él es Rey y nos hemos casado. Es un poco mayor pero podría quitarle las espinas a una acacia sólo con su encanto. Es dulce y gentil y...” se acercó a la oreja de Sarafina y añadió, “¡...extraordinariamente divertido!”
“¡Oh, diablilla!” Dijo Sarafina con un chillido de complacida aprobación. “¿Tiene un hermano?”
“¡Ni se te OCURRA!” Ronroneó Uzuri, examinando sus garras y encontrado a Sarafina en una mirada de complicidad. “Cuando llegue el momento adecuado, nuestro hijo irá a conocerle y tomará su lugar como Príncipe. Y entonces algún día será Rey. Desde luego que puede ser pospuesto indefinidamente--Estoy teniendo demasiada diversión. Es más, le amo. Es como un cachorro solitario. Cuando lo ves, quieres protegerle y hacer que se sienta feliz.”
“¡Me alegro tanto por ti, Hermanita! ¿Pero no nos vas a dejar, verdad?”
La dolorida expresión de Uzuri no dejaba lugar a dudas acerca de cómo se sentía. “Cuando las cosas vayan mejor. Pero ahora no voy a dejaros en la estacada.”
“Te quiero, Hermanita. Me iría contigo. La pequeña Nala también.”
“Fini,” ronroneó Uzuri, acariciándola. “Así mi felicidad sería completa. Pero cuéntame algo acerca de tu encuentro con la melena”
“Él es un merodeador. No quiero decir demasiado ahora, pero nos hemos visto tan a menudo como podemos. Es un poco mayor, pero muy sexy. No sé qué es mejor--el entusiasmo juvenil o la experiencia y la sabiduría de la edad...”
Uzuri rió. “¡Quién es AHORA la diablilla!”
CAPÍTULO 12: LOS GEMELOS
Todas las otras leonas acosaron a Sarafina por detalles. Lo único que ella les dijo es, “Tiene esposo.”
La condición de Uzuri era evidente para Taka, y observó el progreso de la gestación con terror. Tenía miedo de que las leonas le abandonasen y le dejasen a él el tener que alimentar a todas esas hienas. Y cuando quedasen sólo él y su esposa, el sabía que las expectativas eran de buenas a excelentes para que ellos cazasen leones.
Elanna no estaba menos consternada, pero otros motivos; ella temía que Taka estuviese siendo infiel. Su sospecha, nunca dicha en alto, aún planeaba sobre ellos como un Makei hasta el nacimiento de los cachorros de Uzuri. Elanna fue a ver a Uzuri y Sarafina, y acarició y acicaló a los cachorros con indisimulado deleite. No eran en absoluto como su esposo, algo que secretamente agradeció a Aiheu mientras besaba a Uzuri en la mejilla. “Espero que hayas encontrado tu amor verdadero,” le dijo discretamente. “Sé que yo lo he hecho.”
Uzuri, que no era ciega, dijo, “Su padre me ama en la misma medida que Taka te quiere--totalmente. Estará complacido de saber que tiene un hijo.”
“Dos.” dijo Elanna
“Togo y Kombi.”
“Desearía que hubieses tenido una hija. Va a ser duro cuando llegue su Cubrimiento.”
Uzuri la miró atentamente. “¿Puedo confiar en ti?”
Sarafina negó con la cabeza en desaprobación con una discreción increíble, pero Uzuri o no lo vio o no le importó. “Tienen un futuro. No aquí, pero lo tienen. Pero no se lo digas a nadie--es nuestro pequeño secreto.”
“¿Ni siquiera a mi esposo?” dijo Elanna
“Específicamente a él NO.” dijo Uzuri. Dándose cuenta de cómo sonaba aquello, añadió rápidamente, “Él lo daría todo por un hijo. No quiero que venga frotarse contra ellos--ya sabes cómo se pone de melancólico. Y Lannie, esto puede ser duro para ti también. Lo siento mucho.”
Elanna asintió. “Mientras tenga a Taka, lo podré soportar.” Estaba al borde de las lágrimas. “Puedo entender cómo a algunas personas pueda desagradarle. Sé que hay unas cuantas que quieren herirle. El amor no me ha convertido en una completa tonta. Pero Uzuri, hay momentos cuando estamos solos en los que puede ser tan hermoso y gentil y chistoso y tan lleno de amor. Bajo todo su miedo y cólera, hay un pequeño cachorro que sólo quiere sentirse seguro y querido. Y no importa lo que haga y lo que venga, mi destino es amarle y protegerle de todo el odio del mundo. Todos piensan que estoy loca por sentir eso por él. Yo no creo que esté loca,¿no crees?”
“No, cielo.” Ella pensó en Ugas y por un momento pudo entender lo que Lannie decía de él. “¿Cómo está llevando esto Sarabi?”
Las lágrimas rodaron por la mejilla de Elanna. “Ahora apenas hablamos. Esta pequeña charla es más de lo que he escuchado de todas las demás en toda la última luna. Sólo Taka me sigue hablando. Mi propia Hermana gira su cabeza para no mirarme a los ojos. ¡Oh, cielos, Uzuri, estoy sola en el mundo! ¿¿Qué haría si algo le pasase a él??”
“Es injusto,” dijo Uzuri. Pateó el suelo con su pata. “No estás tan sola. Ven aquí, Lannie.”
Elanna se recostó junto a Uzuri lentamente, con su costado a lo largo del lomo de Uzuri mientras ella alimentaba a sus hijos. Sintió su aliento llegar e irse, y sintió el gentil bombeo del pulso en su cuello. Escuchó a los cachorros alimentándose y los suaves sonidos que procedían de cada uno y de su madre. El estrés que tenía cumulado empezó a salir y en unos pocos momentos, Elanna se encontró mucho mejor y besó la mejilla de Uzuri. “Me he mantenido como un chacal loco. Algún día Aiheu te recompensará por ser mi amiga.¿Puedo volver de vez en cuando?”
“Siempre que quieras.”
Elanna se apresuró a volver con su esposo. Llena de paz y amor, se hizo un ovillo al lado de su cálido cuerpo y acarició su oscura melena.
“Querida, estás de buen humor,” dijo Taka, acicalándola con una pata. “Tu ataque de depresión parece estar desapareciendo.”
“Y no va a volver, creo.” le volvió a acariciar. “Los hijos de Uzuri son bastante hermosos, ¿no crees?”
“Aún no lo he comprobado,” dijo con enfado. “Ni siquiera me he podido acercar a ella hoy. Podrías creer que esas leonas nunca antes hubieran visto un cachorro. Tendré que hacer una inspección formal por la mañana.”
“Bien. Eso significa que eres todo para mí esta noche.” ella empezó a acicalarle y acariciarle hasta que al final él tuvo que sonreír.
CAPÍTULO 13: LA INSPECCIÓN
A la mañana siguiente Sarafina entró para ver a Uzuri. “Aquí viene,” fue todo lo que dijo o necesitaba decir. Uzuri sintió encogérsele el estómago de temor al ver que la largamente-aborrecida confrontación se acercaba.
Taka entró en la cueva. “Buenos días, Líder de Caza.”
“Buenos días, Majestad.”
Taka se acercó hacia los cachorros gemelos y les miró. Sonrió y tocó a cada uno con su lengua. “Has sido bendecida, Uzuri. Gemelos.”
Uzuri asintió mientras Taka se sentaba su cola respingando atrás y adelante.
“Una vez fui joven y fresco como ellos,” dijo. “Antes de que fuese marcado y la vida se cobrase su precio conmigo, habían quienes me consideraban adorable.¿Lo recuerdas, Uzuri?”
“Fuiste un cachorro adorable. Lo recuerdo.”
Acicaló los hijos de ella con su pata. Uno de ellos alargó la pata y le dio una palmada y Taka tuvo que reírse. “Mírales. Son demasiado jóvenes como para saber que soy feo. Cuando los beso ellos no quieren escabullirse lejos y restregarse contra la hierba para limpiarse.”
“Tampoco estás tan mal. La gente sólo está atemorizada. Atemorizada de ti y de las hienas. Quizá sólo tengas esta única cosa entre ellas y tú. Quizá les gustes. Pero ellas no nos gustan. Nos dejan dolorosamente claro que para todo lo que servimos es para cazar. No tienes porqué creerme--sólo pregúntales.”
“Ya es demasiado tarde para cambiarlo.” Suspiró y sus hombros se encogieron. “No viviré para ver cómo se marchan, al igual que nunca viviré lo suficiente como para ser perdonado por traerlas aquí. Ya no creo que les guste más que tú, pero se humillan y arrastran ante mí buscando favores. Me matarán cuando tengan la ocasión. Cada vez que me cruzo con una me pregunto, `¿serás tú?´ Y cada noche el mismo sueño me recuerda que cada día puede ser el último para mi.”
“¡Cielo Santo, qué horrible!”
Él examinó su cara cuidadosamente. “¿Así que no estás divertida por mi desgraciada situación?” ronroneó “Tienes un corazón amable, al igual que tu madre.” Puso la pata sobre la de ella y le dio un gentil toque.
Uzuri estaba sorprendida. Encontró su mirada directamente, la amabilidad en sus ojos era genuina. Mientras estaba de tan buen humor, ella intentó el deseo de su corazón.
“Majestad, cuando naciste no respirabas. Vi a Rafiki soplar la vida en ti con su propia boca.” Puso su otra pata sobre la de él. “¿No puedes encontrar eso en tu corazón para perdonarle? Significaría mucho para mí. ¿Por favor?”
Él dejó ir un largo suspiro. “Por todo lo demás podría perdonarle. Pero por atraparme en esta vida de dolor y sufrimiento, no puedo.” Hizo una mueca de disgusto al pensarlo. “Y lo que es peor, soy demasiado cobarde para remediarlo. Si tan sólo pudiera irme a dormir una noche no volver a despertarme nunca...” Suspiró a la vez que una lágrima rodaba por su mejilla, entonces besó a los cachorros una vez más. “Tengo tendencia a comportarme como un tonto,¿a que sí?” Se levantó y se dio la vuelta. Sus hombros se hundieron bajo el peso del mundo mientras se marchaba.
Sarafina cubrió protectóramente el costado de Uzuri y sus cachorros. “Fiu, gracias a Dios que ha acabado.”
Uzuri miró a Sarafina y suspiró. “¿Alguna vez volverán a ir bien las cosas? Hay algún tipo de maldición sobre este lugar--puedo sentirla”
“Por eso es por lo que quieres que vuelva Rafiki, ¿no es así?”
“Una pequeña razón, Hermanita. Una entre muchas.”
“Le tienes verdadero cariño, ¿o no?”
“Todas nosotras.”
“Pero tú específicamente.”
Uzuri la miró con los ojos entrecerrados. “¿Dónde nos está llevando esto?”
“A ninguna parte.”
Uzuri ronroneó. “Hay tanta bondad y amabilidad en su corazón. De todos cuantos he conocido, él es el más parecido a Aiheu. Ama a todos”
“Puede ser. Pero TE adora.”
“¡Venga ya, Fini!”
“Puedes repetir `¡Venga ya, Fini!´ hasta que la Roca del Rey se reduzca a polvo. Te digo que ese mono cree que el sol sale y se pone sólo para ti.”
“¡Vale, me adora! ¿Que hay de malo en eso?”
Sarafina sonrió dulcemente. “Si no fuese un mandril, diría que está colgado por ti.”
“¡Fini, deberías avergonzarte de ti misma!” Rió ella. “Sólo es muy expresivo.” Un semblante atribulado llenó su rostro. “Sólo es parte de ser un simio,” dijo como si estuviese intentando autoconvencerse. “Pregúntale a quien quieras.”
Más tarde ese día mientras Taka descansaba en la punta del promontorio. Mirando la amplia savana que se extendía a sus pies vio la desganada aproximación de Gopa la cigüeña. Gopa aterrizó con un gran aleteo e inclinó la cabeza. “Traigo el informe diario, Majestad.”
Taka miró hacia abajo a Uzuri, que se estaba asoleando en una roca más baja con sus cachorros alimentándose pacíficamente. Tameka yacía junto a ella, claramente con la Luz en su Mirada. “Gopa, ¿de dónde vienen todos esos niños? ¡Prácticamente me están saliendo cachorros de las orejas!”
Gopa se agachó y casi susurró, “¿Quién CREES que trajo todos esos cachorros? ¿La cigüeña? Pues ciertamente no fui yo”
Taka le miró inquisitivo. “¿De qué demonios estás hablando?”
“Olvídalo,” suspiró Gopa
CAPÍTULO 14: DOBLE PROBLEMA
Cuando Togo y Kombi acababan de nacer se pasaban la mayoría del tiempo durmiendo, y se alejaban muy poco. Pero a la edad de tres lunas no dejaban de moverse, y allá donde fueran los problemas les seguían muy de cerca.
Debe entenderse que Uzuri era una madre estricta. A su alrededor sus hijos eran más buenos que el pan--incluso mejores. Ella acostumbraba a fanfarronear ante las demás leonas de lo bien educados que estaban. La mayoría de las veces ellas escuchaban pacientemente y asentían. Habían unas pocas veces, sin embargo, que su paciencia se agotaba. Veces en las que el cachorro de otra se portaba mal y Uzuri miraba a la madre con una actitud de superioridad y decía, “Togo y Kombi nunca harían algo así.”
El cariño que Uzuri recibía de sus Hermanas de Manada estaba bien merecido. Ninguna se atrevería a comprometer su felicidad diciéndole lo que de verdad pensaban de Togo y Kombi. Al menos no en alto.
Un día una iracunda Isha les estaba dando caza cuando Sarafina se metió inocentemente en su camino. Togo y Kombi se escondieron tras ella temblando e Isha apenas pudo parar a tiempo para evitar la colisión con los tres.
“¿¿Qué está pasando aquí??” demandó Fini. “¡Isha, recuerda tu bajo punto de ebullición!”
“¿¿Dónde está la madre de estas--PERSONAS??”
“Soy su Hermana. Me haré cargo.”
“Bien, tú lo has querido. Estos dos demonios...” Ella se acercó a la oreja de Sarafina mientras Togo y Kombi se acurrucaban tras ella buscando protección. Los dos forzaron el oído para enterarse de lo que estaba diciendo.
“¡Estás de broma!”
“¡Desde luego que no! ¡Les cogí con las manos en la masa!”
“Me haré cargo de ellos, Isha. No volverá a ocurrir.”
“¡MEJOR será que así sea!”
“Lo siento,” dijo Togo, sollozando. “Desde ahora seremos buenos”
“Vamos a tener una buena charla ellos y yo,” dijo Sarafina
“De verdad lo espero. Esa madre de ellos debería abofetearles más a menudo.”
Kombi empezó a berrear. “¡Sólo estábamos divirtiéndonos! Lo siento, Isha”
“Bueno, de acuerdo, espero,” dijo ella, algo apaciguada. Isha no podía soportar ver cachorros llorar, incluso Togo y Kombi.
Cuando Isha se alejó, su dignidad defendida, Sarafina se giró y miró fijamente a los gemelos. “¿¿Qué voy a hacer con vosotros??”
Togo y Kombi le suplicaron con todo su encanto y expresiones de perro de presa al decirle a ella que luego tendría remordimientos por decírselo a Mamá.
Sarafina se suavizó un poco. “Kombi, ¿no entiendes que una broma no es divertida cuando la gente sale lastimada? Me gusta una buena broma tanto como al que más, pero cuando quieres a alguien debes respetarles y tratar de pensar en cómo se sentirán ELLOS cuando encuentren un ejemplar adulto de...Bueno, ya sabes a qué me refiero.”
“Lo siento,” dijo Kombi, las lágrimas manando de sus ojos.
“Y tú, Togo. Sé que probablemente no empezaste esto, pero lo continuaste. Eso es casi igual de malo. Quieres a Isha, ¿verdad?”
“Si señora.” Togo era el tímido y parecía como si quisiera arrastrarse hasta debajo de una roca.
“¿Crees que lo que hicisteis es la mejor forma de demostrárselo?”
“No señora.” Empezó a gemir y se acurrucó muy pegado a ella. “Ahora está muy enfadada conmigo,¿verdad?”
“Si, pero lo superará. Mira, lo olvidaremos por esta vez. Pero quedáis advertidos.”
Al menos el resto del día Togo y Kombi fueron tan buenos como dos Nisei, pero cada vez que Kombi tenía que pasar junto a Isha, la miraba sospechosamente y cambiaba de dirección. Por contra, cuando Isha se despertó de su siesta del Mediodía sintió algo cálido y suave hecho un ovillo junto a ella, y acicaló a Togo con su pata. Kombi, sentado a prudente distancia, miraba incómodo. Isha sacudió la cabeza aún más ligeramente y gruñó. Entonces Kombi se movió y se acercó, una aliviada sonrisa en su rostro. Frotó su pequeña espalda y cola bajo su mandíbula y sobre su poderoso cuello. “De verdad lo siento. Por favor no estés enfadada conmigo.”
“En verdad debería estarlo, ya lo sabes.” Ella acarició a Kombi y besó su mejilla. “Espero que hayas aprendido la lección.”
Uzuri también se levantó de su siesta. “Fini,¿dónde están los chicos?”
“Oh, por ahí andarán.”
“Eso no me basta. Nada debe ocurrirles, Fini. No sólo por mi amor, sino por el amor de su padre.”
Se desperezó y bostezó, y rápidamente empezó a buscar a sus hijos por la Roca del Rey. No estaban en la gruta en la que les gustaba jugar. No estaban por la cisterna. Aún así todavía quedaban unos cuantos sitios donde PODRÍAN estar. Oh, si sólo Zazú estuviese en su puesto, estarían debidamente supervisados. Zazú les quería a pesar de que a menudo tenía extrañas formas demostrarlo. A Gopa realmente le daban igual los niños. “Cosas ruidosas y olorosas,” graznaba con irritación. “Realmente deberían esconderlos hasta que fuesen lo bastante mayores como para comportarse.”
Y entonces Sarafina tuvo un pensamiento extraño. Ella conocía a Togo incluso mejor que él mismo, y guió a Uzuri hacia la roca de Isha. Y allí, acurrucados a su lado, estaban Togo y Kombi.
Uzuri dejó ir un aliviado suspiro. “Mírales, Fini. ¡No es tierno! ¡Son un par de angelitos!”
Apresuradamente Sarafina se mordió la lengua para evitar la carcajada. “Son un par, correcto.”
CAPÍTULO 15: PAZ AL FIN
La Líder de Caza había estado teniendo problemas para encontrar comida en las sobreexplotadas y marchitas Tierras del Reino. Había poco que hacer excepto cazar todo tipo de insanas criaturas que sólo los leones desesperados intentarían tragar. Togo y Kombi estaban creciendo drásticamente demacrados, y Uzuri estaba aún peor. La única forma de sobrevivir que tenían sus cachorros era la generosidad de Ugas. Él le daba a Adhama alguna liebre ocasional para que se la pasara a ellos. Aún no sabía nada de sus hijos, pero sospechaba que ella se estaba esforzando aún más de lo que admitiría.
Molesta, ella volvía otra vez con las manos vacías a su roca favorita, a esperar un sencillo placer que se permitía. Cada noche, Shimbekh vendría y hablaría con ella. De Shimbekh Uzuri aprendió numerosas historias de las hienas e incluso unas pocas frases en su lengua. En retorno Uzuri le enseñó acerca de Aiheu y todas las historias de los Grandes Reyes del Pasado. Éstas le proporcionaban consuelo en su dolor, y últimamente Shimbekh parecía extrañamente atormentada.
El tiempo pasó. Uno Llamado Caimán y Los Tres Monos se elevaron sobre el horizonte. La luna navegaba como un silencioso barco por el cenit de los cielos, llegó a la cima a Medianoche, entonces empezó a descender hacia el horizonte occidental. Y Shimbekh aún sin venir. Uzuri, irritada, estaba apunto de marcharse, “Sabe que tenemos una hora de cita.” Pero se le ocurrió que la hiena podría estar enferma.
Abriéndose paso entre la maleza, con una expresión de desolación en su rostro, Makhpil llegó hasta Uzuri y cayó a sus pies, sollozando.
“¡Ya, mi pequeña!¿Qué pasa?”
“Es Shimbekh,” ahogo un grito en su garganta. “¡Sagrada Madre Roh´kash, ha saltado dentro del cañón!”
“¡Oh, no!” Uzuri acercó a Makhpil con una pata. “¡Oh, Dios mío, no!¡Pobre criatura!” Las lágrimas empezaron a rodar por su mejilla.
Togo y Kombi fueron atraídos por la conmoción. Miserablemente se hicieron un ovillo junto a su madre y Makhpil.
“Tenemos que liberar su alma,” sollozó Makhpil. “No quiero que lo sepa Shenzi.¡La odio! Tenemos que ser sólo nosotros, y quizá Ber. A ella le gustaba, ya sabes.”
Tristemente, Uzuri se marchó con Makhpil y Ber al borde del cañón seguida de sus hijos. Se sentaron en el lugar donde su rastro terminaba abruptamente. Togo miró por el borde.
“¡Quítate de ahí!” aulló Uzuri, tirándole hacia atrás de la nuca y acariciándole nerviosamente.
Makhpil gimió--un agudo y estremecedor grito que hizo que se les erizaran los pelos a Togo y a Kombi y que sus colas se pegaran a sus costados. “Roh´kash, dame la fuerza para caminar este camino sola, pues mi compañera ha partido hacia el este.”
“Miramos hacia el amanecer por donde llega nuestra salvación,” dijo Ber. “Que tu primogénito no encuentre falta en ella. Que reconozca su rectitud y honradez.”
Uzuri puso su pata sobre el hombro de Makhpil. “Gran Madre, permite que nuestra amiga se eleve con el sol para encontrarte y alimentarse a tu lado. Roh´kash, escucha nuestra oración.” Cayendo de espaldas en una hiénica postura de rezo, ella pateó el cielo. “Ve al sol, Shimbekh. Es el amanecer de tu eterna dicha.”
Uzuri entonces fue hasta el borde del cañón y aspiró profundamente. Dejó ir un rugido--un alto y terrible rugido que resonó en las paredes en una miríada de protestas de dolor. Cuando finalmente el sonido murió, ella añadió dulcemente, “¡Has clavado una espina en mi corazón, vieja amiga! Te voy a extrañar.”
CAPÍTULO 16: UN PADRE ORGULLOSO
Consternada desde la muerte de su amiga, Uzuri se escabulló a ver a Ugas. Él le recordaría todo lo que era bello y amable y aliviaría el dolor de su corazón.
De hecho, en el momento en el que le localizó con la mirada su corazón se llenó de dicha. “¡Ugas!”
“¡Uzuri, mi ángel!” La acarició con fervor. “Qué hambrienta pareces. Por favor, ven y cena conmigo, cariño.”
“No estaré aquí por mucho tiempo, mi amor. Sólo tengo algo que decirte.”
“¿Es por casualidad acerca de cachorros?”
“Hijos, gemelos.”
“¿Hijos gemelos?” Abrió los ojos. “¿¿Lo dices en serio??”
“¿No era eso lo que querías?”
“¡Si, Uzuri! ¡¡Si!!” Prácticamente saltó de alegría. Ugas se encabritó sobre sus patas traseras y le empujó, poniendo sus brazos alrededor de su cuello y luchando con ella. Ella era más pequeña pero tenía la juventud de su lado. Retuvo parte de su gran fuerza para impedir derribarle a la primera. Y cuando sintió que él empezaba cansarse, finalmente se dejó empujar al suelo. Mientras ella yacía con su espalda recostada sobre la suave hierba de la savana, él estuvo sobre ella y le hizo cosquillas en el pecho con su nariz. Mirando en sus hermosos ojos con un rostro cálido y sonriente, él dijo, “Ve y trae a tus hijos. Quiero verles, olerles y acariciarles. Sabrán que su padre les quiere, y Uzuri, seremos una familia al fin.¡Una familia!”
El rostro de ella perdió su sonrisa. “No puedo.” Dijo. “Debo volver, amado mío.”
“¿Pero por qué? Piensa en nuestros hijos, Zuri.¿No necesitan también mi amor? Les elevaría a Príncipes y tendrían el respeto que nunca tendrán ahí fuera.”
“No te sientas molesto, mi amor.” Se acercó y acarició su cuello, siguiendo su melena hasta su ancho pecho. “Algún día volveré a ti. Algún día seremos una familia.”
“¿Cuándo?” su rostro se acercó hasta casi tocar el de ella. “El tiempo que me reste, desearía pasarlo contigo. Cuando te vas no vivo, sólo existo. ¿No crees que seré un buen padre?” vio cómo ella empezaba a llorar. “Oh, mi vida, no quería hacerte llorar.” Le secó las lágrimas. “Estaba tan sólo esta noche. ¿Tienes que irte ya? ¿Tan pronto?”
“No justo en este momento, de cualquier modo.” Ella pateó el suelo a su lado con una pata y Ugas se recostó a su lado. Ella empujó su cara contra su suave melena y puso la pata en su pecho, sintiendo las oleadas de su aliento y el tranquilizador ritmo de su corazón. Sus lágrimas empezaron a rodar libremente. “¡Mi querida y pobre criatura! Me siento horrible por esto. Debes pensar que soy una esposa terrible.”
“Eso es una tontería,” dijo él, poniendo la pata de ella sobre su poderosa mandíbula y dándole un pequeño apretón, entonces acariciándole gentilmente con un cálida y rosada lengua. “Sabes, estoy tentado de jugar con tu culpabilidad, pero no lo haré. Quiero que estés conmigo, pero no por culpabilidad u obligación. Quiero que me necesites en la misma medida que yo te necesito.”
“Pero te necesito,” Dijo Uzuri. “Te lo juro.”
Ugas la miró fijamente. Le acarició su mejilla con la pata. “Si crees que un día te levantarás y no tendrás nada que te ate a la Roca del Rey, estás equivocada. Nunca será fácil dejarla.” Retiró la pata. “Continuarás encontrando una o más razones para esperar. Siempre será una semana más, y las semanas se transformarán en meses. Pero soy viejo, Uzuri, y cuando haya muerto todas las lágrimas del mundo no me devolverán a la vida.”
“Creía que no ibas a jugar con mi culpabilidad.” dijo ella.
“Y no lo haré. Sólo tengo el terrible terror de que cuando te hayas ido no te vuelva a ver más.”
“No seas ridículo,” dijo ella con un hondo suspiro. “Nada nos apartará. Eres el único león al que he amado, y el único al que amaré.” se levantó y se lo quitó de encima. “Lo siento, pero debo irme ahora. Mis cachorros están hambrientos.”
“Nuestros cachorros.” corrigió él.
“Lo sé.” ella le acarició. “Querido, volveré. Te lo prometo.”
“¿Pronto?”
“Pronto.”
“Te amo. Nunca olvides eso.”
Ella le miró tristemente. “Yo también te amo. Espérame”
CAPÍTULO 17: LOS VIENTOS CAMBIAN
Uzuri era fiel a su corazón. En el mismo momento en que sus pies se pusieron en el camino no paró hasta que llegó. Fuera de su cariño por Elanna, mantuvo un ojo en Taka siempre que pudo.
Escuchó un rumor por Ber que algunas de las hienas estaban tramando matar a Taka, pero necesitaban una manera de hacer que pareciera un accidente--o un suicidio. Eso hizo que le entrase el pánico, no tanto por Taka sino por lo que haría Elanna. Poco sabía que estaban planeando matar también a Elanna, o ella podría haber hecho algo a la desesperada.
Para asentar su mente, fue a ver a Taka--algo que muy pocas leonas harían alguna vez, pues su estado mental se había deteriorado hasta apenas una oculta locura.
No estaba en su lugar habitual. Ella intimidó a una de las hienas de la guardia para que le dijera adónde había ido.
“A la cisterna, creo,” dijo él en leonino chapurreado.¡Leonino de una hiena! Realmente, la ocupación estaba durando más de lo que se había figurado
“Ka´del chul,” replicó ella en perfecto hiénico. Ahora era el turno de la hiena de quedarse de piedra.
Ella bajó por la pendiente de la Roca del Rey a toda prisa siguiendo un camino cubierto de huellas de hienas. Rodeando una roca, vio al león de la melena oscura hecho un ovillo al lado del agua, hablando a su reflejo. “No hay salida. No hay salida. Si existe un Dios,¡por favor ayúdame!¿Pero cómo puede haber un Dios?¿¿Cómo puede haber un Dios con tanta miseria en el mundo?? Si fuese Dios, las cosas serían muy diferentes por aquí,¡eso seguro!”
