FUTBOL, ADRENALINA Y RUMBA
Publicado en
febrero 01, 2010
Cinturita mami, dame tu cinturita... Bailadores echando pasoUn sábado en la Capital del Ritmo deja ver una ciudad colorida de esa plasticidad y gracia que adorna a su gente. El fútbol, un ritual cotidiano y la rumba, un frenesí ancestral, se juntan en las calles de Barrio Caliente y los bailaderos de playa Las Palmas
Por Esteban MichelenaJunior Quinteros, ocho años, mulatito y goleador de la barriada de Nuevos Horizontes, corre alborozado como buscando el cielo. Después de una escapada felina y festiva al mismo tiempo, corona su tarde de gloria con un quinto gol que envidiaría cualquier profesional que se respete.
Moviendo hombros y cintura, gritándolo a toda bemba, Junior dedica su obra maestra a su padre y todo ese personal azulito que ha bajado de su barrio para celebrarlo en el tradicional Parque Infantil. "Al chico ya lo quiere el mismo Barcelona", comenta agravando la voz, Fernando Segura, un ex-defensa del legendario club Patria y ex compañero de Luis Capurro."Cuando hago un gol siento un mareo, como si volara", dice Junior en su primera comparecencia ante la prensa. "Esta noche no duerme el niño. Cuando hace goles así se acuesta pero no duerme. Se pasa soñando despierto", completa su padre.A la final, de la misma manera, en esta misma canchita, bajo este mismo esplendoroso sol esmeraldeño, así lo hicieron los Villafuerte, los Estupiñán, Benítez, Tenorio, Rodríguez, Quiñonez, Nieves, Capurro, Maldonado y tantos cracks de ébano que brincaron de Nuevos Horizontes, Barrio Calíente o Parada Nueve a Parque Infantil o a las durísimas canchas de Las Palmas. Y desde esa playa, intenso coctel de rumba, de adrenalina, de bailaderos y de goles, directo al Monumental de Barcelona, al Nacional quiteño, al equipo eléctrico. Y, a veces, hasta a la mismísima gloria.LA COSA, SEGÚN ITALO
Italo Estupiñán, símbolo de la superación y clase del futbolista esmeraldeño, espera tomando el fresco en el impecable portal de su casa de siempre, esquinera entre Colón y Quito, frente al estadio Folke Anderson, Barrio Caliente.
Alejado de la rumba, lector de libros sobre fútbol y preocupado por la salubridad de su provincia, este atlético cuarentón de modales respetuosos acepta, sin embargo, que es precisamente esa adversidad la dura pretemporada de vida que cumple el jugador esmeraldeño."Ve ese negrito que está pateando pelota contra la puerta del Folke Anderson. Se la ha pasado así, sólito, toda la tarde. Ese negrito tiene hambre. Y crece así, con hambre, pero sin dejar de soñar, de alegrarse por esa remota posibilidad de algún día llegar a primera".Italo mira al chiquillo con notable emoción y nostalgia. Deja la silla de mimbre y se para a verlo detenidamente, como si ese rato mismo se le retratara su infancia."Para cuando termine ya estarán las galladas en las esquinas oyendo salsa. Ahí, en cambio, el niño redescubre el ritmo. Y con ese ritmo camina, baila, sufre y juega. Sí, mi amigo, lo de nosotros, los negros, es una mezcla de hambre, de sueños y de ritmos".
Segundo Quintana, el Sortero Mayor de Esmeraldas imagina un montuvio en su esquina de barrio de Nuevos HorizontesDE RUMBAS REALES, CORREGIDAS Y AUMENTADAS
Golpe de seis y media de la tarde, un sol anaranjado se derrite sobre las enfiestadas calles esmeraldeñas. En cada esquina, no se diga desde los carretones donde se vende cerveza helada, mango y agua loca, equipos de sonido a su máximo poder libran una bullanguera batalla por imponer su salsero preferido.
