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marzo 27, 2010
Tres veces, en medio siglo de historia de las revistas de ciencia ficción, un nuevo escritor ha estallado en este campo como una nova, cautivando al punto la fantasía de los lectores, modificando la naturaleza de la ciencia ficción y convirtiendo a la mitad de los que cultivan este género en imitadores suyos. (No es probable que haya una cuarta vez, porque desde 1939, cuando apareció la tercera nova, el campo de la ciencia ficción se ha hecho demasiado amplio y diverso para que la obra aislada de un escritor nuevo pueda modificar su rumbo.)
Permítanme empezar hablándoles de la primera y tercera novas; así podrán ver las similitudes entre ellas y apreciar mejor la naturaleza realmente notable de la segunda y mayor de las tres.
En el número de agosto de 1928 de «Amazing Stories», cuando la revista de ciencia ficción tenía poco más de dos años de edad, apareció la primera entrega de La alondra del espacio, de Edward Elmer Smith y Lee Hawkins. Era el primer relato de ciencia ficción escrito por E. E. Smith que se daba a conocer al público.
Por primera vez en una revista de ciencia-ficción, el hombre era lanzado a las profundidades del espacio interestelar con todo el universo abierto ante él. Por primera vez, el lector pudo contemplar al hombre como a una criatura de poderes casi infinitos, casi como si fuera Dios.
A los lectores les gustó. Inmediatamente, La alondra del espacio se convirtió en un clásico y otros escritores intentaron imitarlo. El campo no volvió a ser nunca el mismo y E. E. Smith fue un semidiós de la ciencia ficción durante el resto de su vida.
E. E, Smith fue la primera nova.
En el número de agosto de 1939 de «Astounding Science Fiction», apareció el cuento Life-line, escrito por un nuevo autor, Robert A. Heinlein. Inmediatamente atrajo la atención por su estilo sencillo, desprovisto de afectación, y por la total ausencia de actitudes caricaturescas o paródicas, comunes a la mayor parte de la ciencia ficción.
Quizás el cuento no cautivó de inmediato a los lectores ni revolucionó el género dándole una nueva forma, al quedar un tanto obscurecido por la aparición casi simultánea en el número de julio de 1939 de la «Astounding», de otro cuento, Black destroyer, más largo y espectacular, debido a la pluma de A. E. van Vogt, también escritor novel. Pero Heinlein continuó escribiendo cuentos en rápida sucesión y la «Astounding» siguió publicándolos. En el mismo año se hizo por completo evidente que Robert A. Heinlein era el mejor escritor vivo de ciencia ficción.
De nuevo los lectores pidieron más y de nuevo casi todos los escritores del genero -incluyéndome a mí- empezamos, mas o menos conscientemente, más o menos a fondo, a imitar a Heinlein.
Robert A. Heinlein fue la tercera nova.
Smith y Heinlein se parecían en muchos aspectos. Ambos, por ejemplo, publicaron sus primeras obras en las que, por aquel tiempo eran las revistas mas destacadas del género: la «Amazing» publicó el cuento de Smith, la «Astounding» publicó el de Heinlein. (En la época de La alondra del espacio, la «Amazing» era, realmente, la única revista de ciencia ficción que se publicaba.)
En ambos casos un importante director había creado una interesante revista en la cual las novas podían mostrar al máximo su fulgor: Hugo Gernsback, padre de la «Amazing», y John W. Campbell, Jr., de la «Astounding».
Ni Smith ni Heinlein eran escritores natos en el sentido de que hubieran jugado con pluma y papel nada más gatear, presentado trabajos desde los doce años y publicado a los dieciséis. Tanto uno como otro tenían formación de ingenieros y ninguno abrigaba el propósito de convertirse en escritor profesional hasta que, más por casualidad que por otra cosa, descubrieron lo «fácil» que era escribir. Ambos habían cumplido los treinta años cuando se publicaron sus primeros cuentos.
