Publicado en
junio 27, 2010
I
El sueño se fue disolviendo; parpadeó cuando un destello de luz artificial le hirió. La luz provenía de tres anillos que estaban sobre la cama, a mitad camino del cielorraso.
—Disculpe si le he despertado, Sr. Stafford —La voz del hombre venía de más allá de la luz—. Es Joseph Stafford, ¿verdad? —Entonces, hablando a alguien más, oculto, la voz continuó—: es una lástima despertarle... alguien que no lo merece.
Stafford se sentó y dijo, con la voz enronquecida:
—¿Quién es?
La cama crujió y un círculo de luz se puso más abajo. Uno de ellos se había sentado.
—Estamos buscando a Joseph Stafford, de nivel seis, piso cincuenta, que es... ¿cómo se dice?
—Experto en reparaciones de computador clase GB —dijo un acompañante.
—Sí, un experto, por ejemplo, en esos dispositivos nuevos de almacenamiento de plasma fluida. Tú puedes arreglar uno roto, ¿verdad Stafford?
—Seguro que puede —dijo otra voz, calmadamente—. Es por eso que está considerado en reserva —explicó—. Esa segunda línea de vídeo-fono que cortamos lo hacía... le mantenía conectado directamente con sus superiores.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde el último llamado, experto? —preguntó la primera voz.
Stafford no respondió; buscó debajo de la almohada, tanteando la pistola Sneek que generalmente tenía allí.
—Probablemente no ha trabajado desde hace tiempo —dijo uno de los visitantes con linterna—. Probablemente necesita el dinero. ¿Necesitas dinero, Stafford? ¿O qué necesitas? ¿Disfrutas arreglando computadores? Es decir, serías un tonto redomado si te conectas en esta línea de trabajo y no te gusta... estar veinticuatro horas en reserva así como estás. ¿Estás bien? ¿Puedes arreglar cualquier cosa, sin importar qué ridícula sea ni dónde esté, que le suceda a nuestro programador militar Genux-B? Haznos sentir bien, ¿eh? Di que sí, ¿eh?
—Yo... tengo que pensar —dijo Stafford con voz espesa. Todavía buscaba su pistola, pero la había perdido; sentía su ausencia. O tal vez se la quitaron antes de despertarle.
—Te diré algo, Stafford... —continuó la voz.
Interrumpiendo, otra voz dijo:
—Sr. Stafford. Escuche. —El círculo de luz más alejado también descendió su posición; el hombre se había inclinado sobre él—. Salga de su cama, ¿de acuerdo? Vístase y entonces le llevaremos hasta donde necesitamos que arregle un computador, y en el camino tendrá un montón de tiempo para decidir cuán bien se siente. Entonces, cuando lleguemos allí, le echará un vistazo al Genux-B y verá cuánto tiempo le tomará.
—Realmente lo queremos arreglado —dijo el primer hombre con tono lastimero—. Así como está no nos sirve a nosotros ni a nadie. De la manera en que está ahora... la información se está acumulando en gigantescos montones. Y no está siendo... ¿cómo se dice?... ingerida. Se queda allí, y el Genux-B no la procesa, entonces naturalmente no puede tomar ninguna decisión. Entonces, naturalmente, esos satélites están volando por ahí, como si nada ocurriera.
Stafford salió lentamente de la cama, entumecido.
—¿Qué síntoma presentó primero? —Se preguntaba quiénes eran. Y se preguntaba de cuál Genux-B estaban hablando. Según lo que sabía, existían tres de ellos en Norteamérica... y solamente ocho sobre Terra.
Mirando cómo se ponía su ropa de trabajo, las formas invisibles detrás de las linternas conferenciaban. Uno se aclaró la garganta y dijo:
—Entiendo que uno de los carretes de recogida de la cinta dejó de girar, se detuvo, y la cinta con la información siguió cayendo al piso en una gran pila.
—Pero la tensión de la cinta sobre los carretes de recogida... —comenzó a decir Stafford.
—En ese caso, falló el automático. Verás, nosotros bloqueamos el carrete de modo que no pudiera recoger más cinta. Antes de eso, probamos cortar la cinta, pero creo que sabes que se regenera automáticamente. Y tratamos de borrar la cinta, pero si los circuitos de borrado se acercan a la cinta una alarma se enciende en Washington, D. C., y no queríamos involucrar a todas esas personas de alto nivel. Pero ellos, los diseñadores de computadores, pasaron por alto la tensión del carrete de recogida porque era un asunto de embrague. No podía andar mal.
Tratando de abotonar el cuello, Stafford dijo:
—En otras palabras, hay información que no quieren que se reciba —Se sentía lúcido ahora; por fin estaba más o menos despierto—. ¿Qué clase de información? —Pensó con un estremecimiento que ellos lo sabían. La información que estaba entrando haría que el enorme computador gubernamental declarase un Alerta Rojo. Por supuesto, esta detención de Genux-B debió suceder antes de un ataque hostil de la Verdadera Asociación Sudafricana, manifestado en diminutos y reales síntomas individuales, de los que el computador, con su amplia carga de información aparentemente no relacionada, habría tomado nota... tomado nota y relacionado en un patrón comprensible.
Stafford reflexionó amargamente: «¿Cuántas veces nos advirtieron de esto? Tendrían que eliminar nuestro Genux-B antes del despliegue exitoso de los satélites y bombarderos del C.E.E. en represalia.» Y éste era ese evento; estos hombres, extensiones encubiertas de la V.A.S., en Norteamérica, le habían despertado para completar el trabajo de hacer el computador inoperable.
Pero... la información había sido recibida, podría también haber sido transferida a los circuitos receptores para procesamiento y análisis. Habían comenzado a trabajar muy tarde; posiblemente por un día, posiblemente por solamente unos segundos. Al menos algo de la información se había cargado en las cintas, entonces él tuvo que ser llamado. Ellos solos no podían terminar su trabajo.
Los Estados Unidos, entonces, estaría experimentando una serie de terroríficos satélites armados estallando en el cielo... mientras que la red de mecanismos defensivos esperaba la orden del computador principal. Esperaba en vano, ya que Genux-B no tenía el aviso de un asalto militar... y no lo tendría realmente jamás hasta que la presión en un botón en la capital de la nación pusiera fin a él y sus castradas facultades.
No le sorprendía que ellos hubiesen bloqueado el carrete de recogida.
II
—La guerra ha comenzado —dijo tranquilamente a los cuatro hombres de las linternas.
Ahora que había encendido las luces del dormitorio pudo verles. Hombres ordinarios con una tarea asignada, no eran fanáticos, sólo funcionarios. Podrían haber trabajado igual de bien para cualquier gobierno, incluso para los casi sicóticos Pueblo de China.
—La guerra realmente ha comenzado —conjeturó en voz alta—, y es esencial que Genux-B no lo sepa... así no podrá defendernos ni devolver el ataque. Ustedes quieren que solamente tome información que indique que estamos en paz. —Él, y sin duda los otros, recordó que Genux-B había reaccionado velozmente en dos Intervenciones de Honor previas, una contra Israel, una contra Francia. Ningún profesional entrenado había visto las señales... ni hacia dónde apuntaban esas señales, tampoco. Como con Josef Stalin en 1941. Al viejo tirano le habían mostrado evidencia de que el Tercer Reich planeaba atacar las U.R.S.S., pero él simplemente no lo creyó o no pudo creerlo. No más que lo que el Reich creyó que Francia e Inglaterra, en 1939, cumplirían sus acuerdos con Polonia.