"Pero esto es ahora. Antes, en bailaderos como el Balota Número Dos, de don Narciso Estupiñán, las fiestas duraban hasta ocho días de purita marimba y cueros", recuerda Segundo Quintero, el sonero de Borbón y líder de los famosos Chigualeros.Pero la rumba sigue. Como en la esquina de Olmedo y Salinas donde, desde hace veinte y pico de años, se reúne la gallada de Gonzalo "Brujo Mala, Medina, Luis Reyna, Clemente y Keyerman Arízaga, Hugo Fernández, entre otros devotos de todo lo que pueda compararse a la Sonora Matancera". El Brujo Mala, un excéntrico personaje que llega disfrazado a cada baile, hizo un repaso por sus memorias en tiempo de salsa."Le voy a referir un hecho histórico para Esmeraldas", anuncia el Brujo, mientras ordena volumen diez para escuchar Oye Mima. Oye Mima que tú quieres / Yo te lo voy a comprar / un carrito de paseo / te lo voy a regalar. Esas cosas que tú quieres yo te las puedo entender..."Fue una noche de marzo de 1973. De pronto, la Asociación de Profesores del Colegio Cinco de Agosto hizo el milagro. La Sonora estaba allí, en la cancha de básquet, tocando al frente nuestro. Tras tres horas de baile, en medio de un aguacero apocalíptico, Yayo El Indio, justo cuando Sonora tocaba Oye Mima, paró la rumba de un quiebre de maracas y, dejando sólo un tumbao de cueros, dijo, refiriéndose a Rogelio Martínez, su guitarrista y director: Óyeme, Rogelio. ¡Esto no es Esmeraldas, chico! ¡Esto, caballeros, es la Capital del Ritmo!", narra Medina, imitando acento y gesto. "Desde entonces hasta que vengan los jinetes del fin del mundo, Esmeraldas es y será, la Capital del Ritmo".Aplausos, brandys y brindis se multiplican como panes y peces en manos de Cristo. Tras un "seco y volteado" en tributo al difunto melómano y empresario Enrique Echeverría, la conversa se ve alimentada de versiones originales, corregidas y aumentadas.Así, el boletín histórico-rumbero pasa por esa única vez que llegaron, un 4 de agosto de 1977, "Nueva York-Esmeraldas-Nueva York sin escalas mi hermano", las orquestas de Tito Puente y Ray Barreto. Desmientes que Celia Cruz se haya roto la pierna en un concierto esmeraldeño. "Apenas se dobló el tobillo por esos zapatos raros que usa Reina Rumba".Y hasta aclara que, la bronca que se armó en el show de Pacheco, Pete El Conde Rodríguez y Héctor Casanova, fue por un tipo que se estaba liquidando un maricón ajeno atrás de la tarima.Quedan como inolvidables los conciertos de Ismael Rivera con Cortijo y sus Cachimbos, Willie Colón, Henry Fiol con orquesta SAR, Charlie Rodríguez y Alfredo de la Fe; Celia Cruz, El Jefe, Celio González, Albertico Beltrán, Carlos Argentino y todos los dioses y semidioses de la Sonora Matancera, Cuco Valoy con Ramón Orlando y su "Juliana", el Gran Combo de Puerto Rico, con un Rafael Ithier que en Parque infantil besó y se cobijó con la bandera esmeraldeña; Andy Montañéz, Fruko y sus Tesos, Joe Arroyo, Piper Pimienta, Oscar de León con Wladimir Lozano; Johnny Ventura, entro otros protagonistas de la memoria esquinera esmeraldeña.HABLA Y RUGE EL REY LEON
Oscar ocupa el primer asiento del lujoso autobús que lleva a sus quince músicos del hotel Cayapas al Recinto Ferial La Propicia. En la televisión, mira el clip del tema que hizo con Yorman, su hijo y actual compañero de tablas. "Lo único que te digo de este muchachón es que, si algo quiere de la música, lo deberá lograr arriba, en el escenario", dice al respecto.