En ambos casos, la fama fue duradera. Continuaron escribiendo durante muchos años, de forma que siempre había nuevos cuentos que añadir a su cuenta personal y su reputación se cimentaba sólidamente en los corazones de nuevas generaciones de lectores.
La «Astounding», en su número de febrero de 1948, publicaba la cuarta y última entrega de Children of the lens, última obra importante de Smith. Veinte años después de La alondra del espacio, aún era leído ávidamente.
En cuanto a Heinlein, sigue escribiendo y publicando, treinta y cinco años después de la aparición de su primer cuento, sin haber perdido ni un ápice de su reputación, Una reciente votación de aficionados le situó todavía en primer lugar como escritor de ciencia ficción favorito de todos los tiempos.
La segunda nova apareció en 1934, justamente seis años después de Smith y cinco años antes de Heinlein. En el número de julio de 1934 de «Wonder Stories» apareció un cuento titulado Una odisea marciana, primer título publicado de su autor, Stanley G. Weinbaum.
Fíjense ustedes en las diferencias. En la época en que apareció el relato, «Wonder Stories» no era la revista de ciencia ficción más destacada. En mi opinión, era la tercera en un campo de tres. Su editor era Hugo Gernsback, pero Gernsback no ocupaba ya la primera línea del talento creador en el género. El director era Charles D. Hornig, quien, en la historia de las ediciones de ciencia ficción, carece en absoluto de méritos especiales y cuya única aspiración a la fama puede ser, realmente, haber dado acogida al cuento de Weinbaum.
Oculta en esta obscura revista, Una odisea marciana tuvo en el género el efecto de una granada rompedora. Con este único cuento, Weinbaum fue reconocido de inmediato como el mejor escritor de ciencia ficción del mundo y, al punto, casi todos los escritores del género intentaron imitarle.
La segunda nova se diferenciaba en otro aspecto muy importante de la primera y de la tercera. Aunque E. E. Smith era un maravilloso ser humano, apreciado por todos cuantos le conocían (incluyéndome a mí), la triste verdad es que era un escritor mediocre, que sólo moderadamente fue mejorando con los años. Heinlein era un escritor mucho mejor que Smith, pero su primer cuento, Life-line, es una obra menor y no figura en la lista de los grandes relatos de todos los tiempos.
Con Una odisea marciana pasa algo muy distinto. Este cuento reveló de improviso una fluida habilidad literaria, tan natural como la de Heinlein en sus mejores momentos. Una odisea marciana es una obra relevante de Weinbaum.
En 1970, los escritores de ciencia-ficción de Estados Unidos eligieron por votación los mejores cuentos de ciencia ficción de todas las épocas. Entre los favoritos, destacó como el más antiguo Una odisea marciana. Fue el primer cuento de ciencia ficción, publicado en una revista, capaz de resistir, una generación más tarde, el escrutinio crítico de los profesionales. y aún más: acabó conquistando el segundo lugar.
Como Smith y Heinlein, Weinbaum no era un escritor nato, y al igual que ellos, tenía una sólida formación de técnico (era ingeniero químico, como Smith). Al igual que Smith y Heinlein, su primer cuento se publicó cuando Weinbaum tenía más de treinta años.
Aquí termina la semejanza, porque cuando Weinbaum se introdujo en el género y se convirtió de improviso en su conductor, era ya un hombre moribundo.
El 14 de diciembre de 1935, a la edad de 33 años, año y medio después de la publicación de su primera historia, Weinbaum murió de cáncer y todo terminó. Al morir, había publicado doce cuentos; once más aparecieron a título póstumo. Sin embargo, incluso sin la ventaja de decenios de trabajo y desarrollo, su presencia perdura en el recuerdo de los aficionados. Cualquier nueva colección de sus cuentos representa, debe representar, un acontecimiento de envergadura en la ciencia ficción.