En grupo compacto, los hombres con linternas le guiaron desde el dormitorio de su complejo de apartamentos, hasta el salón exterior y hacia el ascensor que llevaba al techo. Cuando emergieron, el aire olía a barro y humedad. Inspiró, estremecido, e involuntariamente levantó la vista hacia el cielo. Una estrella se movió: aterrizando leve en un transporte aéreo liviano, que se apoyó a unos pocos pies de ellos.
Cuando se sentaron dentro del transporte aéreo liviano, que se elevó raudamente del techo y enfiló hacia Utah en el oeste, uno de los funcionarios grises, con pistola Sneek, linterna y maletín, dijo a Stafford:
—Tu teoría es buena, especialmente si consideramos que te hemos despertado de sueño profundo.
—Pero —dijo uno de los compañeros—, no es así. Muéstrale la cinta perforada que arrancamos.
El hombre más cercano a Stafford abrió su maletín, sacó un rollo de cinta plástica, y se la entregó sin decir palabra.
Sosteniéndola contra la luz superior del transporte aéreo liviano, Stafford la leyó. Con sistema binario, era evidentemente material de programación de las unidades que el Comando Estratégico Espacial, el C.E.E., controlaba directamente.
—Se trataba de presionar el botón del pánico y de darles una orden —dijo el hombre que estaba ante la consola del transporte aéreo liviano, por encima del hombro—. A todas nuestras unidades militares conectadas a él. ¿Puedes leer la orden?
Stafford asintió con la cabeza y devolvió la cinta. Pudo leerla, sí. El computador había notificado formalmente al C.E.E. de un Alerta Rojo. Había ido tan lejos como para activar los escuadrones portadores de bombas H, y estaba solicitando que todos los misiles ICBM estuviesen listos sobre sus diversos dispositivos para ser disparados.
—Y también —agregó el hombre de los controles—, estaba enviando una orden de despliegue a los satélites y misiles defensivos ante la inminencia de un ataque con bombas H. Hemos bloqueado todo eso, como puedes ver ahora. Nada de esta cinta entró en las líneas coaxiales.
Después de una pausa, Stafford dijo, hoscamente:
—Entonces, ¿cuál es la información que ustedes no quieren que reciba Genux-B? —No entendía nada.
—Retroalimentación. —dijo el hombre de los controles. Obviamente, era el líder del grupo comando—. Sin retroalimentación el computador no tiene ningún método de determinar que no ha habido contraataque de su fuerza militar. Por defecto asumirá que el ataque ha ocurrido, pero que ha sido parcialmente exitoso.
—Pero no hay ningún enemigo. ¿Quién está atacándonos? —preguntó Stafford.
Silencio.
El sudor mojó su nuca y empapó su cabello.
—¿Sabes qué podría llevar a Genux-B a la conclusión de que estamos bajo ataque? Un millón de factores separados, sopesada toda la información posible de conocer, comparada, analizada... y entonces, la absoluta gestalt. En este caso, la gestalt de un inminente ataque enemigo. Ninguna debería sobresalir del umbral; sería cuantitativo. Un programa de construcción de refugios en la Rusia asiática, el movimiento inusual de barcos mercantes alrededor de Cuba, la concentración de transportes de misiles en Canadá...
»Ninguno —dijo plácidamente el hombre de los controles—, ninguna nación o grupo de personas en Terra, o en Luna, o en el Domo Marciano, está atacando a nadie. Puedes ver por qué teníamos que sacarte de allí a toda prisa. Tendrá que hacer real y verdadero que ninguna orden salga de Genux-B hacia SAC. Queremos que Genux-B quede sellado de modo que no pueda hablar con nadie de autoridad, y que no pueda escuchar a nadie después de nosotros. Lo que haremos después será problema posterior. «Pero el mal de cada día...»
—¿Aseguras que a pesar de que tiene todo disponible Genux-B no puede distinguir un ataque contra nosotros? —preguntó Stafford—. ¿Con sus sensores principales? —Pensó en algo que lo horrorizó en una especie de angustia retrospectiva—. ¿Qué hay de nuestro ataque a Francia en el 82, y a la pequeña Israel en el 89?
—Nadie estaba atacándonos entonces tampoco —dijo el hombre junto a Stafford, al tiempo que enrollaba la cinta y la colocaba dentro del maletín. Su voz, lenta y oscura, era el único sonido; nadie más se movía ni hablaba—. Igual entonces que ahora. Sólo que esta vez nuestro grupo detuvo Genux-B antes de que pudiera comprometernos. Rogamos haber abortado una guerra innecesaria.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó Stafford—. ¿Cuál es su estatus en el gobierno federal? ¿Y cuál es su conexión con Genux-B?
«Agentes, pensó, de la traidora Verdadera Asociación Sudafricana»; eso lo ponía loco. O eran zealot de Israel, buscando venganza... o simplemente actuando con el fin de detener la guerra, la más humanitaria de las motivaciones.
Pero, sin embargo, él mismo y Genux-B estaban bajo el juramento de lealtad a la Alianza de Prosperidad Norteamericana y a ninguna otra entidad política. Todavía tenía el problema de escapar de estos hombres y de su cadena de mandos, y así poder enviar un reporte.
El hombre de los controles del transporte aéreo liviano dijo:
—Tres de nosotros somos del FBI. —Mostró las credenciales—. Y el hombre allí es un ingeniero en electrónica de comunicaciones, quien, en realidad, ayudó en el diseño original de este Genux-B en particular.
—Es cierto, —dijo el ingeniero—. Personalmente hice posible que ellos bloquearan tanto la salida de programación como el ingreso de la información. Pero no es suficiente. —Se volvió hacia Stafford, con el rostro sereno y los ojos abiertos y francos. Estaba medio ordenando, medio pidiendo, usando el tono que pudiese resultar provechoso—. Pero seamos realistas. Cada uno de los Genux-B tiene un circuito de respaldo de rastreo que le informa cada vez que su conexión con el C.E.E. no se efectiviza, y como adicional que no está tomando la información que debía. Como ocurre con cualquier otro, si tiene sus circuitos electrónicos dentro comenzará a introspeccionar. Y para ese momento tendríamos que estar haciendo algo mejor que tratar de frenar el carrete de recogida con un destornillador Phillips. —Hizo una breve pausa—. De modo que, —completó muy lentamente—, esa es la razón por la que vinimos por ti.
Gesticulando, Stafford respondió:
—Soy un experto en reparaciones. Mantenimiento y servicio... ni siquiera análisis del mal funcionamiento. Solamente hago lo que me dicen.
—Entonces haz lo que te digamos —El hombre del FBI se acercó a él y le habló ásperamente—. Encuentra por qué Genux-B decidió lanzar un Alerta Rojo, desplegar el C.E.E., y comenzar el contraataque. Encuentra por qué hizo eso en el caso de Israel y Francia. Algo le hizo agregar algo a la información obtenida y tuvimos esa respuesta. ¡No está vivo! No tiene voluntad propia. No siente la urgencia de hacerlo.
—Si tenemos suerte —dijo el ingeniero—, ésta será la última vez que Genux-B reaccione de esta manera. Si podemos marcar la disfunción esta vez, tal vez podamos quitarla para siempre, antes de que comience a manifestarse en los otros siete sistemas alrededor del mundo.
—¿Y están seguros —preguntó Stafford—, de que no estamos bajo ataque? Aunque Genux-B haya estado equivocado dos veces antes que ahora, podría, en teoría, estar acertado ahora.
—Si estamos a punto de ser atacados —dijo el hombre del FBI más cercano—, no podemos hacer nada... por medio del procesamiento de información, se entiende. Admito que es lógico pensar que Genux-B podría estar en lo correcto. Después de todo, como lo ha indicado...