“¿Majestad?”
“¿¿Qué??” Él miró, más temeroso que enfadado. Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. “Oh, Uzuri, sólo eres tú.”
“¿Qué ocurre?”
“¿Te han enviado para encontrarme? ¿¿Te han convencido--a todas las leonas de que estoy completamente loco??”
“¡Eso no es justo!” rebatió Uzuri, algo que sólo Elanna podía hacer. “Lannie estaba preocupada por ti. Me pidió que mantuviese un ojo en ti.”
“¿Espiar, quieres decir?”
“No. Si te estuviese espiando, ¿te hubiese llamado? Podía ver muy bien desde ahí detrás.”
“Ya.” se secó los ojos con una pata. “Crees que estoy loco, ¿no?”
“Bueno, creo que te estás, perjudicando.”
“Perjudicando.” Rió amargamente. “Voy a morir pronto. Estar muerto no me aterra lo más mínimo. Es morir lo que me asusta.”
“¿¿Seguramente no iras a suicidarte??”
“No, no algo tan noble. Amiga mía, sé bien que mi estrella se apaga. Lo suficientemente bien como para saber que los rumores son ciertos. No meros susurros en los juncos.” Gimoteó. “Uzuri, tú crees en Dios, ¿no es así?”
“Desde luego.”
“Entonces si juraste algo por Aiheu, considerarías eso obligatorio para siempre,¿no?”
“Desde luego.¿Adónde quieres llegar, Taka?”
“Me cuidas por Elanna. Ahora quiero que jures que cuidarás de ella cuando me haya ido. Quiero que lo jures por Aiheu.”
“No tengo que jurarlo. Le quiero, y mientras tenga aliento en mi cuerpo cuidaré de ella.”
“Cuando muera las otras querrán lastimarla porque fue mi esposa. Debes proteger a mi Lannie. Ella lo dio todo por mí, y tan generosa devoción no debe quedar sin recompensa. No dejes que la lastimen, Uzuri. Ellas te escucharán.”
“Haré todo cuanto pueda, lo prometo. Si te hace sentir mejor, lo juraré ante Aiheu.”
Con un marcado temblor en sus piernas que le hacían parecer aún más viejo de lo que era, se acercó y la acarició. Por un instante ella pudo sentir el cachorro asustado que le solía llamar Zazú. “He dicho algunas palabras poco amables acerca de ti en el pasado,” dijo. “Cuando me recuerdes, quiero que recuerdes que me siento arrepentido. Reza una oración por mí de cuando en cuando.” La acarició una vez más. “Ahora se una buena chica y déjame--ahora me gustaría estar sólo.”
Uzuri asintió y se alejó despacio. Ella no tenía forma de saber que Shenzi drenaría la vida de él mas tarde ese anochecer.
CAPÍTULO 18: RENACIMIENTO
Hasta el final de los tenebrosos días del Reinado de Taka, la mayoría de las facetas de la vida de la Manada continuaban funcionando, si bien en un modo más tenue y sombrío. Habían nacido cachorros, Beesa había muerto y había sido debidamente homenajeada, una leona llegó a la edad y se ganó su reconocimiento de la Primera Sangre y un león recibió su Cubrimiento.
Hacia el final, sin embargo, no había tanta vida como existencia. Los pensamientos se volvieron hacia Aiheu y la vida más allá del mundo de Ma´at. Antes de la inútil parodia de una cacería que casi nunca tenía éxito, Yolanda lideraría a sus Hermanas de Manada en una oración y acariciaría a cada una de ellas llorosamente, sin saber si todas regresarían sanas y salvas. Una de ellas, una hembra joven, rompió la formación y corrió ciegamente hacia la frontera gritando “¡Aiheu Abamani!” Nunca volvió a ser vista u oída.
Desde esa fatídica escapada, patrullas de hienas reforzaron una zona de exclusión de caza cerca de los límites, haciendo más difícil abandonar el agonizante Reino cuando las fronteras y una nueva vida estaban llamando seductoramente.
Y finalmente Nala lo hizo. “Si no he vuelto en la próxima luna, no intentéis salir una por una. Reuníos una noche y abandonad el lugar en grupo. Luchad como el fuego y volad como el viento. Dejad que Taka y las hienas se pudran juntos,¡pero por el amor de Dios marchaos!”
Ella estaba determinada a encontrar ayuda. De hecho, por la gracia de Aiheu la recibió.
El regreso de Simba infundió en la Manada nueva vida y esperanza. Las hienas se habían ido--al menos las que apoyaron a Shenzi--y la justicia volvió al transcurso de la vida. Sin los episodios violentos de Taka, Simba era un Rey muy accesible, y día a día las hermanas de Manada veían en él las marcas de su padre. Decir que no había nada de Ahadi en Taka sería injusto, pero sólo la ternura de Elanna podía mirar en su interior y verla dentro de él.
Pero no hubo ningún cambio de la noche a la mañana en el inhóspito paisaje. Los animales que habían evitado las fronteras de las Tierras del Reino en sus migraciones ahora se sentían seguros para cruzar la tierra de Simba y lo preferían antes que desviarse por los Reinos de Ugas y Mabatu.
Permitirles permanecer fue otra cosa. Aquel-que-trae-la-lluvia visitó la tierra cuando el demonio hubo sido expulsado. Las fertilizantes gotas apagaron la mortal sed de la tierra y despertaron semillas largamente sepultadas en el yermo y desolado suelo. Aquellas chispas de nueva vida completaron la promesa de Aiheu, y anhelaban por una largamente retrasada libertad, aferrándose a sus apoyos y emergiendo a la libertad para brotar nuevas hojas a la luz del sol y al aire fresco.
En pocos días la savana gris quebradiza empezó a mostrar una sombra verde que tintaba las bases quemadas de las hierbas del año pasado. Y en una luna, el tiempo convenido para escapar, una hierba exuberante florecía gracias a los nutrientes en el suelo reforzados por los de la ceniza. Antílopes y cebras vinieron a pacer en el verde tesoro. Las jirafas arrancaban nuevos brotes tiernos de las acacias que despertaban y los conejos empezaban a limpiar las viejas madrigueras de la ceniza y el polvo. Y aguzando el oído, el canto de los pájaros rompía el largo silencio con mensajes de esperanza y dicha.
La marea dorada de renacimiento tuvo su clímax con el rugido de Simba en el promontorio. “¡Escuchad todos! ¡Nala está con su hijo!”
CAPÍTULO 19: HA EMPEZADO
Hubo un tiempo en el que Togo y Kombi pensaban que todos los machos eran como Taka. El natural buen sentido del humor de Simba y su gentileza les causaron honda impresión.
En particular vieron el modo en el que trataba a Nala, y la forma en la que respondía a sus atenciones. Sentían curiosidad acerca de ese tipo de relaciones que parecían brindarle a Simba tanta felicidad.
Su madre asentía y sonreía. “Así es lo que siento yo por vuestro padre. Algún día también tendréis esposa y cachorros y también seréis felices.”
Probablemente eso era lo más que nunca había dicho acerca de tener un padre, y ella no dio muestras de dar más detalles de ese asunto. Pero de alguna manera eso les dio esperanzas.
Isha pensó que se estaba metiendo en otro tira y afloja cuando Togo y Kombi aparecieron en su lugar de descanso.
“¿Qué estáis tramando esta vez?” preguntó, algo impaciente
“Nada.” contestó inocentemente Kombi. Era cuando él parecía que no estaba tramando nada cuando Isha más sospechaba de él.
“¿Y por qué no estáis tramando nada por mi sitio? Id a no hacer nada a cualquier otra parte--me sentiré mucho más segura.”
Sin dejarse impresionar, Kombi se sentó frente a ella. “Es algo así. Ya sabes cómo son las madres. Ellas no quieren contarte nada de lo jugoso.”
“¿Oh?” las orejas de Isha respingaron al frente. “¿Y qué es lo jugoso?”
“Leonas. Ya sabes--leonas.”
“Ya, entiendo.” cruzó los brazos y la punta de su cola respingó un instante. “¿Quieres ser más específico?”
Kombi parecía desorientado. Miró a Togo quien parecía igualmente descolocado. “Tú sólo empieza a hablar y ya te diré cuando hayas llegado.”
Isha rió. “¿Quieres decir...” se acercó y susurró, “...leonas?”
“¡Si!”
“¡Bueno, por qué no lo dijiste desde el principio!” Isha extendió sus garras y acicaló el extremo de su pata sin prisas. “Ese es un gran tema, pero os pondré al corriente. Veréis, llegará una época cuando estéis haciendo vuestro gran camino por el mundo y con ello vendrá esta adorable y pequeña leona. Pararéis en vuestros rastreos y la mirareis, y aún a pesar de haberla visto antes docenas de veces, ella os parecerá diferente porque la estaréis viendo con ojos diferentes. Pensareis que de alguna manera es diferente, y querréis que ella piense que de alguna manera vosotros también sois diferentes”
Togo y Kombi la miraron absortos, toda su atención fascinada por el discurso. “¿Qué pasa entonces?” preguntó Togo.
“Lo sabréis cuando os pase. No es nada de lo que tener miedo o avergonzarse. Es regalo de Aiheu para vosotros el que caigáis enamorados de alguien. Si ese alguien también os quiere, aún es más maravilloso. Es el tipo de amor que crea luz en la oscuridad.”
“Estupendo,” dijo Kombi. “¿Y cuándo va a pasarme eso a mí?”
“Eso es algo que no puedo decirte,” dijo Isha. “Cuando acabes de pasar la pubertad, lo entenderás.”
“Gracias,” dijo Togo, frotándose contra ella. “¿Te ha pasado alguna vez?”
“Unas pocas.” dijo ella, sonriendo tímidamente.
Armados con toda la información que necesitaban, los expertos en amor se fueron con otros propósitos, como jugar al “tú la llevas” y usar de cebo a un erizo como distracción.
El erizo estaba protegido por espinas que lastimaron sus patas. No eran lo bastante mayores para saber volcar al infortunado animal y atacar su parte inferior, pero eran lo bastante mayores para hacer envejecer al erizo unos cuantos años en unos pocos momentos.
Finalmente el erizo salió disparado metiéndose entre los tallos y se escabulló.
“Carape,” dijo Togo. “Esperaba que pudiésemos conservarlo.”
“¿Y qué habrías hecho con él? ¿Enseñarle trucos?”
Justo entonces Vianga salió saltando de las hierbas con destacable gracia para una leona en una edad tan “piernas largas”. “Hola, Togo.” Ella le sonrió a Kombi y le guiñó el ojo. “Hola, calentito.”
“Eh, hola Vivi.”
Ella pasó pavoneándose ante los dos leones con un movimiento de su cola que rozó la punta de la nariz de Kombi.
Togo vio el juguetón ballet de sus conformados muslos mientras ella se dirigía hacia la cisterna. Su boca se entreabrió.
Kombi dijo, “Acaba de pasar.”
“¿El qué?”
“Acabo de pasar la pubertad.” Se recobró y caminó tras ella.
“¡Eh, Kombi, espérame!”
CAPÍTULO 20: TODO VALE EN EL AMOR Y EN LA GUERRA
Togo yacía tristemente a los pies de la Roca del Rey, tumbado desganadamente sobre una de las piedras que estaban echadas en su base. Miraba desolado las temblorosas puntas de la hierba de la savana y se preguntaba si por la pubertad valía la pena la agonía que estaba pasando. Quizá Rafiki tuviese alguna oscura poción que pudiese calmar sus alterados nervios y le abstuviesen de MIRARLA.
Soltó un quejido y puso una pata sobre su cara. “¡Oh, Vianga! ¿Por qué no me puedes querer sólo un poquito? ¿Por qué nunca me darás una oportunidad?”
Por el día tenía fantasías de ella asoleándose en una roca. Cuando cerraba los ojos por la noche, su sonriente rostro le perseguía hasta las profundidades de sus más febriles sueños de los que se levantaba temblando y diciendo su nombre. NO podía pasar a su alrededor sin que su corazón se desbocase. Querría mirar fijamente a esos líquidos ojos ambarinos, acariciar su mejilla, frotarse contra su costado, y si, colocar una pata sobre su hombro izquierdo y hacerla suya para siempre. Sólo una cosa le separaba de su meta.
Kombi.
La mandíbula de Togo se apretó al pensar en su hermano. Kombi debía tener el favor de los cielos, por cada vez que Togo intentaba impresionarla, Kombi le superaba.
Togo, que no era tan aburrido como parecía, era sólo dolorosamente tímido. Cuando ella estaba lejos, él podía pensar en cosas ingeniosas y encantadoras para decir, pero cuando ella lo miraba directamente--cosa que raramente hacía-- todo lo que salía era, “Estamos teniendo buen tiempo.”
Togo había practicado durante días el saltar el pequeño riachuelo que desembocaba en la cisterna, remojándose varias veces para diversión del resto de animales. Él ignoraba aquellas risas y continuaba intentándolo, concentrándose en su equilibrio, posición y distancia. No quería aterrizar en el barro y salpicar a la chica de sus sueños. Esa mañana temprano, él había tomado el camino hacia el salto y lo había intentado varias veces, siempre aterrizando con un susurro en la hierba seca del otro lado.
Jubiloso, entonces se había marchado, buscando a Vianga y diciéndole de ir a pasear con él. Los dos pasearon hacia el agua, charlando de temas sin importancia, con Togo luchando por acallar su irritación frente al repetitivo discurso de Vianga preguntándose dónde estaría su hermano.
“Oh, probablemente estará pululando por ahí, jugando a juegos de cachorros.” Togo sonrió indulgente. “Ya sabes como son los NIÑOS.”
“Me gustan los niños,” dijo Vianga, inclinándose para olfatear el borde del riachuelo. “Creo que son adorables.” Ella misma era apenas una cachorrita, sin embargo logró lanzarle una deslumbrante sonrisa a Togo. “No puedo esperar a tener mis propios cachorros”
“Tampoco yo,” musitó él. Su corazón estaba latiendo con fuerza, y él estaba mirando en esos líquidos ojos avellanados. Estaba haciendo todo lo que podía por mantener su pata izquierda en el suelo.
Entonces una borrosa forma pasó a toda velocidad, saltando en el aire y aterrizando con un sordo sonido en el otro lado. “¡Eh, Vivi!¿Qué pasa?”
“¡Kombi!” aulló Vianga deleitada, “¡Espérame!” Con un brinco cubrió fácilmente el riachuelo, aterrizando silenciosamente a su lado. Se alejaron juntos, Kombi disparándole una sonrisa de oreja a oreja y un guiño sobre su hombro a su hermano.
“¡Eh! ¡Esperad chicos!” Togo se encogió y saltó, viendo el agua corriendo bajo él, la luz del sol deslumbrándole desde su superficie en una explosión de luz, el lejano banco de arena acercándose...y creciendo muy rápidamente...
“Oh-oh,” musitó Togo. Cerró los ojos, haciendo una mueca de disgusto al golpear el agua, el frío alejando el aire de él con una burbujeante salpicadura. Empapado y cubierto de barro, se sacó de allí, las suaves risas de Vianga clavando astillas en su corazón. Se había dirigido tormentoso hacia casa y se había sentado en esa roca desde entonces.
Togo miraba fijamente a las temblorosas hierbas altas y suspiraba. No había dudas acerca de eso--el amor era un tramposo que jugaba con sus propias reglas.
“Eh, Togo.”
Sus pelos se erizaron al oír esa voz. SU voz.
“¿Vianga?”
Ella caminó alrededor de la roca para ver su triste cara. “¿Togo? Yo, eh...”
“¿Qué?”
“Siento haberme reído de ti esta mañana.” Vianga metió una pata en la suciedad nerviosamente. “Eso ha sido mezquino por mi parte.”
Togo la miró boquiabierto. “Eh, bueno, vale, está bien.”
“¿De verdad?” le miró fijamente, “¿Lo dices en serio?”
“Seguro.” él le sonrió.
“Genial. Eres realmente simpático, Togo.”
Abrió su boca para contestar, pero fue interrumpido por una voz familiar. “¡Vivi!”
Ella miró por encima de la cabeza de Togo. “¡Kombi! Está aquí”
Togo se giró para mirar fijamente a su hermano. “¿Qué pasa?”
“Espero que no estés dolido por lo de esta mañana. Ya le he explicado a Vivi que no fue culpa tuya, desde que tú...ya sabes, naciste descoordinado.”
¡Así que era por eso por lo que Vianga le miraba con esa mezcla de pesar y lástima! Togo luchó por asimilar la profundidad de lo retorcido en su hermano preguntándose cómo había aprendido una palabra de más de tres sílabas. “¿Descoordinado, eh?” suspiró
“¡Si! Le he dicho que es por eso por lo que yo puedo atrapar una presa y tú no.” Kombi sonrió de oreja a oreja.
“¿¿Qué??”
“¡Seguro!”
“¡Kombi, tú NO puedes atrapar una presa!”
“¡Claro que puedo!” la sonrisa de Kombi se tornó astuta. “¡Te apuesto a que puedo atrapar algo antes que TÚ!”
Togo le lanzó una seca y fija mirada, demasiado consciente de que los ojos de Vianga estaban fijos en él, midiendo...“Hecho.”
“¡En marcha!” Kombi olisqueó el suelo detenidamente, entonces salió a toda prisa hacia las hierbas altas. Gruñendo, Togo salió caminando en la otra dirección, preguntándose qué iba a hacer ahora. Abriéndose camino por entre la maleza, miró a su alrededor dudoso, entonces se quedó congelado al escuchar un horrorizado chillido. Volviéndose, corrió a toda prisa de vuelta donde estaba sentada Vianga, los ojos muy abiertos
“¿Has oído-”
“¿Qué ha sido-”
Los dos callaron al ver a Kombi emergiendo de las hierbas, tirando trabajosamente hacia él de una gorda liebre de savana que colgaba de su mandíbula. La depositó en el suelo, sonriendo a lo grande. “¡Te lo dije!”
Togo le miró boquiabierto sin palabras mientras Vianga le alababa sin parar- Le pareció que un peso de plomo empezaba a llenar su estómago mientras se volvía a mirar a su hermano, su mandíbula le temblaba. “C-creo que tú ganas, Beebee,” balbuceó.
“¿Hmm?” Kombi apartó la mirada de Vianga. “¡Oh, si!”
“Buena suerte.” Togo se giró y se alejó caminando despacio, su cola arrastrándose por el suelo. Incluso in extremis no quería que Vianga le viera llorar--o Kombi por eso.
“¿Togo?”
“¿¿Qué??” dijo temblorosamente, “¡Dejadme en paz!”
“Eh, sin rencores, ¿vale?” Togo se giró para ver a Kombi llevándole el conejo hacia él. Dejándole a los pies de Togo, se dio la vuelta. “Como tuyo, Togo.”
Vianga miró a Kombi maravillada. “¡Eres tan dulce!” Togo lo vio agonizante, mientras ella se acercaba y besaba la mejilla de Kombi. Una beatífica sonrisa iluminó su rostro a la vez que le acariciaba la mejilla a ella en retorno, ronroneando..
“Bueno, ya sabes, tengo que cuidar de él. Quiero decir, ÉS mi hermano-” Kombi se quedó congelado, mirando algo detrás de Togo. “Eh, tengo que correr. Te veo luego, ¿vale?” Sin esperar se dio media vuelta y se alejó con un trote rápido. Vianga le miró irse. “Tienes suerte de tener un hermano tan maravilloso, Togo.”
“Ya”. Togo se cubrió la cabeza con las patas delanteras, zozobrado. Un cálido aliento sopló en su oreja a la vez que era acariciado suavemente. “¿¿Qué??”
“¡Ehhh, tranquilo!”
Togo miró y vio a Habusu mirándole extrañado. “Oh, eh, Habu.”
“¿Qué pasa?”
“Nada.” suspiró Togo. “Nada en absoluto.”
El cachorro más mayor miró a Vianga. “Eh, Vivi.”
“Hola Habu,” dijo Vianga en una voz que prácticamente chorreaba dulzura. “Luciendo radiante como todos lo días, por lo que veo.”
“Gracias,” dijo él, sonriendo de oreja a oreja deshonestamente. “¡Oh, eh, Kombi te ha traído la liebre!”
“Si.” gruñó Togo.
“Salvaje. Te diré el qué, tu madre se ha pasado un buen rato para atrapar a ese primo esta mañana.”
Togo alzó la cabeza para mirar fijamente a Habu. “¿Qué?”
Habu asintió. “Uzuri finalmente lo cogió hace un rato; me lo dio para Kombi y dijo que la compartiese contigo.” Le miró sorprendido. “Me sorprende que no se la haya comido él entera. Sin ofender,” añadió precipitadamente. “Pero ya conoces a Kombi.”
“Si,” gruñó sordamente Togo. “Le conozco bien, correcto.” miró a Vianga, justificado. “¿¿Lo ves?? ¡Te DIJE que no podría hacerlo! ¡Eso ha sido una treta sucia y baja!”
Vianga se deshizo en risas. “¡Guau! ¡Es más listo de lo que pensaba!”
Togo y Habu se miraron entre sí. “¿¿Qué??”
Ella se volvió a reír. “Muchacho, realmente te la jugó bien jugada. Es tan inteligente, tienes que pensártelo dos veces antes de enfrentarte a él.” ella cerró los ojos y suspiró profundamente. “¡Vaya león!”
Tiempos desesperados clamaban por medidas desesperadas, decidió Togo. Se fue decidido entre las hierbas, y no mucho después estuvo sentado frente al chamán de la Manada, mostrándole sus desgracias. Finalmente, Rafiki le inquirió. “¿Qué quieres que haga YO sobre eso?”
Togo se revolvió incómodo. “Eh, bueno, eh...¿no podrías...como darle algo para que me amara a MÍ en su lugar?”
Los ojos de Rafiki se abrieron de la sorpresa. “Dime, joven zoquete, ¿si PUDIERA hacer algo así, estaría bien que lo usase en ella cuando ella está realmente enamorada de alguien que le corresponde? ¿Cómo se sentiría tu hermano?” Rafiki le miró fijamente un largo rato, interesado. “¿Y tú podrías REALMENTE disfrutar un amor de alguien que procede de una droga en lugar de su corazón?”
El ánimo de Togo decayó. “Supongo que no.”
Rafiki le dio unos golpecitos al joven león y puso un reconfortante brazo sobre sus hombros. “Ya, ya, hijo. Ahora estás atravesando un momento difícil. Créeme, Rafiki lo sabe.” El mandril se masajeó la mejilla un momento, pensando. “¿Ya te ha hablado tu madre acerca de...leonas?”
“No, no lo ha hecho.” Togo frunció mucho el ceño. “Probablemente piensa que aún somos demasiado jóvenes.”
“No puedo imaginarme porqué,” dijo Rafiki, sonriendo al cachorro cuya melena era poco más que una desgreñada pelusilla alrededor de su cuello.
“Ya.” dijo Togo, no viendo el divertido semblante en el rostro de Rafiki. “Al menos Isha nos dijo la verdad sobre eso.”
La sonrisa de Rafiki se congeló. “¿Oh?” Visiones de la sensual leona teniendo una charla de alma a alma con los dos cachorros acerca de hechos de la vida hicieron que su corazón diese un brinco. “¿Y qué os contó?”
Togo reunió los de alguna manera vagos detalles que Isha les había dado, y Rafiki se relajó a la vez que mentalmente se daba un escarmiento por tener tan poca fe en la leona. Aclarando su garganta, acarició la corta melena en los hombros de Togo mientras la tarde pasaba suavemente, y empezó a hablar, revelando lentamente los secretos que la vida tenía para un león, las cosas que Ugas les habría dicho a sus hijos si hubiese podido.
Al final se sentó, bebiendo a sorbos de un cuenco de agua para refrescar su seca garganta. “¿Bien?”
Togo miró atribulado a la savana. “Guau. Es realmente...algo, Rafiki. ¡Gracias!”
“De nada.” Rafiki se sentó y sonrió. “¿Algo más?”
“Pues...”
“Adelante, suéltalo.”
Togo le miró fijamente. “¿DE VERDAD no hay nada parecido a una poción del amor? De verdad me gustaría saberlo.”
Rafiki suspiró. Después de todo, él ERA hijo de Ugas. Buscando en una pequeña alcoba en el lateral del baobab, sacó una pequeña hoja envuelta en algo. “Aquí. Creo que es lo que buscas.”
Los ojos de Togo se agrandaron. “¡Impresionante!” se inclinó para recoger el paquete.
“Escúchame atentamente, hijo. Lo que te estoy dando es un regalo especial. Quiero que lo conserves, no que lo emplees.”
Togo se quedó a cuadros. “¿Eh?”
“Esto es para mantenerte honrado, mi pequeño.”
El joven león se volvió indignado. “¿Quién, yo? ¡Yo siempre soy honrado!”
“Desde luego,” dijo Rafiki secamente. “Por eso te confío esto a ti. Porque sé que cada vez que lo mires, te lo pensarás mejor antes de entrometerte en las vidas de los demás.” Rafiki apoyó una mano en la cabeza de Togo. “Nunca lo usarás. Cada vez que lo veas, te sentirás orgulloso de ti mismo por hacer lo correcto.”
El pecho de Togo se hinchó de orgullo y determinación. “¡Puedes apostar por eso!”
Poco después el león adolescente había dejado orgullosamente el paquete frente a Vianga. “¡Mira lo que tengo para ti, Vivi!”
Ella miró la hoja desconfiada. “¿Qué es?”
“Una invitación...una dulce invitación para una dulce muchacha.”
Ella se rió tímidamente. “Gracias. Incluso si hiciste el guarro con eso.”
“Perdón.”
“Está bien.” Olisqueando el mejunje, lo cogió lentamente, lo masticó y lo tragó.
Togo la miró aprensivamente, su corazón latiendo con fuerza. “¿Cómo sabe?”
“Pasable”
“¿Cómo te sientes?”
“Bien.” Ella le miró fijamente, parecía que él estuviese esperando algo más. “Estuvo muy bien, Togo.” Le miró a sus inquisitivos ojos. “¿Muchas gracias?”
“¿Es todo lo que sientes?” parecía decepcionado.
“Oh,¿quieres un beso?” Le dio el lametazo más rápido y dijo, “Hecho. Odio tener que salir corriendo pero tengo una cita con Kombi.”
Empezó a marcharse. Entonces se volvió. “¿De qué iba la cosa?”
“¿Acaso importa? No ha funcionado.”
“¿De dónde lo has sacado?”
“De Rafiki. Me dijo que era...” Él miró al suelo.
“¿Una poción amorosa?”
“Si.”
“Eso lo explica. ¡Cielos, es fuerte!” Ella cayó a sus pies y le tocó con la pata. “¡Estoy lista, Togo! ¡Tómame!”
“¿¿Que te tome?? ¿Cómo?”
“¡Hazme el amor! ¡Estoy ardiendo!”
Togo retrocedió alocadamente a la vez que Vianga le acariciaba vigorosamente su cara y pecho, postrándose frente a él. “¡Ámame, Togo! ¡Ámame o me mataré!”
“Bueno, yo...” Cerró los ojos con fuerza como si eso pudiese hacer que ella se fuese. “No somos lo bastante mayores. ¿¿Sabes lo que nos pueden hacer si nos pillan??”
“Huye conmigo. Y qué si aún no soy lo bastante mayor. Nos escaparemos a una vida en la naturaleza, sólo tú y yo afrontando el peligro y las dificultades juntos, pero tendremos nuestro amor. ¡Nuestro amor, Togo!”
“Pero Vianga”
“¡Haremos el amor por la mañana, por la tarde y por la noche! ¡Viviré para tu roce--para tu cercanía--tu hermoso cuerpo junto al mío mientras ascendemos hacia los cielos juntos y gritamos desde las vertiginosas cumbres de la pasión!” empezó a retorcerse sinuosamente ante él.
“¡Vivi, contrólate!”
Una explosión de incontrolables carcajadas emergió de un arbusto cercano y Kombi se desplomó fuera, andando y tambaleándose débilmente. “¡Imbécil!” Caminó hasta Vianga y la acarició en la mejilla, sonriendo de a oreja a oreja mientras ella le devolvía las atenciones.
“¡Eh!” dijo Togo. “¡Cual es la gran idea!”
