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¿Qué árbol será más digno de simbolizar el tiempo de Pentecostés y la fiesta de mayo? Hasta la tristeza de las tandas que frecuentan los enebros y los brezos se desvanece gracias a este portador de luz y de perfumes salubres.
A.W.Pelikan
Entre las runas de los nórdicos, Bairkan es la letra del abedul. También en el antiguo alfabeto ogámico irlandés, la primera letra, Beth (B) correspondía a este árbol que curiosamente actúa también en el paisaje como precursor del bosque. El que llega en primer lugar a colonizar los suelos desnudos. Su diminuta semilla es el ser alado más ligero del bosque, capaz de viajar muchos kilómetros en alas del viento y de germinar incluso en otoño, apenas aterriza.
El necio no ve el mismo árbol que ve el sabio
(William Blake,"Proverbios del Infierno" )
En los países nórdicos, el abedul es uno de los árboles protectores más frecuentes. Plantado junto a la casa, se consideraba morada de los genios tutelares llamados gardvord (guardianes del lugar). De estos árboles dependía la felicidad de la familia en la creencia sueca, y a sus pies se depo-sitaban ofrendas de comida o se regaban sus raíces con leche. En Alemania los consejos de algunos distritos celebraban sus reuniones en bosquetes de abedul. En el momento preciso en que recobramos la conciencia de Gaia, es decir, el sentimiento de pertenencia a un organismo global, tan sólo nos falta dar el salto para entender también que formamos parte del paisaje en el que estamos integrados. Que el entorno influye tanto en nosotros como podemos influir en él. El abedul, con su presencia deslumbrante y su capacidad de transformación de la tierra, nos muestra el milagro que está en nuestras manos. Un puñado de semillas contiene todo un bosque. En apenas 20 años, un territorio incendiado puede convertirse en un bosquecillo hermoso, capaz de romper la destructiva dinámica del fuego en los montes y de crear las condiciones para la implantación de otros bosques.
Innumerables son las utilidades de este árbol hasta el punto de que una de sus especies tiene la denominación científica Betitla utilis. El proverbio ruso dice que el abedul hace bien cuatro cosas: da luz al mundo (teas o yérgolas de corteza de abedul); sofoca los gritos (con la brea de abedul se lubricaban los ejes de los carros para evitar los chirridos); cura las enfermedades (la savia y las hojas se usan como remedio depurativo y medicinal) y limpia (no estamos seguros si a causa del uso de sus varitas para azotarse tras la sauna y favorecer la transpiración o por las tradicionales escobas de abedul).
Las hojas de éste árbol recogidas en primavera se secan y conservan para utilizarlas a lo largo del año, y en infusión tienen efecto diurético y depurativo indicado en casos de reumatismo, gota, cálculos, fiebre... Las curas primaverales mediante tisanas de hojas tiernas se hacen durante tres semanas para lograr los mismos efectos.
Si visitamos el abedular a primeros de noviembre, es fácil que nos encontremos con uno de sus más misteriosos habitantes, la Amanita muscaria, que con su llamativo gorro rojo con manchitas blancas resulta inconfundible al pie de abedules o pinos. Con estos árboles mantiene una estrecha relación de szimbiosis (micorriza) al fundir sus micelios con las raíces para beneficio mutuo. Se ha especulado sobre la posibilidad de que el famoso Soma, la planta sagrada de los Vedas, fuera originalmente este hongo alucinógeno tradicionalmente utilizado desde Siberia hasta Laponia en los rituales chamánicos.
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