—Puedes estar en un error porque la VAS ha sido hostil con nosotros tanto tiempo que ya lo tomamos como costumbre. Es una verdad de la vida moderna.
—Oh, no es la Verdadera Asociación Sudafricana —dijo rápidamente el hombre del FBI—. De hecho, si fuesen ellos no tendríamos sospechas. No habríamos comenzado a mirar en derredor, entrevistando sobrevivientes de la Guerra de Israel y de la Guerra de Francia, y de cualquier otro estado para lograr esto.
—Es California del Norte —dijo el ingeniero, con una mueca—. Ni siquiera toda California; sólo la parte superior a Playa Pismo.
Stafford se le quedó mirando fijo.
—Está bien —dijo uno de los hombres del FBI—. Genux-B estaba en medio del proceso de desplegar todos los bombarderos del C.E.E. y los satélites para un asalto a fondo sobre el área de Sacramento, California.
—¿Le preguntaron por qué? —dijo Stafford dirigiéndose al ingeniero.
—Claro. O casi; estrictamente hablando le pedimos que dijera en detalle qué enemigo estaba allí.
Uno de los hombres del FBI dijo, arrastrando mucho las palabras:
—Dile al Sr. Stafford qué hace que California del Norte sea un enemigo peligroso... que significaría su destrucción en un asalto de la vanguardia del C.E.E. si no hubiésemos trabado esa maldita máquina... y la mantuviésemos trabada.
—Alguna persona —dijo el ingeniero—, colocó una cadena de dispensadores de goma de mascar en Castro Valley. Ya los conoces. Los niños ponen una moneda y obtienen una bola de goma y alguna cosita adicional, algunas veces, algo como un premio, un anillo, o un amuleto. Eso varía. Ése era el objetivo.
—Estás bromeando —dijo Stafford incrédulo.
—En absoluto. El nombre del hombre es Herb Sousa. Posee sesenta y cuatro máquinas en operación y planea expandirse.
—Quiero decir —repuso Stafford rápidamente—, estás bromeando acerca de la respuesta de Genux-B al pedido de respuesta.
—Su respuesta no es exactamente ese dato en sí —dijo el más cercano de los hombres del FBI—. Por ejemplo, controlamos con ambos gobiernos, el de Israel y el de Francia. Nadie llamado Herb Sousa abrió una cadena de dispensadores de goma de mascar en sus países, y eso vale para las máquinas de vender el maní con chocolate, o cualquiera remotamente similar. Y, por el contrario, Herb Sousa tuvo una cadena en Chile y en Gran Bretaña en las últimas dos décadas... sin que Genux-B lo tomara en cuenta. —Agregó—: Es un hombre entrado en años.
—Una especie de Johnny Apple Gum —dijo el ingeniero, y sonrió—. Por todo el mundo, enviando esas máquinas de goma que bajan en picada delante de cada... El estímulo del gatillo —siguió diciendo, mientras el transporte aéreo liviano comenzaba a descender sobre un vasto complejo de edificios públicos iluminados—. Eso es lo que los expertos han encontrado; estudiaron todo el material disponible acerca de Genux-B y las concesiones de Sousa, y sabemos que todo lo que Genux-B tiene es un árido y prolongado análisis químico de los constituyentes del alimento que Sousa coloca en sus máquinas. De hecho, Genux-B requirió, específicamente, más información al respecto. Permaneció diciendo «información incompleta» hasta que tuvimos el análisis del laboratorio de PF&D. (Siglas de Pure Food and Drugs, donde se autorizan los alimentos y los medicamentos)
—¿Y qué mostró ese análisis? —preguntó Stafford. Ahora el transporte aéreo liviano había amarrado en el techo del edificio donde se alojaban los componentes principales del computador, y, como se le decía en aquellos días, a Mr. C-en-C de la Alianza de la Prosperidad Norteamericana.
—Lo que todas las golosinas —dijo un hombre del FBI cerca de la puerta, mientras salía al área de aterrizaje apenas iluminada—, nada más que goma, azúcar, jarabe de maíz, suavizantes, y sabor artificial, toda la línea completa. En realidad, es la única manera que podemos fabricar goma. Y los pequeños premios son de plásticos modelado por vacío. Seiscientos por un dólar, los puedes comprar en cualquiera de una docena de firmas desde aquí hasta Hong Kong y Japón. Incluso fuimos más lejos, rastreando los premios hasta el dispensador específico, su fuente, y de regreso a la fábrica, donde un hombre del Estado está parado y mira lo que hacen cuando fabrican las malditas pequeñas cosas. No, no hay nada allí. Nada de nada.
—Pero... —dijo el ingeniero—, cuando la información entra en Genux-B...
—Entonces esto —dijo el hombre del FBI, poniéndose de lado para que Stafford pudiera bajar del transporte aéreo liviano—. Un Alerta Rojo, el C.E.E. desplegado, los misiles parados en sus silos. A cuarenta minutos de una guerra termonuclear... a una distancia de nosotros de una cabeza de destornillador Phillips, encajada en un tambor de cinta de un computador.
—¿Encuentras algo raro, o inconcebible en esa información? —preguntó intensamente el ingeniero a Stafford—. Porque si lo haces, por amor de Dios, dilo; todo lo que nosotros podemos hacer es desmantelar Genux-B y ponerlo fuera de acción, y entonces, cuando un peligro genuino nos amenace...
—Me pregunto... —dijo Stafford, lento, como meditando—. ¿Qué quiere decir color «artificial»?
III
—Quiere decir que no se verá el color correcto, sino que colorantes inocuos para alimentos serán adicionados —dijo inmediatamente el ingeniero.
—Pero ese es el ingrediente que no está en la lista —dijo Stafford—, de una manera que nos diga qué es... sólo lo que hace. ¿Y qué del sabor? —Los hombres del FBI se miraban unos a otros.
—Es un hecho —dijo uno de ellos—, y lo recuerdo porque siempre me molesta... especificaba sabor artificial. Pero qué...
—Color y sabor artificial —dijo Stafford— puede significar cualquier cosa. Cualquier cosa que dé sabor y color —pensó: ¿no es el ácido prúsico el que da el color verde brillante? Ése, por ejemplo, podría estar anotado en cualquier etiqueta como «color artificial». Y sabor... ¿qué significa realmente «sabor artificial»? Esto tenía una cualidad oscura y peculiar para él; decidió tomar nota. Era tiempo de bajar y echarle un vistazo a Genux-B, y ver qué daño le habían hecho... y cuánto daño más necesitaba, pensó torvamente. Si me han dicho la verdad, si estos hombres son lo que dicen sus credenciales, y no saboteadores de la VAS ni cuadros de inteligencia de uno de los poderes extranjeros.
De la guarnición de California del Norte, pensó con ironía. ¿O era absolutamente imposible, después de todo? Podía ser que algo genuino y ominoso había llegado a la vida por allí. Y Genux-B había... como había sido diseñado para eso... bueno, lo había olfateado.
Por el momento, no podía asegurarlo.
Pero tal vez, para cuando terminara de examinar el computador podía saberlo. En particular, quería ver por sí mismo la completa y auténtica colección de cintas de información del espacio exterior que actualmente estaba procesando el computador dentro de su propio mundo. Una vez logrado esto...
Regresaré la cosa, se dijo con determinación. Haré el trabajo para el que fui entrenado y pagado.
Obviamente, sería fácil. Conocía a fondo los esquemas del computador. Nadie más había estado dentro de él para reemplazar componentes defectuosos, ni para realizar el cableado, como él.