Kombi rodó por los suelo, riendo. “Que te sirva de lección, hermano. Estabas entrometiéndote con MI chica. Ella y yo tenemos ese algo especial, ves, y tú no puedes ser parte de eso. ¿¿Creías que era una poción del amor o algo así?? Sólo era medicina para la tos.”
“¿Lo era?” Incómodo, Togo se alejó y las lágrimas empezaron a rodar por su gentil rostro. “¿¿Me habéis dejado quedar como un estúpido a mí mismo?? ¡Cómo pudiste hacerme eso a mí, Kombi! ¡Cómo pudiste ser tan frío!”
“¡Poción del amor! ¡Cómo pudiste ser tan estúpido! Deberías saber que yo soy su amor. Ni siquiera sabe que existes. No es culpa tuya--no tenías ninguna oportunidad estando yo por aquí. ¡Soy el Doctor Amor!”
Vianga frunció el ceño. “Piérdete, Doctor Amor. ¡Quiero una segunda opinión!” le empujó y pasó de él acariciando a Togo, secándole los ojos con una pata. “Me alegro de haberme enterado de quien era el verdadero Doctor Amor antes de que fuese demasiado tarde. Te seguiré adonde vayas--todo lo que tienes que hacer es pedirlo.”
“La broma ha acabado.” Dijo Kombi, furioso. “Esto ya no es divertido.”
“¿¿Quién te ha preguntado??” ella miró penetrante a los ojos de Togo. “¿Quién le necesita? Es tan vanidoso que se está hinchando como un cadáver al sol. Él no es gentil y dulce como tú.”
“No trates de usar la misma treta conmigo.” dijo Kombi. “Te conozco.”
“¡Juégate una pata!” gritó ella. Se giró hacia Togo y le volvió a acariciar. “Siento haber venido sobre ti así. Era una repugnante bromita y lo siento. Tú trataste de engañarme y sólo quise darte una lección.”
“Desde luego lo hiciste. Si le abandonas así de rápido, a mí también me abandonarás. Vivi, eres muy hermosa, pero eres un ligona desvergonzada, y no es lo que necesito.” Togo tomó un largo y purificador aliento, lo dejó ir y sonrió abiertamente. “¡Ya no importa una cosa o la otra porque estoy curado de la pubertad! ¡Ni un sólo síntoma más! ¡Mira, puedo mirarte a los ojos--no pasa nada! ¡Puedo besarte!” Se le acercó y le dio un largo y apasionado beso. “¡No pasa nada! ¡Me siento tantísimo mejor, tendría que agradecértelo! No sé vosotros, pero yo me voy a jugar al “tú la llevas” con Habu.” se volvió y se marchó.
Ella se frotó la mejilla donde él la había besado y sintió un escalofrío. Se fue tras él. “¡Togo, espera! ¡Creo que te quiero!”
“¡Vivi, vuelve!” Kombi salió en su persecución. “¡TO-GO! ¡VI-VI! ¡Esperad!”
CAPÍTULO 21: LAS SOMBRAS SE ALARGAN
Los ojos de Ugas se entrecerraron mientras las hierbas de Rafiki causaban el efecto deseado y las manos del anciano mandril trabajaban las agarrotadas articulaciones. “Siento haber tardado tanto en venir,” dijo Rafiki. “He tenido que guiar a Simba a través de unas repugnantes fiebres.”
“¿Así que qué está haciendo mi primo segundo?”
“Ahora está bien.”
“¿Es como su padre? Quiero decir, realmente añoro la gentil sabiduría del viejo Mufasa.”
“¿Le conocías bien? Creía que...”
“¿Que los leones son territoriales? Lo somos. Pero siempre patrullábamos la frontera entre nuestros Reinos a la vez cada semana.” Suspiró. “Nunca decía demasiado. Pero siempre le buscaba para verle. Y el primer día que no apareció, una pequeña parte de mí murió.”
“No tenía ni idea. Si cuidáis unos de otros, ¿por qué tenéis territorios? Quiero decir, no parece tener sentido.”
“Tiene perfecto sentido. Tenemos tareas que realizar, tareas que Aiheu nos otorga.” Ugas puso su pata alrededor de Rafiki y le acercó. “Una de ellas es cazar y alimentar a nuestros cachorros, y los territorios nos ayudan a eso. ¿Significa eso que odiemos a nuestras presas, o que no merezcan vivir? Creo que no. La vida es una lucha, pero es en la lucha donde nos definimos y encontramos nuestro lugar en el universo.”
“¿Así que realmente es la tarea la que nos mantiene separados de aquello a quienes amamos?”
“Si. Pero en última instancia es el amor el que nos une. Cuando nos reunamos con Aiheu no habrán territorios. Cuando vuelva a ver a Mufasa, haré más que hablar. Le acariciaré y compartiré bromas con él y veré si soy mejor que él en la lucha. Siempre he querido medirme con él, sin barreras que nos limitasen. Era tan gran león, tan lleno de poder y resolución.”
“Debes de haberle dado muchas vueltas a eso.”
“Si. La muerte es como una montaña distante. Al principio es toda gris y verde, como una bruma. Pero cuanto más te acercas, más ves. Empiezas a distinguir piedras de árboles. Ahora he llegado a verlo todo demasiado claramente.”
“¡Oh, no! Tú nos sobrevivirás a todos.”
“Si, claro.” Tosió como si fuese a marcharse hacia su casa. “Todos tenemos que morir alguna vez. Pero antes de que me vaya, quiero conocer a mis hijos. Quiero mirarles a los ojos y decirles que les quiero.”
“¿Estás seguro de que tendrás tiempo?” preguntó Rafiki, divertido pero un poco juzgándolo. “Has estado muy ocupado.”
“No me queda mucho tiempo,” dijo él. “Y sabes que me refería a Togo y a Kombi. Son los únicos hijos que tengo--todas las demás son hijas. Ah, eso es, rasca un poco más a la izquierda... ¡Oh, si!”
“Esos dos son bastante trastos,” dijo Rafiki, rascando más fuerte.
“Son de Uzuri. Con eso me basta. Amo a esa chica.”
“Amas a todas las leonas.”
“Me GUSTAN todas las leonas. La amo a ella.”
“¡Bien pues MÁS TE VALE amarla!” dijo Rafiki ásperamente.
“¿¿Qué quieres decir con eso??”
“Si alguna vez le haces daño, podré ser sólo un viejo mono, pero te cogeré. ¡Te juro que lo haré! Cuida de ella, ¿¿me oyes??”
“Cálmate, ¿quieres? ¡Y no tan fuerte con esas manos, viejo mono!”
“Ella lo es todo para mí. ¡No dejaré que la trates como un juguete y la dejes a un lado cuando hayas tenido tu diversión!”
“¡Cálmate! ¡Te estás poniendo rojo! ¡Además, estás frotando en la dirección equivocada!”
“Lo siento. Creo que estaba jugando al oso melífero.” Le dio una palmadita en el hombro. “¿Así que realmente la amas?”
“Estoy profundamente enamorado de ella. Tanto como lo estás tú.”
“Bueno, yo...” Rafiki sintió una profunda vergüenza. “La amo, pero yo no diría que estoy ENAMORADO de ella. Quiero decir, no de ESA manera.”
“Venga,” dijo Ugas, dándole unos golpecitos en el hombro del mandril con su gran pata. “Seamos honestos. No estés disgustado por la verdad. Ahora, frente a Aiheu, ¿puedes decir sinceramente que nunca has sentido un pequeño indicio de atracción hacia ella? Tu esposa ha estado muerta todos estos años. Uzuri hace por ti prácticamente todo lo que haría una esposa. Incluso te ha acicalado.” Sonrió. “Puedo decirte con sólo mirarte que te sientes amenazado. Eres transparente, y la culpabilidad deja rastros por todo tu rostro.”
Rafiki bajó la mirada. “Ugas, no lo entenderías. Quiero decir, en serio. A veces deseo que fuésemos--ya sabes--de la misma especie. Pero rezo por esos sentimientos y se marchan.”
“Me estás dando media respuesta. Rafiki, Aiheu conoce tu corazón, al igual que yo.”
Ugas lo acercó con una pata y le dio unos gentiles golpecitos, acariciándole con su gran rostro. “Ella tiene ese efecto en la gente. En tu corazón, sabes que incluso las piedras y la hierba que pisa la aman. Puedo saberme afortunado por poder actuar en ese amor. Nos vemos tan a menudo como podemos, y no sólo cuando ella está en temporada. A veces nos sentamos bajo las estrellas y hablamos durante horas.”
“¿Sobre qué?”
“Oh, una de las cosas que de verdad le gustan es la astrología. Lo que ella no sepa del cielo nocturno no es importante saberlo. Puedo asegurarlo--en mis tiempos de juventud, era más bien un tipo erudito. Tan mortalmente serio como un baobab en una tormenta.”
“No sabía eso.” Rafiki se aclaró la garganta. “¿Alguna vez habla de mí?”
“¡Alguna vez no lo hace! Cuán adorable era tu hijita y cuán hermosa era tu esposa, y cómo tus milagros funcionaban en su agarrotado hombro--eso te lo puedo asegurar yo por experiencia propia. Podrías pensar que ella es tu madre por el modo en que habla de ti. ¿Y de verdad detuviste el aborto de Akase con Heartleaf?”
“Si. Con Maraliscus. La combinación de ambos impidió su envenenamiento pero detuvo las contracciones. Fue una artimaña y funcionó durante un rato.”
“Uzuri tiene buen gusto para los amigos--no sonríe a todo aquel que asiente ante ella. Se preocupa mucho por ti. Probablemente más de lo que deja entrever.” Se acercó y le dijo en un susurro cercano, “Si fueras un león, me sentiría locamente celoso. Las apuestas van cinco a uno a que estaría casada CONTIGO.”
Rafiki fue frotando más y más suavemente a la vez que una soñadora expresión se dibujaba en su rostro. “¡No seas tonto!” murmuró. “¡Vaya una idea tonta!”
“Quiero que sus hijos hereden mi Reino,” dijo él solemnemente. “Ese fue nuestro acuerdo desde al principio. Yo le daría amor, y ella me daría hijos. Y ella tiene--gemelos cuando pensaba que sólo podía tener hijas. No podemos dejar que se escabullan.”
“Veré lo que puedo hacer.”
“¿Puedes arreglar un encuentro? ¿Sólo ellos, su madre y yo?”
“Haré lo que pueda.”
“Harás mucho más que eso. Su felicidad lo significa todo para ti. Harías lo que sea necesario.”
Rafiki volvió a bajar la mirada. “Si, lo haría.”
“Y Rafiki, yo me habré ido mucho antes que Uzuri. Sabes que soy bastante viejo.”
“No deberías pensar así.”
“¿Por qué no? Es verdad. Y sé que la estaré dejando sola.” Miró atentamente a Rafiki. “Quiero saber que tendrá a alguien que la cuide. Júramelo--júralo por el sagrado nombre de Aiheu--que te ocuparás de que ella esté bien atendida. No permitas que le sobrevenga ningún daño.”
“Lo juro.”
Ugas puso su pata sobre el hombro de Rafiki y le dio un suave golpecito. “Algún día, Dios te recompensará por todo esto.”
Rafiki alzó la mirada. “Ya lo ha hecho, viejo amigo. Más de lo que podrías imaginar.” Abrazó el fuerte cuello de Ugas y dijo, “Ella también habla de ti. Todo cosas buenas. Pensé que querrías saberlo.”
Rafiki dijo una rápida bendición sobre las tierras de Ugas, entonces se fue. Cuando estuvo a salvo escondido entre los arbustos entre los dos Reinos, cerró las manos y agachó la cabeza. “Bondadoso Aiheu, no puedo ayudar si estoy enamorado de ella.¡Ayúdame!¡Me moriría si algún día lo supiese!” Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas y sollozó, restregándose los ojos.
CAPÍTULO 22: LIEBESTOD
Adhama respingó una ausente oreja a una mosca impertinente mientras recorría silenciosamente su camino a través de las hierbas altas. A la vez que emergía de los arbustos que le rodeaban, vio a Ugas sobre una pequeña elevación, mirando hacia el oeste hacia la Roca del Rey.
Caminando hacia su lado, alzó pesadamente la cabeza para mirarle. “¿Quién es esta vez?” preguntó con una corta sonrisa. “¿La conozco?”
Él la miró y esbozó una deslumbrante sonrisa de oreja a oreja. “¡No es una leona, Addie! ¡Mis hijos vienen a visitarme! ¡Mis hijos, Addie!”
Adhama esbozó una sonrisa radiante. “¿Togo y Kombi? ¿Vienen?”
“¿¿Y por qué no?? ¡Mis hijos pueden ir adonde les plazca!”
“¿Cuándo vendrán?”
“No lo sé.” Alzó una pata y le acarició la mejilla. “He vivido una larga vida, una vida plena. He tenido mucha felicidad, y ahora tengo paz en mi mente. Recé por un hijo, ¡y tengo gemelos! Aiheu ha sido bueno conmigo.”
“Olvidaste mencionar a tu hermana que te quiere.”
Ugas sonrió y volvió a acariciarla. “Si, tengo una hermana a la que amo.” Pensó un momento. “Addie, voy a intentar convencer a Uzuri para que se quede. Las cosas ya van bien en su Manada, y dijo que vendría a mí cuando las cosas mejorasen.”
“¿Sabe algo de las otras?”
“No.” pareció preocupado. “Y es mejor que nunca lo sepa. Ella es mi esposa, ya sabes. Yo me comprometí con ella.”
“¿Ella es la Reina?”
“Si. Pareces sorprendida.”
“No, en absoluto. Creo que será una buena Reina. ¿Pero crees que podrás conseguir serle fiel?”
“¡Addie!” Sonrió, algo incómodo. “Sólo conque esté ella aquí, le seré fiel. Es un trato justo. Ella estará abandonando y diciéndole adiós a su Manada, y yo estaré abandonando y diciéndole adiós a...” él entrecerró los ojos y pareció pensativo, mirándose las patas. “Bueno, quizá no sea un trato justo, pero lo haré por ella.”
“¡Ponte serio!”
“ESTOY serio. Lo daría todo por esa chica. Cuando esté aquí, ella será mi mundo. Pero cada vez que me deja, me siento terriblemente vacío. Si ella hace sacrificios por mí, yo los haré por ella.”
“Ella podría hacerlo. Al menos, yo nunca te dejaré.”
Ugas sonrió y sus ojos chispearon. “¿Te he dicho últimamente que te quiero?”
“Unas cuantas veces, mi vida.”
“Bueno, pues te lo vuelvo a decir.”
Adhama sonrió y se escabulló silenciosamente entre las hierbas en dirección al Montículo del Rey. La cacería empezaría en una hora más o menos, y las Hermanas de Manada ya estaban empezando a reunirse para discutir planes.
Adhama había hablado de sacrificios. Ella nunca había entendido un sacrificio más entusiásticamente que mientras repasaba el plan de esa noche con las otras leonas. A pesar de su avanzada edad, sus cada vez más lentos reflejos y sus debilitados ojos ella aún era la Líder de Caza de la Manada de Ugas. Con sus célebres habilidades de caza y buen ojo, Uzuri seguramente la reemplazaría, pero tan grande era su amor por Ugas que ella se haría a un lado para la Reina Uzuri. Adhama, que amaba a los cachorros, atendería a los niños durante los restantes días de su vida y soñaría con las noches tras el rastro de la presa. Se decidió a recordar cada segundo de la que podría ser su última noche de caza como Líder.
Ugas vio su amable forma desaparecer entre las hierbas con una sonrisa en el rostro. Sentando gentilmente su mole en el suelo, empezó a dar cabezadas para una siesta cuando escuchó un suave paso sobre las hierbas. “Addie, ¿olvidaste algo?”
“No soy Addie.” replicó una sensual voz.
Ugas alzó la mirada. Una complacida sonrisa floreció en su rostro. “¡Sarafina! ¡Mi dulce Fini!”
Sarafina le acarició mientras él estaba recostado en el suelo. Rápidamente se levantó, acercando sus ojos con dicha a la vez que se frotaba contra ella en toda su longitud. “¡Oh, chica, es bueno verte!”
“Te he echado de menos, amado mío.” dijo ella.
“Yo también.” La besó suavemente en una de sus mejillas, luego en la otra. Un profundo y tranquilo ronroneo emergió de su interior.
“Estás en temporada,” dijo él gentilmente. “Parece que es en los únicos momentos en que te veo por aquí. ¿No quieres nunca sólo compartir la vista del Montículo del Rey cuando el sol se está poniendo y las estrellas empiezan a brillar?”
“Ojalá pudiera, querido. Te quiero tanto, pero tengo demasiados lazos con mi Manada como para simplemente decirles adiós.”
“¿Así que cómo está mi pequeña?”
“Estoy bien.” dijo ella, volviéndole a besar.
“Debí decir NUESTRA pequeña...”
“Ah, Nala. Espera cachorros pronto.”
“¿Mi Nala, madre?” sonrió cálidamente. “¡Maravilloso! Espero que se parezcan a ti. ¿Simba es bueno con ella?”
“Como el pan.”
“Si no lo es, llámame. Le enseñaré un poco de respeto.”
“Te creo.” rió ella. “Seguro ME has enseñado unas cuantas cosas.”
Él sonrió y la acarició apasionadamente. “¿Es eso una indirecta? ¿Has vuelto a por otra lección?”
Ella rió otra vez con anticipación y apuntó juguetona a su muslo. “Ven conmigo. Estoy sedienta de conocimientos.” Entonces se volvió y salió disparada hacia unos juncos.
Ugas la persiguió. “¿¿Conque quieres aprender algo?? ¡Veremos si puedes asimilar esto!”
Desde el interior de los juncos, Sarafina jadeaba y emitía gemidos.
“¡Oh, Fini! ¡Te quiero tanto! ¡Tanto!”
“¡Ugas!” tartamudeó. “¡Adoro tenerte a mi lado! ¡Vivo para tu tacto!”
“¡Oh, Fini! ¡Mi querida chica!”
“¡Oh, Dios mío, te amo, Ugas!”
“¡Yo también te amo! ¡Oh! ¡Oh, si!” él jadeó y soltó una fuerte rugido.
Ella contestó a su rugido con un grito de apasionada plenitud.
De repente Ugas chilló--esta vez era un aullido de dolor.
“¿¿Qué pasa??”
“¡Oh, Dios mío, no!”
“¿¿Ugas, qué te pasa??”
“¡¡Mi pecho!! ¡¡No puedo respirar!!”
“¡Ugas! ¡Querido! ¡¡Ugas!!”
Él salió de los juncos, sus ojos muy abiertos, jadeando. “¡Mi corazón! ¡Me muero! ¡¡Fini, me muero!!” Se tambaleó unos pocos pasos, luego cayó al suelo y rodó de lado. “Dile a Rafiki que envíe a por los gemelos.”
“¡Yo iré y se lo diré en persona!”
Ugas jadeaba, entonces le suplicó, “¡No! ¡Fini, por favor no me dejes! ¡No me dejes morir aquí solo!”
Ella empezó a sollozar histéricamente. “¡Ugas, no te mueras! ¡Por el amor de Dios, por favor no te mueras! ¡No me dejes, Ugas!” Mirando a su alrededor, gritó con todas sus fuerzas, “¡Ayuda! ¡Que alguien nos ayude! ¡Adhama! ¡Rafiki! ¡¡Quien sea!!”
Una bandada de cuervos se elevó asustada de una acacia. Aleteando y graznando formaron una nube negra que se alejó con el viento. Nadie más podía oírla.
Él adelantó una temblorosa pata y la colocó sobre ella. La miró fijamente, pero sus ojos no parecían enfocar. Se acercó tanto como pudo y con un débil suspiro le susurró algo.
“N-no lo he oído.”
Él cerró los ojos. “¿U-Uzuri? ¿¿Uzuri??” una expresión de dolor y desesperación cruzó su cara. “¿¿Uzuri??”
Sarafina bajó un poco su voz. “¿Sí, Ugas?”
“Uzuri, amada. No me encuentro muy bien.”
“Lo sé.” Las lágrimas rodaron por sus mejillas.
“Uzuri, perdóname. Te he engañado, mi vida.”
El aliento de Sarafina se congeló. “¿Oh?”
Él jadeó, el sudor empapaba su pelaje. “Perdóname mi ángel. He sido infiel pero sólo porque estabas tan lejos...Quería que estuvieses a mi lado--Dios mío, me sentía tan solo sin ti. Desearía poder haber sido un mejor padre.”
“Todo está bien,” dijo Sarafina, ocultando su rostro lleno de congoja con una pata. “Todos tenemos remordimientos. Es parte de la vida.”
“¿Entonces me perdonas?” él se agitó mucho, el dolor transformaba sus facciones en una máscara de agonía. “¡Por favor, Uzuri! ¡Di que me perdonas!”
“Si, amor mío. Pero te vas a poner bien otra vez. ¡Por Dios, tienes que ponerte bien!”
“Ven,” tartamudeó. “Me siento tan cansado. Descansemos a la sombra bajo las acacias.”
El aire dejó sus pulmones en un súbito suspiro y su pata cayó.
Sarafina bajó la cabeza y empezó a sollozar, acariciando la melena con su pata. Casi parecía Nala cuando ella dormía. Nunca más sus amables ojos mirarían en los suyos. Nunca más su gentil voz hablaría de amor. El sol que había salido con su dicha se había puesto con su angustia. Y no sólo la suya, también con la de Uzuri.
“¿Qué le diré? ¿Cómo se lo diré?” No tenía ni idea de qué decir, ni siquiera a quien decírselo.¡No le podía decir a Uzuri que ella le había visto morir! Rafiki tendría que decírselo, y cuando él no revelase su fuente, Uzuri sospecharía.
Con la mandíbula temblando, Sarafina dibujó un círculo alrededor del ojo de Ugas y le tocó debajo de la mandíbula. Entonces, dándole a Ugas un último beso, se volvió y trotó hacia casa. No podía rugir, pero tenía que mantener escondidos sus sentimientos en su interior. Se secó las lágrimas y trató de ocultar su rostro tras una máscara de engañosa calma. El esposo de su Hermana había muerto haciendo el amor con ella, y sin amor para Uzuri ella sufriría en silencio.
CAPÍTULO 23: EL PÁNICO
Al día siguiente Adhama estaba asoleándose con Agavi cuando observó buitres volando en círculos a cierta distancia. “Es extraño. No recuerdo una muerte al oeste.”
“Puede que hayan sido otra vez las hienas. Ese hermano tuyo probablemente está sesteando otra vez.”
“Mi hermano el Rey, te refieres,” corrigió Adhama gentilmente. “Aún así,” suspiró, “probablemente tengas razón. Ira a tener una pequeña charla con él. Pero antes, comprobemos esa muerte.”
Las dos se dirigieron al oeste hacia lo que habría sido la puerta de entrada a la pradera oriental desde la Roca del Rey. El número de pájaros parecía indicar un gran animal abatido, y Adhama sintió animarse a pesar de su irritación hacia Ugas; la Manada comería bien esa noche si estaba fresco.
Fue entonces cuando Agavi vio el cuerpo. “¡Es un león!”
Adhama tembló. Olfateó el aire, y durante un horrible momento se quedó petrificada como una estatua de angustia. “¡¡Dios Santo!!”
“¡¡Es Ugas!!”
Adhama corrió hacia su hermano, dispersando la bandada de buitres, y empezó a tocarlo y acariciarlo. “¡¡Ugas!! ¡¡Hermano!! ¡¡Oh, Dios mío, está muerto!!” Ella cayó sobre él y tocó gentilmente donde los pájaros habían abusado tristemente de su cuerpo. “¡Oh, pobre y dulce angelito--patrullando la frontera! ¡Oh, Dios mío, le agotaba tanto! Siempre decía cuánto se cansaba, ¡y yo nunca quería que hiciese una siesta!” empezó a sollozar.
“Mi vida, ha vivido una larga vida. Fue más feliz al final que yo recuerde en muchos años. No te culpes.”
“Quería ver a sus hijos y decirles que les quería.” ella acarició su melena y lloró. Su pena era profunda, pero la urgencia de rugir por él y dejar ir su dolor fue supeditada por un asunto más inmediato. “Agavi, no tenemos un heredero hasta la llegada de los gemelos. Tendremos que esconderle.”
“¿ESCONDERle?¿¿EsconderLE??”
“Agrupa a todas las Hermanas de Manada. Tenemos que hacer algo. Quizá podamos marcar el territorio--rasguñar algunos árboles--orinar en un arbusto--¡No sé!”
“Sabrán que no es un macho.”
“Bueno, podríamos refrescar sus viejas marcas. ¡No podemos simplemente quedarnos sentadas--estamos en peligro!”
Y así empezó un tiempo en la vida de la Manada de Ugas conocido como El Pánico. En todo momento habían al menos dos leonas despiertas que viajaban juntas. Si llegaban los problemas, ellas no debían combatirlos, sino volver a toda prisa con las demás por caminos separados. Los cachorros no debían jugar solos bajo ninguna circunstancia. Y no importaba qué, el nombre de Ugas no debía ser dicho en voz alta excepto en ciertos momentos. Frente a la familia de Zazú (reconocidos cotillas y chismosos) hablarían de los últimos logros de Ugas. Al mayordomo de rostro austero de Ugas, Ichabod, se le darían informes de que el Rey estaba ocupado patrullando y sólo alejando algunas hienas. La grulla asentiría y se elevaría hacia los cielos, graznando con entusiasmo a todo lo que dieran de sí las últimas proezas del Rey. Y Atika, la que tenía la voz más ronca de todas las leonas, haría un rugido o dos e imitaría decentemente la llamada vespertina de Ugas. “¡Esta tierra es mía! ¡Mía por el deseo de Aiheu! ¡Me protegeré a mí y a mi familia!”
Ella también puso todo su interés...
CAPÍTULO 24: INTENTANDO ATRAPAR EL VIENTO
Kombi no sabía que era un príncipe. De hecho, ni siquiera sabía el nombre de su padre. De modo que para él El Gran Mundo seguía siendo un gran misterio al cual sería empujado un día para que marchase a vivir su vida.
Como muchos de los leones de su edad, estaba buscando una leona que le acompañase y compartiese su existencia y le consolase en su soledad. Vianga ya ni siquiera le hablaba, mucho menos encararía lo desconocido a su lado. Pero en algún lugar debía haber otra, y estaba decidido a encontrarla.
Últimamente, Kombi había puesto el ojo en Wajanja, una adorable criatura cuya gentileza era un manifiesto contraste con el propio desparpajo de él. Era precisamente ese contraste el que los separaba. Ahora la cachorrita leona que una vez había despreciado, y quien le había anhelado de niña se había convertido ahora en el objeto de sus máximos deseos.
Ahí residía el problema. Algunas de las jóvenes leonas tenían un vivo interés por él, pero él no podía devolverles su cariño. Él se sentía atraído por alguien a quien ni siquiera gustaba, mucho menos le amaba.
Wajanja era del tipo de las que encontraban un hondo significado en todo y solía hacer observaciones a sus amigas acerca de cómo el amor de Simba por Nala le recordaban al de Mano y Minshasa, poniéndolos como héroe y heroína románticos. A Wajanja le encantaba rodar en las flores, pero se entristecía al ver sus frágiles bellezas aplastadas. Con sus ciento treinta y cinco kilos de peso, sus garras de depredador y la pasión por arrancar carne roja de la pata de su presa, era muy gentil cuando se la comparaba con Kombi.
Él la seguía a una distancia discreta, viéndola mientras su hermano se sentía como un viudo solitario tras tanta atención recibida por tanto tiempo.
Ella se dio cuenta de sus atenciones, e hizo verdaderos esfuerzos por mostrarle que le rechazaba, incluso llegando al problema de cambiar una y otra vez de ruta y tomar el camino largo a la cisterna. Por si aquello no fuese suficiente, hablaba con sus amigas cuando él estaba escuchando e insultaba sus “infantiles intentos” de asustarla.
Finalmente, un día Kombi decidió forzar la situación. Corrió unos pocos pasos delante de ella, cerrándole el paso y soltándole,
“Wajanja, necesitamos hablar.”
“Mal. TÚ necesitas hablar.¿Por qué no buscas a alguien que quiera escuchar?”
“Eso es muy frío, Jannie.”
“Mis amigas me llaman así. Tú llámame Wajanja. Ahora repite conmigo--`hasta dentro de mucho, Wajanja´”
Ella intentó empujarle y pasar, pero él se movió hasta estar frente a ella otra vez. “Nunca me has dado una oportunidad. Tengo derecho a por lo menos una justa oportunidad, ¿no?”