En el trayecto, cada vez más lento a medida que el bus entra en la zona del recinto. Oscar recibe los más disímiles tributos: besitos volados de esas niñas guapas asomadas a la ventana, cariñosas mentadas de madre por parte de borrachitos y bailadores de cantina y hasta audaces cruces de pierna de sonrientes y pintarrajeadas mujeres de la noche.De León es uno de los salseros que más ha bebido de las fuentes de la música cubana. Sin embargo, es duramente crítico con orquestas tan representativas como la de Juan Formell y sus Van Van."Los cubanos están enredados. No saben qué hacer con su virtuosismo y lo exponen, simplemente, donde no hay para qué ponerlo", ruge de León.A las 23 horas, La Propicia está repleta de negros piqueros, irresistibles mulatas cinturas de avispa y blancos guapachosos que poco animan a un Oscar, esta vez lejano y corto de palabras.Así, no quiere hablar de ese capítulo de públicas disculpas que debió rendir a los cubanos de Miami después de besar la tierra de Guantánamo y, evidentemente, tampoco toca temas de política.Se muestra partidario sin disgusto de las nuevas fusiones que hoy asimila la salsa, es admirador de la producción de los Estefan y hasta elevó, a nivel de "propuesta", sonsonetes pregrabados como el que hacen Los Fantasmas del Caribe.Pero en tablas, León es León. Sus quince animales salseros abren con una entrada jazzeada que, al estilo de Cachao López, luego deviene en un mambo vertiginoso, preciso para que Oscar salga bailando con cadencia y velocidad vertiginosas.Luego, espesando el compás, Oscar saca a "El manicero" y, con sones y contrapuntos, lo pone a pesar durante 10 sabrosísimos minutos. Después, cuatro de sus temas más dramáticos: "El derecho de nacer", "Siéntate ahí", "A El" y "Mis hijos".Al sexto tema Oscar recibe una toalla lanzada por su manager y saluda a Esmeraldas. Al paso se manda una proclama en favor de las culturas negras del mundo. La apiñada negramenta se inquieta y responde con desplegadas sonrisas de piano y sus blancas palmas haciéndole a la clave.Acto seguido Oscar ataca con su repertorio matancero. "Oye Mima", "El que siembra su maíz", "Melao de caña", "El cachumbambé", son objetos de ocurridos y acrobáticos pasos que, puestos en los zapatos bicolor del sonero, arrebatan las caderas y ansias de bailadores solistas y parejas.La rumba transcurre con rifas de corte de tela, electrodomésticos y notosos saludos para los panas de los "empresarios y sus respetabilísimas señoras doñas..."Oscar sale para un segundo y contundente set donde, tras satisfacer cada pedido del respetable, su orquesta se libera e incursiona, con espectacularidad y aciertos, en los fértiles terrenos del jazz latino. Tipo tres y media de la mañana, La Propicia se va quedando vacía. Los últimos rumberos negros bailan, con conmovedora solemnidad, esos dulces y a la vez sufridos boleros montunos de Segundo Quintero, afectado toda la noche por ese pésimo sonido que siempre castiga a los artistas nacionales.
El Brujo Mala y su personal de cerveza y conversa exhiben los santos de su devoción salseraEN LA ESQUINA DEL MALEO
El retorno es a filo de camioneta junto al virtuoso tresero y sus muchachos, desmoralizados por el mezquino sonido que liquidó su salida ante el gran Oscar de León.
Ismael "Majuco" Quintero, bajista del grupo, lleva la comitiva hasta Malecón y Manuel Muriel, al pie de la casa de Humberto Vera. "Aquí, en esta casa, llegó Ismael Rivera. Se sentaba en esta vereda y, a pura bemba, solfeaba y soneaba. Se la pasaba en jean y sandalias. Decía que las camisas y los zapatos le cabreaban y solo se los ponía en escenario. A mí me cruzó hasta para las cervezas. Es el negro más humilde y más grande que he conocido".Poco a poco, Los Chigualeros van saliendo de su letargo. Majuco, adrenalina, nostalgia, marca el compás para una irrepetible versión en voces, guira y maracas de su "Canto a Esmeraldas" fusionada con los coros de "Las caras lindas", del gran Maelo.Trepando de lado a lado, como si también se hubiera jumado, la vieja Toyota Hilux cajón de madera sortea con las justas las empinadas cuestas que conducen a Nuevos Horizontes, el barrio de Los Chigualeros.Segundo ya ha sacado su tres, su tabaco y su banquita. Empieza a improvisar bellísimos montunos y soneos que grabó como para una próxima descarga. A un lado, Majuco sólo sigue los sonidos con movimientos de cabeza y de su mano izquierda.En las últimas horas de oscuridad, el bajista enciende un cigarrillo. Con la mitad de su rostro iluminado lanza su mirada loma abajo donde Esmeraldas titila con mil ojos."¿Lo oyes?", dice en voz queda. "¿Oyes ese sonido que viene del fondo, de allá, como de la boca del río? Ismael Rivera me dijo que, si quería ser músico, debería primero encontrar el sonido de bajo que tienen las ciudades antes de irse a dormir en un día de rumba", filosofa Majuco, mientras empieza a hacer delirantes ruidos de bajo con su garganta.¿Lo oyes?, insiste el bajo, cerrando sus ojos y elevando los brazos. "Es ese sonido que viene del fondo, de allá, como de la boca..."Esmeraldas, nunca te olvidaré. Esmeraldas! siempre te recordaré…
Italo Estupiñán, símbolo de la superación y clase del futbolista esmeraldeño