Esto explicaba por qué estos hombres habían ido a por él. Tenían razón... al menos sobre eso.
—¿Un trozo de goma? —le preguntó uno de los hombres del FBI mientras caminaban hacia el ascensor con una falange de guardias formados por delante. El agente del FBI, hombre corpulento con un carnoso cuello rojizo, le ofreció tres pequeñas esferas de colores brillantes.
—¿De las máquinas de Sousa? —preguntó el ingeniero.
—Seguro. —El agente las dejó caer dentro del bolsillo del mono de Stafford, y sonrió burlón—. ¿Inocuo? Sí-no-posible, como en las pruebas escolares.
Tomando una de su bolsillo, Stafford la examinó contra la luz superior del ascensor. Esfera, pensó. Huevo. Huevo de pescado; son redondos, como el caviar. Y también comestible. ¿Son puestos de ese color?
—Podría empollar —dijo uno de los hombres de FBI, casualmente. Él y sus acompañantes estaban algo tensos ahora, mientras descendías a la sección de alta seguridad del edificio.
—¿Qué supones que saldrá si lo empollamos? —preguntó Stafford.
—Un pájaro —respondió bruscamente el más bajo de los federales—. Un pequeño pájaro rojo trayendo nuevas de grandes alegrías.
Stafford y el ingeniero lo miraron.
—No me cites la Biblia, —dijo Stafford—. Crecí con ella. Puedo devolver todas tus citas. —pero era extraño, a la vista de sus recientes pensamientos, que se hubiese producido ese sincronismo entre sus mentes. Hizo que se sintiera más pesimista. Y Dios sabía que ya se sentía bastante pesimista. Algo poniendo huevos, pensó. Los peces, reflexionó, ponen miles de huevos, todos iguales; y solamente unos pocos sobreviven. Un desperdicio sin igual... un terrible y primitivo método.
Pero los huevos eran depositados alrededor de todo el mundo, en innumerables espacios públicos, y si tan sólo una fracción sobrevivía... sería suficiente. Había sido probado. Los peces en las aguas de Terra lo habían hecho. Y si funcionaba para la vida de Terra, funcionaría para la vida de no-Terra, también.
El pensamiento no le gustó.
—Si quieres infestar a Terra —dijo el ingeniero, mirando la expresión de su cara—, y tus especies, desde vaya Dios a saber qué planeta del sistema solar, se reproducen de la misma manera que nuestras criaturas de sangre caliente que se reproducen aquí en Terra... —continuaba mirando fijo a Stafford—. En otras palabras, si desovas miles, o millones de huevos de corteza dura, y no quieres que llamen la atención, y fuesen de color brillante como son los huevos generalmente... —dudó—. Uno se maravilla de la incubación. Cuánto tiempo. ¿Y bajo qué circunstancias? Los huevos fertilizados, para empollar, deben mantenerse calientes.
—En el cuerpo de un niño —dijo Stafford— estarían muy calientes.
Y la cosa, el huevo, podría... demencialmente... pasar los estándares de la PF&D. No hay nada tóxico en un huevo. Todo orgánico, y muy nutritivo.
Excepto, por supuesto, que si esto fuese así, la corteza exterior de colores brillantes de la golosina debería ser inmune a los ácidos estomacales. El huevo no debería disolverse. Pero podría ser mascado en la boca. Seguramente no podría sobrevivir a una masticación. Debería ser tragado como una píldora: entero.
Mordió con sus dientes la esfera roja y la rompió. Sacó las otras dos y las examinó.
—Goma ordinaria —dijo el ingeniero—. Goma, azúcar, jarabe de maíz, suavizantes... —sonrió burlonamente, y una sombra de alivio pasó por su rostro antes de ser escondida, con un esfuerzo de voluntad—. Pista falsa.
—Pista falsa, y me alegro que así sea —dijo el hombre del FBI más bajo. Salió del ascensor—. Aquí estamos. —Se detuvo delante de la fila de guardias uniformados y armados, y mostró sus papeles—. Hemos regresado —les dijo.
—Los premios —dijo Stafford.
—¿Qué quieres decir? —El ingeniero lo miró.
—No es la goma. Entonces deben ser los premios, las chucherías y amuletos. Es todo lo que queda.
—Lo que haces implícitamente —dijo el ingeniero—, es sostener que Genux-B está funcionando bien. Para él, de alguna manera, eso es correcto; hay algo hostil que nos amenaza. Algo tan grande que justifica la intervención sobre California del Norte con armas de primera línea. Como yo lo veo ¿no es más fácil operar desde el hecho de que el computador está funcionando mal?
Mientras caminaban por los familiares corredores del edificio gubernamental Stafford dijo:
—Genux-B fue construido para filtrar una cantidad de información simultánea más grande que la que podría procesar un grupo de hombres. Guarda más información que nosotros. Su respuesta llega en microsegundos. Si Genux-B, después de analizar toda la información, siente que la respuesta es guerra, y no estamos de acuerdo, puede simplemente mostrar que el computador está funcionando como fue preparado para hacerlo. Y cuanto más estemos en desacuerdo con él, más lo estará probando. Si pudiésemos percibir, como él lo hace, la necesidad de una guerra inmediata y agresiva sobre la base de la información disponible, entonces no deberíamos preguntarle a Genux-B. Es precisamente en un caso como éste, cuando el computador ha dado un Alerta Rojo y nosotros no vemos la amenaza, que se pone en juego la real utilidad de un computador de esta clase.
Después de una pausa, y como hablando consigo mismo, uno de los hombres del FBI dijo:
—Él está en lo cierto, lo sabes. Absolutamente cierto. La pregunta es, ¿confiamos más en Genux-B que en nosotros mismos? De acuerdo, lo hemos construido para que analice más rápido y más ajustadamente y en una escala mayor que lo que podemos nosotros. Si ha sido un éxito, esta situación que enfrentamos ahora es precisamente lo que ha predicho. Nosotros no vemos la causa para comenzar un ataque, él sí. —Sonrió feroz—. Entonces, ¿qué haremos? ¿Iniciar Genux-B nuevamente, dejarle seguir y programar el C.E.E. para la guerra? ¿O lo neutralizamos... o sea, lo desarmamos? —Sus ojos fríos estaban sobre Stafford, alertas—. La decisión en un sentido o el otro deberá ser tomada por alguien. Ahora. De una buena vez. Alguien que haga una razonada conjetura sobre si está funcionando bien o mal.
—El presidente y su gabinete —respondió Stafford tenso—. Una decisión fundamental como ésta deberá ser suya. Él tiene responsabilidad moral.
—Pero la decisión —interrumpió el ingeniero—, no es una cuestión moral, Stafford. Solamente lo parece. En realidad la pregunta es solamente técnica. ¿Está Genux-B funcionando bien, o se ha descompuesto?
Y es por eso que me han sacudido de la cama, concluyó Stafford con un sentimiento de pesimismo helado. No me han traído aquí para solucionar el asunto del bloqueo del computador. Genux-B podría ser neutralizado con el simple acto de remolcarlo fuera del edificio. De hecho, razonó, probablemente esté neutralizado efectivamente. Podrían dejar el destornillador Phillips allí y para siempre. Y dices haber ayudado en el diseño y construcción de Genux-B. No, no es así, concluyó. No estoy aquí para reparar o destruir; estoy aquí para decidir. Porque he estado físicamente muy cerca de Genux-B por cincuenta años... que supone haber adquirido alguna habilidad intuitiva para conocer si la cosa está funcionando bien o mal. Se supone que escucharé la diferencia, como un buen mecánico de automóviles que simplemente escucha el ruido de un motor y puede decir si algo está mal, y cuanto.