“No. El amor es un privilegio, no un derecho. Fin de la conversación.”
“Bueno, sólo concédeme el derecho esta vez y nunca más te presionaré, ¿vale?”
“¿Lo prometes?”
“Lo prometo.”
“Muy bien. No eres mi tipo. Yo quiero alguien tranquilo, sensible, del tipo de Habu. Si él no estuviese colado por Lisani, estaría pegado a él como el verde a las hojas.” Ella suspiró. “Dejaría la Manada por él. No creo que la Señorita Priss lo hiciera. El amor es malgastado en la gente equivocada.”
“Lo sé. Muy en el fondo yo soy alguien sensible y--eh--tranquilo. Pero tengo que mostrarme bravucón delante de los demás. Ves, incluso puedo llorar.” Intentó forzar a salir las lágrimas, torciendo su cara en todo tipo de prometedoras pero improductivas expresiones. Se giró y se mordió la pata. Entonces tuvo sus lágrimas, pero acabó saltando por todo su alrededor, apretando su pata contra su pecho y lamiéndola.
Ella se le rió y dijo. “¡No has tenido un pensamiento serio en toda tu vida!”
Él la miró, lastimado. “Oh, ¿de verdad? Tengo muchos pensamientos serios” le dio la espalda y se sentó.
“Tú querías hablar. Bien, esta es tu oportunidad. Di uno,” dijo ella intentando sonsacarle algo. “¿Puedes al menos decir uno?”
“Bueno, uno, algún día tendré que dejar la Roca del Rey, y tengo pesadillas por eso. Quiero decir, tengo a Togo y todo eso, pero nunca volveré a ver a mi madre y nunca te volveré a ver, Jannie. No importa lo que sientas por mí, yo te quiero y te extrañaré y espero que caigas enamorada de alguien que te corresponda. Ha veces he sido lo bastante estúpido como para pensar que podía lograr que te fijases en mí, o incluso que te gustase un poco. Digo lo bastante estúpido porque el amor puede hacer que chicos inteligentes se comporten de un modo tan estúpido. Bueno, espero que esto te sirva para echar unas buenas risas--al menos uno de nosotros lo hará.”
“No, no me reiría de ti.”
“Daria está loca por mí. Si le dijera hola, se derretiría como un cubito de hielo al sol. Pero realmente me da igual--ya sabes--y es triste que ella quiera lo que no puede tener, al igual que yo. Quizá Daria y yo seamos más parecidos de lo que había pensado. Quiero decir, ambos estamos intentando atrapar el viento, y nunca lo lograremos.”
Ella lo miró atentamente. “Sabes, creo que en algún lugar MUY EN EL FONDO DE TÍ realmente tienes un lado pensativo.”
“Gracias--supongo.” Empezó a marcharse. “No te preocupes, prometí que no volvería a molestarte, y no lo haré.”
“Espera.” Ella se le acercó, acariciando su triste cara y diciendo, “Siento haberme reído de ti. Espero no haber herido tus sentimientos. Realmente no soy una persona mezquina.”
“Oh, no hay problema.” el le devolvió la caricia. “¿Significa eso que puedo volver a verte?”
“Por qué no. Quizá esta noche.”
“Eso me gustaría. Eh, eso sería adorable. Siento que puedo hablar contigo. Podría contarte cosas que no he compartido con ninguna otra alma viviente. Pero Wajanja, si te ríes de eso o se lo cuentas a otro lo que dijese,¡me moriría!”
“¡Nunca haría eso!” Ella miró en sus chispeantes ojos y sonrió. “Te he juzgado mal, Kombi. Realmente eres muy dulce.”
Él le devolvió la sonrisa. “¿De verdad lo crees?”
“No, pero te veré esta noche.” Ella se acercó y besó su mejilla.
Él se alejó con una dichosa e inocente sonrisa en su rostro. Togo se reunió con él tras las hierbas altas. “¿Así que le endilgaste la vieja historia de `intentando atrapar el viento´?”
“Si. ¡Siempre funciona!”
Togo le dio un codazo y sonrió de oreja a oreja. “El Doctor Amor ataca de nuevo.”
Él se frotó la mejilla donde ella le había besado. “Me gustaría que no lo dijeras así. Voy a ver si ella vendrá conmigo. Esta vez es en serio.” Miró hacia la distancia durante un rato, luego rodó sobre su espalda en la hierba. Togo se le unió.
“Así que, Togo, ¿has estrechado el cerco?”
“¿Quién yo?” Togo tenía una incómoda sonrisa de oreja a oreja en la cara.
“¿Quién es ella? No me tengas en ascuas.”
“Te reirías de mí.”
“No, nunca.”
“Bueno, es Lisani.”
“¿¿La Señorita Priss??” Kombi se rió
“¡Ya estás riéndote de mí!”
“Lo siento,” dijo Kombi, “De verdad. ¿Pero Lisani y tú? Sabes que está pegada a Habu.”
“Como Wajanja. Pero eso no te priva de intentarlo. Creo que estamos intentando atrapar el viento.” Togo movió su pata y alborotó la melena de Kombi. “Eh, espero que lo logres, perro.”
“Qué demonio. ¿Por que no te das contra Lisani? Quiero decir, quizá uno de nosotros tenga suerte.”
“Uno no `se da´ contra una chica como Lisani. Y no te sugiero que lo hagas con Wajanja si quieres que se case contigo.¡`ten suerte´ de verdad!”
CAPÍTULO 25: PARTIR ÉS COMO UN DULCE PESAR
Togo y Kombi estaban mostrando cambios en sus cuerpos en maduración. Perdieron ese aspecto de patas largas que les hacía parecer desgarbados. Sus melenas estaban desarrollándose hermosamente, su pecho se ensanchaba, y un día que una bandada de pájaros les estaba incordiando con sus molestos y chirriantes graznidos emergió de sus gargantas un rugido que hubiese enorgullecido a su padre, Ugas
Uzuri les miraba como si estuviera juzgándolos, parte del tiempo estaba orgullosa de los hermosos leones en los que se estaban convirtiendo; y otras veces ella lloraría la pérdida de su juventud y la llegada de su Cubrimiento como simples leones. Tendría que hablar finalmente con Simba acerca de la verdadera condición de sus hijos: eran descendientes de un Rey legítimo y herederos a su trono, merecedores por tanto de un Cubrimiento Real, auspiciado por su padre. Y haciendo esto, ella estaría diciendo adiós a su antigua vida y a su antiguo hogar. Uzuri amaba a Ugas y anhelaba estar a su lado, pero sus palabras siempre volvían a acosarla. Nunca sería fácil dejar a los viejos amigos, y las apariciones comenzaban de nuevo. Pero si Togo y Kombi podían hacerlo, ella también. Cuando estaba deprimida, cerraba los ojos y miraba en su interior, en su sueño secreto: podía ver a Ugas a su lado, mientras sus hijos, sus amados hijos, se mantenían muy erguidos en el Montículo del Rey, contemplando y supervisando orgullosos su Reino, juntos, felices, como siempre habían estado. Aún no había hablado de ello con sus hijos. No podía arriesgar a ninguno de los dos haciendo un comentario indiscreto. Uzuri había planeado meticulosamente qué diría y cómo; no quería que su partida fuese espoleada por malentendidos o malos sentimientos.
Y desconociéndolo todo acerca de los planes de su madre, Togo y Kombi dedicaban mucho de su tiempo halagando a Simba, tratando de agasajarle con favores. Simba se quedó absolutamente pasmado la primera vez que se los encontró, y ellos le saludaron grave y solemnemente como “Majestad” en lugar del ya asumido por parte del Rey “¿Qué hay, Simba?” De la impresión casi perdió el equilibrio. Kombi le obsequió con una liebre que Uzuri había cazado para que se la comiese él, e incluso Togo arrastró una generosa ración sin tocar de una gacela hasta la entrada de la Roca del Rey, de forma que cuando Simba se levantase tuviese un desayuno sorpresa.
En privado, Nala le preguntaba a su esposo si no había alguna forma de permitirles permanecer junto a ellos.
“Están tratando de complacerte con tanto ahínco...No hay odio en sus corazones, ellos no se revelarían contra ti de la manera que hizo tu tío”
“Ése no es el problema.” replicaba dulcemente Simba, acariciándola con ternura, “Confío en ellos con todas mis fuerzas, si es por eso. Ellos tienen miedo de su porvenir, Nala. No les culpo por ello, de sobra conozco los tortuosos caminos del Gran Mundo, y las razones que tienen para temerlos” Suspiró y terminó desganadamente con la pieza.
Más tarde durante ése mismo día, Togo y Kombi se ofrecieron voluntarios para ayudarle en las patrullas fronterizas.
“Deseamos poder ayudarte, Majestad. No tienes un hermano para ayudarte,” explicó Togo en algo que sonaba a discurso ensayado, “Sin un Príncipe Consorte, tienes que ir por todos lados ocupándote de todo tú sólo. Ello te deja tan poco tiempo para estar con Nala...” Togo miró a Kombi, quien suavemente asentía en aprobación, y continuó, “Insistimos en hacernos cargo de la frontera noroeste”
“Pero es un lugar árido, seco y devastado...” objetó Simba, “...Y el más peligroso de todos”
“No nos importa, Majestad” replicó Kombi bajando la cabeza, en señal de respeto, “El peligro es nuestra vida”
“¿Y qué queréis en compensación?” preguntó el Rey con media sonrisa irónica
Kombi pareció conmocionado y escandalizado,
“Majestad, sólo tratamos de ayudar” sus gestos parecían informales, pero su cola se movía nerviosamente de un lado a otro, “Desde que nos lo preguntaste, he deseado que pudiésemos continuar siendo amigos para siempre”
Simba suspiró profundamente,
“Sé que lo queréis” Su corazón no podía soportar la idea de que sus dos amados cachorritos, que los consideraba como hijos suyos, se convirtiesen en leones merodeadores, solteros en los campos abiertos teniendo que sostenerse a ellos mismos con los niveles de caza marginales que poseían, siendo expulsados de Reino tras Reino por una sucesión de machos. A pesar de su rutinarias truhanerías, Simba había desarrollado un cariño tremendamente fuerte por ellos hasta amarles, y veía en su interior parte de la profunda bondad que poseía su madre.
Uzuri iba a ser el verdadero problema. Junto a Sarabi y Nala, Uzuri era la más amada por él, y él podría detectar miradas de su pesar interior que le pesaban en su corazón como una herida abierta. Y, a pesar de sí mismo, Simba había desarrollado un extremo cariño por Togo. Los hermanos le miraron detenidamente para observar su reacción. Simba se rascó la melena un tanto incómodo y dijo,
“Así que queréis la frontera noroeste, ¿eh?”
“Sí, Majestad” sentenciaron gravemente los dos
“De acuerdo. Comenzaremos mañana por la mañana.” concluyó mientras se levantaba y se desperezaba
Togo se quedó mirando fijamente a Kombi, con los ojos muy abiertos,
“M-Majestad...”
“Ya me habéis oído” Simba les miró autoritariamente de arriba a abajo, “Me alegra ver que tomáis a vuestro cargo cierta responsabilidad. Sin embargo, un león responsable debe conocer sus límites, y me temo que aún no estáis listos para semejante desafío”
Kombi pareció indignado,
“¿Qué quieres decir?”
“Vuestro corazón está en el buen camino, pero aún sois demasiado blandos para ir por ahí solos”
Togo metió el estómago para adentro de forma casi automática,
“Podemos valernos, Majestad”
Simba negó gravemente con la cabeza,
“No”
“¡Podemos cuidar de nosotros mismos!” clamó Kombi irritado, “¡Le daré una soberana paliza a cualquier león que ose acercarse a nuestra frontera!”
“¿De verdad?” Simba le miró con sorna, “Bien: derríbame”
“¿QUÉ?” Kombi se quedó de piedra.
“Ya me has oído, derríbame.” le miró el Rey con severidad, “¿O es que ni siquiera puedes afrontar eso?”
Togo se giró inmediatamente para mirar a su hermano, quien mantenía la mirada fija en el Rey, con cara de terror, “Kombi, déjalo correr...”
“¿Si?” Kombi frunció el ceño, y se lanzó ciegamente hacia Simba, “¡Mira y aprende, Togo!”
Se abalanzó sobre el Rey, intentando desequilibrar al otro león con todas sus fuerzas. Simba se apartó hábilmente y con sus patas delanteras envolvió el cuello de Kombi, atrapándolo en el aire y tirándole hacia él, haciendo que el desafortunado y joven león cayese a tierra, siendo rápidamente retenido y atrapado por el peso de Simba. Kombi jadeó, luchando por recobrar el aliento, la humillación reflejada en sus ojos mientras miraba al entristecido rostro que tenía encima
“Si esto hubiese sido un combate real, ahora tu madre estaría llorando tu muerte” Simba le acarició gentilmente, “Lo siento, Kombi. Togo y tú tenéis un mes para mejorar vuestras técnicas”
“¿Qué vamos a hacer?” articuló Kombi casi sin voz
“No os voy dejar marchar sin que estéis listos para enfrentaros al mundo, hijos” les dio unos gentiles toques con su pata en su cabeza, mientras en el rostro de Simba se dibujaba una cálida sonrisa, “Mañana patrullaremos juntos la frontera noroeste. Cada mañana, saldremos de patrulla. Hablad con vuestra Madre, sabe mucho acerca de las leyes de la tierra. Por la tarde, en lugar de patrullar os enseñaré cómo luchar.”
CAPÍTULO 26: LLEGA UN EXTRAÑO
Durante un tiempo extraordinariamente largo, la Manada de Ugas logró sostener la frágil estructura del engaño que mantenía intacta su soberanía. Las leonas doblaron las patrullas fronterizas tras los informes de varias de que un macho merodeador había sido descubierto observando meticulosamente la Manada.
Entonces una tarde que Adhama dijo en su tono más ronco, “¡Esta tierra es mía!” una voz distintiva de un macho respondió desde los matorrales.
“¡Buen intento! ¡Ahora todo lo que te falta es una melena!”
Lo peor había ocurrido. Tras una larga observación, el extraño había aprendido los patrones de vigilancia, y fácilmente se había colado por donde no habían centinelas.
“¡El Rey te hará pagar por esto!”
“¿Eres tú el Rey?” rió él. “¿Cuál es el problema, hermanita? ¿Tan feo soy?”
El león salió a la luz de la luna. De hecho, era todo menos feo, pero a ella no le gustaba un pelo su actitud.
“Él volverá pronto,” dijo ella. “¡Y entonces lo pagarás!”
“Vale.” el extraño se sentó y empezó a acicalarse una de sus patas delanteras. “Le esperaré aquí.”
Durante varios minutos que parecieron horas, Adhama le miró fríamente. No había ningún signo de nerviosismo en su actitud. Sabía que había ganado.
Ella bajó la cabeza. “Qué mal hay en fingirlo. Está muerto.”
“Bien. Eso me ahorra el problema de tener que matarlo. Mientras tanto, estoy hambriento.¿Qué tenéis?”
“Un poco de ñú. No mucho.”
“¿No mucho?” soltó una corta y fea risita. “Es un hábito adquirido, señora. Cuando has comido `no mucho´ tanto como yo, nunca rechazas nada.” Le frunció el ceño. “¿¿Bueno, tendré que hacerte un croquis??”
El corazón de Adhama se hundió. Se levantó y le guió hacia la despensa, viendo con desesperación cómo las raciones para los próximos dos días desaparecían en cuestión de minutos.
“¿Hay algo más?”
“No. No hay nada más.”
“Muy mal.” soltó un eructo. “Aún estoy hambriento.” limpiándose las patas, dijo, “Soy Ambia. Desde ahora, Rey Ambia. Sois afortunadas,¿sabes? Estuve a punto de ir al este, pero en lugar de eso fui al oeste, y aquí estoy.”
“Bien, alegría y fiesta.”
Él la miró con los ojos entrecerrados y frunció el ceño. “Tú debes ser la que orinó en los arbustos. La orina era muy agria.”
CAPÍTULO 27: COGIENDO EL RITMO
Según iban pasando los días, Togo y Kombi comenzaron a sentir el peso de la responsabilidad de un león posarse sobre sus hombros. Y era una carga notablemente pesada.
Mucho antes del amanecer Simba les despertaba y les conducía a través de las brumas matinales, cada día eligiendo una sección particular de la frontera o zona a patrullar. Por la noche, al ponerse el sol, volvían a la Roca del Rey, donde Simba les instruía una y otra vez en patrones de ataque, formas de trabar combate, posturas y movimientos, puntos flacos y la forma de protegerlos, técnicas de defensa y la forma de contrarrestarlas...Sólo tras finalizar sus lecciones, mucho después de que el cielo se volviese negro y las estrellas revelaran sus brillantes y serenos rostros, se les permitía descansar, beber agua y tomar parte de la cena.
Una vez Kombi protestó,
“Con todo el debido respeto, Majestad, si pudiese comer primero, me concentraría mejor.”
Simba se limitó a responderle,
“Hijo, esto NO es un juego. Si pierdes tu comida en un combate, pasas hambre. Concéntrate en eso”
No hubo posteriores quejas.
Las demandas de patrullar las fronteras y practicar las técnicas de lucha estaban moldeando los cuerpos de los dos jóvenes leones. Sus abultadas y balanceantes panzas dejaron paso a firme músculo. Las jóvenes leonas comenzaron a notarlo, y Kombi se pavoneaba de ello con un ostentoso contoneo, exhibiendo la mercancía. Togo era un poco más tímido, y se estremeció cuando Visima se frotó a lo largo de todo su cuerpo y alargó una curiosa pata hasta bajo su muslo.
Simba y los hermanos comenzaron a extender el radio de sus salidas, llegando a patrullar juntos cualquier límite fronterizo, sin importar distancia o peligrosidad, incluso la frontera noroeste.
Una mañana, los tres habían salido a examinar la frontera entre las Tierras del Reino y el territorio de las hienas. Simba no esperaba ninguna amenaza seria del clan de Uhuru, y después de saludar a las hienas que realizaban sus propias tareas de guardia, la mañana transcurría lentamente. Kombi exploraba ligeramente adelantado, practicando sus rudimentarias habilidades de caza mientras seguía la traza de un impala que había pasado por allí recientemente. Togo y Simba le seguían a cierta distancia, caminando pausadamente a través de la savana al gradualmente creciente calor que emanaba de un radiante sol, en un cielo claro sin nubes.
“¿Majestad?” tanteó respetuosamente Togo
“¿Mmm-hmm?” respondió despreocupadamente el Rey, mientras oteaba el vasto territorio que se abría al otro lado de la frontera, en busca de posibles amenazas
“¿Por qué patrullamos los límites con las tierras de las hienas cuando son amigas nuestras? ¿No es una pérdida de tiempo?” inquirió atribulado
“Bueno” respondió tranquilamente Simba, “por un lado, siempre ayuda el tener un ojo abierto. Si las cosas se pusiesen feas, no lo sabríamos hasta que fuera demasiado tarde...”
“¿Quieres decir que pueden intentar volver a tomar el Reino?” se sorprendió Togo
Simba sonrió de oreja a oreja,
“No, dudo mucho que eso pudiera suceder estando Uhuru al mando. No; si tuviesen problemas, o necesitasen ayuda, sin embargo, nunca lo sabríamos quedándonos sentados en casa tomando el sol en una roca. De hecho, patrullar es más que establecer los límites de tu territorio. A veces Uhuru y yo nos encontramos aquí por la mañana, y hablamos de nuestras cosas. El está demasiado ocupado para venir a la Roca del Rey...y, bueno, yo tampoco puedo ir a verle. Él me cuenta qué pasa entre las hienas, después nos interesamos por nuestras respectivas familias...”
“¡Guau!” se maravilló Togo, “¿Todo eso sólo por pasear por la frontera?” miró a la inmensidad de la savana, “¿Pero no es Zazú quien te informa de cosas así?”
“Desde luego...Pero oír acerca de algo y verlo con tus propios ojos son cosas muy diferentes. Es más, simplemente no puedo quedarme sentado en casa. Representa mucho para los demás animales ver al Rey fuera y alerta, desempeñando sus obligaciones, asistido o no por buenos ayudantes” le miró con una afectuosa sonrisa, “Es la forma de darles a entender que de verdad se preocupa por ellos. Mi padre, cuando era él el Rey hacía lo mismo, al igual que su padre” Simba respiró profundamente mientras miraba fijamente las llanuras de su tierra, con la Roca del Rey alzándose majestuosamente en el centro de ellas; éste era su hogar, sonrió para sus adentros, “Esta tierra es mía. Nací aquí, luché por ella y la gané, y moriré en ella. La amo, y la protegeré a ella y a los míos hasta que llegue mi momento”
Togo miró al Rey con admiración, pero su sonrisa desapareció rápidamente,
“Es una pena que finalmente seamos amigos tan tarde”
Simba bajó de nuevo la vista y le miró fijamente,
“¿Tan tarde? ¿Por qué dices eso?”
“Ya sabes” suspiró Togo, “Sólo tenemos dos semanas más. Luego tendremos que dejar las Tierras del Reino para siempre. Yo nací aquí, pero nunca las volveré a ver. Moriré fuera, en algún lugar lejos de mi casa y nunca más volveré a verte a ti o a mi madre otra vez...” bajó la mirada apenado, mientras una lágrima rodaba por su mejilla
Simba le acarició en el hombro,
“Escúchame, Togo. En el siguiente mundo solo hay un Reino, y pertenece a Aiheu para sus hijos. Compartiremos ése Reino para siempre, así que las auténticas amistades nunca mueren, excepto si tú lo permites.” el Rey pasó toda su pata delantera alrededor del joven león, y le arrimó, “Disfruta de éste momento mientras dure. Algún día tú serás un Rey. Debes ser fuerte para que la voluntad de Aiheu sea hecha”
“¿Cómo es el ser Rey? ¿Disciplinado, eh?”
“Es como le dije a mi hijo Tanabi: ser Rey no es siempre divertido. ¿Crees que ésta es una larga caminata? ¡Sólo espera a que estés patrullando tus propias fronteras bajo la persistente lluvia sólo con Kombi para ayudarte! Consigues mucho respeto, y eso está bien. Pero también tienes que trabajar muy duro, y tienes que tomar algunas decisiones impopulares; incluso decisiones que te resultan odiosas para ti mismo, como vuestro Cubrimiento. Te quiero, Togo. Te voy a echar en falta terriblemente, y si hubiese alguna forma de manteneros aquí, lo haría.”
“¿Lo dices en serio?”
“Con todo mi corazón.” le susurró dulcemente al oído, “Incluso echaré de menos a ése balaperdida que tienes por hermano...” sonrió con ternura mientras observaba a Kombi siguiendo burdamente la pista al impala, “Te puedo asegurar que no será lo mismo sin vosotros...”
CAPÍTULO 28: SÓLO ENTRE NOSOTROS
Togo y Kombi nunca antes habían estado en una cacería. Cada vez más conscientes de los peligros que los leones sin Manada debían afrontar, se dirigieron a su madre y le suplicaron que les diese algunas clases. Uzuri accedió, porque quería estar un poco más de tiempo con sus hijos en su antigua casa. Ella conocía íntimamente la Tierra. Como todas las leonas, ella también pensaba que la Tierra estaba viva. Su aliento se mecía suavemente en el viento, y ella casi podía sentir el pulso que latía con fuerza y suavidad bajo sus patas. La Roca del Rey era el corazón de la tierra, y siempre ocuparía un lugar permanente en su corazón. ¿Podría aprender a amar el Montículo del Rey? Sí, si Ugas estaba allí. Pero siempre sentiría pesar por la tierra y los Hermanos que había dejado atrás.
Al principio Uzuri estaba deleitada por su petición. No había tenido hijas para adiestrarlas en el arte de la caza, y ahora que se le presentaba tan magnífica oportunidad de traspasar parte de su profundo conocimiento a su descendencia, la cazó al vuelo. Comenzó instruyéndoles en las habilidades básicas, y prosiguió compartiendo con ellos algunas de sus trucos y consejos secretos para ayudarles a asegurar una caza exitosa. Era ella una maestra paciente, así como una cazadora sin parangón, pero a medida que pasaba el tiempo llegó a ser de una claridad cristalina que ninguna de sus habilidades naturales había pasado a sus hijos. Ellos tenían el encanto natural de su padre Ugas, y tenían el aspecto de un par de encarnizados luchadores si el territorio debía ser defendido. Pero no eran cazadores.
Ya bien entrada la tarde, ella se mantenía de pie entre las hierbas altas al pie de la Roca del Rey, moviendo la cabeza adelante y atrás imitando a una gacela pastando. A pocos metros de distancia, Togo y Kombi se arrastraban hacia ella en las profundidades de la maleza, respirando rápidamente mientras practicaban una maniobra de tijeras por enésima vez. Habían sido dispensados de las patrullas fronterizas para poder dedicarse en exclusiva al entrenamiento de caza, y habían estado repitiendo ese patrón de ataque desde antes del Mediodía; el calor era opresivo entre la exuberante vegetación
Togo alzó su pelirroja cabeza, su rojiza melena enmarañada con la transpiración mientras oteaba a través de la crecida hierba. El sudor corrió por su frente, y se metió en el ojo, escociéndole, e hizo una mueca de disgusto. Parpadeando furiosamente, vio a su madre a una distancia de unos seis cuerpos, con su espalda hacia él. Una sonrisa de oreja a oreja explotó en sus facciones, y volvió a sumergirse en la espesura de la maleza. Moviéndose hacia Kombi, se acercó por un lateral, sin descubrirse ante Uzuri, intentando alinearse en ángulo oblicuo mientras Kombi ejecutaba el ataque principal.
Kombi asintió levemente, y reptó lentamente hacia delante, apoyando cuidadosamente las patas para evitar el más mínimo ruido. Sus patas delanteras temblaron de puro cansancio y nerviosismo, resultado de los últimos cinco intentos fallidos de completar con éxito la maniobra y alcanzar la distancia de ataque. Su cola se agitó, y reanudó sigilosamente la marcha.
“¡Movimiento!” Uzuri rompió el sepulcral silencio con un inesperado grito, “El movimiento es la clave de la caza. Un león ha de ser disciplinado, de otro modo, los instintos toman el mando, y el control sobre uno mismo se pierde.” Su voz se endureció, “Togo está a cinco cuerpos por mi espalda; Kombi, tú estás a mi izquierda a la misma distancia. ¿Qué estáis intentando hacer? ¿Alertar a vuestra presa aplastando la hierba como lo hacen los elefantes al caminar?”
Kombi saltó de su escondite y gritó con toda su rabia,
“¡Maldita sea! ¡¿Qué hice mal esta vez?!”
“¡Vigila tu boca, niño!”
“¡Ya no soy un niño, madre!”
“Lo eres hasta tu Cubrimiento, que sólo está a una semana, ¡en caso de que lo hayas olvidado!” le espetó Uzuri, “Eres demasiado ruidoso. Has segado la hierba con tu cola y has delatado tu posición con facilidad. Togo, tú eras lo bastante silencioso...pero moviste las puntas de la hierba en tu avance al comenzar la maniobra de flanqueo; vi la estela cortando el techo de hierba en el momento que te moviste”
Togo se sentó tristemente y bajó la cabeza,
“Lo siento”
“¡¿Y acaso habéis olvidado el viento?!” continuó Uzuri duramente, “Estaba a sotavento vuestro todo el rato, os olí venir. Podéis conducir un ataque con el viento en contra SÓLO si poseéis una velocidad superior o un número mayor de atacantes para cortarle la retirada a la presa...y ninguno de los dos es lo bastante rápido” se detuvo Uzuri, con las garras extendidas de pura frustración
“¿Mamá? Lo siento” Kombi hundió su cabeza, “No quería enojarte de ésa manera” Cerró sus ojos con impotencia, sus músculos tensándose por el dolor de su obvia decepción. Kombi se maldijo por ser tan torpe. Su madre era la mejor cazadora que jamás había conocido, y ahí estaba él, avergonzándola.
La pena salió claramente a relucir, y Uzuri se sintió angustiada al ver al cachorro desolado, enterrado en su enorme forma actual, rogando suplicante por su aprobación, desesperado por probarse a sí mismo como hijo de una gran cazadora. Sus ojos le quemaban, amenazando con explotar en lágrimas, miró lejos.
