EL ESLABON PERDIDO DE F. FUKUYAMA
Publicado en
febrero 28, 2010
Por José Sánchez PargaOtra vez vuelve Francis Fukuyama a sorprender e intrigar con un tema tan actual como controvertido: la relación entre capitalismo y democracia. Aunque de manera implícita, está planteada la polémica cuestión de las relaciones entre socialismo y democracia. No es casual que en su reciente artículo (El eslabón perdido. Capitalismo y Democracia, en FACETAS, n. 100, 2/1993), Fukuyama se inspire en la obra de Joseph Schumpeter (Capitalismo, Socialismo y Democracia, Londres, 1942), "una obra más citada que comprendida", aprovechando la ocasión de su 50 Aniversario.
Y lo que de nuevo vuelve a incomodar de Fukuyama es que sus agudezas y sagacidades analíticas se combinen con explicaciones tan inocuas como extravagantes.Fukuyama no hace más que referirse a las posibles razones que hicieron fracasar los pronósticos de Schumpeter, quien había previsto una transición del capitalismo al socialismo, considerando que las contradicciones sólo podrían resolverse en éste.Fukuyama no se preguntó seriamente por qué un antimarxista y liberal tan convencido como Schumpeter pudo arriesgar la gran obra de su vida para fundamentar las transformaciones del capitalismo en socialismo. En primer lugar, ya en el prólogo de la segunda parte de su obra, Schumpeter relativiza sus pronósticos supeditándolos a la argumentación de su análisis, ya que ésta y no aquellos es lo que le interesa: "las tendencias (del capital) jamás indican lo que ocurrirá con el modelo sino sólo lo que ocurriría si siguen actuando tal y como han sido observadas"; por otra parte, tampoco se pueden descartar "las numerosas variables que pueden influir en el proceso"; y esto mismo repetirá en el Anexo final: "yo no profetizo ni predigo el advenimiento del socialismo". En segundo lugar, tampoco Schumpeter "subestimó -como le reprocha Fukuyama-, la vitalidad del capitalismo y su capacidad de adaptarse a las nuevas circunstancias". Como ningún economista de su época, Schumpeter puso de relieve el carácter dinámico e innovador del capitalismo, haciendo de sus potencialidades creadoras y adaptativas el factor sustantivo del sistema.A este asunto particular dedica el cap. 7 de su libro sobre "el proceso de destrucción creadora", según el cual "el capitalismo es.... un tipo de método de transformación económica que no sólo jamás es estacionario, sino que no podría serlo sin destruirse", ya que "su singularidad consiste en transformar todos los datos, objetos y hechos de la actividad económica".En definitiva, para Schumpeter "el capitalismo comporta siempre un sistema de valores, un modelo de existencia, una civilización- la civilización de la desigualdad. Es esta civilización la que está en vías de desaparecer". Tal declaración no es un vaticinio, sino la conclusión de los análisis críticos del capitalismo.Pero la obra de Schumpeter no es en realidad más que un pretexto para el artículo de Fukuyama. El objetivo de éste consiste en buscar la relación o correspondencia -el eslabón perdido- entre capitalismo y democracia. Tal problema carece de originalidad, y ha dado ya lugar a muy conocidos estudios e investigaciones clásicos y más recientes. Después de los trabajos que indagaron la mayor o menor correlación, o el tipo de interdependencia, entre crecimiento económico y regímenes democráticos o autoritarios, hoy preocupan más las condiciones económicas para el desarrollo de la democracia, sobre todo en América Latina.Ya Schumpeter había sostenido que "la democracia liberal era producto del capitalismo", aunque el capitalismo por sí sólo ni la garantiza ni la completa; de la misma manera que "entre socialismo y democracia no existe relación necesaria".Sobre este mismo asunto la conclusión de Fukuyama resulta demasiado simplista: "la relación entre capitalismo y democracia es de tipo indirecto. Sin embargo, el capitalismo es más eficiente que el socialismo como motor de crecimiento económico, y por eso es más factible que genere el rápido cambio socio-económico tan favorable al surgimiento de la democracia estable". El pensador de Harvard se limita a retomar la reciente tesis de Huntingotn: "la oleada de democratizaciones que comienzan en 1974 fue el producto del crecimiento económico de las dos décadas anteriores".La cuestión pendiente hoy consiste en dilucidar si la crisis de crecimiento económico puede acarrear una deslegitimación y desestabilización de las democracias.DESEO DE RECONOCIMIENTO O MORAL DE ESCLAVO
Lo menos convincente del artículo de Fukuyama es su argumento central, que hace del "deseo universal de reconocimiento en el plano de la igualdad" el eslabón perdido entre capitalismo y democracia, y por consiguiente lo que legitima ambas. Una primera objeción asalta al lector: ¿en qué consiste este imperativo psicológico del "deseo de reconocimiento"? ¿Cuáles son las bases socioeconómicas, políticas y culturales de este "reconocimiento"? ¿Dónde y cómo ha descubierto Fukuyama la universalidad de tal reconocimiento? Nuestro autor reconoce que el capitalismo "propicia desde luego muchos tipos de desigualdad económica", pero con él "se suprimen muchas otras fuentes de desigualdad más tradicionales y arraigadas".
En cualquier caso, cabe preguntarse también qué es este reconocimiento y qué efectos tiene. Por grandes que sean las desigualdades económicas, según Fukuyama, "la gente adquiere la libertad de luchar por otras metas no materiales, como el reconocimiento de su prestigio personal y el derecho de participar en política".Ahora bien, las desigualdades seguirían impidiendo tal reconocimiento e incluso el libre ejercicio de tales derechos. Aquí Fukuyama traiciona un cierto cinismo: "el esclavo habrá de ser educado en un proceso lento y doloroso, hasta que llegue a la convicción de que es un ser humano, cuya dignidad singular puede ser reconocida mejor por cierto tipo de instituciones sociales y políticas". La historia de la civilización ha demostrado que sólo cuando el esclavo deja de ser esclavo se convierte en sujeto de reconocimiento y adquiere conciencia de sus derechos.Aquí el autor del tan sonado libro “El fin de la historia”, parece haberse olvidado de las lecciones de su maestro Hegel sobre la moral del esclavo.El pensamiento de Fukuyama parece afectado por una suerte de esquizofrenia medio funcionalista y medio neoliberal, y según la cual, por una parte, está "el proceso político autónomo de la democratización", por otra parte operan los procesos económicos del capitalismo, por otra estaría la sociedad con todo tipo de desigualdades antiguas y nuevas, y en fin, por otra parte también la psicología de las masas con un universal deseo de reconocimiento.Si todos estos procesos y fenómenos no son pensados unitaria y concatenadamente, resultan muchos los eslabones perdidos en el reciente artículo de Fukuyama.Más allá del dilema entre capitalismo y socialismo, en el que todo depende de cómo ambos se comprendan y de las formas que adopten, el imperativo o ideal democrático, siempre perfectible (la democracia puede defraudar pero no traiciona), ofrece todas las garantías para transformar el sistema capitalista como de hecho transformó los socialismos existentes. El reto de fondo, al que no es insensible Fukuyama, pero que continúa siendo la asignatura pendiente de políticos y pensadores, consiste en cómo conjugar las libertades individuales con las igualdades y solidaridades colectivas.Esta conclusión bien merece una.cita del innombrable: "No tenemos el más mínimo deseo de comprar la igualdad a costa de la libertad" (K. Marx).