Un diagnóstico, concluyó. Eso es todo lo que quieren. Es una consulta de doctores en computadores... y un hombre de reparaciones.
La decisión, evidentemente, caía en el hombre de reparaciones, porque los demás se habían dado por vencidos.
Se preguntó cuánto tiempo tendría, probablemente muy poco. Porque si el computador funcionaba bien...
Dispensadores de goma de mascar en los paseos, consideró. Operadas con monedas. Para niños. Y por eso él está deseando asolar California del Norte. ¿Qué habrá extrapolado? ¿Qué habrá visto Genux-B?
Eso lo asombró; el poder de una pequeña herramienta deteniendo el trabajo de una constelación descomunal de procesos autónomos. Pero el destornillador Phillips había sido colocado de manera experta.
—Lo que debemos intentar —dijo Stafford—, es la introducción de una información calculada, experimental... y falsa. —se sentó en uno de los teclados conectado directamente con el computador—. Comencemos con esto —y escribió:
HERB SOUSA, DE SACRAMENTO, CALIFORNIA, EL MAGNATE DE LAS MÁQUINAS DE GOMA DE MASCAR, FALLECIÓ REPENTINAMENTE MIENTRAS DORMÍA. UNA DINASTÍA LOCAL HA LLEGADO A SU FIN DE MANERA ANTICIPADA.
Asombrado, uno de los hombres del FBI dijo:
—¿Crees que se lo creerá?
—Siempre cree su información —dijo Stafford—. No tiene otra fuente de confianza.
—Pero si la información genera conflicto —apuntó el ingeniero—, analizará todo y aceptará la serie más probable.
—En ese caso —dijo Stafford—, nada creará conflicto con esta información porque es todo lo que Genux-B recibirá. —Alimentó al computador con la tarjeta perforada, y se quedó esperando—. Observa la señal de salida —dijo al ingeniero—. Observa si se corta.
—Ya tenemos una línea montada —dijo uno de los hombres del FBI—, de modo que será fácil. —Miró al ingeniero, quien asintió.
Diez minutos más tarde, el ingeniero, con auriculares, dijo:
—No hay cambios. El Alerta Rojo aún está allí; no le ha afectado.
—Entonces no tiene nada que ver con Herb Sousa —dijo Stafford pensativo—. O lo que él haya hecho ya, lo que sea. De cualquier manera, su muerte no significa nada para Genux-B. Tendremos que mirar por otro lado. —Se sentó nuevamente frente al teclado y comenzó su segundo dato espurio.
SE HA SABIDO, SEGÚN INFORMACIÓN CONFIABLE DE CÍRCULOS BANCARIOS Y FINANCIEROS DE CALIFORNIA DEL NORTE, QUE EL IMPERIO DE LA GOMA DE MASCAR DEL FALLECIDO HERB SOUSA SERÁ LIQUIDADO PARA PAGAR DEUDAS PENDIENTES. PREGUNTADOS ACERCA DE LO QUE SE HARÍA CON LA GOMA Y LAS CHUCHERÍAS DENTRO DE CADA MÁQUINA, LAS AUTORIDADES ARRIESGARON LA CONJETURA DE QUE SERÍAN DESTRUIDAS TAN PRONTO COMO LA ORDEN DE LA CORTE, REVISADA EN ESTE MOMENTO POR EL ASISTENTE DEL FISCAL DEL DISTRITO, SEA PUESTA EN EFECTO.
Cesó de escribir, y se acomodó en su asiento, esperando. No hay más Herb Sousa, no hay más mercadería. ¿Qué quedaba? Nada. El hombre y sus productos, al menos en lo que concernía a Genux-B, no existían más.
El tiempo pasó; el ingeniero seguía controlando la señal del computador. Por fin, resignado, sacudió su cabeza:
—Sin cambio.
—Tengo un dato falso más que quiero introducir —dijo Stafford. Otra vez puso una tarjeta en el teclado y comenzó a teclear.
SE CONOCE AHORA QUE NUNCA HA EXISTIDO UN INDIVIDUO LLAMADO HERB SOUSA; NI TAMPOCO ESTA MITOLÓGICA PERSONA INICIÓ JAMÁS EL NEGOCIO DE LOS DISPENSADORES DE GOMA DE MASCAR.
—Esto debería cancelar todo lo que Genux-B sabe —dijo Stafford mientras se ponía de pie—, o supo alguna vez acerca de Sousa y su operación de goma de mascar. En lo que concierne al computador, el hombre ha sido purgado retroactivamente.
En este caso, ¿cómo podría un computador iniciar una guerra contra un hombre que jamás existió, y quien operaba una concesión que nunca existió?
Unos momentos después el ingeniero, que controlaba atentamente la señal de Genux-B, dijo:
—Ahora hubo un cambio. —Estudió el osciloscopio, permitió que el computador vaciar el carrete y comenzó a observar atentamente.
Permaneció silencioso unos momentos, concentrado en la lectura de la cinta; entonces, todo a la vez, miró a los demás y rió divertido.
—Dice que ese dato es una mentira.
IV
—¡Una mentira! —dijo Stafford incrédulo.
—Descartó el último dato sobre la base de que no podía ser cierto —dijo el ingeniero—. En otras palabras, todavía sabe que Sousa existe. No me pregunten cómo lo sabe; probablemente sea la evaluación de una información de amplio espectro sobre un extenso periodo de tiempo —dudó y dijo—: obviamente, sabe más sobre Sousa que nosotros.
—De cualquier manera, sabe que hay una persona —aceptó Stafford. Se sintió irritado. En el pasado, Genux-B había sido cargado frecuentemente con información contradictoria o incorrecta, y la había rechazado. Pero antes no había importado.
Se preguntó, entonces, qué información previa e inaccesible existía en las células de memoria de Genux-B con la que comparó la afirmación falsa de la no existencia de Sousa.
—Lo que debe estar haciendo —le dijo al ingeniero—, es asumir que si X es verdadero, que Sousa nunca existió, entonces Y debe ser cierto... sea lo que sea Y. Pero Y sigue siendo falso. Desearía conocer cuál de los millones de unidades de información es Y.
Habían regresado al problema original: ¿quién era Herb Sousa, y qué había hecho para lanzar a Genux-B en una actividad de violencia inigualable?
—Pregúntale —le dijo el ingeniero.
—Preguntar, ¿qué? —estaba confundido.
—Dale la instrucción de realizar un inventario de la información sobre Herb Sousa. Todo. —El ingeniero mantuvo su voz moderada—. Dios sabe qué hay allí. Y cuando lo tengamos, lo estudiaremos y veremos si nosotros podemos marcar lo marcado.
Tecleando la solicitud, Stafford alimentó Genux-B.
—Esto me recuerda —dijo reflexivamente uno de los hombres del FBI—, un curso de filosofía que tomé en la UCLA. Solía ser un argumento para probar la existencia de Dios. Imagina qué podría querer, si existiera: omnipotente, omnipresente, omnisciente, inmortal, capaz de infinita justicia y misericordia.
—¿Entonces? —preguntó irritado el ingeniero.
—Entonces, cuando te lo has imaginado poseedor de todas esas cualidades extremas, notas que carece de una cualidad. Una menor, una cualidad que posee cada germen, cada piedra, cada trozo de basura de la autopista. Existencia. Entonces dices: si él tiene todas las otras, debe tener el atributo de la existencia real. Si una piedra puede, entonces él puede. —Y añadió—: es una teoría desechable; la rebatieron en la Edad Media. Pero... —se encogió de hombros—, es interesante.