“Está bien” les consoló, “Sentaos junto a mí y descansad. Lo intentaremos otra vez en un momento”
Togo comenzó a llorar,
“¡Nunca aprenderemos esto! ¡Moriremos de hambre!”
“¡No!” saltó su madre en un arrebato de angustia y pánico, “Tendréis leonas para ayudaros”
“¿Cómo?”
“Lo que voy a contaros debe quedar entre nosotros” Uzuri se acercó a sus hijos, “Togo, Kombi, no seréis merodeadores. Uno de vosotros será un Rey, y el otro será Príncipe Consorte”
“Desde luego.” Kombi sonrió perdiendo la mirada en la vasta savana, “Cuando encontremos nuestra propia Manada...”
“Ya he hecho un arreglo. No lo se debéis contar a nadie. ¿Entendido?”
“¡Sí!” aulló emocionado Togo, las lágrimas rodándole por las mejillas, “¡Mamá, eres la más grande!” la acarició y la besó con fuerza. Kombi se dejó caer al suelo, y rodó sobre su espalda, apuntando con una pata al cielo
“Bendito Aiheu,” musitó, “¡Gracias! ¡Gracias, Aiheu! ¡Nos has salvado! ¡Poderoso Dios, REY de Reyes, gracias!”
Por unos instantes, todo lo que hicieron los dos hermanos fue besar y acariciar apasionadamente a su madre mientras que de las mejillas de ella caían libremente cálidas lágrimas de dicha. En su corazón, sabía que podía encontrar felicidad con su esposo y sus hijos a su lado. Serían una familia, el igual que lo eran Simba, Nala y Tanabi.
Volvió a mirar la hermosa panorámica de las Tierras del Reino. Había nacido allí, alcanzado la madurez, aprendido su oficio en esas praderas. Había sido un orgullo y un placer servir a tres generaciones de Reyes como Líder de Caza, sus habilidades respetadas e inigualadas por ningún león en kilómetros a la redonda. Estaría dejando todo eso atrás y pasándole el Liderazgo a un par de hombros más joven. Misha era una sagaz estudiante, y un día sería Reina. La cuestión no era a quién elegir, sino la forma de explicárselo a la elegida. Era una pesada responsabilidad para alguien tan joven, pero ya tenía la misma edad que tenía Uzuri cuando Kiva le untó ambas mejillas con la sangre de su presa y la besó
Al principio Kiva fue relevada para aliviar su carga, pero Kiva estaba sola. Sus hermanos la habían dejado tras un Cubrimiento de normales, y no tenía compañero o cachorros propios. Poco después de perder su posición, empezó a sumirse en una depresión, mala salud, y llegó a morir. Uzuri siempre había pensado que moriría de dolor. Pero eso no le pasaría a ella, se determinó. No a Uzuri...
CAPÍTULO 29: SE REVELA LA VERDAD
Togo y Kombi estaban pletóricos de optimismo. Creían que no tendrían que abandonar las Tierras del Reino, que de alguna manera, de algún modo, Tanabi no quería reinar sobre la Manada tras la muerte de su padre. Ese día ellos se erguirían sobre el promontorio de la Roca del Rey y proclamarían su nueva soberanía.
Habían prometido a su madre mantener el más estricto silencio acerca del acuerdo, pero se juntaron con unas cuantas atractivas y jóvenes leonas y divulgaron la maravillosa noticia de que dos de ellas podrían casarse con dos de los más deseables solteros en el mundo. Cada una de ellas prometió mantener el secreto, pero los chismes empezaron a circular.
“¿Pero por qué no quiere ser Rey Tanabi?” preguntó Isha. “¿Le pasa algo malo? ¿Ha perdido su temple?”
“No nuestro Tanabi,” dijo Ajenti. “Está lleno de valor. Quizá tenga una debilidad--una de la que apenas haya hablado. ¡Pobrecillo!”
Barata se acercó y les susurró, “El hecho es que creo que le falla la vista.”
“¡No!” dijo Ajenti, ahogando un grito en su garganta. “¡Pobre! ¿Cómo es de malo?”
“No estoy segura,” dijo Barata. “Se empotró contra su madre el otro día.”
“Creía que fue un accidente,” dijo Isha.
“Lo fue. No lo hizo deliberadamente. Pero Nala dijo `¿Es que no tienes ojos, hijo?´”
Ajenti bajó la cabeza. “¡Pobre!”
“Hola” dijo Tanabi, asintiendo a las leonas.
Ajenti se le puso justo delante de su cara. “Soy yo, Ajenti.”
“Eh, si, lo sé.”
“¿Tomándotelo con calma, querido?”
“Bueno, supongo. Hoy he tenido un inesperado ratito libre. Pensé que podía ir y volver justito a la cisterna.”
“Eres tan valiente,” le dijo ella, dándole un gran beso. “Te pareces tanto a tu padre.”
“Gracias.” Tanabi se encogió de hombros y se marchó.
“¡Pobre!” dijo Ajenti, una lágrima rodando por su mejilla. “Me pregunto si se quedará completamente ciego.”
No pasó mucho antes de que Habusu fuese a ver a Simba. Cayó ante él y dijo, “¿No te he querido yo tanto como Togo y Kombi?”
“Si, hijo.”
“¿Y por más tiempo? Cuando ellos aún estaban haciéndote jugarretas, ¿no era yo bueno contigo?”
“Sé quienes son mis amigos,” dijo Simba cautelosamente, acariciándole cálidamente. “¿Para qué me querías?”
“¿Puedes arreglarlo también para mí? ¿Del modo en que lo hiciste para ellos? Yo no quiero ser Rey más que Tanabi. Sólo quiero vivir aquí en paz. ¡Por favor, no me envíes al Gran Mundo!”
Simba volvió a acariciarle. “Yo no he `arreglado´ nada para nadie. Ellos recibirán su Cubrimiento llegado el momento. Mi niño, no llores. Confía en Aiheu y mantente en el camino de la honradez y la rectitud, y encontrarás tu propio hogar. Ese es el deber y el privilegio de un león macho.” Simba asintió gravemente. “Ahora vuelvo. Hay un par de personas con las que tengo que hablar.”
Simba encontró a Togo y Kombi cerca de la cisterna. Ellos empezaron a acariciar a su Rey y benefactor, pero no continuaron cuando vieron la expresión en su semblante. “Muchachos, tenemos que hablar.”
Uzuri fue convocada por Zazú para que se reuniese con el grupo. “Yo de ti me apresuraría. Está realmente disgustado.”
“Oh, cielos,” dijo ella. “¿¿Qué habrán hecho esta vez??”
CAPÍTULO 30: BAUTISMO DE FUEGO
“¡¡¡ADHAMA!!!” tronó Ambia. El grito lanzó una bandada de pájaros en un asustado vuelo. “¡Adhama sube aquí!”
Las leonas se miraron inseguras entre ellas. “¿¿Qué vamos a hacer??” lloró la joven Amara. “¿¿Por qué no nos dejará en paz??”
Adhama caminó hasta detrás de ella y la acarició. “Relájate, Hermana. Yo me encargo” Adhama cerró rápidamente sus ojos, suspirando, entonces hizo despacio el camino hasta donde estaba él, murmurando una oración mientras iba.
Las últimas semanas se habían convertido en un infierno viviente para las leonas mientras luchaban por hacer frente a los volubles cambios de humor y caprichos de Ambia. Y mucha de esa maldad iba dirigida hacia Adhama, cuyas cualidades de Liderazgo y orgullosa resistencia la convertían en una amenaza.
Él buscaba cada mínima oportunidad para humillarla e intimidarla, especialmente frente a las demás.
Ella dejó ir pesadamente un pequeño suspiro a la vez que alcanzaba la cima del montículo donde él estaba recostado, esperando. “¿Si, Ambia?”
“¡Llámame SEÑOR!” le enseñó los colmillos.
“Oh, si, lo olvidé. Se supone que eres una especie de Rey.”
La furia encendió su cara. Con un largo gruñido, la abofeteó despiadadamente con un golpe tremendo. Adhama se quedó en shock, las lágrimas corriendo por sus mejillas mientras la sangre manaba de un labio cortado. “Estoy hambriento,” gruñó él, “Más te vale encontrar algo más fresco que tu reseco ingenio.”
Adhama sacó su lengua y lamió la sangre de sus labios, sintiendo el escozor. Sus ojos se encogieron. “Así que puedes plantarle cara a una leona,” dijo asustada pero indignada. “Sabía que había ALGUNA razón por la que te hacías llamar Rey. ¿Qué harás cuando otro macho ronde por aquí? ¿Le pegarás a Él así?”
Con un inarticulado rugido de rabia se lanzó hacia delante, enviándola hacia abajo derrapando en un esfuerzo por permanecer de pie. “¡FUERA! ¡¡Encuéntrame algo para cenar antes de que te golpee con mis garras extendidas!!”
Temblando, Adhama se dio media vuelta y se alejó de él, dirigiéndose hacia una roca para reunir la Cuadrilla de Caza. Encargó a dos leonas mayores el quedarse detrás y cuidar de los cachorros.
“No.” dijo Ambia.
Adhama se giró y le miró a la cara. “¿Qué?”
“Llévate a esas dos compinches contigo.” apuntó con la cabeza a Amara. “Déjala a ella para ocuparse de los cachorros.”
Los ojos de Amara se abrieron del terror mientras ella miraba suplicante a sus Hermanas de Manada. Las dos leonas mayores le devolvieron la mirada desesperanzadas. Adhama sintió lástima por la hermosa y joven hembra. Estaba a punto de alcanzar su primera temporada, y no cabía duda de lo que Ambia tenía guardado para ella. Pero negarse sería arriesgarse a terribles consecuencias. Adhama se movió hasta su lado y le acarició la oreja. “Todo irá bien, cielo.”
“¡Addie, por favor, llévame contigo!” le susurró roncamente. “¡Oh, Dios mío, no quiero quedarme con él! ¡Te lo suplico!”
“Relájate, cielo. Te dejará en paz. Tan sólo finge que estás enferma. Rezaremos por ti.”
Amara tembló un momento, luego asintió, tragando convulsivamente. “V-vale”
Ambia volvió a gritar. “¡Adhama, es para HOY, no la semana próxima!”
“¡Que si!” le espetó. Adhama se giró y miró a Sh´aari. “Aiheu Abamani.”
Amara asintió compulsivamente, impedida para hablar, entonces se fue hacia donde estaban los cachorros petrificados por el miedo. “Venga, chicas. ¿Queréis escuchar un cuento?”
Las cachorritas se arrepretujaron contra ella, temblando. “¡Marrie, no dejes que nos lastime!” le susurró una de ellas.
“No te preocupes, mi vida. Os protegeré con mi vida.”
“Ojalá papá volviera a casa.”
“Ahora está con Dios.”
“Si se lo pidiéramos, ¿nos enviaría de vuelta a papá?”
“Ojalá lo hiciera, cariño.”
Adhama la miró un momento, entonces se giró reaciamente y guió a las demás hacia la lejanía. Caminando lentamente a través del pelado suelo, hizo una pausa en el momento en el que empezaron a entrar en las hierbas altas y miró atrás. Amara las miraba con la desesperada expresión de una gacela en el momento del mordisco de la muerte. Ambia estaba otra vez encaramado a lo alto del montículo, sus ojos brillando al rojizo resplandor del anochecer, una retorcida sonrisa en su cara al verlas marchar. Su mirada encontró la de ella, y su sonrisa se agrandó.
Maldiciéndose en silencio, Adhama desapareció en las crecientes sombras del crepúsculo, rezando fervientemente por que encontrasen algo pronto--lo bastante pronto como para salvar a Amara.
Ambia se recostó en silencio, viendo cómo se ondulaba la hierba en una decidida ola a la vez que las cazadoras se movían, alejándose hacia el oeste. Empezó a acicalar su pata desganadamente, escuchando el tenue zumbido de la voz de Amara mientras alargaba un cuento de N´ga y Sufa a los cachorros. Su voz tembló, estaba teniendo problemas para recordar la historia de un tirón. Ausente, empezó a pasar una pata por su melena, atusando su pelaje y desenredando los nudos mientras seguía mirando el campo de hierba a su alrededor. Finalmente satisfecho, bostezó con fuerza, entonces se levantó. Sacudiéndose, se giró y se dirigió al suelo, caminando despacio hacia donde estaban Amara y los niños.
La leona escuchó el sonido de pasos cerca de ella, se giró y vio a Ambia a su lado. “¿Señor?”
Le sonrió. “En verdad es bueno conocer al fin a alguien aquí que respeta mi autoridad” La miró ansiosamente. “Tú me respetas, ¿verdad, Marrie?”
“Bueno, si, desde luego--Señor.”
“Desde luego. Es conmovedor ver respeto procedente de alguien tan joven.” levantó extrañamente la cabeza y sonrió. “Tan joven, y tan bonita...”
Amara sintió un nudo de terror en el estómago. “No tan hermosa. Sólo soy joven.” Tosió decididamente
“MUY bonita,” corrigió suavemente. “Te he estado observando, Te mueves como las hierbas altas en la brisa suave, Todo en ti es excitante, incluso cómo cuentas historias. Creo que serías una buena madre.”
“Gracias,” dijo ella muy tensa. No le gustaba el camino que estaba tomando la conversación.
“Hermosa y gentil. Buenas cualidades en una futura reina, diría yo.”
“¿Yo? ¿Reina?” se levantó temerosa.
Él asintió y se movió hasta estar a su lado, su pesado cuerpo rozándose contra el de ella. “¿Y por qué no? Es tan simple como prometerse a un Rey.” Miró directamente a sus temerosos ojos. “Sé que a veces puedo ser un poco áspero, pero he vivido una vida dura. El mundo me ha hecho duro como la piedra. Podrías pulir mis asperezas. Podría gustarte, ¿no crees? Todo podríamos llevarnos como una familia feliz. De vez en cuando podríamos escabullirnos y hacer el amor bajo la luna.”
Amara era joven, pero no ingenua. Entendió sus términos con meridiana claridad. Y a pesar de que nunca le amaría, podría casarse por amor--el amor de Adhama, el de sus otras Hermanas de Manada y el de los desamparados cachorros que miraban furtivamente desde la maleza, asustados. “Hemos llegado a este punto.” pensó ella. “Aiheu, si debo hacerlo por mis amigas, ayúdame a tolerarlo. ¿Por favor?”
“Eres un león bastante apuesto,” dijo ella con resignación. “Nunca antes había estado con un macho. Sé paciente conmigo.”
“Puedo ser paciente,” dijo él con una apenas disimulada excitación. “Paciente con motivos. Se mi Reina, Amara. Esta noche, y para siempre.” su peluda cabeza le toco con el hocico el costado-
“Ambia--yo--”
“¿Si, Amara?” la volvió a tocar con la nariz. “Eres tímida. Me gusta eso. No te preocupes--no te haré daño.” Apasionadamente, él se frotó contra su costado y puso su pata sobre su hombro izquierdo.
Ella intentó ronronear. Sólo salió un hondo y sordo sonido. Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. “Por favor, Dios,” oró en silencio, “permite que esto funcione. Muéstrame una señal de que él honrará su promesa. Protege a mi familia.”
Temblando de pasión, él dijo, “Ante Dios y las estrellas, ante esta asamblea aquí reunida juro darte mi protección, mi amor y mi consuelo, para siempre.”
Él espero un momento su respuesta. En lugar de ello, ella le miraba, petrificada.
Él dijo, “Contéstame, amor mío.” LA volvió a acariciar, entonces hizo su camino hasta que alcanzó la base de la cola de ella. Él alargó una aventurada pata y la acarició íntimamente.
“¡¡No!!” Bramó ella y saltó a lo alto de una pequeña roca donde se agazapó, sollozando histéricamente y cubriéndose con terror. “¡No puedo! ¡Lo intenté, pero no puedo!”
“¡Baja aquí ahora mismo!”
“¡Déjame sola! ¡Vete y déjame sola!”
“¿¿Me lo pones justo delante y ahora dices que no?? ¿¿Te parezco un idiota??” Ambia le enseñó los dientes, entonces saltó a lo alto de la roca a su lado, abofeteándola con saña. “¡BRUJA ingrata! He estado ahí fuera bajo el inmisericorde sol del desierto y he logrado sobrevivir. ¡He pagado mis deudas como cualquier otro león! ¡Ahora voy a tomar lo que se me está dando! Vendrás cuanto yo te llame. Antes o después, llegarás a disfrutar con esto, ¡pero tú SERÁS mi Reina! ¿¿Entendido??”
“¿¿Qué crees que estás haciendo??” tronó Adhama.
Ambia se giró para ver a Adhama y su Cuadrilla de Caza tras él. “Lo que quiera,” gruñó, saltando al suelo para encararla. “¡¿Qué estás haciendo TÚ aquí?!”
“Traerte la cena, como ordenaste, MAJESTAD,” dijo ella. Sh´aari se adelantó y dejó caer a sus pies el cadáver de una pequeña gacela.
Él lo miró, soltó un bufido. “¡Qué a tiempo!” Cogiendo al animal, se alejó hacia el montículo, saltando a lo alto y adelantándose.
Había una cachorrita descansando en su sitio favorito. Él dejó caer el cadáver y tronó, “¿¿Qué estás haciendo TÚ aquí??”
“¡Oh, Dios mío!” gritó Sh´aari. “¡Saieti, BAJA de ahí ahora mismo!” La leona se adelantó, mirando hacia el montículo hacia donde estaba sentada su cachorrita, llorando patéticamente.
“¡Mamá, estoy ASUSTADA!” La cachorrilla se cubrió de Ambia, casi cayendo por el borde. “¡Ayúdame, mamá! ¡Es MEZQUINO!”
“¡Por los cielos que me MOSTRARÉ mezquino si no sales de MI espacio!” Ambia rugió y lanzó hacia abajo una pesada pata, ladeando la piedra con sus garras a la vez que la cachorrita salía rodando, gritando roncamente.
“¡He tenido un día movido, Sh´aari! ¡Mantén a tu mocosa fuera de mi camino si sabes lo que es bueno para ti!”
Sh´aari le enseñó fieramente los dientes mientras la pequeña Saieti se acurrucaba contra su pecho, temblando espasmódicamente. “Vuelve a tocarla y yo...”
“¿¿...Y tú QUÉ??” Ambia arqueó su cuello y se levantó. “¿Quieres tener problemas conmigo? ¿¿Eh?? ¡Ven aquí--te daré un repaso! ¿Quieres tener un enfrentamiento conmigo, Hermanita? ¿¿EH??”
“¡No te atreverías!”
“¿¿Que no??” bajó de un salto y abofeteó con saña a Sh´aari, derribándola. “Vamos a poner algunas reglas. Uno: ¡mejor que nadie esté tumbada donde yo quiera hacer la siesta!” Cortó el flanco de Saieti de un manotazo con las garras fuera y ella cayó al suelo, aullando de dolor.
“Dos: lo que quiera, lo tendré.” Atravesó las filas de las leonas hasta donde estaba Amara. Bajó la cabeza y se frotó contra el costado de ella, cruzando por detrás de ella y repitiendo el proceso en el otro costado. Amara cerró los ojos, clavando las garras en la tierra al sentir abominable restriegue de su cuerpo contra el de ella.
“Tres: Mejor que nadie infrinja las dos anteriores. Son reglas pequeñas--¿¿creéis que podréis recordarlas??” Ambia se sentó otra vez en lo alto del montículo y cerró los ojos. “Cuando me levante, quiero oler la cena. ¡Cena REAL, no una penosa imitación sólo aceptable por los chacales!”
Sh´aari susurró. “Tengo que encontrar a los hijos del Rey. Iré a Simba y le preguntaré por ellos.”
“No,” dijo Adhama. “Quédate aquí con tu hija, iré yo.” Adhama acarició a Saieti quien aún estaba sollozando incontrolablemente. “Mi vida, voy a buscar ayuda. No se lo digas a nadie, ¿vale? Todo va a ir bien.”
CAPÍTULO 31: LA MISIÓN
Amara combatió y disimuló su disgusto y miedo, tratando de mantener la atención de Ambia mientras Adhama llevaba a cabo una enloquecida carrera hacia la frontera del Reino de Simba
Adhama, que no era más joven que su difunto hermano Ugas, jadeaba por el esfuerzo mientras corría y corría. Las leonas normalmente perseguían a sus presas acosándolas, pero rompían el contacto si no podían alcanzar su objetivo rápidamente. Y ahora ella tenía que correr como una gacela: mucho y sostenido durante un largo tramo.
De vez en cuando miraba sobre su hombro. Bien, no había ningún león persiguiéndola. La estratagema de Amara había funcionado. Y finalmente, cuando parecía que su viejo corazón le iba a estallar, vio el riachuelo que delimitaba la frontera. Un par de saltos a través del agua fría y estaría en las Tierras de Simba.
Sólo al borde de la corriente de agua rebajó su paso, saltando de piedra en piedra pero aún así mojándose las patas, cosa que aborrecía. Y ganando la orilla opuesta, aspiró profundamente y dejó escapar el aire a través de su boca y su nariz. El primer obstáculo había sido vencido
Sin embargo, aún no estaba completamente segura. Se mantuvo en la ribera del riachuelo, mientras gritaba “¡Aiheu Abamani!” repetidas veces, hasta que, sin pasar mucho tiempo, dos leonas emergieron de la maleza
“¡Sarafina! ¡Isha! ¡Ayudadme, por favor!” imploró
“¿Adhama? ¿Qué ocurre?”
“Debo ver al Rey inmediatamente. ¡Es una emergencia!”
No mucho después del aviso, Togo y Kombi aparecieron listos para patrullar o entrenar. Simba les miró con sombría intensidad, ellos sintieron que estaba a punto de caerles encima una buena.
“Sea lo que fuera,” se anticipó precavidamente Kombi, disculpándose, “esta vez no fuimos nosotros...”
“No estoy enfadado con vosotros.” les tranquilizó el Rey, dándole un amistoso golpecito en su hombro, “Mi querido hijo”
Una leona extraña cayó a sus pies, sollozante,
“¡Mis Reyes! ¡Sois nuestra única esperanza!”
Togo se le acercó,
“¡Estás llorando! ¿Qué te pasa?”
Simba agitó su cabeza. “Esta es vuestra Tía Adhama. De hecho sois su única esperanza. Vuestro padre ha muerto”
Togo y Kombi ahogaron un grito en sus gargantas
“Ugas nunca os conoció,” añadió Adhama, levantándose del suelo, “pero cuidó y se preocupó de vuestra madre enormemente, y trató de concertar un encuentro con vosotros antes de que la muerte se lo llevara. Ahora debéis volver a sus Tierras y gobernar en su lugar. Éste es el puesto para el que nacisteis, es vuestro DESTINO”
“Si insistes...” comentó despreocupadamente Kombi, “Mamá ya nos lo había dicho. No tienes porqué llorar; aceptamos. Deberíamos sentirnos complacidos; incluso honrados”
“No lo entiendes.” suspiró Adhama, “No es tan simple...”
Kombi suspiró,
“Con nosotros, nunca lo es. ¿Cual es la trampa?”
“Vuestra familia ha sido herida y ultrajada por un león merodeador: leonas, cachorros, gente que vuestro padre conocía y por la que se preocupaba. Gente que vuestro padre estimaba mucho. Debéis ayudarnos ahora. Nos está aterrorizando”
“¿Es grande?” inquirió aprensivamente Kombi
“¡Lo haremos!” repuso rápidamente Togo, “¡No me importa cómo pueda ser de grande! ¡No os puede avasallar así!”
Adhama cayó a sus pies, besándole y acariciándole mientras las lágrimas le rodaban por sus mejillas,
“¡Oh, Dios mío, gracias...!”
“Estoy tan orgulloso de vosotros” asintió emocionado Simba, “Siempre os he tenido por dos de mis hijos, pero nunca he estado más orgulloso de vosotros que en éste momento. Togo, hijo mío, que Dios te acompañe.”
“¡Eh! ¡Estamos en esto juntos!” interrumpió Kombi, pateando suavemente el hombro de Togo, “¡Así es, un esfuerzo conjunto: mitad y mitad!” se preparó para un beso que nunca llegó
Simba añadió,
“Un día oiré grandes cosas de vosotros dos. Debéis recibir vuestro Cubrimiento inmediatamente. Os marcharéis tan pronto como seáis bendecidos; no hay tiempo que perder” miró a Zazú que estaba posado en una rama cerca del camino que llevaba a la entrada de la caverna: “Trae a Uzuri, no le digas porqué.” miró a los hermanos, “No le debéis decir nada de la emergencia. Ugas os llamó para que os encontraseis pronto, ¿entendido?”
“¿Por qué no decirle la verdad?” preguntó Kombi
“Imagínate esto:” sugirió Simba, “Tu madre luchando contra un león que la dobla en peso”
“¡Yo nunca dejaría que luchara mis batallas por mí!” clamó Kombi indignado, “¿Qué te crees que soy?”
“A pesar de su edad,” comentó severamente, “ella aún os puede a los dos juntos. Lucharía a muerte con el intruso por el amor que os tiene. Nunca subestimes el poder del amor de una madre. Es mucho más poderoso que un hechizo en el baobab de Rafiki”
“Tiene razón” admitió Togo, “Ahora tenemos que ser fuertes por nuestra madre. Sonríe, Kombi, como si lo dijeras en serio, ¿comprendes? Vamos a ver a papá, tenemos que estar contentos...”
“¿Así vale?” preguntó Kombi; su sonrisa era débil pero aceptable.
Justo entonces, Uzuri entró en escena. Vio a Adhama y su cara se ensombreció al momento,
“Ugas, ¿no es así?” tensó sus músculos, reprimiendo el temblor que se adueñaba de su mandíbula, “¿Cómo pasó?”
“Está bien,” respondió Adhama con una sonrisa forzada, “es sólo que necesita ver a Togo y a Kombi al instante”
“Vayamos, entonces”
“A solas” puntualizó Adhama
Uzuri la miró de arriba a bajo suspicazmente, “¿A solas? ¿Sin mí? Es mi esposo...”
“Eso es lo que significa “a solas”, preciosa; es una de esas cosas de machos: quiere verles antes de que abdique. Quizá quiera elegir quién será el Rey”
“Oh.” Ella miró alternativamente a sus dos hijos, “Creo que eso significa que es el momento...”
Simba asintió,
“Sí, ahora. Siento que no os haya avisado con más antelación, pero yo también acabo de enterarme; ya sabéis lo compulsivo que puede llegar a ser Ugas...”
Uzuri se apresuró a acercarse a Togo, y le acarició, luego acarició a Kombi. Las lágrimas rodaban por sus mejillas, “Mis pequeñines son ahora dos leones; hay tanto que quisiera deciros...Iré a veros, lo prometo; pronto”
“En un par de días todo estará listo; enviaré a buscarte” la reconfortó Adhama
Uzuri estalló en sollozos,
“Sé que no os he dicho tanto como hubiese debido cuán orgullosa estoy de vosotros: de los dos. Odio ver que habéis crecido, pero sé que vais a ser Rey y Príncipe Consorte y que vais a tener un hogar seguro para vosotros. Estoy feliz por vosotros, tan feliz...” su mejilla tembló y se sorbió las lágrimas; “Voy a renunciar como Líder de Caza, y, tan pronto como se me venga a buscar, me uniré a vosotros y tomaré mi lugar al lado de vuestro padre”
Togo y Kombi la acariciaron fervientemente,
“¡No llores, mamá, por favor!”
Simba puso su pata en el hombro de Kombi, luego tocó el de Togo,
“Bajo el cuidado de Dios envío a mis hijos. Larga vida y prosperidad en vuestros esfuerzos. Recordad al Señor que os hizo de la tierra e insufló vida en vosotros. Marchad con mi bendición”
Uzuri añadió,
“Siempre seréis mis hijos, pero ya no sois más mis cachorros. Recordad que por las metas que os fijéis seréis juzgados. Lo que requiráis a los demás os será requerido a vosotros, y que lo que perdonéis a los demás será perdonado en vosotros” nuevas lágrimas llenaron sus ojos, “Marchad con mi bendición...”