Ahora bien, ¿qué era lo más característico de los cuentos de Weinbaum? ¿Qué era lo que más fascinaba a los lectores? La respuesta es fácil: sus criaturas extraterrestres.
Desde luego, en la ciencia ficción había habido criaturas extraterrestres mucho .antes de aparecer Weinbaum. Incluso si nos limitamos a las revistas de ciencia ficción, eran un lugar común. Pero antes de la época de Weinbaum eran caricaturas, sombras, burlas de la vida.
Los extraterrestres anteriores a Weinbaum, humanoides o monstruos, servían sólo. para dar relieve al héroe, para servir como una amenaza o un medio de rescate, para ser buenos o malos en términos estrictamente humanos, pero nunca para ser algo por sí mismos, independientes del género humano.
Por lo que sé, Weinbaum fue el primero que creó extraterrestres que tenían sus propias razones para existir.
Hizo también algo más que eso; creó ecologías con sentido.
Weinbaum tenía una idea consistente del sistema solar (sus cuentos nunca pasaron más allá de Plutón), idea que era astronómicamente correcta en los límites del conocimiento de mediados los años treinta. Pero él no podía saber más que su época, por lo cual dio a Venus una cara nocturna y otra diurna, y atribuyó a Marte una atmósfera moderadamente enrarecida y canales. También corrió el riesgo (aunque la teoría ya estaba bastante desacreditada por aquellos tiempos) de hacer los planetas exteriores más bien calientes que fríos, con lo que los satélites de Júpiter y Saturno podían ser habitables.
En los cuentos de Weinbaum la intriga, densa y bien construida, se impone en la mente del lector por la oportunidad que ofrece de descubrir mundos extraños y formas de vida cada vez más fascinantes.
De todas sus formas de vida, las más cautivadoras quizá son Tweel, el pseudoavestruz en Una odisea marciana, y Oscar, la planta inteligente en Lotófagos. En ambos casos, Stanley G. Weinbaum responde al desafío de una exigencia que John Campbell iba a hacer a sus escritores en años posteriores: «Escribidme un cuento sobre un organismo que piense tan bien como un hombre, pero no como un hombre». No creo que nadie lo haya logrado tan perfectamente como Weinbaum en todos los años transcurridos desde su muerte.
¿Y qué habría ocurrido si Weinbaum hubiese vivido? Triste es decir que lo probable es que hubiera abandonado las revistas de ciencia-ficción por campos más brillantes y más lucrativos.
Pero, ¿y si no hubiera sido así? ¿y si hubiese permanecido, a lo largo de los años, en las revistas de ciencia-ficción como lo han hecho otros grandes talentos como Arthur C. Clarke, Poul Anderson e incluso Robert A. Heinlein?
En ese caso, creo que nunca habría habido una Era de Campbell.
En 1938, cuando John Campbell asumió el control completo de la «Astounding», orientó el género hacia un realismo mayor y, al mismo tiempo, hacia un humanismo mayor: una doble dirección que él mismo había iniciado con su cuento Crepúsculo, aparecido en el número de noviembre de 1934 de la «Astounding». Con ello, promovió a una serie de autores, incluyendo a Heinlein, Van Vogt y a muchos otros, entre ellos yo mismo.
Pero Weinbaum era un autor Campbell antes de Campbell. Una odisea marciana apareció medio año antes que Crepúsculo, por lo que Weinbaum es claramente un autor que no debió nada a Campbell.
Si Weinbaum hubiese continuado escribiendo, no habría habido ninguna revolución Campbell. Campbell se habría limitado a reforzar lo que indudablemente habría terminado llamándose la «revolución Weinbaum».
Y a la sombra gigantesca de Weinbaum, todos los autores Campbell se habrían encontrado en pedestales menos notables. Si Weinbaum estuviese vivo ahora, con poco más de setenta años, seguramente ocuparía el primer lugar en la lista de los escritores de ciencia-ficción favoritos de todos los tiempos.
FIN