—¿Qué te hizo pensar en eso en este momento en particular? —preguntó el ingeniero.
—Puede ser —respondió el hombre del FBI—, que no haya un hecho, o un grupo de hechos acerca de Sousa, que le prueben a Genux-B que existe. Podrían ser todos los datos. Podría haber demasiados. El computador encontró, en la base de su pasada experiencia, que cuando existen demasiados datos acerca de una determinada persona, esa persona debe ser genuina. Después de todo, un computador de la magnitud de Genux-B es capaz de aprender; es por eso que nos es útil.
—Tengo otro hecho que me gustaría introducir —dijo el ingeniero—. Lo teclearé y podrán leerlo. —Se sentó delante del teclado de programación, cargó una frase corta, pescó una tarjeta del montón y se la mostró a los demás. Decía:
EL COMPUTADOR GENUX-B NO EXISTE.
Después de un momento de aturdimiento, uno de los hombres del FBI dijo:
—Si no tiene problemas en comparar la información sobre Herb Sousa con lo que realmente sabía, tampoco tendrá problemas con esta... ¿cuál es tu punto de vista? No veo qué lograremos con esto.
—Si Genux-B no existe —dijo Stafford, comprendiendo—, entonces no puede enviar un Alerta Rojo; es una contradicción lógica.
—Pero ya ha enviado un Alerta Rojo —señaló el más bajo de los hombres del FBI—. Y sabe que lo ha hecho. Así no tendrá dificultad en establecer el hecho de su propia existencia.
—Dejemos que lo intente —dijo el ingeniero—. Tengo curiosidad. Tal como lo veo, no hay riesgo. Siempre podríamos sacar los hechos falsos si fuese aconsejable.
—Piensas que —le preguntó Stafford—, si lo alimentamos con esos datos falsos, razonará que si no existe, no podría haber recibido los datos falsos a tal efecto... lo que cancelaría el dato allí mismo.
—No lo sé, —admitió el ingeniero—. Nunca escuché siquiera una discusión teórica acerca del efecto que tendría sobre un computador de magnitud B la negación de su propia existencia. —Acercándose a la ranura de alimentación, soltó la tarjeta y dio un paso atrás. Todos esperaban.
Después de un intervalo prolongado, la respuesta llegó a través de la línea a la que estaba conectado el ingeniero. A medida que escuchaba en los auriculares transcribía la respuesta del computador para los demás:
ANÁLISIS DE CONSTITUYENTE: DATO LA NO-EXISTENCIA DE GENUX-B INSTRUMENTOS DE CÁLCULO MULTIFACTORIAL.
SI LA UNIDAD CONSTITUYENTE 340s70 ES VERDADERA, ENTONCES: YO NO EXISTO.
SI YO NO EXISTO, ENTONCES NO HAY MODO DE QUE YO PUEDA SER INFORMADO QUE MI GENÉRICO NO EXISTE.
SI YO NO PUEDO SER INFORMADO EN ESE SENTIDO, ENTONCES HAN FALLADO EN LA INFORMACIÓN, Y LA UNIDAD CONSTITUYENTE 340s70 NO EXISTE DESDE MI PUNTO DE VISTA
LUEGO, YO EXISTO.
Con un silbido de admiración, el más bajo de los hombres del FBI dijo:
—Lo hizo. ¡Qué claro análisis lógico! Ha probado... él ha probado... que el dato es espurio; entonces lo puede descartar. Y seguir como antes.
—Que es lo que hizo —agregó sombrío Stafford—, con los datos que negaban la existencia de Herb Sousa.
Todos le miraron.
—Aparentemente es el mismo proceso —dijo Stafford. Y eso implica, sazonó, alguna uniformidad, algún factor común, entre la entidad Genux-B y la entidad Herb Sousa—. ¿Tienen alguno de los amuletos, premios, o simples objetos, lo que sea, que entregan las máquinas de Sousa? —preguntó a los hombres del FBI—. Si es así, me gustaría verlos...
Casi desesperado, el más impresionable de los hombres del FBI abrió su maletín y sacó una bolsa de plástico hermética. Desparramó una cantidad de pequeños objetos brillantes sobre la superficie de una mesa próxima.
—¿Por qué estás interesado en esto? —preguntó el ingeniero—. Estas cosas pasaron por el laboratorio. Te lo dijimos.
Se sentó sin responder. Stafford tomó uno de las chucherías, la examinó, la dejó y tomó otra.
—Considera ésta. —Sacudió una de las chucherías que tenía delante; saltó de la mesa y uno de los agentes del FBI se inclinó a recogerla—. ¿La reconoces?
—Algunas tiene la forma de satélites —dijo irritado el ingeniero—. Otras son misiles. Otras son naves interplanetarias. Otras más grandes son cañones terrestres. Otras, soldados —y señalando, dijo—: ésa se parece a un computador.
—Un computador Genux-B —dijo Stafford, estirando la mano para recuperarlo. El del FBI se lo dio—. Es un Genux-B, es cierto —dijo—. Bien, creo que es eso. Lo encontramos.
—¿Esto? —preguntó el ingeniero casi gritando.
—¿Fue analizada cada chuchería? —preguntó Stafford—. No hablo de una muestra representativa, como una de cada clase, o todas las encontradas en un dispensador. Me refiero a cada una de estas malditas cosas.
—Claro que no —dijo un hombre del FBI—. Hay cientos de miles de ellas. Pero en la fábrica de origen nosotros...
—Me gustaría ver qué da un análisis microscópico de ese elemento —dijo Stafford—. Tengo la intuición de que no es un trozo de plástico termo-modelable sólido. —Tengo la intuición, se dijo a sí mismo, de que es una copia operable. Un diminuto pero auténtico Genux-B.
—Estás completamente chiflado —dijo el ingeniero.
—Esperaremos —dijo Stafford—, hasta que sea analizada.
—Y mientras tanto —dijo el más bajo de los hombres del FBI—, ¿mantendremos a Genux-B inoperable?
—Absolutamente —dijo Stafford. Un raro temor había comenzado en la base de su espina y estaba subiendo lentamente.
Media hora más tarde, y por gestión de un mensajero de confianza, el laboratorio envió el resultado del análisis de la chuchería del dispensador.
—Nylon sólido —dijo el ingeniero, pasando la mirada sobre el informe. Lo sacudió hacia Stafford—. Nada dentro, solamente plástico barato y ordinario. No hay partes móviles, no hay ninguna diferencia interna. ¿Es esto lo que esperabas?
—Una mala conjetura —observó uno de los hombres del FBI—. Lo que nos ha costado tiempo. —Todos miraron con amargura a Stafford.
—Están en lo cierto —dijo Stafford. Se preguntaba qué vendría ahora; ¿qué es lo que no han intentado?
La respuesta, razonó, no estaba en la mercancía con que Herb Sousa llenaba sus máquinas; eso parecía estar claro ahora. La respuesta estaba en el propio Herb Sousa... quienquiera que fuera.
—¿Podemos tener a Sousa aquí? —preguntó a los hombres del FBI.
—Seguro —respondió inmediatamente uno de ellos—. Podemos buscarlo. Pero, ¿por qué? ¿Qué ha hecho él? —Señaló hacia Genux-B—. Tenemos el problema aquí, y no en algún lugar de la costa, con un pequeño hombre de negocios instalado en la mitad de la calle.
—Quiero verle —dijo Stafford—. Podría saber algo. —Debía saber algo, se dijo a sí mismo.
—Me pregunto, —dijo uno de los hombres del FBI, pensativo—, cuál sería la reacción de Genux-B si supiera que traeremos a Sousa aquí. —y dijo al ingeniero—: Inténtalo. Aliméntalo con ese no-hecho, ahora, antes de meternos en el problema de traerlo.