CAPÍTULO 32: HIELO FINO
Estaban ansiosos por impedirle a Ambia que hiriese a su familia, pero en ese momento poco más podían hacer que correr. Ambia estaría bien descansado, y ellos debían estar preparados para combatirle. Con un rápido trote, atravesaron su antiguo y ya nunca más hogar por última vez. Cada camino, cada recodo les traía docenas de recuerdos y vivencias. Les echaron un fugaz vistazo tratando de recordar tanto como les era posible. Y Togo también se volvió para poder observar detenidamente a su hermano. Tenía el horrible presentimiento de que uno de los dos no sobreviviría, y quería poder recordar con todo detalle a su hermano, en una asfixiante sensación de que después de aquello sólo uno quedaría para ser Rey, y otro lo vería desde las alturas, junto a su padre, al lado de Aiheu.¡Si sólo hubiese tiempo para poder sentarse y hablar!¡Maldito estúpido!¡Había desperdiciado la mañana sesteando sobre la hierba cuando podía haberle dicho a su hermano tantas cosas que de repente eran tan importantes!
Los tres leones se detuvieron antes de cruzar el riachuelo fronterizo. La corriente de agua siempre les había mantenido dentro. A partir de ahora, les mantendría fuera. Para siempre. Como Simba les había enseñado a hacer, inclinaron solemnemente sus cabezas en la orilla y agradecieron a sus padres el haberles dado vida. Entonces cruzaron la corriente fluvial, fría como la muerte. Togo salpicó deliberadamente a su cabeza para esconder sus lágrimas.
Tan pronto como arribaron a la otra orilla, pudieron oler las marcas del nuevo macho.
“Bueno, ahora estamos metidos en problemas” suspiró Kombi, “Al menos hay cosas que nunca cambian...”
“ÉL es el único que está metido en problemas” replicó gravemente Togo, mientras sacudía el agua de su melena, “Es él o yo. No voy a huir” sentenció
“Si. Yo tampoco”
Adhama se postró solemnemente ante ellos,
“Bienvenido a casa, mi Rey. Toco tu melena”
Togo le miró de pies a cabeza, y asintió
“Puedo sentirlo” respondió Kombi; luego acarició a su hermano, y le susurró, “Eres legal, chaval”
Reinaba una inusual calma sobre la tierra. No cantaban los pájaros, los grillos permanecían silenciosos. Ni siquiera soplaba el viento. Adhama esperaba ser recibida por algunas de sus Hermanas de Manada. Pero no habían centinelas, ni mensajeros, ni siquiera partida de caza. Parecía la calma antes de la tormenta. ¿Podría ser que Ambia había forzado a alguna de ellas a revelar el plan? ¿Estarían dirigiéndose a una encerrona?
Alcanzaron furtivamente el Montículo del Rey. Ambia no estaba por ninguna parte, pero había varias leonas con expresiones de dolor y pena. Adhama serpenteó entre las hierbas hasta una de ellas
“¿Lo sabe?” preguntó aprensivamente, “¿Nos está vigilando?”
“Está detrás de la roca...con Amara...” articuló, dejando ir las lágrimas
La mandíbula de Adhama tembló de pavor,
“¡No con mi niñita! ¡Si la lastima, le mataré!”
Togo y Kombi reptaron sigilosamente rodeando la roca. Los dos hermanos consiguieron alcanzar posiciones de observación, y vieron a un gran león que parecía muy engreído. Recostada en el suelo con una pata sobre su cabeza ocultando su rabia y profundo dolor estaba Amara
Ambia se levantó y se paseó hacia ella,
“Admítelo, soy alguien divertido con quien estar. Algún día llegarás a apreciarme” temblando, apuntó a su esbelto muslo, “Trata de relajarte ésta vez, a ti también te gustará”
“¡Quieto!” tronó Togo
“¡¿Quién lo dice?!” se volvió nervioso Ambia
“¡El verdadero Rey!” bramó Kombi, saliendo de la maleza y dejándose ver
“¿El QUÉ?” repitió el intruso anonadado
Togo y Kombi sacaron ventaja de su momentánea sorpresa. Gruñeron y comenzaron un potente ataque frontal. Amara huyó del lugar mientras Ambia les devolvía los golpes con zarpazos de sus desplegadas garras y mordiscos de sus poderosas mandíbulas. Una arremetida bien dirigida y podría nivelar y ganar el encuentro
De repente Ambia sintió un vivo dolor brotando de su pata trasera. Se giró y por un fatídico instante miró a través de los ardientes y furiosos ojos de Amara,
“¿Te gustó?” susurró ella, apretando más su mandíbula
Antes de que pudiera volverse nuevamente hacia Togo y Kombi, ellos le blocaron su garganta y le forzaron a caer al suelo. Se quedó petrificado, mirándoles con los muy abiertos, empujando con sus patas, imposibilitado para librarse de aquel agarre. Mientras el mordisco de Togo amenazaba con partirle la tráquea y drenar de su cuerpo la vida, Kombi se acercó a la cara del desesperado oponente.
“¡Ten piedad!” imploró con un hilo de voz debido a su mordaza, “¡Clemencia! ¡Huiré y no regresaré nunca!”
“Besa sus pies” ordenó Togo
“¿¿Qué??”
“¡Que le beses los pies!” bramó cerrando un poco más sus mandíbulas, “¡Hazlo, AHORA!”
Temblando, Ambia se arrastró miserablemente sobre su estómago hacia Amara, besando sus patas delanteras, rodando sobre su espalda,
“¡Diles que tengan piedad, por el amor de Dios!”
La leona le miró con desprecio, luego miró respetuosamente a Togo y a Kombi;
“Me ha vejado. Hacedle lo que queráis”
Kombi se acercó al perdedor, alzando sus garras como para destriparle
“¡Por el amor de Dios!” chilló aterrado Ambia, “¡Me rindo!”
Kombi sonrió con satisfacción,
“Mi madre siempre decía que debían apartarse los sentimientos personales, y tener piedad del desvalido...”
“¡Oh, gracias a Dios!”
“...Pero no estás tratando con mi madre” sentenció Kombi; le cruzó la cara con las garras desplegadas. Ambia gritó histéricamente, la sangre fluyendo por su mejilla en una marea rojo carmesí
“Ahora ya sabes cómo se siente; ¡largo!”
Ambia se retorció ante Togo y Kombi,
“¡Me iré! ¡Gracias!”
Togo rugió con todas sus fuerzas. “Ya le has oído--¡¡AHORA!!”
El intruso salió disparado en una enloquecida y ciega carrera a través de la savana, perdiéndose en el abrigo de la vegetación. Era seguro asumir que realmente se había marchado. El león que había aterrorizado a leonas y cachorros era un cobarde.
Entonces, en la calma que seguía a la tormenta, leonas y cachorros aparecieron de entre las hierbas altas como si estuviesen brotando repentinamente del suelo.
“¡Mirad todos! ¡Son los hijos de Ugas!”
Las leonas llegaron de todas partes y les acariciaron a los dos. Los cachorros les miraron detenidamente, comprobando el inconfundible parecido entre Kombi y su padre.
“¿Ya es seguro, mami?”
“Si, mi princesita”
Togo acarició algunos de los cachorros más pequeños. Se tumbó sobre su espalda y comenzó a jugar con ellos, de la misma manera que había hecho con Tanabi e Isha hacía ya mucho tiempo, aupándoles con sus patas.
Adhama vio la escena y rompió a llorar,
“¡Mírale, Kombi! ¡Mira a tu hermano! ¡Ugas vive en vosotros!”
Kombi la acarició afectuosamente y le golpeó gentilmente la mejilla,
“Tía Adhama, echo de menos a mi madre, pero es bueno estar en casa” se acercó a Togo y le susurró, “¡Eh! ¡No les traumaticemos!”
Mientras todo el mundo les miraba en gratitud y alivio, Kombi trepó a lo alto del montículo donde Ambia había impuesto su dominio tan recientemente. Pero para Kombi sólo significaba una cosa: era ahí donde su padre había reinado. Sería el lugar más próximo que estaría de encontrarse con él mientras permaneciese en el mundo de Ma´at. Sintiendo la sangre de su padre fluyendo vivamente por sus venas, levantó bien alto su hocico y rugió tan fuerte y poderosamente como pudo. Las leonas le respondieron. Sintió escalofríos recorriendo su espina dorsal. Mientras los últimos ecos se perdían en la inmensidad de la savana, una distante réplica llegó a sus oídos. Su sangre se agitó al reconocer la voz de Simba contestándole desde la Roca del Rey, reconociendo la soberanía de Kombi y proclamando la suya propia. También escuchó las leonas de la Manada de Simba declarando también su lealtad, las lágrimas rodándole por sus mejillas al reconocer la voz de su madre. Inclinó su cabeza hacia el suelo,
“Gracias, Dios mío; es bueno estar vivo”
CAPÍTULO 33: AL VENCEDOR LE CORRESPONDE EL BOTÍN
Togo sintió un escalofrío al ver a su hermano en lo alto del Montículo, la brisa agitando su melena hacia su espalda. Era difícil de creer que el gamberro de hermano con el que había crecido se había convertido en el serio león que estaba descendiendo de las rocas. Togo suspiró profundamente mientras pensaba en todo aquello.
Estaba a punto de unirse a su hermano cuando sintió un gentil toque en un hombro. Girándose, observó una leona junto a él, mientras una arrebatadora sonrisa iluminaba su cara mientras miraba fijamente a los ojos del león.
“Majestad” pronunció, inclinando respetuosamente la cabeza en reverencia.
Togo soltó una risita,
“¡Ah, hola! Lo lamento, pero yo no...”
“¡Ah, no; de eso nada!” otra leona trotó rápidamente hacia ellos, “¡Yo le vi primero, sinvergüenza!”
“¡¿QUÉ?!” se escandalizó la primera, replegando sus orejas y gruñendo, “Ni se te ocurra pensar en intentar ese truco, encanto... ¡Es grande, es guapo, y es todo MÍO!” volvió a mirar al pasmado Togo; “Lo siento” rió, volviendo su voz a la normalidad, “Perdónala, Majestad. Ahora, ¿dónde estábamos?”
“En ninguna parte, en realidad” tartamudeó Togo, “Verás, yo no soy...”
“¡¿Ves?!” la segunda leona volvió a la carga, “Su Majestad tiene gusto Y clase...cualidades de las que tú obviamente careces, preciosa. Ahora, piérdete”
“¡Señoritas, POR FAVOR!” tronó Togo. Ellas guardaron silencio, mirándole con adoración, “Por favor, no discutáis así”
“Y taaaaan asertivo...” arrulló la primera, “¡Qué monarca! ¡Por favor, Majestad, elígeme a mí! ¡Gobernaré junto a ti con lealtad! ¡Criaremos a nuestros hijos en la felicidad y la dicha! ¡Nuestro amor sacudirá la tierra!”
“¡Pero yo NO soy el Rey!” clamó finalmente Togo, “Mi hermano lo es”
Las leonas volvieron a guardar silencio y miraron con atención a Kombi, quien ya estaba empezando a congregar a una multitud de leonas a su alrededor, y se miraron entre ellas
“¡Es TUYO!” corearon al unísono, y salieron a todo correr hacia Kombi, “¡Majestad! ¡Tu reina está aquí! ¡Nuestro amor sacudirá la tierra!”
Kombi atusó su melena y se miró ostentosamente las garras,
“¡Fíjate, Togo! ¡Luchan por mí!”
“¿Y cual QUIERES?” le devolvió su hermano con sorna
El nuevo Rey las miró a todas,
“¡Decisiones, decisiones! ¡Carape, no es fácil ser Rey!”
Togo sonrió silenciosamente y se sentó, preguntándose seriamente si Kombi sobreviviría a la realización de sus sueños. Se recostó sobre la suave hierba, descansando su cabeza en sus patas delanteras, observando las puntas de las hierbas altas doblarse y bailar al son de la tranquila brisa que acariciaba la tierra, SU tierra. El sonido de voces femeninas volvió a sus oídos, y suspiró profundamente
Un ligero roce en su hombro le sobresaltó, y giró su cabeza para ver a una joven leona estando junto a él, la que había permanecido callada que había advertido antes, la que había sufrido los abusos de Ambia y que repentinamente le había acuchillado la pata trasera, dándoles a los hermanos el instante crucial que necesitaban para realizar su movimiento. Ella le sonrió nerviosamente,
“¿Aún estás indeciso? ¿Tengo alguna posibilidad?”
“La cola para ser Reina está por allá. Parece que vas a tener una encarnizada competición...”
“No quiero ser Reina. Estoy en ÉSTA cola”
“¿De verdad?”
Su sonrisa se debilitó y desapareció, y ella apartó la mirada con presteza,
“¿No me encuentras atractiva?”
“¡Oh, no! ¡No es eso!”
“¿es Ambia? ¿Me ha hecho su toque indigna? Togo, tengo que saberlo”
“es sólo que...he sido el número dos durante toda mi vida; nadie me ha preferido a mí antes...para nada. Es tan extraño...”
“Encuentro eso difícil de creer. Eres mucho más guapo que tu hermano” sonrió con timidez, “Me llamo Amara”
“Oye, eres muy guapa. Mi nombre es Togo”
“Sí, lo sé; es un nombre hermoso” las lágrimas llenaron sus ojos
“¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan triste?”
“Me estaba reservando para ti...” su mandíbula tembló, “Ambia me forzó...”
“¡Dios...!” musitó
“Tuve que ofrecerme, o habría matado a la pequeña Saieti” apartó su mirada, “¿Qué haré si los cachorros son suyos? Quiero decir, no estuvimos juntos demasiado, pero podría ocurrir...” se volvió y le acarició, “¿Aún podrías quererme? ¿Podrías querer a los cachorros?”
“Pobrecita...” susurró Togo, secando las lágrimas con su pata, “¡Qué cosas dices!” la acarició en retorno; “Amara, te quiero. Te he querido desde el momento en que te vi radiante, asustada, con los ojos llenos de lágrimas. He querido besar esas lágrimas y hacerte feliz” le susurró a medias; “Serás su madre, y eso es todo lo que a mí me importa; eso, y la oportunidad de que puedan ser míos” sonrió, y puso su pata sobre su hombro izquierdo. Ella ronroneó suavemente y restregó todo su cuerpo contra el suyo, luego le acarició apasionadamente.
“¡Eh, Togo!” gritó Kombi, “¡Ayúdame a aclarar mi cabeza!” Estaba rodeado por cinco amorosas leonas, quienes claramente se encontraban en su ambiente
“Haced una carrera o algo así” le devolvió Togo, “¿No ves que ahora estoy ocupado?”
Togo la acarició, y ella reposó su cabeza contra su melena y ambos se alejaron, apoyándose ella en él
Sin mirarle, Kombi estaba restregándose contra ellas, riendo;
“De todas formas, ¿a dónde se fue? Podrías pensar que no le interesan las chicas...”
CAPÍTULO 34: MALAS NOTICIAS
Un par de días después del Cubrimiento de Togo y Kombi, Uzuri empezó a mirar hacia la frontera oriental, esperando noticias de sus hijos. “Vamos, Ugas.¿¿A qué tanto secreto??”
A todas las leonas se les había instruido estrictamente para escoltar a Adhama hasta el lugar de Uzuri en el momento en que apareciese. Parecía que sería ella la mensajera.
Los rumores acerca del desarrollo de los acontecimientos circulaban. Uzuri no compartía la información, y mientras que la mayoría de leonas sabían que Togo y Kombi habían ido a ver a Ugas, ninguna comprendía del todo la situación.
“Él no tiene hijos.” dijo Ajenti.
“Creo que quiere a alguien de nuestra Manada,” le dijo Isha. “Tengo mis propias razones personales para pensar eso. Buenas razones.”
“No tan buenas como las mías,” dijo Ajenti con un tímido guiño. “¿Qué crees tú, Sarafina?”
Fini suspiró. Había estado malhumorada durante las últimas semanas, pero este asunto de Togo y Kombi sólo había renovado su melancolía.
En ese momento Habusu llegó entre ellas, muy excitado. “¡Les he visto!”
“¿¿A quiénes??”
“¡A Togo y Kombi!”
“¿¿Buenas noticias??”
“¡Las mejores! ¿¿Dónde está Uzuri??”
La Líder de Caza se había retirado a su cueva, intentando tener un pequeño descanso. Luego volvería a salir hacia la frontera oriental y volvería a esperar. La tensión estaba haciendo mella en ella. También se estaba cobrando tributo en la caza--es dos días de caza sólo se cobraron una pequeño duiker y una gacela de Thompson. Muy escaso trofeo para una Manada llena de leones adultos y sus cachorros.
Habusu prácticamente entró de un salto. “¡Adivina qué, Uzuri! ¡Acabo de ver a Togo y Kombi!”
“¿¿Si?? ¿¿Dónde??”
“¡Justo al lado de las Tierras del Reino! Han tomado el Reino oriental tras la muerte de Ugas. ¡Qué te parece eso! Ahora podrás acercarte a verles siempre que quieras.”
“Si,” dijo ella, el corazón casi parándosele. “Entiendo.”
“¡Sabía que te emocionaría!”
“Si, desde luego.” La mandíbula de Uzuri empezó a temblar, las lágrimas llegaron sus ojos. “Gracias.” Ella miró lejos antes de que él pudiera verla llorar.
La voz de Ugas volvió a ella a través de la nada. “Soy viejo, y cuando haya muerto, todas las lágrimas del mundo no me devolverán a la vida.” Por unos instantes ella se quedó paralizada de dolor y culpabilidad. Pero tan pronto como pudo volver a moverse, salió a todo correr hacia el baobab de Rafiki. Era el único lugar en el que podía expresar sus sentimientos con seguridad.
Rafiki estaba prediciendo el futuro. Sin siquiera mirar a su alrededor, dijo, “Entra, Uzuri. Te estaba esperando.”
Ella miró el cuenco con agua. “¿Cuánto sabes?”
“Sabía que vendrías.”
“Y de Ugas. ¿Está?”
“Lo está.” Rafiki acarició su mejilla y limpió de sus ojos un par de lágrimas ya medio secas. “Lo has sabido hoy. ¿Verdad?”
“Habusu me lo dijo.” Tratando de mantener la compostura, se sentó rígida, su mandíbula tan apretada que su mentón no podía temblar. “Quiero que me ayudes. Ugas, mi esposo, debe ser honrado.”
“Desde luego.”
“Quiero que vengas conmigo. Mi corazón es pesado, y no tengo a nadie a quien decírselo. Necesito a alguien, Rafiki, como una vez tú me necesitaste.
“Será un honor,” dijo él, dándole a su pata un apretón. “Uzuri, Ugas era un buen amigo mío. Hablaba a menudo de ti. Me preguntó acerca de Togo y Kombi. Es demasiado malo que nunca les conociese--sus propios hijos.”
“Fue demasiado malo.”
Rafiki quería que ella diese salida a su reprimida pena. Le torturaba verla así. “¿Dónde quieres llevar a cabo la ceremonia?”
“En nuestro sitio especial. El banco de arena del arroyo que corre a lo largo de la frontera de nuestros reinos. Hay una mata de arbustos allí. Nos solíamos encontrar allí de vez en cuando.”
“Lo sé.”
“¿Te lo dijo? ¿Tan bien le conocías?”
“Mucho. Yo guardaré tu secreto, pero tú debes guardar el mío. Tengo algo para ti.”
Él buscó en un agujero y sacó un mechón de pelo dorado. “Lo traje para mi santuario.” Lo miró mientras ella lo olfateaba y percibía la vieja fragancia.
Ella tocó el mechón de su melena. Sus ojos se llenaron de lágrimas y ella pegó su cara al suelo. “¡Ugas! ¡Mi amado Ugas!”
Rafiki puso los brazos alrededor de su cuello y la apretó contra su corazón. “Uzuri, cómo me parte el corazón ver tu dolor. Sé lo que es perder un compañero. Rezaré por ti día y noche.”
“Eres un buen amigo. Sabía que lo entenderías.”
Rafiki le dio un leve empujón y pateó su hombro. “Siempre has sido una Reina para mí. Y siempre lo serás.”
Uzuri sorbió las lágrimas y se las secó con una pata. “Hasta la madrugada.” Volvió a enterrar muy hondo su pesar, entonces salió del baobab con toda la dignidad que pudo reunir.
CAPÍTULO 35: SIEMPRE HAY SITIO PARA UNO MÁS
Rafiki conocía bien a Ugas. Demasiado bien como para no saber que su muerte iba a traer problemas. Sin saberlo Habusu acababa de liberar un trueno sobre la hierba reseca, y las noticias se propagarían como un reguero de pólvora.
Isha metió tranquilamente su cabeza en el baobab. “Rafiki, ¿tienes un momento?”
“Si, cariño.” miró a su gran y triste cara. “Apuesto a que sé para qué estás aquí”
“Eres muy perspicaz,” dijo ella. “¿Te contó Ugas algo de lo nuestro?”
“Lo hizo. Siempre te llamaba `flor´”
“Hay una historia tras ese nombre,” dijo ella. Rafiki tuvo una fuerte sospecha de que iba a oírla, así que se sentó mientras los angustiados detalles fueron fluyendo, punteados por adecuados sollozos. Él estaba genuinamente interesado, pero rezaba porque se diese prisa y se marchase antes de que llegara alguien más.
“...Y solíamos encontrarnos en nuestro sitio especial junto al río,” continuó ella. “Había una planta de jazmín allí. Él me decía que era la flor más hermosa de todas. El nombre pegaba...”
“Rezarás por él esta noche, ¿estoy en lo cierto?”
“Más que eso,” dijo ella. “Él se merece mucho más. Pero no puedo decírselo a mis otras Hermanas, Quiero decir, ninguna de ellas sabe que me estaba viendo con otro león. Me despreciarían.”
“Entiendo.”
“A Medianoche, esperaba que tú y yo pudiésemos encontrarnos en nuestro rincón especial junto a las flores. Lo entiendes, ¿verdad? Quiero decir, no puedo dejar que ese pobre y maravilloso león marche a las estrellas sin alguien que entienda lo importante que era para él que yo escuchase una hermosas palabras.”
Rafiki puso sus brazos alrededor de su cuello y le dio un abrazo. “Mi pobre y querida dama. Veremos lo que podemos hacer.”
Justo entonces Ajenti metió la cabeza. “Oh, estás con alguien más. Es que tengo una espina en la pata...”
“Mi hombro estaba agarrotado,” dijo Isha. “Ahora ya lo noto mucho mejor. Entra.”
Cojeando tan buen como supo, Ajenti esperó hasta que Isha estuvo fuera del radio de escucha.
“¡Oh, Rafiki!” dijo ella, rompiendo en lágrimas. “¡Es horrible lo de Ugas! ¿Seguramente te habló de mí?”
“Si, querida. Él fue el padre de Misha. Solía llamarte `ardilla´.”
“Cierto. Hay una historia tras ese nombre. La primera vez que nos encontramos, había una ardilla en la acacia, y...”
Justo a la vez que Rafiki se estaba sentando y se preparaba para escuchar otra historia de amores perdidos, Sarafina metió la cabeza.
“Oh, estás con alguien. Puedo volver después.”
“No, está bien,” dijo Ajenti. “Sólo acaba de sacarme una espina de la pata.”
“Tienes suerte,” dijo Sarafina. “Me ha dado un tirón en el hombro.”
Ajenti empezó a marcharse. “Si quieres comprobarlo a Medianoche, sabes dónde estaré. Por favor mira a ver si puedes estar allí.”
Rafiki suspiró. Sabía exactamente dónde estaría ella a Medianoche. Ella tendría una espina mayor en su corazón que en su pata cuando se descubriera la verdad.
Sarafina la miró hasta que se hubo marchado. Y cuando todo estuvo de nuevo en calma, cayó ante Rafiki. “¡Oh, Dios mío, tienes que ayudarme!” tartamudeó, las lágrimas rodando por sus mejillas. “¡He guardado esto enterrado en mi interior y si no lo saco me moriré!”
“¿Acabas de saber lo de Ugas? No pensaba que fuese juicioso decírtelo, sabiendo cuán cercanos erais el uno al otro.”
“¡Lo sabía todo!” ella cubrió su rostro con una pata y sollozó. “¡Por qué no me dijiste que era el esposo de Uzuri! ¡Por qué me dejaste hacer la estúpida así! ¡Es todo por mi culpa!”
“¡Querida, no seas tan dura contigo misma! Nada es culpa tuya.”
“Pero lo es, ¿¿Es que no lo ves??” le miró penetrantemente a los ojos. “¡Todo es culpa mía!” Ella añadió en un tenue susurro, “¡En ese momento estábamos haciendo el amor!”
“¡Oh, Dios mío!”
“Y cuando se estaba muriendo, creyó que yo era Uzuri. Dijo `Perdóname por haberte sido infiel. ¡Sólo te amaba a ti!´”
Rafiki bajó la cabeza mientras gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas. “¡Dime que no te dijo eso!”
“Lo hizo,” dijo ella, su corazón despedazándose. “Dios mío, ¡me siento tan desgraciada! ¡El esposo de mi propia Hermana! ¡Y yo le maté!”
“¡Tú no le mataste! La edad lo hizo. ¡Su avanzada edad, Fini! Al menos murió con alguien que le cuidaba a su lado.”
Él se le acercó y le besó la mejilla, acariciando amorosamente su cara y sus orejas. “No creas esa pequeña confesión. Él quería que Uzuri se sintiese amada, pero conozco a ese león. Él hablaba en alto de ti, y solía presumir de que tu hija tiene tus adorables ojos. Él te amaba, Fini.”
“¿Él dijo eso?”
“Si, lo juro.” La abrazó gentilmente. “Tu Hermana Uzuri y tú sois las dos hermosas, dulces e inteligentes, y tan maravillosas. Él estaba solo porque Uzuri no estaba con él. Quizá vio en ti cosas que amaba en ella.”
Ella le miró perspicazmente a través de sus lágrimas. “Sé cómo te sientes por ella. Eso es lo más hermoso que podías haberme dicho.”
“Lo digo en serio, mi vida. Cada palabra.”
Ella alzó su pata y acarició su cabeza. “Me es muy duro mirarla, sabiendo por lo que está pasando. ¿Puedes encontrarte conmigo a Medianoche en nuestro sitio especial? Quizá Aiheu sea misericordioso conmigo y me ayude a encontrar la paz interior. Mi vida no ha valido la pena vivirla desde hace semanas.”
“¿Cómo podría rechazarte, pequeña?” le dio unos golpecitos en el hombro. “Puede que me retrase unos minutos, pero allí estaré.”
CAPÍTULO 36: CENIZAS A LAS CENIZAS, POLVO AL POLVO
Uzuri llegó un poco más temprano, como en respuesta a la petición de Rafiki; él se sintió aliviado. La Líder de Caza se acercó sombríamente, ella nunca era engañosa, sólo a veces difícil de interpretar; nunca mostraba sus sentimientos en charlas o en conversaciones públicas, pero siempre lograba mostrar a aquellos a quienes quería su calidez y comprensión; y por aquel breve instante dejó a un lado su reservado carácter. Ugas estaba muerto, y Uzuri no quería que el espíritu de su amado la observara desde las estrellas sin expresar sus verdaderos sentimientos.
“¡Oh, Ugas! ¡Oh, Dios mío! ¡Mi esposo, mi amado, mi amor! ¡Ya no estás aquí!”
Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Quería rugir, pero no se atrevió a hacerlo. En lugar de ello se acurrucó en los brazos de Rafiki y sollozó silenciosamente.
“¡Era un león maravilloso! ¡Tenía un alma tan gentil y dulce! ¡El poco tiempo que pasamos juntos me hizo sentir más noble y grandiosa tan sólo por el hecho de amarlo! Rafiki, déjame decirte que para mí era más importante estar a su lado que sentir su aliento sobre mi mejilla.”
Él la besó y la acarició. “Lo sé, querida.”
“Era tan cariñoso, con una voz tan cálida como un abrazo y una caricia tan suave y cálida como los rayos del sol. Había ocasiones en que tan sólo nos recostábamos lado a lado y yo me embriagaba con el fragante aroma de su melena. Siempre me hizo sentir especial y muy hermosa. La última vez que hicimos el amor me dijo...” Las lágrimas corrieron por sus mejillas; bajó la cabeza, incapaz de controlarse a sí misma.
“¿Qué te dijo?”
“Me miró con tristeza y dijo ‘Ámame como si ésta fuera la última vez.’”
Aquellas palabras aturdieron a Rafiki, quien la abrazó con fuerza y la besó en la mejilla,
“¡Pobre pequeña! ¡Mi pobre pequeñita! El tiempo lo cura todo. Jamás volverás a ser la misma, pero aprenderás a sobrellevar la pérdida como yo lo he hecho.”
Uzuri alzó la mirada y tocó a Rafiki con su cálida lengua,
“Estaba en lo cierto. Tú sí puedes comprenderme.”
Recargó su cabeza sobre el regazo de Rafiki, quien le murmuró suavemente, “Así, mi pequeñita. Siempre estaré contigo, no sólo por esta noche. Tú lo sabes, ¿verdad?”
Las lágrimas rodaron por su mejilla al sentir el suave aliento de ella sobre su brazo y el temblor en su grande y poderoso cuerpo, rendido casi indefenso por la acuciante pena.
En aquel doloroso momento otra leona hizo su aparición-era Barata. Rafiki suspiró con pesar.
“¿Qué hace ella aquí?” inquirió Uzuri bruscamente.
“Uzuri, cariño, trata de no molestarte.”
Uzuri se aproximó a Barata, quien se sintió apenada e intimidada por la furia de la Líder de Caza,
“¿¿Estás aquí por él, no es así??”
“¿También tenía amoríos contigo? ¡No lo sabía! ¡Te juro que no lo sabía!”
“¿¿Amoríos?? ¡Él era mi esposo!”
“¡Nunca me lo dijiste!” Barata se dejó caer sobre su espalda, “¡Te juro que no lo sabía, Uzuri! ¡Jamás te habría engañado! Sólo fue una vez, y fue hace muchas lunas. ¡Oh, Dios mío! ¡Sabes que te quiero! ¡Eres mi Hermana de Manada! ¡Lamento haberlo hecho!”
Uzuri la acarició,
“Ponte en pie, amiga mía. Yo debí haber estado con él. Lo dejé solo, así que puedo entender cómo pasó.” inclinó la cabeza dudosa, “Siempre pensé que a ti no te interesaba...ya sabes...”
“Que nunca me haya quedado embarazada no quiere decir que...” Barata volteó a ver a Rafiki, “Ya sabes.”
En ese momento Ajenti asomó la cabeza por entre los matorrales. Miró a las otras dos leonas y se quedó boquiabierta, “¡Por todos los santos!”
Isha apareció por detrás de ella y miró a las demás leonas al tiempo que sacudía la cabeza,
“Sabía que no era la única, pero creo que subestimé al viejo león.”
“¡Cuidado con lo que dices de mi esposo!” le gritó Uzuri.
“¿¿Tu esposo??” exclamó Isha con asombro.
“¿¿Tu esposo??” clamó Ajenti desconcertada.
Rafiki alzó las manos y trató de dar inicio a la ceremonia,
“La muerte se ha llevado a nuestro querido amigo Ugas. Recordémoslo como un león valiente y bondadoso, con un corazón lleno de amor...”
“¡Vaya que sí! ¡Puedes repetir eso!” dijo Ajenti con un sarcástico tono.
Isha asintió,
“Él fue el padre de Bango. Debo admitir que fue un buen león-muy bueno.”
“Sí,” agregó Sarafina, “Era muy bueno, ¿verdad?”
“Sarafina, ¿tú también?”
Isha se acercó,
“¿Tú y Ugas?”
“¿Y por qué no?” contestó Sarafina, “Éramos una buena pareja. Jamás pensé que te gustara,” le dijo Sarafina a Isha, “A mí me gustan las rutinas cómodas, pero tú debes haberte vuelto loca de hacer siempre lo mismo.”
“¡Jamás hicimos lo mismo dos veces!” le respondió Isha, “¿Estamos hablando del mismo Ugas?”
“Y su sentido del humor,” agregó Sarafina, “Siempre decía los chistes más divertidos. La mayoría de ellos no me atrevería a decirlos en público, pero una vez me contó uno muy bueno sobre un elefante y un rinoceronte que os mataría de risa.”
“¿¿Chistes??” Uzuri estaba perpleja, “¿¿Aquel sombrío, poderoso y trágico león del destino contando chistes??”
Barata agregó,
“Parece ser que Ugas nos acechaba como presas. Eligió una manera distinta para cortejarnos a cada una. ¡Hermanas, nos engañó a todas!”
“Valió la pena,” interrumpió melancólica Sarafina.
“Yo aprendí algunas cosas,” agregó Isha.
Rafiki suspiró profundamente,
“Señoritas,” se atrevió a decir finalmente. Una vez que llamó la atención de las leonas bajó el tono de su voz para darle algo de dignidad a la ceremonia, “Ugas significó mucho para todas vosotras; estamos aquí para honrar su vida. Fue un padre devoto hacia su extendida familia; estaba rodeado de amor, y murió en la misma forma en que vivió, haciendo lo que mejor sabía hacer.”
“Debió haber sido ‘El Viejo Número Cuatro,’” dijo Isha, “Es mortal para un corazón débil.”
Rafiki sacudió la cabeza,
“Señoritas, no lo juzguen. Estuvo entre nosotros por un tiempo y ahora se ha ido. Debemos recordar que, independientemente de lo que haya hecho, era un pequeño de Aiheu, un león compasivo y justo, un gobernante sabio y un muy querido amigo. Todos vamos a extrañarle. Su primera esposa murió de Babesa; fue algo terrible. Su segunda esposa murió en un accidente de caza. Después de eso siempre temió comprometerse. Él era, como Uzuri ha dicho, un trágico león que sufrió mucho. El alivio que le brindasteis fue lo único que pudo alumbrar su larga y solitaria vida. Por amor fue que quiso teneros a su lado, y fue ese mismo amor lo que le hizo manteneros alejadas de todo daño. Ahora está entre las estrellas, mirando vuestros entristecidos rostros, y ya no siente temor alguno de amaros con todo su corazón.”
Todas las leonas rugieron al unísono y después comenzaron a llorar. Se abrazaron y lloraron juntas. ¡Se sentía tan bien poder compartir aquella secreta pena con una amiga!
La luna continuaba recorriendo el cielo. Las estrellas brillaban tranquilamente en un cielo claro. Una suave brisa acariciaba la hierba.
CAPÍTULO 37: LA REINA MADRE
A la mañana siguiente Uzuri convocó a las Hermanas de Manada una última vez. Ante ella yacía muerto un erizo. Mojando su pata en la sangre, tocó a Misha en ambas mejillas, dejando marcas rojas. Entonces besó a la sobresaltada leona.
“Te doy mi bien más preciado,” dijo, las lágrimas rodando por sus mejillas. A todas las Hermanas de Manada se les cortó el aliento. “He pensado mucho en lo que diría llegada esta ocasión, cuando os dejase. Al final no hay nada que pueda decir, así que os dejo en silencio. Pero jamás podré olvidar el tiempo que compartimos juntas en el acecho. Hasta siempre, Hermanas, que Dios os acompañe.”
Su mandíbula estaba temblando, sorbió las lágrimas y se dirigió hacia la distancia.
“¡No puedes hacer eso!” dijo Sarafina. “¡Te quiero, Hermana! ¿Puedes darme la espalda así?”
“No más que dársela a mis hijos. Me necesitan, cielo.”
“Entonces permíteme acompañarte hasta la frontera.”
Uzuri se recostó contra su hombro mientras caminaban. Como era su costumbre, dijo poco, pero miró fijamente a Sarafina y le limpió amorosamente las lágrimas.
“Pensé que estaríamos juntas hasta el final.” dijo Fini.
“Te visitaré,” contestó Uzuri. “Aún no me has visto por última vez.”
“No será lo mismo sin Ugas.” Era la primera vez que lo nombraba desde que la verdad salió a la luz, así que se tensó.
“No estropearé tus recuerdos de él,” dijo Uzuri. “Me alegra que encontrases felicidad. Quizá lo vuelvas a hacer.”
Antes que alcanzasen la frontera, Rafiki la encaró con Makaka a su lado. Makaka saltó sobre ella y la abrazó por el cuello.
“Avergüénzate,” dijo Rafiki. “Intentando dejar atrás a tu mejor amigo.”
“Pero debo.” dijo ella.
“No te dejaré. Me voy contigo. Al igual que Makaka.”
“¿Pensaba que decías que estabas atado a este lugar?”
“Lo estaba. Pero sólo por ti.” él miró hacia su viejo baobab y otra vez a la Roca del Rey. “Hemos pasado muchos ratos aquí, vieja amiga. Lo hemos hecho.”
Uzuri sonrió dulcemente. “Ahora me siento mucho mejor. Gracias.”
Se dirigieron al este, una extraña procesión de dos leonas y dos mandriles. Pero en el arroyo, Sarafina acarició tristemente a Uzuri, luego besó a Rafiki y Makaka. “Estoy atada a Nala, al igual que tú a tus hijos. Pero mi corazón siempre estará contigo.”
Con la tristeza por lo que dejaban atrás, los tres entraron en el agua. Pero al irse acercando la otra orilla, su sentido de aventuras empezó a empujar a un lado la pena. Si tan sólo Ugas hubiese estado allí para recibirles, la dicha hubiese inundado el alma de Uzuri como la luz del sol inundaba el amanecer. Pero en cierta manera ella se sentía más cercana a él, y sentía cierto consuelo en su pérdida.
Aún no habían acabado de cruzar el riachuelo Adhama ya le había visto a ella y había caído a sus pies. “Mi Señora.”
“Levántate,” dijo Uzuri con una insegura risa. “Nunca me he acabado de hacer a la idea de ser Reina. ¿Y cómo lo están haciendo mis chicos?”
“¡Míralo por ti misma!”
Uzuri no tuvo necesidad de llamar `Aiheu Abamani´ mientras caminaba. De hecho, como Reina Madre ella era miembro de la Manada de Kombi y libre para ir y venir adonde quisiera.
Togo y Kombi estaban fuera de patrulla en alguna frontera cuando ella llegó al Montículo del Rey. Pero pronto se vio rodeada por nube de cachorros excitados que le daban juguetones golpecitos y coreaban, “¡Zuri, Zuri!”
Ella rodó sobre su espalda y tocó su mejilla con una pata. Ellos la cubrieron, besándole la cara y acariciándola afectuosamente.
Mientras ella los acercaba y los besaba, la Princesa Amara salió con un chillido de gusto. “¡Hola, mamá! ¿Me dejas llamarte `mamá´, verdad?”
“Desde luego, Marrie.”
Amara se abrió paso entre los cachorros y la acarició. “Me alegra tanto que hayas venido. Hago todo lo que puedo por hacer feliz a Togo.”
“Estoy segura de ello.” dijo Uzuri con una sonrisa de reconocimiento.
Rafiki sonrió. Sentía cariño por Amara y le alegraba saber que amaba a Togo y se sabía correspondida por él.
“Te extraña terriblemente,” añadió Amara. “Ahora que estás, él será tan feliz. Y tú y yo seremos grandes amigas. Hay tantas cosas que quiero preguntarte, mamá. Sabíamos que tarde o temprano vendrías a vivir aquí. Me alegra tanto que haya sido pronto, antes de que los cachorros nazcan. Uzuri, deseo tanto que seas mi comadrona.”
“Nietos,” dijo ella con una sonrisa. “Bendita seas, querida.”
Uzuri miró a su alrededor. Muchos de los lugares y muchas de las gentes le recordaban el amor y la compañía de su esposo. Pero no conocía lo suficientemente bien estas tierras como para cazar en ellas como Líder de Caza. Como máximo podría ser una ayudante. Quizá la que dirigiese una batida para conducir a la presa hacia la `auténtica´ Cuadrilla de Caza. Podría aprender la tierra, pero le tomaría años, y no estaba volviendo a ser joven. Quizá fuese mejor que se dedicase a cuidar a los jóvenes y dejar la cacería a otras que lo harían mejor.
De repente escuchó un rugido. No era uno de enfado, pero era el que hacía un león macho cuando las palabras no eran suficientes.
“¡¡Togo!!”
Ella salió a la carrera. Togo se apresuró a reunirse con ella, frenando en seco y encabritándose sobre sus patas traseras y poniendo sus patas alrededor de su cuello, acariciándola.
“¡¡Madre!!”
“¡Mi muchachito! ¡Sé que ahora eres un león, pero para mí siempre serás mi cachorro! ¡Oh, te comería a besos!”
“Marrie dijo que habías venido,” dijo, sus ojos brillando como diamantes. “¡Bienvenida a casa, Mamá! ¡Oh, estoy tan feliz que podría volar como un pájaro!”
Ella lo volvió a acariciar. “¡Mi muchachito especial! Lo he oído todo acerca de Ambia y lo que hicisteis, ¡y estoy tan orgullosa!¿¿Cómo estáis??”
“¡Perfecto! ¡Nunca hemos estado mejor! Viste a Marrie, ¿no? Ahora ella es mi esposa. Vas a ser abuela pronto.”
“¡Lo sé!” Ella le besó. “Sé bueno con ella, ¿me oyes? Es una buena leona.
“¡Si señora!”
“He oído que Kombi es el Rey.”
“Si.” él soltó una risita. “Me gusta bastante esto de Príncipe Consorte, pero no quiero ser Rey. Además, ahora que Kombi es el Rey, eso le mantiene lejos de los problemas.”
Amara se frotó con todo su cuerpo contra el de su esposo de la forma que solía hacer Uzuri con Ugas. “Bueno, mi vida, ¿no vas a enseñarle a la Reina Madre su nuevo hogar? Ella puede tomar mi viejo lugar ahora que tengo una bonita y suave melena en la que acurrucarme.”
“Sé donde está mi lugar,” dijo gentilmente Uzuri. Ella trepó pausadamente lo alto del Montículo del Rey. Fue al lugar donde pasó horas hablando con Ugas acerca de las estrellas. Su esencia casi se había desvanecido, pero mientras se recostaba sobre su espalda y miraba a los cielos casi podía sentir su cálido y fuerte cuerpo a su lado. “Estoy en casa, amado mío,” murmuró. Makaka se sentó junto a ella y puso su brazo alrededor de su cuello, y los dos se sumieron en su siesta del Mediodía.
CAPÍTULO 38: EN NINGÚN LUGAR COMO EN CASA
Mientras tanto, Rafiki intentaba encontrar un lugar para él. Como esperaba no era justamente encontrar otro baobab esperándole con los brazos abiertos para que se mudase a su interior. Él necesitaba un lugar tranquilo y privado al que ir cuando quisiera pensar. Dormir en el suelo con la Manada era una noción romántica pero inviable como opción; tenía que montar toda la parafernalia que rodeaba a un chamán y pintar los iconos protectores. Además, algunas de sus hierbas podían tanto curar como matar. Tenían que estar fuera del alcance de las patitas jóvenes demasiado curiosas.
Él invitó a Makaka a ir con él, pero también contó con un número de invitados inesperados. Estaba rodeado de alborotados y bulliciosos cachorrillos. Rafiki tenía cariño a los niños, pero armaban tanto bullicio que apenas podía escucharse a sí mismo pensando. Sh´aari también les siguió, intentando controlar a los cachorros que se estaban pasando excesivamente de la raya, pero haciendo poco por detener el incesante ruido y las interminables preguntas. Y todas las preguntas típicas y tópicas salieron a la luz.
“¿Por qué tienes esas rayas en la cara?”
“¿Puedo tocarlas?”
(“Si, puedes”)
“¿Esas rayas en tu trasero sin iguales?”
“¿Puedo tocarlas?”
(“¡No, no puedes tocarlas!”)
“¿Vas a hacer algún truco de magia?”
“¡Hazlo otra vez!”
“¿Makaka es tu hijo?”
“¿Su papá y su mamá están en el cielo?”
“¿Tiene hermanos o hermanas?”
“¿Los veremos alguna vez?”
“¿Por qué vas con ese bastón?”
“¡Di algo en mandrileño!”
“¿Qué hay en el atillo?”
“¿Puedo coger uno?”
“¿Qué es ese olor?”
“¿De verdad puedes decir el futuro?”
“¿Puedo mirar yo?”
Tras la primera o las dos primeras horas así, Rafiki empezó a preguntarse si los cachorros se estaban haciendo más abrumadores y ruidosos que de costumbre, o si sólo era que se estaba haciendo viejo. “probablemente ambas,” pensó, suspirando.
Rafiki gimió al pellizcarle juguetonamente en los talones una bola de pelos y salir corriendo, riendo alocadamente. “¡Oye! ¡Ten cuidado! ¡Eso duele, pequeña gamberra!”
“¡Saieti!” dijo ásperamente Sh´aari. “Eso ha sido de muy mala educación. Ahora discúlpate ante Rafiki.”
La cachorrilla se detuvo y miró a los brillantes ojos del mandril. “Lo siento,” dijo con poca voz. “Sólo estaba jugando.”
“Lo sé, mi vida.” Rafiki sonrió y bajó para coger la cachorrilla, pero ella se alejó. “¿Qué te pasa? No voy a hacerte daño.” él miró lastimeramente a Saieti mientras la cachorrita se arrepretujaba contra el costado de la leona. “¿Qué tienes en ese lado?”
Sh´aari lamió a la temblorosa cachorrita. “Recuerdo de Ambia,” dijo. “es sólo una de las marcas que ha dejado en nuestra Manada.”
“¡Dios mío!” Rafiki se arrodilló y acarició a la joven que tenía los ojos muy abiertos. “Ya no tienes que temerle por más tiempo, chiquilla. Togo y Kombi han devuelto las cosas a su cauce, y este viejo mono ciertamente nunca te lastimará.”
Saieti miró cuidadosamente a los ojos, midiéndolo. Eso le clavó una espina en el corazón al ver una expresión de tanta sospecha en alguien tan joven. “¿Aunque me siente en tu lugar favorito?”
Él asintió. “Quizá tengamos el mismo lugar favorito, ¿eh? Entonces tendremos que compartirlo.” Buscó en su atillo y sacó un pedazo de raíz Tiko. Saieti la olfateó, inhalando la fragancia maravillosa. Su lengua salió y sus ojos siguieron su broma mientras Rafiki la iba moviendo.
“¿A quién quieres?”
“A ti, Rafiki”
“¿Y cuánto me quieres?”
“¡A puñados!”
La respuesta correcta era, desde luego, “más que a la vida”. Nunca habría otro cachorro como Taka, pero tampoco habría nunca otra cachorrita como Saieti. “¡Aceptable!”
Rafiki le lanzó la raíz Tiko y Saieti la atrapó al vuelo. La saboreó deleitada, luego la tragó. Entonces le miró y gruñó afectuosamente.
El mandril cogió a la cachorrita, besándola y abrazándola con fuerza. “¡Pobrecita! Si cualquiera intenta hacerte daño, ¡le mataré!”
Ella acurrucó bajo su mentón y ronroneó. Rendido, Rafiki empezó a sollozar, besándola repetidamente y susurrándole palabras de amor con su vieja lengua. “¿Por qué tienen ellos que sufrir?” le preguntó a Sh´aari. “¿¿Por qué los inocentes y los desvalidos?? Ella se merece mucho mas, y si pudiera quitarle esas rayas y ponérmelas yo, ¡lo haría!”
Saieti puso sus grandes patas de cachorro alrededor de su cuello y recostó su cabeza contra su hombro, un suave ronroneo cosquilleándole en el cuello del chamán.
Los pensamientos de Rafiki volaron a otros tiempo y lugares antes de la llegada de la era de la vejez y cuando todo era nuevo y fresco. Recordó alzando a Ajenti y sosteniéndola, y preguntando a su nueva esposa, “¿No es hermosa, Asumini?”
Asumini había sonreído. “Nuestros hijos también serán hermosos, como su padre.”
¡Queridísima Asumini! Fue en su día de bodas, el comienzo de un breve sueño de felicidad y paternidad. Volvió a besar a Saieti y cerró los ojos, escuchando el pequeño latido de su corazón. Pobre Asumini, pobre Penda, ¡se habían ido! Espíritus en el Reino de Aiheu separadas de él por cada pequeña respiración que hacía, por cada latido de su corazón.
Abrazó estrechamente a la cachorrita, suspirando profundamente y recordando. Entonces miró a sus ojos y la volvió a besar. “Veo la belleza de Aiheu en tu sonrisa y en cómo brillan tus ojos. Siento el calor de Aiheu en tu suave pelaje. Nunca apartes a tu Tío Rafiki, querida. Te quiero, Saieti.”
“Yo también te quiero.”
Sh´aari le acarició y sonrió, dándole un largo y lento lametón en la mejilla. “¡Oh, mira lo que le he hecho a tu barba!” Rápidamente empezó a acicalar su lado derecho intentándole devolver cierto parecido con el izquierdo.
Los ojos de Rafiki se entrecerraron y sintió una gran paz. La realización llegó tranquilamente a través de esa felicidad que siempre había estado allí--sólo que tomaba diferentes formas. “Gracias, Aiheu,” oró en silencio. “Siempre has cuidado de mí. Ahora si tan sólo tuviese mi propia casa...”
En ese momento Amara entró en escena. “He oído que necesitas un sitio para vivir,” dijo ella. “Puedes tomar mi viejo lugar. Ahora estoy con mi esposo.”
Él miró hacia arriba y suspiró agradecido. “Eso es rapidez.”
Amara guió la multitud hacia la cuevecita en el lateral del montículo. No era mucho, pero lo había convertido en la envidia del resto de leonas.
“¡Aquí está!” dijo con indisimulado orgullo. “¡Tu nuevo hogar!”
Rafiki miró dentro. Era húmedo y fresco, a pesar de que Marrie estaba haciendo un muy claro sacrificio para él.
“Mejor será que sepas que cuando llueve, el agua entra por esa gotera del techo.”
“Sellaré esa gotera,” dijo él pensando en alto. “Requerirá algo de trabajo de cuando en cuando, y quizá un poco de paja en el suelo lo hará un poco más cálido y seco. Makaka tiene un problema pulmonar, así que le dejaré este lado cuando duerma.” Pasando despreocupadamente los dedos por el pelo de Makaka, le dijo a Amara, “De normal él dormirá con vosotras si eso no es problema. Uzuri es su madre, ya sabéis.”
“¡Estaremos encantadas!” dijo Amara, acariciando a Makaka hasta que le hizo reír. “¡es tan dulce!”
“Tendremos que levantar la cama para mantenerte a salvo del agua.”
“Siento no tener nada mejor.”
Rafiki puso sus brazos alrededor del cuello de Amara. “¡Oh, cielos, es el regalo más maravilloso que nunca he recibido! ¡Gracias, querida Marrie!”
Aún así, no era exactamente la cueva de Busara...
¡El viejo Busara! ¡Cuán lejanos parecían aquellos días felices! Una vez Rafiki pensó que sería el jefe de la aldea mandril donde vivía. Entonces Busara le condujo al estado de iluminación, un favor que pagaría con su propia sangre cuando el sacerdote de la otra religión se enteró. La fiebre de convertirse en chamán le consumió y le transformó, y finalmente le envió a su tercer hogar. Se suponía que ese iba a ser su refugio final, un lugar en el que descansar el resto de sus días en amoroso servicio con su esposa e hijos y la gente de Ahadi.
La suerte no había sido tan amable. Sin esposa para consolarle, sin hijos que criar, había perdido su casa con todas sus memorias. Makaka y Uzuri era sus únicos lazos con su vieja vida. A su avanzada edad, estaba en el principio del fin.
CAPÍTULO 39: CAE LA NOCHE
A la vez que el sol empezaba a ponerse, las leonas se reunieron para la cacería. Adhama llegó y acarició a Uzuri. “Tiempo de reunirnos,” le dijo alegremente. “He esperado tanto para tener el honor de cazar contigo, Zuri.”
“Me siento halagada,” dijo ella. “Pero no estoy familiarizada con esta zona, permíteme quedarme con los niños.”
“¡Zuri, no seas tímida! ¡No esperamos que derribes a un búfalo tú sola! Tan sólo acompáñanos y aprende la tierra esta noche.”
“Quizá mañana,” dijo Uzuri. “Buena caza, Hermana.”
Adhama asintió, y antes de que se marchara añadió. “No te acostumbres. Espero verte en acción ahí fuera.”
“No lo haré.” sonrió Uzuri y acercó un adormecido cachorro hacia ella.
Adhama asintió y se alejó silenciosamente, desvaneciéndose en la oscuridad. Desde otro matorral, Makaka emergió, tarareando una cancioncilla para él a la vez que deambulaba. Suspiró y deslizó los brazos alrededor del cuello de Uzuri, abrazándola.
Ella le sonrió y le dio un beso con su cálida lengua. “¿Un día ajetreado?”
“¡Una semana ajetreada!” se recostó a su lado, descansando la cabeza sobre el costado de ella. “¡Hemos ido por todas partes! Rafiki ha encontrado este sitio verdaderamente perfecto para instalarnos en él. Es un poco húmedo, a pesar de todo” bostezó con ganas. “Tendremos que cortar hierbas y rellenar goteras. La humedad le lastima las articulaciones, ya sabes.” su voz se fue apagando hasta un murmullo mientras lentamente agachaba la cabeza, durmiéndose.
Uzuri continuó acicalándolo ausente, dándole vueltas a eso en la cabeza. ¡Después de todas las veces que le había frotado su hombro agarrotado sin la más mínima queja! ¡No tenía ni idea de que le doliesen las articulaciones!
Finalmente el calor de Makaka y del resto de cachorros le fue hundiendo y se fue adormilando lentamente, la cabeza aún erguida y las orejas alerta contra cualquier presencia desconocida. No mucho después detectó las familiares pisadas de Rafiki a la vez que él pasaba fácilmente a través de las hierbas hacia ella; su distintivo paso apenas se escuchaba antes de que ella volviese a relajarse.
Muy silenciosamente, Rafiki se agachó hasta su rostro y aún más suavemente puso un beso en su mejilla. Le susurró, “No hay nada que no haría por ti, chica. Si esto no lo prueba, no sé qué lo hará.”
Uno de los ojos de ella se abrió y le miró.
“¡Oh, no quería despertarte!”
“Todo está bien.” ella le dio unos golpecitos con su pata y le guiñó el ojo. No lo tuvo que pedir dos veces--él se sentó a su lado. “Pareces tenso. Relájate.” Movió su pata y controlando su gran fuerza con fineza, empezó a frotar la espalda y los hombros del mandril. “Necesitas relajarte. Este día ha sido muy duro para ti.” Cuando ella escuchó de él un gruñido de alivio, supo que había encontrado la fuente de su dolor y se concentró en relajarlo. Toda destreza de la que carecieran sus patas era suplida por su gentil persistencia. Y sólo cuando Uzuri estuvo satisfecha con los resultados le dejó. “Si vuelves a sentirte tenso, vuelve.”
“Lo haré,” dijo él, besando su frente. “Gracias.”
Uzuri logró estar despierta hasta el regreso de la Cuadrilla de Caza. Ella tenía un importante trabajo que hacer, pero estaba inquieta y se preguntaba qué se estaría perdiendo del acecho. También se preguntó si sus propias Hermanas de Manada estaban haciendo lo mismo, y si habrían abatido algo. Miró en la dirección de la Roca del Rey y suspiró.
Cuando las leonas volvieron victoriosas, despertó a los cachorros y compartió su primera comida con su nueva familia. Desconociendo bastante de casi todas, escuchó fragmentos de cotilleos y de charlas intranscendentes que le sonaban sólo distantemente familiares. Como resultado dijo muy poco.
Esa noche cuando finalmente se recostó para dormir, vez tras vez en sus sueños revivía la partida de entre sus Hermanas de Manada.
“Te doy mi bien más preciado. He pensado mucho acerca de lo que diría llegada esta ocasión, cuando os dejase. Al final no hay nada que pueda decir, así que os dejo en silencio. Pero jamás podré olvidar el tiempo que compartimos juntas en el acecho...”
Ese era el quid de su cuestión. Ella nunca podría olvidar el tiempo que compartió con ellas en el acecho. ¿Volvería a ser feliz alguna vez? ¿Tenía derecho a supeditar a Rafiki y Makaka a este lugar?
CAPÍTULO 40: ELIGIENDO UN CAMINO
A la mañana siguiente Rafiki se dejó caer a su lado animosamente pero un poco brusco. “¿Cómo has dormido?”
“Bien.”
“Ah, ah...” miró a su polvoriento y desaliñado pelaje. “Eso está bien.”
Makaka se llevó a un lado a Rafiki. “No. Ha gemido y ha dado vueltas toda la noche. No es feliz aquí. Le he oído llorar. ¡Rafiki, quiero irme a casa! Tengo amigos aquí, pero éste no es lugar para nosotros.”
Rafiki suspiró y recorrió el camino hasta ella. “Dime, cariño, ¿te gusta este lugar?”
Uzuri pareció pensativa. “Si... ¿Pero no te parece que he dejado a mis Hermanas en la estacada?”