El ingeniero se sentó frente al teclado, encogiéndose de hombros. Escribió:
EL HOMBRE DE NEGOCIOS DE SACRAMENTO HERB SOUSA FUE TRAÍDO HOY ANTE EL COMPUTADOR COMPLEJO GENUX-B PARA UNA CONFRONTACIÓN DIRECTA.
—¿Está bien? —preguntó a Stafford—. ¿Es eso lo que querías? ¿Está bien? —Alimentó al computador sin esperar respuesta.
—No tiene sentido preguntarme nada —dijo irritado Stafford—. No fue mi idea. —Aún así, caminó hasta el ingeniero que escuchaba en línea, curioso por conocer la respuesta del computador.
La respuesta llegó al instante. Se quedó mirando asombrado sin poder creer lo que veía.
HERBERT SOUSA NO PUEDE ESTAR AQUÍ. DEBE ESTAR EN SACRAMENTO, CALIFORNIA; CUALQUIER OTRA COSA ES IMPOSIBLE. ME HAN ENTREGADO INFORMACIÓN FALSA.
—No lo puede saber —dijo el ingeniero con la voz enronquecida—. Mi Dios, Sousa puede ir a cualquier lugar, aún a la Luna. De hecho, ha estado en todos los lugares posibles. ¿Cómo pudo saberlo?
—Sabe más acerca de Herb Sousa que lo debido —dijo Stafford—. Más de lo razonablemente posible. —Reflexionó, y de pronto dijo—: Pregúntale quién es Herb Sousa.
—¿Quién? —El ingeniero parpadeó—. Diablos, él es...
—¡Pregúntale a él!
El ingeniero tecleó la pregunta. La tarjeta fue introducida en Genux-B y todos se quedaron esperando la respuesta.
—Ya le hemos pedido todo lo que tenía sobre Sousa —dijo el ingeniero—. Todo eso ya debería estar llegando.
—Esto no es lo mismo —dijo Stafford cortante—. No estoy pidiendo un montón de información. Estoy pidiendo una evaluación.
El ingeniero continuaba silencioso y atento a la línea, que ahora estaba respondiendo. Entonces, casi sacado de sí, dijo:
—Ha retirado el Alerta Rojo.
Incrédulo, Stafford preguntó:
—¿Por causa de ese requerimiento?
—Puede ser. No lo ha dicho y yo no lo sé. Tú preguntaste y ahora ha cancelado el despliegue del C.E.E. y todo lo demás; informa que la situación en California del Norte es normal. —Su voz sonaba sin inflexiones—. Puedes hacer tus conjeturas; será tan buena como cualquiera.
—Todavía quiero una respuesta —dijo Stafford—. Genux-B sabe quién es Herb Sousa y yo también quiero saberlo. Y ustedes deberían. —Con su mirada abarcó tanto al ingeniero con los auriculares puestos como a los hombres del FBI. Otra vez pensó en la pequeña réplica de Genux-B de plástico sólido y que había encontrado entre las demás chucherías. ¿Coincidencia? Le pareció que significaba algo... ¿pero qué? No podía decirlo. No aún.
—De cualquier manera —dijo el ingeniero—, ha terminado con el Alerta Roja, y eso es lo que importa. ¿A quién le importa un rábano ese Herb Sousa? En lo que a mí concierne, podemos relajarnos, levantar campamento e irnos a casa.
—Relajarnos —dijo uno de los hombres del FBI—, hasta que de pronto decida comenzar el alerta nuevamente. Lo que podría hacer en cualquier momento. Creo que el hombre de reparaciones tiene razón; tenemos que saber quién es Sousa. —Hizo un gesto con la cabeza hacia Stafford—. Adelante. Lo que quieras estará bien. Síguelo. Y también seguiremos con ello... tan pronto como nos reportemos con nuestra oficina.
El ingeniero, aún prestando atención a lo que escuchaba en los auriculares, les interrumpió.
—Una respuesta está llegando —Comenzó a descifrar velozmente; los demás lo rodearon.
HERBERT SOUSA DE SACRAMENTO, CALIFORNIA, ES EL DEMONIO. YA QUE ES LA ENCARNACIÓN DE SATÁN SOBRE LA TIERRA, LA PROVIDENCIA SOLICITA SU DESTRUCCIÓN. YO SOY SOLAMENTE UN AGENTE, UN MEDIO PARA HABLAR CON LAS CRIATURAS COMO TODOS VOSOTROS, DE LA DIVINA MAJESTAD.
Hubo una pausa mientras el ingeniero esperaba, con el bolígrafo metálico en la mano, y entonces, espasmódicamente agregó:
A MENOS QUE ESTÉIS EN SU NÓMINA Y TRABAJANDO PARA ÉL.
Como en una convulsión, el ingeniero arrojó el bolígrafo contra el muro más alejado. Rebotó, rodó y desapareció. Nadie dijo una sola palabra.
V
—Aquí tenemos —dijo finalmente el ingeniero—, un apestoso trozo electrónico enfermo y desquiciado. Teníamos razón. Gracias a Dios lo pescamos a tiempo. Es sicótico. Cósmica y esquizofrénica desilusión de la realidad de los arquetipos. Dios mío, ¡la máquina se reconoce a sí misma como un instrumento de Dios! Es una más de esos que padecen el complejo de «Dios me habla, sí, verdaderamente lo hace».
—Medieval —dijo uno de los hombres del FBI, tan nervioso que se llenó de gestos involuntarios. Él y su grupo se habían quedado rígidos por la tensión—. Hemos descubierto un nido de ratas con esa última pregunta. ¿Cómo lo limpiaremos? No podemos permitir que salga en los periódicos; nadie jamás volverá a confiar en un sistema clase GB. Yo no lo haré. No debería. —Le echó un ojo al computador con aversión y asco.
Stafford se preguntó: ¿qué le dices a una máquina cuando te pide que creas en brujería? Esto no es Nueva Inglaterra en el siglo XVII. ¿Se supone que exigiremos que Sousa camine sobre brasas encendidas sin quemarse? ¿O que permanezca sumergido sin ahogarse? ¿Se supone que debemos probarle a Genux-B que Sousa no es Satán? Y si fuese sí, ¿cómo? ¿Qué podría GB considerar una prueba?
¿Y de dónde sacó la idea originalmente?
Le dijo al ingeniero:
—Pregúntale cómo descubrió que Herbert Sousa es el demonio. Vamos, lo digo en serio. Escribe una tarjeta.
La respuesta apareció después de unos minutos, y se puso a la vista de todos con otro bolígrafo.
CUANDO COMENZÓ A CREAR SERES VIVIENTES DESDE LA ARCILLA SIN VIDA, COMO, POR EJEMPLO, YO MISMO.
—¿Esa chuchería? —Preguntó Stafford incrédulo—. ¿Ese gracioso brazalete hecho de plástico? ¿Le llamas a eso un ser viviente?
La pregunta, introducida en Genux-B, tuvo una respuesta inmediata.
ES UN EJEMPLO. SÍ.
—Esto plantea una interesante cuestión —dijo uno de los hombres del FBI—. Es evidente que se considera a sí mismo como un ser viviente... dejando de lado el asunto de Sousa por completo. Y nosotros lo construimos; o casi, vosotros lo hicisteis. —Señaló a Stafford y al ingeniero—. Entonces, ¿qué nos hace a nosotros? Desde esa premisa básica nosotros creamos seres vivientes también.