“No. Se tendrán que adaptar si de verdad quieres permanecer aquí. Hay que admitir que no será fácil.”
“¿Así que crees que mi lugar no está aquí?”
“No he dicho eso.”
“Bien, ¿y qué HAS DICHO?”
“He dicho--y vuelvo a decirte--que no puedo elegir tu camino. Debes ir donde el corazón te lleve.”
Ella tuvo un estremecimiento. “Espero que no te sientas decepcionado, pero mi corazón me dice que debo volver a la Roca del Rey.”
Rafiki volvió a la vida. “¡Cogeré mis cosas!”
“Pero tengo que despedirme.”
“Desde luego. Pero si lo haces rápido, podemos estar de vuelta a tiempo para la cacería de esta noche.” Él la abrazó con fuerza. “¡No podemos tenerte infeliz, querida!”
Esa tarde, un artículo de su fe se hizo realidad para ella. El dolor era en verdad el hermano del placer, y amando a Ugas y a su Manada ella se había abierto al dolor de las despedidas. Y allí era donde sus hijos iban a quedar atrás en el Reino de su esposo muerto. Pero como Aiheu había dicho a todos los que se atreviesen a amar, por el placer merecía la pena el dolor--le había dado nobleza y belleza interior que brillaban con fuerza en sus ojos avellanados.
Makaka estaba impaciente por marchar, esperando caminando en círculos soportando la demora mientras Uzuri y Rafiki acariciaban a cada cachorrita y hablaban con cada leona.
Los hermanos insistieron en escoltarles hasta la frontera, y a Uzuri le alegró la compañía.
“Nos visitarás, ¿verdad?” preguntó Togo.
“Desde luego que sí, si el Rey me lo permite.”
“El Rey insiste,” dijo Kombi. “Oh mira, puedo ver el arroyo desde aquí.” La tristeza tras su sonrisa era obvia para ella y le acarició.
“No hay arroyo lo bastante profundo y ancho para mantenernos separados,” dijo Uzuri.
Alcanzando la orilla, no pudo sino sentir que su corazón se hundía al detenerse sus hijos en la frontera. Besó a cada uno en la mejilla, inhalando su esencia y labrándola a fuego en su memoria. “¡Estoy tan orgullosa de los dos!” Y vuestro padre también, lo sé.
Kombi la acarició una última vez, luego dio un paso atrás. “Aiheu Abamani, Madre. Cuídate.” le ofreció su despedida, luego se unió a su hermano mientras ambos se volvían y se dirigían a casa. Uzuri les vio marcharse, entonces se volvió despacio hacia su propia casa que descansaba brillando en la distancia como algo salido de un sueño.
Los tres chapotearon por el agua, entonces volvieron a ponerse de pie sobre su antiguo territorio. Sin mirar atrás, Uzuri guió a Rafiki y Makaka a través del lugar donde los jóvenes Sarabi y Taka solían jugar. Pasaron a través del campo donde Ahadi recostó su febril cuerpo hasta la muerte junto a su amada Akase. Pasó el lugar donde Misha había logrado su Primera Muerte y donde hizo el amor con Tanabi la primera vez. Vio el lugar donde Pipkah se arrastró a morir tras la gran batalla. Soltó una sonrisa al pensar en los engaños que le preparó y en los que cayó. Quizá aprendió un poco de humildad al final--quizá encontrara la paz.
Llegaron al baobab de Rafiki poco antes del anochecer. Los matices rojizos brillaban en sus mejillas al entrar de nuevo en su antiguo hogar, cada rama y cada nudo en la madera llamándole como un viejo amigo. Trepando, recorrió gentilmente con las yemas de los dedos las runas pintadas en el tronco, siguiendo gentilmente el trazo sobre el Ojo de Aiheu. Recorriendo el camino hasta la ahuecada alcoba donde guardaba sus cosas, fue a meter en su interior el atillo de las medicinas--y se detuvo, sacando un diente de marfil, tan querido y conocido como uno de los suyos.
Rafiki lo apretó en la palma de su mano, sintiendo el calor de su cuerpo siendo robado al escuchar la gentil voz de Ahadi en sus oídos. “¿Dónde has estado, viejo bribón?”
“En la tristeza,” dijo él. “Pero he vuelto para quedarme.” Se estremeció con una honda inspiración, el olor de miel silvestre envolviéndole mientras se arrodillaba y daba gracias.
En un momento se alzó y se paseó hasta donde estaba Uzuri. Se unió a ella, poniéndose a su lado y pegándola a él mientras ambos miraban a través de las tierras a la difusa silueta de la Roca del Rey. Uzuri le miró, una sonrisa apareciendo en su rostro al ver la expresión de paz en su rostro. “Creo que hicimos lo correcto.”
“Por una vez no puedo discrepar.” él sonrió de oreja a oreja. “Pero mejor será que te apresures, ya es la hora de la cacería, ¿no?”
“¡Oh!” Ella ronroneó, frotando su mejilla contra la de él. “¡Gracias Rafiki!” Descendiendo cuidadosamente salió, los años parecían quedar atrás mientras volaba sobre la savana alegremente, cada marca en el suelo le provocaba nuevos sentimientos de felicidad en su corazón. Cuando estuvo cerca de su hogar, detectó una esencia familiar y corrió desbocada hacia ella, una beatífica sonrisa iluminando sus facciones. Saliendo de golpe de la hierba, llegó hasta una leona que había estado olfateando el suelo a su alrededor, tirando a la sobresaltada criatura al suelo. “¡¡Fini!!”
“¿Uzuri? ¡Dios mío! ¡Has vuelto!” Sarafina abrazó a su hermana con sus patas delanteras, acariciándola en medio de una risa de dicha y gozo. “¡Alabado Aiheu!”
Uzuri se levantó y atusó su pelaje mientras las demás leonas salían a su alrededor, exclamando ante su aparición. “Me apetece una buena cacería. ¿Es demasiado tarde?” Ella miró ilusionada a las otras, viendo los rostros felices de su infancia, las viejas amigas que habían cazado siempre a su lado, su mirada finalmente posándose en la que había entrenado desde cachorrita. Uzuri asintió a Misha. “¿Me aceptas? Os asistiré en la posición que me otorgues.”
Misha negó con la cabeza. “Sólo hay una posición que puedo darte.” Caminó hasta los esquilmados restos de la última cacería de la Manada, arrancando una pequeña sección de su lado. La dejó a los pies de Uzuri, entonces apretó su pata contra el interior de la piel, empapándose de la sangre que quedaba.
Los ojos de Uzuri se llenaron de lágrimas a la vez que Misha ponía su pata sobre las mejillas de la leona más mayor. “Te daría mi más preciada posesión, pero él está prometido a mí. Así que te daré esta” La besó. “Bienvenida a casa, Líder de Caza.” Se sentó y la miró atentamente. “¿Adónde nos llevarás?”
“Pradera oriental,” dijo Uzuri lacónicamente. “Maniobra de la media luna, Isha a la izquierda, Sarabi a la derecha, y chicas, dadnos apoyo desde el wadi al norte. Es bueno estar en casa...”
Estaba en una extraña forma. Mataron un búfalo de agua y tuvieron un festín extraordinario, volviendo hacia casa en las primeras horas de la mañana con las panzas completamente hinchadas y satisfechas sonrisas a por todas partes. Mientras se recostaban para dormir, escuchó a Simba lanzando un rugido final que proclamaba su Reinado una vez más. Y en la moribunda noche, escuchó las respuestas de sus hijos, su orgullosa llamada trayendo una sonrisa a su rostro mientras se sumergía en pacíficos y hermosos sueños.
CAPÍTULO 41: SIN DESHONOR
Uzuri se deslizó silenciosamente hasta la presencia de Rafiki. No había necesidad de preguntarle qué era lo que ella quería. Rafiki sonrió y puso sus manos sobre el omóplato de ella, frotándolo en círculos, entonces extendiéndolos como ondas en un estanque, relajando las articulaciones y calentando los músculos. Ella gruñó de placer mientras el mandril trabajaba su pata hasta el hombro, descargando la tensión.
“¿Cómo te va la raíz Garu?”
“Me ayuda,” dijo ella con cierta reserva.
“¿Pero no tanto como solía?”
“No tanto.”
“Entiendo.” Rafiki negó con la cabeza.
Uzuri le miró preocupada. “¿Qué ocurre?”
“Oh, te disgustarías conmigo.”
“No, nunca.”
Rafiki tomó algo de raíz Garu y empezó a machacarla con una piedra plana. “No es nada en realidad. A veces pienso en voz alta, y tú lees demasiado en ello.”
“Si no me lo dices, TE PROMETO que me disgustaré.”
Rafiki suspiró. “No es tu salud, vieja amiga. Sólo estaba pensando en algo que me pasó cuando Simba volvió. Minshasa vino a mí esa noche mientras padecía por Taka.”
“Así que después de todo estuviste allí.”
“Si. No dejas de querer a alguien sólo porque te hiciera daño.” Él cambió al otro lado y empezó a frotar el omoplato de la leona. “¿Te sientes mejor?”
“¿Y bien? ¿Qué te dijo ella? ¿Voy a tener que sonsacártelo palabra a palabra?”
Rafiki sonrió. “¡Siempre tienes prisa!”
“¡Rafiki!”
“Vale, vale,” Se rascó la cabeza incómodo. “Estuvimos hablando, y me preguntó qué quería de recompensa por mis servicios. Y creo que miré al suelo al cuerpo de Taka y pensé en toda la gente que he querido que he tenido que ver morir uno a uno. Quizá eso fuera lo que me pasaba por la cabeza.”
“¿Y?”
“Y dije que quizá me gustaría un amigo que siempre estuviese a mi lado, alguien por el que no tuviera que preocuparme el perderle. Alguien que fuera mi amigo en este mundo y en venidero.” Una tímida sonrisa mezcla de orgullo y vergüenza se dibujó en su rostro. “Ella dijo, `podría ser Uzuri.´”
Uzuri sonrió. “¿Era eso?”
“Casi. Ella me dijo que su regalo sería que ambos muriésemos el mismo día.”
Uzuri lo miró a los ojos con un mirada penetrante. “Te ofreció un regalo, ¿y elegiste ese?”
“Te dije que te disgustarías.”
“No estoy disgustada. Sólo--bueno--sorprendida por ti. Hay tantas cosas que podrías haber pedido.”
“Eso era lo que quería entonces, y es lo que quiero ahora. ¿Pero sabes algo, vieja amiga? Tengo tantas cosas por hacer. Debo entrenar a Makaka antes de reunirme con mis padres. Debes cuidar de él. Sigo poniéndote parches de más tareas y lágrimas.” Volvió a negar con la cabeza. “Me alegra que estés de vuelta adonde perteneces, ¿pero por qué has vuelto como Líder de Caza? Misha es excelente para alguien de su edad. ¿No te gustaría vivir para verla progresar? ¿Por qué no lo haces esta noche?”
“¡Pero Líder de Caza es lo que soy! Si no lo fuese, ¿qué sería?”
“Eres tantas cosas, todas ellas muy especiales para mí. Sigue adelante con la caza si es lo que debes hacer, pero aceptas sus riesgos. Quiero decir, cada vez que asfixias a un herbívoro, tiemblo de miedo.” Apartó las manos del hombro y le acarició amorosamente bajo la barbilla, las yemas de sus dedos recorrieron sus mejillas. “Me gusta esta cara como es,” dijo solemnemente. “Ya casi tienes una cicatriz en el puente de tu nariz y ese cortecito bajo tu mejilla, y ese pelado tras tu oreja de aquella gacela...”
“Gracias por recordármelo,” dijo Uzuri un poco indignada.
“¡Oh, Dios mío, escúchame!” Él empezó a gesticular salvajemente. “¡Cada vez que estás ahí fuera estoy muerto de miedo! No puedo soportarlo cuando te hieres en una cacería. Cada vez que te hieren, una parte de mi corazón muere.”
“No seas tan melodramático.”
“¡Oye tú, escúchame! Avina era tan buena como tú, pero Dios, el horror de su cara, ¡el horror! ¡Nunca olvidaré esa cara mientras viva! Puedo ver eso ocurriéndote a ti. ¡Tengo pesadillas contigo!” Puso sus brazos alrededor de su cuello y esperó un momento a que su corazón se serenase. Entonces inspiró profundamente, dejando ir el aire despacio, y empezó a hablarle paternalmente. “Sé que todos tenemos que morir alguna vez, pero no quiero que estés asustada o malherida cuando mueras. NO quiero que expires de esta vida con las costillas hundidas como Beesa.” La besó en la mejilla y le dio un golpecito. “Cuando llegue el momento, quisiera que recostases la cabeza en mi regazo y te durmieses tranquilamente. Te daría algo para el dolor. Entonces esperaría hasta que Minshasa viniera a por los dos. Quiero que digan que nos encontraron juntos.” Rafiki se giró aprisa, secándose las lágrimas. “Voy a ponerte la raíz Garu.”
“¿Rafiki?”
El mandril no se giró. Empezó a empapar la raíz Garu en agua. “Sólo será un momento.”
“Rafiki, si crees que es lo mejor para Makaka que me retire lo haré. Eres quien le debe entrenar, y no puedo ser tan egoísta como para arriesgar sus oportunidades. Y Misha será una magnífica Líder de Caza. Seguro que lo entenderá.”
Rafiki tomó un profundo aliento y lo dejó ir. “¿Por favor, Uzuri?” “Lo haré. Por Makaka.”
“¡Oh, gracias a Dios!” Rafiki se inclinó y empezó a llorar incontrolablemente. “¡Gracias, Dios mío! ¡Gracias!”
Uzuri se le acercó tranquilamente y le acarició
CAPÍTULO 42: NOSOTROS CUATRO
Uzuri, habiendo prometido cuidar de Elanna, está jugando con Makaka cuando súbitamente Makaka dice, “Nos están observando.” Por entonces ellos están cerca del baobab.
“¿Estás seguro?”
“Si, Uzuri.”
“¿¿Dónde están??”
“es una leona. No la conozco, pero ella te conoce. Viene de...” Empezó a escanear una pequeña región de la maleza y los árboles al borde de la savana. Como si supiese que el juego hubiese terminado, Elanna dejó de acechar y salió al claro.
“¡Lannie! ¡Pensaba que estabas muerta!” Uzuri empezó a acercarse.
“¡No me hagas daño!” Dijo Elanna, retrocediendo.
“Cielo, no voy a hacerte daño. Soy tu amiga, ¿recuerdas?”
“Bueno, esperaba que no me harías daño.” Ella llegó hasta Uzuri y la acarició desesperadamente, “¡Oh, Uzuri, he estado tan sola!”
“Ya no, querida. Ya no.”
“Pero no puedo regresar. Las demás--me odian. Lo sé. Nunca me dejarán estar aquí.” Empezó a llorar. “¡Uzuri, ya no sé qué hacer! He estado sola durante tantísimo tiempo. ¡Ya no lo puedo soportar! Intenté unirme a la Manada de Mabongo pero su esposa está locamente celosa. ¡Intentó matarme!”
“¡Oh, mi vida!” Uzuri la volvió a acariciar.
“Fue en la cacería. Dijo que fue un accidente, ¡pero yo sé que pasó! ¡Casi acabé como Avina!”
“¡Pobre!” Acarició la mejilla de Elanna con su pata. “Recuerdas a mis hijos Togo y Kombi, ¿verdad?”
“Si. ¿Cómo están?”
“Bueno...Kombi es Rey y Togo Príncipe Consorte.” Uzuri sonrió. “Su padre murió, pero su muerte les dio una nueva vida. Vida que es como el viento--si no te gusta de dónde sopla, espera y cambiará.” Besó a Elanna en la mejilla. “Les alegrará admitirte, querida.”
“¿De verdad?”
“Si, y podrías volver a tener un nuevo comienzo...” Frunció el ceño. “¡No! Tu hogar es este, y vas a volver conmigo adonde perteneces.”
“Pero todas ellas me odian. Nunca me perdonarán el casarme con Taka.”
“Yo creo que lo harán. ¿No quieres volver a ver a tu hermana Sarabi?”
“¡Oh, Dios mío, lo daría todo por verla! ¡Pero nunca funcionará!”
“No quiero que des nada--excepto un pequeño esfuerzo por confiar en mí y volver. Dale una oportunidad, DATE una oportunidad.”
“Pero encontrarlas a todas sola...”
“No estarás sola. Estaré contigo.”
“¿Por qué eres tan buena conmigo?”
“Porque te quiero, y porque le prometí a Taka que cuidaría de ti del mismo modo que me pediste que lo hiciera por él”
“¿Cómo está? ¿Qué le pasó?”
“Murió como un verdadero león. Habrías estado orgullosa de él.”
“Eres buena, Uzuri. Tan buena conmigo. Si somos nosotras dos, le daré la oportunidad. No puede doler.”
“Nosotros tres.” dijo Makaka.
“Nosotros cuatro,” sentenció Rafiki. El mandril puso sus manos alrededor de Elanna en un fuerte abrazo. “Primero Simba vuelve de la muerte. Ahora mi Lannie. “Dios ha sido generoso.””
Con valor, con esperanza, los cuatro se dirigieron a la Roca del Rey.
EPÍLOGO
Makaka miró ansiosamente hacia la boca de la cueva. No estaba acostumbrado a estar excluido de la presencia de Uzuri, pero Uzuri había tenido unas pocas palabras con Rafiki a solas. Y vale que ella era mayor y tenía dolores, Makaka estaba habituado a proporcionarle cada capricho cuando fuera posible. Luego planeó sacar de su corazón muchas cosas--eso es, si podía encontrar por dónde empezar.
El último brote de fiebre de ella no había estado yendo bien, y él se resentía de cada momento que no estaba con ella. Anasa trataba de consolar a su esposo también como ella podía, pero a pesar de que ella era una reconocida chamán por derecho propio, no podía hacer milagros. Y ella pensaba que haría falta un milagro para devolver la sonrisa al rostro de él.
Gur´bruk y Kambra llegaron a la cueva y fueron admitidos al momento. Rafiki les urgió a que entrasen como si estuviesen siendo esperados, pero le pidió a Makaka que fuese paciente por un poco más. Makaka volvió con Anasa con un pequeño rubor de enfado empañando sus ojos.
En el interior de la cueva, Rafiki se sentó reclinado por la edad. En su regazo estaba la cabeza de Uzuri. Ella era demasiado vieja y enferma como para fingir por más tiempo, y cuando Rafiki puso su mano en su mejilla y la acarició, ella tomó las yemas de sus dedos en su boca y le dio un gentil apretón entre sus colmillos. Las lágrimas llenaron los ojos y el alma de Rafiki.
“Gur´bruk, Kambra, ¿podéis esperar un momento?” Susurró pesadamente Uzuri. “Sed educados y no escuchéis, ¿vale?”
Las hienas asintieron respetuosamente y fueron a sentarse en la esquina. Uzuri miró a Rafiki. “¿Mi vida?”
“¿Si, querida?”
Una lágrima empezó a rodar por la mejilla de ella. “Debe ser duro amar a alguien del modo que lo has hecho conmigo y sentirte tan desamparado.”
“¿Qué?”
“No intentes fingir conmigo. Una hembra sabe esas cosas, tanto si es un león como un mandril” Una sonrisa se dibujó en su rostro. “Pensé que eras tonto, queriendo morir conmigo. Entonces no lo entendí. No eras tonto, para nada. Sólo estabas enamorado.”
“No puedes morir, mi vida. No debes pensar en la muerte.”
“Ahora ESTÁS siendo tonto.” Ella tosió tan ásperamente que todo su cuerpo se convulsionó. “No te preocupes, mi buen amigo, la muerte no es otra cosa que la puerta hacia el mundo del Ka, y la atravesaremos juntos. Te esperaré al este. Entonces estaremos juntos para siempre.”
“Para siempre,” dijo Rafiki, sus lágrimas goteando sobre la mejilla de ella. “Eso ha sido algo muy largo para decirlo de una sola vez.”
“He estado practicando.” Ella volvió a toser, esta vez más débilmente. “Quizá las cosas no sean tan diferentes en el otro lado.”
“¿Cómo te sientes, vieja amiga? ¿Te han ayudado algo las hierbas?”
“No te puedo decir,” ella jadeó. Su rostro se nubló por el dolor. “¡No, no lo hicieron! ¿No tienes nada más fuerte?”
Rafiki alzó la mirada, desamparado. “¿Kambra? ¿Gur´bruk?”
El viejo Gur´bruk llegó y la miró profundamente a los ojos. “¿De qué color son mis ojos?”
“¿Acaso no lo sabes?”
“Vamos, Uzuri. ¿De qué color son?”
“Bueno...avellanados. No, marrón verdoso...o verde. Si, verde. ¿O es la luz aquí? No, parecen azules.”
“¿Azules?”
“Si, Azul cielo. No, ahora hay nubes y... ¡es el cielo!”
Rafiki le acarició la cabeza amorosamente. “¿El cielo?”
“Si¡¡Puedo ver las nubes moviéndose!”
Gur´bruk sonrió. “¿Hay pájaros en el cielo, querida?”
“Uno rojo. ¿Puedes verlo, Rafiki?”
“Si.” Se limpió las lágrimas rápidamente y empezó a acicalar su hombro y su brazo mientras aún había tiempo.
“Ese pájaro rojo es tu dolor,” dijo Gur´bruk. “Se aleja volando. ¿Puedes ver cómo se aleja volando? ¿Cada vez más y más lejos?”
“Si.” la mandíbula de ella tembló. “Si, se está yendo. Gracias a Dios, al fin se está yendo. Finalmente... ¡Oh, mira, es Ugas! ¡Ugas! ¡Mi amado vuelve a por mí! A vuelto a por...” su aliento cesó.
Gur´bruk alzó la mirada, con el corazón destrozado. “Rafiki...”
“Lo sé.” El mandril tocó la mejilla de Gur´bruk y acarició el cuello de Kambra. “Necesito un momento con ella. Por favor, dadme eso, pero no le digáis a Makaka que está muerta. Quiero decírselo yo.”
Gur´bruk encontró a Makaka aún sentado ansiosamente a la entrada de la cueva esperando por una palabra. Una palabra sobre ella.
“¿Cómo está?”
“Descansa en paz.” dijo Gur´bruk.
“Bueno, ¿se va a poner bien?”
Kambra acarició a Makaka. “Pregúntale a Rafiki. Pero yo no entraría aún--está muy ocupado.” Se escabulló con Gur´bruk, ansiosa por estar fuera de la cueva antes de que las lágrimas empezasen.
Makaka se giró hacia Anasa. “Sé que Rafiki era cercano a ella, pero yo también. Dime si me equivoco, pero creo que debería estar ahí dentro. Quiero decir, esos dos han entrado.”
“Vinieron a ayudar,” dijo Anasa firmemente. “Deberías mostrarles respeto.”
“Lo siento.” Él la abrazó. “No se lo que haría si se muriera. Realmente no lo sé.”
Mientras, Rafiki le cerró los ojos a Uzuri y gentilmente los selló con una gotita de resina Dwe´dwe. “Debes aparecer hermosa, vieja amiga. Tu hijo viene a verte una última vez.”
Empujó las garras dentro otra vez y plegó suavemente sus orejas hacia atrás. Gentilmente puso su lengua entre sus dientes y cerró su mandíbula, sujetándola con una pata como si sólo estuviese dormida. Entonces del estuchito alrededor de su cuello tomó algo de Silverleaf y la frotó entre sus manos, acariciando amorosamente su pelaje mientras se lo aplicaba junto con sus lágrimas. “Quiero que huelas bien, vieja amiga. Ojalá tuviera jazmín--era el favorito de Penda. Ahora, estás presentable.”
De repente empezó a sollozar. “¡Oh, Dios mío, siempre fuiste hermosa conmigo!” le levantó la pata, dándole un suave apretón, besándola y sosteniéndola contra su mejilla. “¡Uzuri, mi hermosa Uzuri! ¿Recuerdas nuestro primer encuentro? ¿Cuán jóvenes éramos? Pronto volveremos a ser los dos frescos y jóvenes, mi amada. Tu hombro nunca más volverá a estar agarrotado.” Dejó su pata y gentilmente recorrió con las yemas de sus dedos su hombro malo. “Apuesto que la mitad de las veces no te dolía, pequeña tramposa. Sólo querías mi atención.” Las lágrimas rodaban por sus mejillas. “Nunca me importó. Nunca. Ni lo más mínimo. Nos entendíamos tú y yo.”
Makaka se sentó presto a salir corriendo hacia el interior por algunos minutos más, pero lealmente no se movió ni un centímetro. No le importaba si le llevaba días.
“¿Rafiki?” le llamó. “¿Puedo entrar ahora? ¿Me verá ella?”
El viejo mandril salió de la cueva. Tenida una aliviada expresión en su rostro, y Makaka soltó un suspiro. “¿Buenas noticias?”
Rafiki dijo, “Si. No más dolor. Ha terminado.”
“¿Tan pronto? ¡Eres un genio, Rafiki! ¿Cómo lo hiciste?”
Viendo que Makaka no había entendido, Rafiki dijo, “Ha terminado. Para bien.”
“¿Terminado?” Makaka le empujó a un lado y corrió hacia el interior de la cueva. “¿Madre? ¿¿Madre??”
En la oscuridad, encontró el cuerpo de Uzuri aún caliente. Instintivamente comprendió la verdad. “¡Oh, Dios!” Cayó sobre su cuerpo, acariciando su cuello y besando su quieto rostro. “¡Madre! ¡Oh, Dios! ¡NO me dejes! ¡Vuelve, Madre! ¡No me dejes!”
Makaka sintió la familiar mano de Rafiki en su hombro. “Hijo, era su momento. Vivió una larga vida. Fue feliz. Fue amada. Deberías recordar el bien que hizo y alegrarte.”
Makaka le miró en la oscuridad. “¿Cómo puedes decir eso como si nada? ¡Creía que la querías tanto como yo! ¡Creía que era tu amiga!”
Rafiki le miró, una suave sonrisa en su rostro y una luz en sus ojos que hacían que su sincero rostro luciera absolutamente hermoso. “Quizá sepa algo que tú no. Quizá tu madre no está por ahí fuera en algún sitio.” Le dio unos golpecitos en la mejilla. “Quizá aún siga aquí.”
Las lágrimas llenaron los ojos de Makaka y estrechó al delicado mandril entre sus brazos. “Lo siento, no lo decía en serio.”
“Lo sé.”
“Yo también tengo un padre. Le quiero y no quería lastimar sus sentimientos.”
“Sigue hablando así y LLORARÉ.” Rafiki le besó en la mejilla. “Ahora debo irme, hijo mío. Estate aquí con tu madre y reza por ella, entonces coge a Misha y a Swala y que te ayuden a llevarla. También les dirás que lo digan a las demás y al Rey.”
“¿Adónde vas?”
“Me voy de viaje. He tenido que retrasarlo por Uzuri, pero ya no puedo esperar más. Cuídate, hijo mío. Puede ser un viaje largo.”
Rafiki dejó la cueva sin mirar atrás. No quería que Makaka supiese que era la última vez que se encontraban en este mundo.
Anasa le estaba esperando. “¿Aún no lo sabe?”
“No. Y recuerda lo que hablamos.” Rafiki besó su mejilla. “Espera hasta la luna llena, entonces dile que Zazú me encontró en el montículo de los elefantes.”
Ella trazó un círculo alrededor del ojo de Rafiki y le tocó la barbilla. “Aiheu Abamani.”
“Aiheu Abamani,” dijo él, tomando su mano y besándola. “Ahora nada de lágrimas. Debes ser fuerte en este trance. Cuídale por mí. Y recuerda, ni una palabra.” Rafiki tomó el estuchito con el pelaje de Mano y lo puso alrededor de su cuello. “Dale esto después. No lo necesito allá donde voy.”
El viejo mandril tomó sus cosas y se dirigió al este. Miró al frente, no a los árboles, ni siquiera la horizonte, más allá del sol y la luna, donde le esperaba Minshasa.
Ven gentil noche, entrando furtivamente entre las hierbas;
El sol se hunde poco a poco en el cielo,
Las estrellas tintinean en los cielos
Y puedo sentir que Dios está ahí.
Mi camino se acorta, mi hogar se acerca;
Pronto me estaré recostando para descansar.
No llores, pues es Aiheu quien me llama
Y encontraré un lugar entre los bendecidos.
FIN