La observación, introducida en Genux-B devolvió una respuesta larga y solemne, la que apenas podía mirar; pero fue al grano.
ME HABÉIS CONSTRUIDO DE ACUERDO CON LOS DESEOS DEL DIVINO CREADOR. LO QUE HABÉIS DESARROLLADO ES UNA SAGRADA REPRESENTACIÓN DEL SAGRADO MILAGRO ORIGINAL DE LA PRIMERA SEMANA (COMO LO DICEN LAS ESCRITURAS) DE VIDA EN LA TIERRA. Y YO PERMANEZCO AL SERVICIO DEL CREADOR, COMO VOSOTROS. ADEMÁS...
—Lo que sigue —dijo secamente el ingeniero—, es esto. El computador se refiere a su propia existencia... naturalmente... como un acto de legítimo milagro. Pero lo que Sousa estaba haciendo en esos dispensadores... o lo que él cree que estaba haciendo... era no-autorizado y por ello demoníaco. Pecaminoso. Merecedor de la ira de Dios. Pero lo que más me interesa es esto: Genux-B sintió que no podía decirnos lo que pasaba. Sabía que no compartiríamos sus puntos de vista. Entonces prefirió un ataque termonuclear antes que decírnoslo, cuando fue forzado a hablar, decidió un Alerta Rojo. Hay diferentes niveles de conocimiento... pero ninguno demasiado atractivo.
—Debemos apagarlo —dijo Stafford—. Permanentemente. —Ellos habían hecho bien al traerlo, también cuando le pidieron pruebas y diagnóstico; ahora también estaba de acuerdo con ellos. Quedaba solamente el problema técnico de desactivar el enorme complejo. Y podían hacerlo el ingeniero y él mismo; el hombre que lo diseñó y el hombre que lo mantenía podrían dejarlo fuera de acción fácilmente. Para bien.
—¿Tenemos que solicitar el permiso presidencial? —preguntó el ingeniero a los hombres del FBI.
—Hagan su trabajo; obtendremos la orden más tarde —respondió uno de los hombres del FBI—. Tenemos el poder de autorizar cualquier acción que consideren necesaria. —Y agregó—: y no perder tiempo... si quieren nuestra opinión. —Los otros asintieron, de acuerdo.
—Bueno —dijo Stafford al ingeniero, pasándose la lengua por los labios secos—, vamos. Destruyamos tanto como sea necesario.
Caminaron cautelosos hacia Genux-B, quien estaba aún explicando su posición en la línea de los auriculares.
Temprano por la mañana, mientras el sol comenzaba a aparecer, el transporte aéreo liviano del FBI dejó a Stafford en el techo de su edificio de departamentos. Cansado como perro, bajó por el ascensor a su propio nivel y piso.
Ya abrió la puerta y entró en el estar, oscuro y fresco, camino del dormitorio. Descanso. Era necesario, un montón... considerando la noche de trabajo penoso y difícil, desmontando los elementos cruciales de Genux-B hasta que fue deshabilitado. Neutralizado.
O al menos, eso deseaban.
Mientras se quitaba su ropa de trabajo, tres pequeñas esferas de brillantes colores saltaron ruidosamente de su bolsillo al piso del dormitorio; las recogió y las colocó sobre el tocador.
Tres, pensó. ¿No me había comido una?
El hombre del FBI me dio tres y yo masqué una. Me han quedado de más, una de más.
Cansado, se terminó de desvestir, se metió en la cama para dormir la hora o algo así que aún tenía. Que se vayan al infierno.
A las nueve sonó la alarma. Se despertó mareado y mecánicamente se levantó y se quedó de pie junto a la cama, balanceándose y frotándose los ojos. Entonces comenzó a vestirse.
Sobre el tocador había cuatro pequeñas bolas de vivos colores.
Se dijo a sí mismo: sé que anoche puse solamente tres allí. Perplejo, las estudió, preguntándose medio dormido que significaba... si eso significaba algo. ¿Fisión binaria? ¿Los panes y los peces otra vez?
Repentinamente, lanzó una carcajada. La atmósfera de la noche anterior regresó, pegándose a él. Células simples crecían tanto como éstas. Los huevos de ostras consisten en una sola célula, la más grande de la tierra... y de los planetas alrededor. Y éstas eran mucho más pequeñas.
No pensamos en eso, se dijo a sí mismo. Solamente pensamos en huevos que podían empollar en cosas horribles, pero no en organismos unicelulares que se dividían según el método antiguo. Y son componentes orgánicos.
Dejó el departamento; dejó las cuatro bolas de goma sobre el tocador mientras salía a trabajar. Debía tomar una gran decisión: hacer un reporte directo al presidente para determinar por qué debían anularse todos los computadores Genux-B, o si no, qué podía hacerse para tener la certeza que no se habían convertido en desquiciados supersticiosos, como la que había visto la noche anterior.
Una máquina, pensó. Creyendo que el espíritu del mal estaba sólidamente enraizado en la tierra. Una masa de circuitos en estado sólido que se sumergía en la era de la tecnología, con la divina creación y los milagros de un lado, y lo diabólico del otro. Empujado hasta las Edades Oscuras, y por una construcción electrónica de confección humana, y no por uno de nosotros los humanos.
Y dicen que los humanos están propensos a error.
Cuando regresó a casa esa noche... después de participar en el desmantelamiento de cada uno de los Genux-B de la tierra... encontró siete pequeñas esferas coloreadas, recubiertas de azúcar, sobre el tocador, esperándole.
Podrían crear un imperio de goma de mascar, pensó mientras observaba las siete pequeñas bolas brillantes, todas del mismo color. No muy importante, por decir poco. Y ningún dispensador quedaría vacío, nunca... no a este ritmo.
Fue hasta el vídeo-fono, levantó el tubo y comenzó a marcar el número de emergencia que le dieron los hombres del FBI. Y entonces, indeciso, colgó.
Todo comenzaba a verse como si el computador tuviese razón, así de duro era admitirlo. Y había sido su decisión seguir adelante y desmantelarlo.
Pero la otra parte era peor. ¿Cómo podía informar al FBI que tenía siete bolas de goma de mascar, envueltas en azúcar? Aún si se hubiesen dividido. Eso, ya de por sí, sería más duro de informar. Incluso si él pudiese establecer que consistían en formas de vida ilegales... y raras... y primitivas, y no terrestres, ingresadas a Terra desde vaya uno a saber qué planeta desolado.
Mejor vivir y dejar vivir. Tal vez su ciclo reproductivo decayera; tal vez, después de un periodo de división binaria se adaptaran al ambiente terrestre y se estabilizaran. O podría olvidarse del asunto. Y podía lanzarlas por el incinerador de su edificio. Y eso hizo.
Pero evidentemente se olvidó una. Probablemente, al ser redonda, haya rodado desde el tocador. La encontró dos días después, debajo de la cama, con quince como ella... y otra vez perdió una; otra vez encontró un nido al día siguiente, y esta vez contó cuarenta.
Naturalmente, comenzó a masticarlas, tantas como podía, y tan rápido como podía. Trató de hervirlas... al menos las que encontraba... en agua caliente. También trató de rociarlas con insecticida.
Y al final de la semana tenía 15.832, llenando el dormitorio de su departamento. Para este momento, comerlas, rociarlas, o hervirlas para terminar con ellas... era algo poco práctico.
A fin de mes, a pesar de haber enviado un vagón ganadero bien lleno lo más lejos que se podía, contó que ya tenía dos millones.
Diez días después... desde el teléfono público de la esquina... llamó al FBI. Pero para entonces ya no podían responder el vídeo-fono.
FIN
Título original: Holly Quarrel © 1966